Me siento en alguna parte y empiezo a amontonar recuerdos del año terminado. El mundo no acabó sino que siguió mostrando idénticos coletazos, las constantes vitales tan contradictorias de un superviviente bipolar. De entre la nube de abundante comida y bebida ocasional acumulo imágenes notables, momentos grandes de percepción subjetiva. El deporte siguió siendo un parque de atracciones que ya no cierra ni lunes ni viernes ni apenas festivos, cosa esta última que creo también se acabará apañando. La cuestión es que la noria no ha dejado de girar —raquetas, bicis, pelotas de fútbol— y el curso natural ha dejado como siempre un buen número de momentos para recordar. Me siento a pensar sabiendo que el mundo continuará varias eras más y que el deporte seguirá siendo la industria de entretenimiento más extraordinaria, el circo de estúpidos y también gente brillante que hace más ruido que la Zona Euro desplomando sus 27 toneladas de peso a cámara lenta sobre un mundo felizmente globalizado. Sin más rodeos me lanzo a la retrospectiva y comienzo a alinear recuerdos de entre la nebulosa y la resaca de más de 350 días de sudor y ruido de gargantas.
Agüero salvando a Mancini
El Kun revertió la historia cuando contaba 44 años de negación. El Manchester City se jugaba la Premier en un partido asequible pero a vida o muerte frente al Queens Park Rangers. El Etihad Stadium sesteó al descanso al verse campeón tras el gol de Zabaleta en el 39’, pero la segundo parte fue una pesadilla para el City. Cissé y Mackie marcaron para el QPR, que por su parte se jugaba el descenso, y la victoria simultánea del Manchester United frente al Sunderland daba la liga a los diablos rojos. Sin embargo, el equipo celeste levantó el 1-2 adverso sobre la raya de meta. La tragedia carísima y macabra solo pudo revertirse en el tiempo añadido, cuando Dzeko y Agüero anotaron sendos goles en el 90’ y 93’ para arañar un milagro inverosímil de extraña justicia. Fue una combinación nerviosa y eficaz en el balcón del área, una pared entre el Kun y Balotelli que el argentino consiguió remachar hábilmente ya cerca del área pequeña. Después del éxtasis, Mancini renovó cinco temporadas. “Ha sido el mejor momento de mi carrera (…) Una temporada de locos”. Al curso siguiente el equipo se mostraría por debajo de lo exigido, pero el técnico italiano ya había ganado su puesto con una Premier oportuna y meritoria.
Mireia sin miedo a ganar
Una raya en el agua. El milagro de una chica latiendo alto en una especialidad nacional que malvive desde hace años, la natación, una española campeonando en la piscina larga. No ganó ningún oro pero Mireia Belmonte superó todas las expectativas, incluidas las de sí misma. “Este año me he centrado mucho en disfrutar (…), no sufrir en el agua”. Sus dudas competitivas se evaporan de repente cuando decide pasar al ataque, nadar con la iniciativa necesaria. Así llegó la plata en los 200 mariposa, justo después del fiasco del 400 estilos y en un arrebato de inspiración ofensiva. Mireia encuentra su rendimiento en la gran cita de Londres 2012 y ofrece un magnífico desahogo al desierto medallero español. Luego, en los 800 libres, dos días después, Mireia ya sabe lo que es ganar (o casi), piensa que le gusta y dice que puede volver a hacerlo. Se faja en la larga distancia, 16 largos de piscina, con un gran rendimiento diésel que le brinda otra medalla de plata. En la primera semana de Juegos Olímpicos, Belmonte es una bendición que sus dirigentes no merecen, la sonrisa excepcional al rescate de un declive antiguo y evidente. Su trabajo la contempla. Su talento la impulsa. Mireia regresa a España enfundada en metales preciosos y es recibida con los mismos méritos que las sirenas de la sincronizada. Muchos quizá no lo saben, pero lleva años ganando medallas en campeonatos y prometiendo grandes cosas. En Londres las refrenda porque por fin ha encontrado el interruptor en su cabeza.
Thomas de Gendt tomando el Stelvio
Sobre las cimas donde nacieron las leyendas de Gino Bartali y Fausto Coppi floreció el joven Thomas de Gendt. Lo hizo en el Giro de Italia 2012, en una etapa postrera de escenario grande, una jornada larga con el Mortirolo y el Stelvio en el libro de ruta. Se jugaban el rosa Ryder Hesjedal y Joaquim Rodríguez, pero tras ellos guerreaban varios corredores con cosas que decir. Se disputaban las plazas nobles hombres como Scarponi, Rigoberto Urán, Ivan Basso, o Damiano Cunego. Casi nadie se movió en el Mortirolo, penúltimo puerto del día, pero Thomas De Gendt tenía otros planes. Lanzó un ataque a dos kilómetros de la cima y 65 para meta. En ese momento era octavo en la general a más de 5 minutos del líder, Rodríguez, por lo que el ataque, lejano e incierto, no inquietó demasiado a nadie. Pero la carrera discurrió sin grandes aceleraciones y la cabalgada de De Gendt se mostró pronto como un movimiento oportuno y de un ciclista de altura. Coronó solo el Mortirolo y se lanzó en el descenso en busca del Stelvio, que también escaló en solitario sin perder comba, su figura delgada sobre el blanco nuclear de la nieve en las cunetas. La prueba fue muy exigente: ningún corredor de segunda, mero cazador de escapadas, somete dos cotas mitológicas y llega vivo para contarlo. De Gendt no solo no desfalleció sino que ganó la etapa y distanció a los mejores tres minutos y medio, por momentos incluso coqueteando con el liderato virtual. La aventura le valió escalar hasta el cuarto puesto de la general y acechar un podio al que finalmente subiría tras su buena actuación en la última crono en Milán. Siendo capaz de dominar la montaña y la contrarreloj, la carrera de De Gendt pareció entonces claramente destinada a los grandes éxitos. Doctorarse como seria promesa donde lo hicieron las leyendas antiguas, en los Alpes italianos donde Dino Buzzati narraría las hazañas de Il Campeonissimo, refrenda totalmente la expectativa.
Isinbayeva en cuerpo mortal
No salta los cinco metros al aire libre desde 2009, cuando batiera su récord del mundo y dejara el listón, impasible, en 5,06 sobre el cielo de Zúrich. Yelena Isinbayeva no se acerca a sus grandes marcas pero sigue compitiendo. No caza el oro en Londres y su debilidad se hace evidente. Le susurra a la pértiga palabras que solo ella puede saber y cuando ambas pierden no hay ningún reproche que cruzar. Consigue el bronce con 4,70, una altura impropia de la zarina, un resultado impropio de la zarina. “No ha pasado nada. Hoy había muy mal tiempo y no he tenido suerte (…) No soy una máquina”. Pierde pero embelesa la pantalla con sus modales histriónicos de niña rica y risueña. Parece incluso que Isinbayeva se ha acostumbrado a perder, pero eso nunca sucede con deportistas de ese linaje. La suya es de esas historias que merecen la pena porque describen el proceso trágico del campeón total que se adapta a sus nuevas flaquezas, muchas veces sin gran explicación. En Londres no revalida el oro de Pekín y decide posponer su retirada un puñado de años más para competir en Río de Janeiro. Cuando cae sobre la colchoneta del Estadio Olímpico de Stratford, con buena parte de los londinenses suspirando decepcionados, Isinbayeva ha derribado el listón y está condenada a no ganar. No ha respondido a las expectativas, pero mirarla en cuerpo mortal es aun más sugerente para el seguidor que la ha visto dominar a voluntad la especialidad atlética de Serguei Bubka.
Marcelinho aplazando el reinado blanco
Los mejores tiempos del Barça de Xavi Pascual estaban lejos y no aparecían por ninguna parte. Mientras, el Madrid de Pablo Laso se hacía fuerte y ambicionaba con tomar la vanguardia del baloncesto nacional, entregada desde la marcha de Joan Plaza del club blanco. Técnicamente, el traspaso de poderes ya se estaba produciendo. La Copa ganada por el Madrid en el Sant Jordi ante el Barcelona fue un síntoma inequívoco de la pujanza de unos y del decaimiento de otros, hasta no hace mucho grandes dominadores con la batalla mental ganada por aplastamiento. El Real Madrid de Laso marcaba la pauta en la temporada 2011/2012, pero aún restaba la confirmación oficial de la entrega de testigo: ganar la Liga Endesa en junio. Sin embargo, Marcelinho Huertas se interpuso en el camino. Un tiro inverosímil desde 10 metros sobre la bocina, anotado a tabla, fue la anomalía responsable de reanimar las opciones de su equipo, reacio a morir. Gracias a ese tiro ganador, in extremis, el Barcelona ganó en el Palau el primer encuentro de la final de la ACB, a la que por supuesto llegaron ambos equipos. El resto fue una serie dura, muy competida, con un Madrid superior que no supo gobernar del todo y un Barça orgulloso y crecido que gracias a ese momento de gracia, Marcelinho rascando en la épica, logró mantener su ventaja de campo y hacerla valer en el quinto encuentro. Probablemente fue la liga que debió ganar el Madrid y no supo, en parte por el infortunio de encontrarse de bruces con una canasta genial de una entre mil. Aquel tiro del base brasileño significó posponer un reinado prometido que tuvo que esperar la siguiente oportunidad.
Federer pasando a Sampras
Muerto varias veces y enterrado otras tantas. La gracia de Roger Federer es tan magnífica que aún resiste el empuje de los titanes jóvenes, Héctor enfrentando a Aquiles, el peso de los tiempos convertido en raquetas que piden paso. Superlativos, estos tenistas terminaron por cuartear su imperio de semanas y semanas como número uno. Federer fue el líder de la ATP desde febrero de 2004 hasta agosto de 2008, una singladura feliz que se prometía eterna hasta que, en efecto, llegaron Nadal y los demás. A partir de entonces alternaría posiciones con esfuerzo. Llegó a retroceder hasta el número cuatro y en 2011 no pudo ganar ni un solo Grand Slam por primera vez en ocho años, pero Federer no estaba acabado. Con 30 años y una ambición silenciosa, Roger realiza un final de 2011 enrachado y una temporada 2012 verdaderamente notable, que culmina con el título de Wimbledon en julio. En el All England Club que le ha visto ganar hasta siete veces apea en semifinales al campeón Novak Djokovic y derrota en la final al ídolo local Andy Murray, en dos partidos jugados con nervio y experiencia. La victoria en cuatro duros sets frente a Murray le brinda su séptimo Wimbledon y también el liderato de la ATP, premio añadido que volvió a ponerle a la vanguardia del circuito. Este último logro es especial. No solo vuelve al primer puesto cuando nadie lo creía capaz sino que además captura uno de las grandes plusmarcas que le quedaban por conquistar, la de más semanas como líder del ranking. Federer supera las 286 semanas de su ídolo Pete Sampras y logra un gran hito pendiente, que en 2010 —última vez que fue número uno— había acechado hasta quedarse cerquísima, con un registro de 285. Sobre la hierba de Wimbledon, con los golpes resonando en cada palmo del estadio como si fuera una catedral anglicana, Federer conquistó uno de los milestones más bonitos que le quedaban por alcanzar, la enésima consagración de un tenista al que no retirará nadie sino él mismo.
Y Rudisha batiendo a Rudisha
En Londres, Rudisha volvió a correr como una liebre. Agigantado en la monstruosa especialidad de los 800 metros, donde se corre al galope despiadado de la doble vuelta, el atleta keniano tomó la cabeza de la prueba desde el mismo momento en que los atletas abandonaron sus calles de salida y se juntaron en la cuerda. Ya no abandonaría la cabeza en ningún momento de la carrera, como si corriera solo contra sí mismo. Llevó al grupo a ritmo vivo hasta la campana de meta, para luego estirarse en el quinientos de curva y realizar el cambio de ritmo definitivo en la contrarrecta, un estallido de zancada descomunal que hizo explotar la prueba. Entonces fue absolutamente imposible seguirle. Por detrás lo miraban el etíope Aman, el sudanés Kaki y el atleta de Botsuana Nijel Amos, pero ellos estaban en otra lucha. Rudisha luchaba contra sí mismo y contra el reloj, sin mirar atrás ni apenas hacer el mínimo gesto de reparar en los demás. En la recta de meta, con la carrera completamente ganada, prolongó la cabalgada hasta parar el reloj en 1 minuto, 40 segundos y 91 centésimas, nuevo récord del mundo una décima mejor que el suyo propio. Quiso la gloria de los Juegos Olímpicos al buscar medalla de oro y plusmarca mundial sin reservar su mejor esfuerzo para un meeting o reunión más lucrativa. Tumbó la barrera de Kipketer hasta sembrar la sensación de que bajar del 1:40 ya no es ninguna quimera. Fue lógicamente eclipsado por Usain Bolt, pero David Rudisha protagonizó la gesta individual más extraordinaria de los Juegos de Londres y una de las imágenes de dominación más prodigiosas de la historia del Olimpismo. Sebastian Coe, plusmarquista del 800 entre 1981 y 1997, describiría bien lo sucedido: “En vez de correr solo para ganar, quería hacer algo extraordinario”.
Parece que al COI no le gusta que terceros incrusten sus videos y hay que ir a la web de Youtube para verlos.
Gran resumen. Quién pudiera contarlo así…
No esperaba una reseña sobre la etapa del Stelvio, fantástica sorpresa. Enhorabuena.
Hecho de menos quizás la épica sin éxito (pero de tremendo valor) del Campeonato del Mundo de F1 con Fernando Alonso, el duelo entre Blake o Bolt como hombres más rápidos del mundo, la gesta del sudafricano Oscar Pistorious, la impresionante batalla a tres bandas españolas en la Vuelta o una breve reseña a la Eurocopa. Quizás sean eventos demasiado comerciales como para tratarlos en Jot Down…