“Si tienes la suerte de haber vivido en París de joven te acompañará, vayas donde vayas, el resto de tu vida”. Ernest Hemingway no fue el único en caer rendido ante los encantos de la ciudad más literaria del mundo, a la que dedicó París era una fiesta. Guillaume Apolinaire se dejaba ver en el Bateau-Lavoir y fue allí donde se hizo amigo de Picasso; Julio Cortázar centró en París una de sus novelas más conocidas, Rayuela, que arranca en la rue Seine y el Pont des Arts; y Oscar Wilde pasó sus últimos días en un hotel de la rue Beaux Arts, el mismo en el que curiosamente se alojó Jorge Luis Borges durante sus estancias en París.
Durante siglos, el embrujo de París ha llevado a jóvenes aspirantes a escritor a emular al protagonista de Las ilusiones perdidas de Balzac y a intentar hacer realidad sus sueños en esta gran ciudad, que conserva intactos algunos de los lugares donde los grandes de la literatura compartieron vivencias, se emborracharon o simplemente escribieron su obra maestra.
Saint-Germain-des-près es probablemente el distrito más literario de París. En el corazón del distrito VI, la pequeña plaza Sartre-Beauvoir pretende recordar a dos de sus vecinos más ilustres, dos asiduos del mítico (y ultracaro) Café de Floré. Allí, el autor de La náusea escribió la terrible frase: “el hombre está condenado a ser libre”.
Y junto al Floré, otro café literario que en sus inicios fue una tienda de ultramarinos, Les Deux Magots, donde se podía ver a Verlaine, Rimbaud, Mallarmé, Hemingway o Prévert. Hoy día turistas e intelectuales lectores de Libération ocupan las butacas de este café.
Le Procope, cuna del enciclopedismo
No lejos de allí se encuentra el café más antiguo de París, Le Procope, fundado en 1686. Decorado con mobiliario de los siglos XVII y XVIII, este local histórico, reconvertido en un prestigioso restaurante, puede presumir de ser la cuna del enciclopedismo. “En París hay un local donde se aprecia el café de tal modo que otorga inteligencia a los que lo toman”, escribió Montesquieu en sus Cartas persas refiriéndose a este mítico establecimiento. Diderot, Rousseau, d’Alembert o Voltaire fueron algunos de los autores que debatieron y escribieron en este local, que años después vio nacer las ideas revolucionarias de Robespierre y frente al cual se instaló la Comédie Française.
En Saint-Germain no solo se respira literatura en estos cafés plagados hoy día de bo-bos (bourgeoises bohèmes). Pequeñas calles y plazas del distrito han quedado inmortalizadas en novelas y son muchos los inmuebles que presumen de haber dado cobijo a los nombres más destacados de la literatura, como el 58 de la rue de Vaugirard, testigo de la pasión, aunque también de las peleas, entre Scott y Zelda Fitzgerald, o el cinco de la rue Saint Benoit, residencia de Marguerite Duras desde 1942 hasta su muerte, en 1996.
Enrique Vila-Matas relata en París no se acaba nunca, novela con la que rinde homenaje a Hemingway, su estancia en una pequeña buhardilla que le alquiló la propia Duras a mediados de los 70, cuando el autor barcelonés ansiaba ser escritor.
A tan solo unas calles de la rue Saint Benoit se encuentra la plaza que Dan Brown dio a conocer al mundo entero con su best-seller El Código da Vinci. Pero al margen del éxito de este superventas, Saint-Sulpice es ante todo la plaza de Georges Perec.
En los años 70, Perec se sentó durante tres días en un café de la plaza y anotó todo lo que allí sucedía, nada especial que no sucediera en cualquier otro lugar de la ciudad. O del mundo. Quizás eso mismo le llamó la atención. El resultado de esta observación se plasmó en Tentativa de agotar un lugar parisino, una original recopilación de estas escenas de la vida cotidiana que construyó a modo de lista.
Dejando atrás Saint-Sulpice y tomando la rue Rennes, en dirección a Montparnasse, una pequeña calle que podría pasar desapercibida merece una parada para los amantes de la literatura. En el número 27 de la rue de Fleurus, Gertrude Stein y su amante Alice B. Toklas organizaban tertulias periódicas con grandes artistas, entre ellos Hemingway, Scott Fitzgerald, Apollinaire, Picasso o Matisse. Centro de la vida bohemia, el salón de Gertrude Stein fue también escenario de rivalidades y polémicas.
Volviendo haciendo el Sena y en dirección al animado barrio de Saint Michel, en el número 7 de la rue des Grands-Augustins vuelven a darse la mano arte y literatura. Picasso vivió durante casi 20 años en este inmueble, donde en 1937 pintó el Guernica. Balzac ya había escogido este mismo emplazamiento un siglo antes para iniciar su relato La obra maestra desconocida, de apenas 40 páginas.
Adentrándose en el barrio de Saint Michel, donde se alzan la Sorbona y el Panteón, resulta casi imposible no toparse con la rue Mouffetard, una de las calles más antiguas de París, ya que data de la época de los romanos. Además de pequeños colmados, restaurantes y mercados callejeros, un paseo por esta encantadora calle permite descubrir los cafés frecuentados por Hemingway y sus viviendas en la place de la Contrescarpe y en la cercana Cardenal Lemoine. En Mouffetard, junto a un colorista mercado callejero se halla la histórica iglesia de Saint Médard, a la que acudía con frecuencia el personaje de Los Miserables de Víctor Hugo Jean Valjean.
En una pequeña callejuela que parte de Mouffetard, la rue du-pot-fer, vivió George Orwell en 1928, hoy invadida de restaurantes con apretadas mesas sobre la acera que esperan impacientes a los turistas.
Shakespeare and Company, la librería más famosa del mundo
Pero hablar de París y no mencionar sus librerías puede ser considerado un pecado. Y entre ellas, sin duda, las más famosa y la más visitada: Shakespeare and Company. La librería que hoy mira al Sena y a Notre-Dame no es la librería de Sylvia Beach sino la de George Whitman.
Shakespeare and Company nació en la rue Dupuytren pero Sylvia Beach acabó trasladando el negocio a la rue de l’Odéon, justo enfrente de La Maison des Amis des Livres, la librería de su pareja, Adrienne Monnier.
Amiga de Joyce, la norteamericana fue la primera editora en publicar Ulysses. Y si fue Joyce quien lanzó a Beach mundialmente a la fama, el autor irlandés también fue el responsable de que años más tarde, durante la ocupación alemana de París, los nazis le cerraran el negocio después de que la librera se negara a vender un ejemplar de Finnegan’s Wake a un soldado alemán.
Tras la guerra, Whitman quiso continuar con el legado de la librería y abrió la actual Shakespare and Company junto al Sena. A pesar de los turistas que invaden el local, la librería todavía conserva cierto encanto y ese olor peculiar que desprenden los cientos de libros, nuevos y de ocasión, que se amontonan en las estanterías.
Tampoco han perdido encanto los cerca de 200 libreros que se instalan en las orillas del Sena y sus casetas de latón verde, donde los libros de viejo se han visto obligados a competir con souvenirs de la ciudad. Una instantánea más que típica de París. De hecho, ¿qué sería de París sin sus famosos bouquinistes? Merece la pena tomarse un respiro y pelear con curiosos y bibliófilos para tratar de hacerse con algún tesoro.
Más decadente que Saint Michel, el que fuera otro de los principales centros artísticos de la ciudad durante la belle époque, Montparnasse, conserva también algunos lugares de referencia para los aficionados al arte y la literatura. Le Coupole, en el 102 del boulevard Montparnasse, tuvo como clientes a Josephine Baker o Jean Paul Sartre, mientras la Closerie des Lilas se convertía en el bistrot favorito de Scott Fitzgerald y Hemingway. Artistas como Modigliani, Soutine o Utrillo preferían beber, recitar versos y armar sus escándalos particulares en Le Dôme o La Rotonde.
La Biblioteca Alemana de la Libertad
Además de los cafés, uno de los lugares más atractivos y más desconocidos de este distrito bohemio es La Cité Fleurie, ubicada en el número 65 del boulevard Arago. Si bien a principios del siglo XX albergó los talleres de artistas como Rodin, Modigliani o Gauguin, la cité fue sede entre 1934 y 1939 de la Biblioteca Alemana de la Libertad, fundada por autores alemanes contrarios al régimen de Hitler con el apoyo de escritores franceses. Durante la ocupación de París, los nazis destruyeron todas las obras.
En este singular recinto, un espacio reservado hoy a artistas, se ocultaron más de 11.000 libros de autores prohibidos por los nazis. Durante la ocupación de París, todas las obras fueron destruidas.
Entre estos autores perseguidos figura Joseph Roth quien, huyendo del nazismo, se exilió a París. Enterrado en el cementerio parisino de Thiais, Roth escribió poco antes de morir alcoholizado La leyenda del Santo Bebedor, un relato que se desarrolla bajo los puentes del Sena y en el que también tiene protagonismo la iglesia de Sainte Marie des Batignolles.
En realidad, París huele a literatura en cada esquina. Sentarse a tomar un café en una de sus magníficas terrazas, acercarse a la Maison de Víctor Hugo en plena Place des Vosges, rendir respetos ante la tumba de Heine en el cementerio de Montmartre, visitar alguna de sus excelentes librerías o simplemente dejarse perder por las callejuelas de la ciudad es una excelente manera de saborear el París más literario.
Fotografía: Ágata Sala
La muerte y la doncella, el poeta y la muerte. Cuando la librería americana de París (Shakespeare and company) cierra sus puertas y las cosas de Nicanor Parra.
http://holdontightmarie.blogspot.com.es/2012/12/la-muerte-y-la-doncella-el-poeta-y-la.html
Auster también tuvo un par de etapas parisinas, una de ellas para evitar la guerra de Vietnam. Allí aprendió el oficio en condiciones realmente duras de supervivencia. Interesante la referencia a la Biblioteca Alemana de la Libertad, que desconocía. Los libros siempre huelen bien, aunque puede que en París todavía sean más agradables al olfato…
O porque el olor del libro tapa al del parisino medio, y por contraste es aún más grato que en otros lugares.
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Es una pena olvidar (o no haber leído/reído) «La vida exagerada de Martín Romaña», parisinamente real, divertida y desencantada. Del mejor Bryce Echenique.
¡Excelente libro!
Los bobos no se mueven en el faubourg Saint-Germain, allá solamente quedan burgueses. Los bobos ocupan actualmente los barrios del norte y del este de París. Estaría bien corregir este punto.
Y por cierto, podéis encontrar clásicos de la literatura geolocalizados en un mapa de París, con descarga gratuita:
http://blog.feedbooks.com/fr/index.php/2012/07/27/paris-litteraire-des-classiques-geolocalises-a-telecharger-gratuitement/
Saludos.
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Ágata, precioso paseo por el París más literario. Me has puesto los dientes largos… Maravilloso!!! Un abrazo
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Más que sobre escritores pensaba que esto trataría sobre librerías. París está lleno de librerías, al menos la Rive Gauche, y es un placer. Es maravillosamente agradable caminar por calles y ver escaparates y escaparates con libros, no como aquí. Los parisinos leen hasta filosofía en los quioscos, lo que no les hace ser menos impertinentes, y eso es envidiable.
Es verdad, también, que esa ciudad da ganas de escribir. Se esté en el rincón en el que se esté de ella.
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