Acaban ustedes de volver a tener siete años.
Walter Elias Disney fue un señor que nació en 1901 en Chicago, estado de Illinois o en Mojácar, provincia de Almería; murió a los 65 años y, a priori, con sus restos podríamos enfriar varios gintonics.
No. Walt Disney fue un antisemita, racista y machista, que dejó indicios claros de sus opiniones derechistas y ultraconservadoras en muchos de los filmes que dirigió y produjo; y que implantaron y prolongaron unos valores rancios y caducos en varias generaciones de niños por todo el mundo.
No. Walt Disney fue el creador de una firma audiovisual que se expandió, tras su muerte, en un emporio que abarca desde las propias películas relacionadas con la marca hasta muñecos, juguetes, parques de atracciones e incluso una ciudad —Celebration— modelada según el espíritu de la compañía.
No. Walt Disney fue un dibujante, animador, doblador, guionista, director y productor cinematográfico ganador de 22 Oscars y creador de uno de los iconos más reconocibles de los Estados Unidos de América y de la cultura occidental en general.
No. Walt Disney fue el fundador de una compañía destinada básicamente a la producción de películas infantiles, de animación o acción real, que se rodeó de varios de los profesionales más brillantes en sus respectivos campos. De sus estudios salieron figuras como Eric Larson, Wolfgang Reitherman, Don Bluth, Tim Burton, John Lasseter o Brad Bird.
No. Walt Disney es el responsable, en vida o legado, de muchos de los mejores momentos que hayan pasado ustedes, como niños o adultos, delante una pantalla. Por sus historias, por sus dibujos y por sus canciones. Desde Elton John hasta Leigh Harline, desde Daft Punk hasta los hermanos Sherman se han encargado de poner música y voz a estos momentos.
O sí. O todo a la vez, vayan ustedes a saber. Lo que es seguro es que muchas de estas canciones han sido versionadas por artistas de todo pelaje y condición. Y que, durante un tiempo, los mejores músicos del mundo del jazz rindieron sus particulares interpretaciones de las mismas; dejando claro que uno es niño siempre que quiere.
Aquí van algunas de ellas y de las otras. No se enfaden si no he incluido la que más le gusta a ustedes.
Vals del Acto I del ballet La Bella Durmiente. Op. 66. Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Empezamos al revés y haciendo trampa: no solo no se trata de la versión de una canción original de alguna película de Disney, sino que sucede al contrario. De igual manera que el guión del filme de 1959 se basa tanto en el cuento de Perrault como en la adaptación de Tchaikovsky, cuando George Bruns escribió la archiconocida Once Upon a Dream, incluyó el vals del compositor ruso como melodía principal de la canción. Canción que, a la postre, se convertiría en símbolo tanto de la película como del propio cuento. Enseguida distinguirán entre sus notas a ese latino Príncipe Azul que ustedes soñaron.
Por cierto, la versión de YouTube es de la Orquesta Filarmónica de Viena bajo la batuta de Mariss Jansons, mientras que la de Spotify corresponde a André Previn y la Orquesta Sinfónica de Londres. Ambas son estupendas.
When You Wish Upon A Star. Bill Evans. Ahora sí que empezamos. Desde el principio. Desde el logo. Desde esa estrella fugaz que cruza en arco sobre el castillo de Disneyland y que les ha devuelto por un instante a la infancia. Compuesta por Leigh Harline para Pinocho (1940) e interpretada en el filme por Cliff «Ukelele Ike» Edwards en el personaje de Pepito Grillo, ganó el Oscar a mejor canción original y desde ese momento se convirtió en insignia de la Walt Disney Company. Ha sido tratada como estándar de jazz y como canción navideña. Se ha interpretado en conciertos sinfónicos, en bodas y hasta en funerales. Todos ustedes la han escuchado antes. Seguro.
En esta versión, extraída del álbum de 1962 Interplay, Bill Evans forma en quinteto y aunque conserva el tono y el tempo original, el aire es sensiblemente más intimista. Bajo la estructura clásica del estándar: tema-variaciones-tema/finale, el pianista de New Jersey deja la exposición y el finale para la guitarra de Jim Hall, limitándose, junto al trompetista Freddie Hubbard, a una de las variaciones y a llevar la armonía de la pieza.
Some Day My Prince Will Come. Miles Davis. La nana que, en 1937, Blanca Nieves le cantaba a los siete enanitos se convierte, bajo la trompeta de uno de los más terribilísimos infantes del jazz, en un vals en swing que revolotea alegremente sobre la armonía original. Aunque las variaciones del propio Davis, de John Coltrane al saxo y de Wynton Kelly al piano son formidables, este tema de 1961 es recordado sobre todo por la pedal de contrabajo que introduce el tema y que lo termina en un suave diminuendo, queriendo arroparnos, dándonos las buenas noches.
Alice In Wonderland. Dave Brubeck. Podría haber confeccionado esta lista únicamente con versiones de Brubeck. El compositor de Take Five estaba, al principio de su carrera, completamente enamorado de la música de los filmes de Disney, hasta el punto de que, en 1957, editó el disco Dave Digs Disney, del cual se extrae este tema.
Es tal la importancia de esta maravillosa versión que, cuando se piensa en el tema de Alicia en el País de las Maravillas, casi nadie recuerda el coro sinfónico del original de 1951 sino las evoluciones del pianista de Concord, el saxo alto de Paul Desmond, el contrabajo de Norman Bates y la batería de Joe Morello.
I Wanna Be Like You. Louis Prima. El Libro de la Selva (1967) marca el cénit de la época de Wolfgang Reitherman como director principal de Walt Disney Pictures. Como el propio dibujo y la animación, la música ha dejado ya atrás los arreglos sinfónicos y apuesta decididamente por el jazz y el swing.
La canción más famosa del filme es, sin duda Bare Necessities, ese alegato a la sencillez que cantaba el oso (bear=bare) Baloo; sin embargo yo he preferido incluir esta autoversión del tema del Rey Louie, el orangután. ¿Por qué lo llamo autoversión? Pues porque pese a que el original también lo interpretó Prima y su banda, para la versión definitiva, la música fue sustituida por los arreglos de George Bruns, dejando tan solo la voz del cantante italoamericano. Por suerte, el propio trompetista y crooner grabó esta toma alternativa que refleja la mezcla de estilos entre el swing, el Vegas lounge y el jazz de su Nueva Orleans natal que habría querido ver en la pantalla.
Everybody Wants To Be A Cat. Psapp. Si Reitherman es conocido, sobre todo, por El Libro de la Selva, para su siguiente película decidió que el jazz iba a ser el centro creativo y el motor de la narración. Los Aristogatos (1970) respiran jazz en cada color, en cada dibujo. Y en cada canción.
Así que vamos a darle la vuelta. Si el original que cantaba Scatman Crothers era puro swing multirracial, Psapp, dúo electrónico de Londres, nos regala esta delicadísima versión que aúna los samplers con los xilófonos de un móvil infantil, y que termina con un espíritu gitano que no resultaría extraño escuchar en ese París de principios del XX en el que se desarrolla el filme.
Gaston. The Bad Plus. Quizá sea por mi edad, pero lo cierto es que nunca he tenido demasiado afecto por las películas posteriores a la refundación de la Walt Disney Company; esto es, las películas posteriores a La Sirenita. Con todo, en 2011 la propia compañía, bajo su sello Walt Disney Records, editó el álbum Everybody Wants To Be a Cat, que incluía versiones de temas tanto clásicos como modernos. Entre ellos, esta pieza perteneciente a La Bella y la Bestia (1991), el primer filme de animación que fue nominado al Oscar a la mejor película.
El trio liderado por el pianista Ethan Iverson transforma el vals bufo del malvado Gastón en una tremebunda tormenta sonora que cabalga desbocada a lomos de la batería estampídica de Dave King, uno de los mejores percusionistas del mundo. Pero eso sí, respetando en todo momento la armonía original y la estructura clásica de estándar jazzístico. Divertidísima.
Chim Chim Cheree. John Coltrane. Mary Poppins (1964) es el filme de acción real más famoso de la factoría Disney. Recordarán ustedes las aventuras de unos niños, su niñera y el deshollinador con el que sostenía una tensión sexual similar a la que existe entre mi zapatilla izquierda y un bote de melocotón en almíbar. Para esta versión, nuestra cuarta vaca sagrada del jazz transforma el melancólico tema que cantaba y bailaba un hiperventilado Dick Van Dyke en una ciclónica explosión de libertad creativa e improvisatoria.
Cabe recordar que en 1965, cuando se publica esta pieza, Coltrane ya se había decidido a abandonar las estructuras clásicas y abrazar el free jazz; y eso se aprecia en una composición que apenas deja entrever la melodía original, disuelta en las evoluciones de su propio saxo tenor y del piano de McCoy Tyner, que le acompañaba en el cuarteto.
Heigh Ho. Tom Waits. Y si en la anterior versión el recuerdo del original era extraordinariamente leve, en esta ha desaparecido completamente de la música y tan solo nos queda la letra. Perteneciente al disco de 2006 Orphans: Brawlers, Bawlers & Bastards, la pieza elimina cualquier atisbo del alegre cantar que compuso Frank Churchill y nos presenta a unos enanitos huérfanos, bastardos y pendencieros que braman con la sucísima voz del músico californiano. No hay diamantes que brillen en la chirriante oscuridad de la mina.
Cruella de Vil. J.T. Royster. Ahora invirtamos el concepto. Si los enanitos de Tom Waits eran más bien feos, el jovencísimo cantautor de Míchigan J.T. Royster embellece la cara de la villana más famosa de todo el universo Disney con esta deliciosa versión acústica, despojada de la voluptuosidad crooner que cantaba Bill Lee en 101 Dálmatas (1961). Si el original era una burlona descripción de la malvada Cruella, Royster, en cambio, parece declararle su amor. No sé si al personaje, pero desde luego sí a la canción.
Este tema aparece en el recopilatorio digital To Walt (2011), en el que se reunieron varios músicos semidesconocidos para rendir homenaje a Disney y que —ventajas del siglo XXI— grabaron las canciones desde sus propias casas. Yo no encuentro ninguna pérdida de calidad, la verdad.
If I Didn’t Have You. Randy Newman. Aunque no me gusten especialmente los filmes posteriores a La Sirenita, tengo que hacer excepción con Pixar, productora que, salvo casos contados, nos trae la mejor película de la temporada año sí y año también.
La relación de Pixar con Randy Newman es tremendamente sólida: ha compuesto la música de más de media docena de sus producciones. Quizás piensen que debería haber elegido el You’ve Got A Friend In Me de Toy Story, pero he preferido incluir el tema principal de la que considero es su mejor película: Monstruos S.A (2001). Al igual que sucedía con Prima, aquí, Newman interpreta una suerte de autoversión desvestida tanto de arreglos orquestales como de John Goodman y Billy Crystal, quedando solo el piano y su desgastada voz.
If I Only Had A Brain. The Flaming Lips. Y terminamos como empezamos; haciendo trampa. El Mago de Oz (1939) no es de la Walt Disney Company sino de la Metro-Goldwyn-Mayer, pero me daría un ictus si no incluyo alguna de los temas de la película dirigida por Victor Fleming y que nos descubrió a una Judy Garland prevodka. Además, estoy seguro de que muchos de ustedes, como yo, mezclan estas canciones con las clásicas de Disney en un mismo imaginario musical.
Podría haber elegido alguna de las más de 100 versiones que existen de Somewhere Over The Rainbow, pero he preferido optar por una algo menos conocida. La banda de Wayne Coyne toma la canción del Espantapájaros y la distorsiona en una melodía de feria y carrusel, de noria y algodón de azúcar: la música que escucharíamos en un parque de atracciones psicotrópico. Se compuso para la banda sonora de Stubbs the Zombie (2005), videojuego protagonizado por el muerto viviente homónimo, y escuchando la letra parece que la necesidad de un cerebro adquiere un nuevo y hermoso significado, ¿lo cogen?
Y hasta aquí nuestra lista de canciones. Insisto, no estén molestos si no aparece su favorita, pero sean libres de proponerla en los comentarios. Nosotros les presentamos estas en nuestra lista de Spotify: El libro de canciones de Walt Disney Pictures
Como buen almeriense me has ganado en tus dos primeras frases, haciendo referencia a esa historia sobre sus orígenes.
Magnífico artículo. Da la sensación de que el autor habría sido capaz de escribir un artículo entero de cada una de las canciones.
En el grupo de Dave Brubeck, en 1957, tocaba el contrabajo Norman Bates; quien iba a sospechar entonces, que pocos años más tarde se encargaría de embalsamar a su madre y se dedicaría, travestido, a cepillarse con un cuchillo de grandes dimensiones a todo el que le pusiera la mosca tras la oreja. ¡Bizarre!
El mítico Louis Armstrong grabó un disco de versiones de canciones de Disney, uno de los mejores de la historia de la música de siempre. Sencillamente impresionante.
Bare necessities
http://www.youtube.com/watch?v=aXwEBp3cKfM
Bibbidi Bobbidi
http://www.youtube.com/watch?v=68Boq4Q9gKQ
Os ha faltado poner alguna suya
una pequeña aclaración: el compositor de Take Five no es Brubeck, sino el saxo alto Paul Desmond.
Estupendo artículo : )
Pues tiene usted razón, pero como se asocia constantemente a Brubeck, ni se me ocurrió que el compositor fuese Desmond.
Gracias por la aclaración y un saludo :)
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