Cine y TV

Tres disparos para Phil Hartman

Phil Hartman

Son las dos de la mañana en el 5065 de Encino Boulevard, Los Ángeles. Brynn Hartman baja del coche visiblemente perjudicada. La mujer no solo lleva alcohol en las venas, sino un buen pellizco de coca que, por otro lado, no es nada nuevo en su sistema nervioso. Entra en casa y sus hijos duermen. El marido la espera y estalla la discusión habitual, aunque esta vez parece ir algo más lejos. Él la amenaza con el divorcio. Ella se mete antidepresivos. Él se va a la cama a dormir y ella deambula por algún lugar de la casa, sin voluntad o posibilidad de acostarse. Que el matrimonio se ha convertido en un pequeño infierno empieza a ser un molesto secreto a voces. Que ella es una fracasada del mundo del espectáculo, al contrario que su marido, también. Las razones al detalle son inescrutables, pero a la mujer se le cruzan los cables. Agarra un revólver. Se acerca silenciosamente al dormitorio donde duerme el hombre, que no pudo sospechar. Desliza tres disparos con la sencillez del desahuciado, con cierto aire de Meursault cegado por el sudor y el sol. Uno en el brazo. Otro en el cuello. Otro en la cabeza. Tres disparos sin meditar demasiado. Oye el eco de las balas y piensa un momento. Sale de la casa hacia el coche y se marcha nerviosamente. Conduce algunas manzanas. Aún pasarán varias horas hasta que la policía encuentre el cadáver, pero la suerte de la mujer también está echada.

“Era la última persona que te esperarías encontrar en la crónica de sucesos del periódico”
Dan Snierson
para Entertainment Weekly

Phil Hartman era un cómico superdotado. Enérgico y natural, arrancaba risas sin hacer cosquillas. Tenía el carisma de un actor de cine y su dominio de las imitaciones, que preparaba a conciencia, le hacía casi imbatible en voces y gestos. Hartman coqueteaba a su manera con un cierto histrionismo que nunca tocaba, sabedor de cuál es el respeto debido al espectador y a los personajes que recreaba. Su evidente talento le abrió las puertas de uno de los grandes programas de la historia de la televisión: Saturday Night Live. Ganada la oportunidad, haría gran fortuna en la televisión como también en el doblaje, incluso haciendo algunas apariciones bastante recordadas en ciertas películas. Con 38 años, y no sin una prueba de casting surrealista, el actor nacido en Ontario, Canadá (24 de septiembre de 1948) se convertiría en una de las grandes figuras de la comedia estadounidense, martirizado por su mujer bajo intenso ruido mediático.

Clinton en chándal

Cuando murió era realmente conocido en Estados Unidos. Porque además, Phil Hartman caía simpático a todo el mundo. Ser el cuarto hijo de una familia numerosa le planteó desde el principio el reto de atraer la atención de los demás, pero eso nunca fue un problema para él. Con facilidad natural hacía reír a todos. Sus grandes trabajos en la comedia televisiva vinieron de años de intenso entrenamiento previo, pero los inicios profesionales de Hartman iban en otra dirección. Se graduó en diseño por California State. Dibujó viñetas y sobre todo logotipos, carátulas de discos y portadas para grupos como America o Crosby, Stills and Nash. Así se ganó la vida en los años 70, hasta que el gusanillo dramático acabó por morderle con cierta intensidad. No en vano ya había realizado algunas incursiones en grupos de clown e improvisación teatral cuando estudiaba. Antes de llegar a la treintena, y con un futuro laboral algo incierto, en 1975 Hartman ingresó en The Groundlings, grupo de cómicos californianos donde conoció a sus amigos Paul Reubens y Jon Lovitz —a la postre esenciales en su carrera y donde se hizo intensivamente como actor de improvisación y cómico de sketches. Era el principio de una vocación rotunda, que tardaría algo de tiempo en revelarse y en arrojar premio.

Progresó a gran ritmo y ya a principios de los 80 era muy valorado entre sus círculos. En aquella época ya había iniciado, además, sus primeros doblajes y apariciones esporádicas en películas, labor transversal que siempre trató de cultivar paralelamente. Pero como suele ocurrir en realidad, y pese a su evidente capacidad, Hartman tuvo que esforzarse mucho para prosperar. Tenía casi 40 años cuando dio el gran espaldarazo. En 1986 entró a trabajar en el Saturday Night Live de la NBC, programa ya popularísimo y máquina total de impulso para nuevos talentos (Eddie Murphy, Will Ferrell, Mike Myers, Joan Cusack…). La inclusión de Phil como actor y escritor superó claramente todas las expectativas, al punto de convertirle en pilar básico del show. Como buen travesti de la comedia, hizo verdaderamente de todo. Se disfrazó de cualquier hombre o mujer que requiriera el guión y recreó a personajes célebres de cualquier tipo, desde políticos a cantantes de rock. Su ascenso fue vertiginoso: Empecé imitando a Clinton y de repente mi cara aparecía en las revistas de televisión. Me convertí en alguien conocido. Y nunca más tuve que buscar trabajo”.

Cuando se encontrara con el Presidente de Estados Unidos, susurraría al líder demócrata: Supongo que le debo algunas disculpas”. Lo había imitado muchas veces y era uno de sus números más queridos. Su gag de Clinton en el McDonalds, por ejemplo, se convirtió en un clásico popular instantáneo, incluido, por ejemplo, en esta lista con los 50 mejores gags de la historia de SNL. Aparece Hartman imitando a Clinton vestido con un chándal y viniendo de hacer footing «solo durante tres manzanas». Entra en McDonalds para mezclarse con los votantes”, y “quizá tomarme una Coca-Cola Light”. Pero una vez allí, toda excusa es buena para comerse la comida de los demás. La señora Clinton nos ha dicho que no le dejemos ir a más locales de comida rápida”, le dice uno de los guardaespaldas al presidente. Clinton insiste y el gorila cede, pero le ruega: De acuerdo. Pero por favor, no se lo diga”. A lo que el presidente responde: Jim, déjame decirte algo. Va a haber un montón de cosas que no contaremos a la señora Clinton. Y créeme que la comida rápida es una de nuestras últimas preocupaciones, ¿vale colega?”. Aún era 1992, bastante antes de los peores días del presidente nacido en Arkansas.

Frank Sinatra, John Wayne, Barbara Bush, Johnny Cash, Michael Caine, Burt Reynolds… El abanico de imitaciones era realmente variado, amén de personajes propios como el famoso Unfrozen Caverman Lawyer, o cualquier encarnación necesaria en cualquier escena ideada por los guionistas. No en vano, y no solo por su versatilidad, Hartman era conocido como «El pegamento» en el equipo de SNL, apodo que se ganó por su capacidad para mezclar entre sus compañeros y hacerlos trabajar mejor. Cuenta el productor del programa, Lorne Michaels, que el apodo se lo puso un joven cómico que entonces empezaba en la tele: Adam Sandler.

Sin embargo, pese a marcar un récord de permanencia de ocho temporadas, ganar tremenda popularidad y convertirse en símbolo del programa, Hartman acabaría abandonándolo. Ya lo habían hecho algún tiempo atrás nombres tan importantes para él como Lovitz, Dennis Miller, Jon Hooks o Dana Carvey, y eso le dejó algo solo. Pero la clave de su marcha fue otra: El programa se está volviendo menos sutil. Hay menos sátira política. El público joven ama a Adam Sandler. Él tira menos al intelecto y más a la comedia tipo ‘Sal ahí y haz el cafre’. Me gusta Adam Sandler, pero ese no es mi tipo de comedia. Por esto, siento que es momento de marcharme”. Ni siquiera ser la estrella principal del programa a partir de 1991 ni la promesa de rodar una sit-com personal le convencieron para quedarse eternamente. Se fue en 1994. Atrás quedaba un Emmy en 1989 para él y para los escritores del programa y la reputación ganada de un cómico excelente y gentil, en la cumbre de su carrera y con toda la vida por delante mientras el público no se cansara.

El zoloft y el francés

Se supone que la esposa, Brynn Hartman, cenó con la productora Christine Zander en el restaurante Buca di Beppo, Ventura Boulevard, en la noche del 27 de mayo de 1998. Era una cena de amigas, quizá de negocios. La velada es completamente normal. Se supone que se prolongó hasta la madrugada, y que los margaritas fluyeron con la sencillez del dinero. Se supone también que, en algún momento, en el baño o en el coche, Brynn se empolvaría la nariz, tal y como solía hacer últimamente. Cuando se despidieron, condujo en estado dudoso hasta su casa. La Ponderosa” era una residencia grande, más bien una mansión, alejada del ruido y perfecta para serrar árboles y que nadie en el bosque los oyera caer. Se gritó con su marido como hacían últimamente. Discutieron a placer hasta que él se va la cama y ella se queda levantada. Luego suceden los disparos a sangre fría, para después ir al coche otra vez. Precipitado el homicidio, la esposa conducirá de vuelta en brazos de una amistad. Ron Douglas conocía a los Hartman desde hacía años y era vecino en Encino. Brynn fue a su casa y se lo contó todo. Douglas la vio borracha y extraña y no creyó una palabra. Ella le cogió la mano y lo condujo por la madriguera de conejo, otra vez conduciendo, hasta el dormitorio de los Hartman. Entraron en silencio cuando el día ya clareaba. Douglas lo vio y no pudo dar crédito. Eran más de las seis de la mañana y Phil Hartman dormía ensangrentado.

La policía comenzó la investigación con idéntica perplejidad. Era la muerte homicida de uno de los grandes cómicos del momento, todo un magnicidio mediático a manos de su propia esposa. Famoso, idolatrado y querido más allá del mito. La fama de Phil Hartman seguía siendo muy alta en aquel año de 1998. Se consolidó tras su paso por Saturday Night Live gracias a su papel en News Radio (1995), sit-com radiofónica con más éxito de crítica que de público, y por sus recordadas colaboraciones en Los Simpson (1989). Phil mantuvo una gran relación con Matt Groening y puso voz en más de 50 episodios a una veintena de personajes, gente amarilla más o menos de paso y también verdaderos emblemas como el abogaducho Lionel Hutz o el gran Troy McClure, al cual Hartman adoraba y al que planeaban darle incluso un spin-off. Por su parte, Phil también iba a tener protagonismo en la inminente Futurama (1999), donde encarnaría al zumbón capitán Zapp Brannigan. Pero nada de eso siguió adelante. Los guionistas de News Radio tuvieron que retirar su personaje al inicio de la quinta temporada, administrándole un ataque al corazón y todos los honores fuera de pantalla, mientras que en Los Simpson, sin la misma obligación inevitable, decidieron también eliminar a McClure, Hutz y a todas sus voces, como homenaje completo a sus contribuciones. No volvería a oírse la frase legendaria que encabezaba todas las intervenciones del excéntrico presentador de televisión: «Hola, soy Troy McClure. Es posible que me recuerden de otras películas como….”. Todo eso se perdió aquella noche de 1998.

Entonces todas las televisiones se recrearon, aunque no pudieron filmar mucho. Sobre todo se recuerda la imagen de un par de agentes sacando en brazos a los niños del matrimonio. Sean estaba a punto de cumplir diez años. Birgen solo contaba seis. Ron Douglas había llamado a la policía cuando hubo visto el cadáver, a las seis de la mañana, y las autoridades no tardaron en personarse. En el ínterin, mientras sacaban a los niños del lugar y todo era acordonado, Brynn Hartman se encerró en el dormitorio, junto a su marido. La mujer bloqueó la entrada convencida de una última idea. Se tumbó junto a Phil y se voló la cabeza con un único disparo, quién sabe si arrepentida, acobardada o una mezcla de ambas cosas. Dos muertos en la misma cama y no precisamente desconocidos. La prueba forense dibujó la tragedia: alcohol, cocaína y Zoloft, un potente antidepresivo, en el torrente sanguíneo de la mujer. Brynn llevaba algunas semanas tomándolo y se supone que mezclado con todo lo demás acentúa la depresión y produce brotes psicóticos. Los herederos de la familia denunciarían a la empresa farmacéutica, Pfizer, e incluso al psicólogo que prescribió el medicamento a la mujer, Arthur Sorosky. Pero sería imposible armar una demanda sólida estando las drogas y la crisis matrimonial y personal de por medio.

Vicki Omdahl pues ese era su nombre de soltera era una buena madre y una buena esposa, a tener del testimonio de personas cercanas a la pareja, pero eso no quita que fuera una persona un poco desequilibrada. Diez años más joven que su marido, modelo, de grandes deseos profesionales, carecía claramente del talento de Phil. Por todos los medios trataron de lanzar la carrera de Vicki sin éxito. El encaje de su vida como madre y ama de casa friccionaba con sus deseos de salir, de hacer carrera en el cine, en la televisión o en cualquier lugar del mundo del espectáculo. La historia de los Hartman no es ninguna telenovela de celos y sangre, conviene aclarar, pero sí concentra todo el drama vulgar de las adicciones y la condición humana. Aparentemente, los vicios de Brynn Hartman se llevaron por delante un matrimonio y una familia razonablemente próspera, al menos al principio. Pues se supone que la mujer retomó unas adicciones del pasado que ya tenía más o menos superadas. Fanática de la cirugía estética, infeliz e inestable, apenas el amor pudo salvarla. Sus restos serían depositados en la Isla de Catalina, en California, a la vera del mar. Era el deseo de él y no tanto el de ella. Permanecerían juntos hechos cenizas, como una continuación extraterrena de un matrimonio achicharrado.

A lo largo de mi carrera no he sido una superestrella, pero he progresado continuamente y es mi forma de hacer las cosas (…) Es divertido irrumpir desde segunda o tercera línea. Y si el programa o la película no funciona, nadie va a culparte”. Astro de reparto, Phil Hartman coqueteó con el estrellato sin casarse nunca con él. Y siempre fue idolatrado. Capaz de sostener con muy buena salud un Saturday Night Live muy longevo, siempre enfrentado al reto de reinventarse año tras año. Doblador superdotado con una porción no modesta del éxito de la serie de animación por antonomasia de los 90, Los Simpson. Dibujante, actor, figurante, cómico, guionista, hombre que pasaba por allí, cualquier cosa. Cuenta con más de una quincena de películas en su historial además de los programas de televisión, que fueron su trampolín. Realizó papeles importantes en clásicos inolvidables de circuito familiar de los 90, como Un padre en apuros (1996) o Pequeños Guerreros (1998). Es posible que su carrera se estuviera reconduciendo, de algún modo, definitivamente hacia el cine, pero es algo que nunca sabremos. El futuro de un cómico en el mundo del espectáculo estadounidense más allá de los 50 años siempre está lleno de incertidumbre. Personalmente, suelo imaginarlo dormido, con una mueca extraña y sarcástica y las tres balas sugiriéndole obituarios con gracia, pero en realidad me gusta recordarlo por una anécdota bastante estúpida. Es como sigue. En una entrevista de televisión, Hartman contó la que él cree que fue la clave para que le contrataran en Saturday Night Live. No es una cita exacta, pero habla de la prueba de casting: Cuando terminé de hacer mis cosas, me preguntaron si quería mostrarles algo más. Yo les dije que podía imitar cualquier acento que ellos pidieran. Dennis Miller estaba viendo el casting y gritó: ¡Haz un francés! A lo que yo respondí: Yo no hago eso”.

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8 Comentarios

  1. Carlos Pernalete

    Señor Zúmer, cuando dice John Cusack, se refiere realmente a Joan, la hermana.

  2. El gag de Clinton «no está disponible en tu localización».
    WTF?

    • Solo se puede ver desde EEUU, bájate el tunnelbear desde su propia web y listo. Gratis y seguro, saludos.

  3. Sin duda uno de mis comediantes favoritos.

  4. Grandisimo Phil Hartman, especialmente en esa casi desconocida y totalmente imprescindible joya que es NewsRadio, comedia loca e hilarante donde las haya.

    http://www.newsradioart.com/Pages/TOC.html

  5. Newsradio… sí, la recuerdo. La serie era muy buena. Tenía varios actores en gran nivel.

    La verdad que no recordaba su muerte. Ahora, si tu mujer te pega tres balazos y después se suicida junto a vos… me parece que ese matrimonio no era muy solido que digamos

  6. Pingback: Edna Krabappel será retirada en Los Simpson | El blog de Ferran Muñoz

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