Arte y Letras Cómics

Mis hombres favoritos: Rip Kirby

Rip Kirby

La vida es dura, y la belleza es un refugio. El enigma te absorbe y, de un manotazo, te agarra del cuello y te aboca a un abismo de regusto compasivo, casi bondadoso. Te pierdes por el camino, y esa es una de las mejores cosas que te pueden pasar. Los ojos siguen las formas del objeto precioso, y el efecto es el de una sustancia que narcotiza y funde la realidad en negro. Es el tiempo suspendido en la nada. Un estado de gracia bajo el que todos queremos guarecernos.

Las sucesivas líneas en claroscuro de Rip Kirby funcionan como un engranaje perfecto del que es imposible desprenderse. Sus personajes ejercen un efecto hipnótico en el cerebro. Sabes que son solo dibujos, sabes que ya tienes una edad, pero no puedes parar y te dejas arrastrar por la belleza del trazo. Entre páginas y viñetas, por unas horas, por un tiempo indefinido, desapareces del mapa y te sumerges en tinta china. Es la delineación exacta del pelo, el traje y los edificios frente a la incertidumbre infinita ahí fuera.

Kirby es un neoyorkino del tipo entero, elegante, con una cabeza rápida y clara. Con dinero y hermoso apartamento en Manhattan. Tiene un cierto aire europeo, toca el piano, fuma en pipa y lee, pero sabe repartir hostias si le buscan las cosquillas. Lleva una vida serena y plácida, pero no se chupa el dedo. Un exmarine de vuelta a casa tras la segunda guerra mundial reconvertido en detective privado, con una serenidad inaudita frente a otros atribulados colegas de oficio como Philip Marlowe o Dick Tracy. Recorre con el mismo aplomo los ambientes de la alta política y los barrios más apestosos de la ciudad. Sabe que la maldad campa por las avenidas ahí fuera y que nadie dijo que vivir fuera fácil: en sus aventuras tropieza con afables criminales de la Bolsa, con bellos psicópatas, con redes de tráfico de bebés, con travestis asesinados en fiestas de joviales universitarios, con bellas modelos adictas a la heroína y con camellos que son hijos de empresarios triunfadores.

Un tío cabal al que solo desconcierta la contemplación de su propia duda ante el hecho de tener una novia tan perfecta como Honey Dorian y desear a una tipa como Pagan Lee, la arrebatadora amante del mafioso con más cicatrices de la ciudad: Mangler. Remington “Rip” Kirby es, también, un prototipo americano de la cabeza a los pies: un patriota con un alto sentido del deber y esperanzado en su lucha contra el crimen, con un aire casi infantil en su seriedad y sus buenas maneras.

Kirby debuta en los periódicos norteamericanos el cuatro de febrero de 1946 con El caso Faraday. Es sabido que las cuatro primeras viñetas han pasado a la historia del cómic por su proeza narrativa : el mayordomo del personaje recoge la leche y el periódico de la puerta, lleva el desayuno a la cama de su amo. Este, aún desperezándose, contempla su propio retrato, vestido de militar, en la portada del diario. El texto de la noticia dice: “Condecorado con la Medalla al Valor, Rip Kirby, deportista famoso, científico, sabueso aficionado, reservista de los marines, mencionado por su valor en el Pacífico”. En la séptima viñeta, el bueno de Rip —aún en pijama y bata— ya está metido en faena: acaba de oír disparos en la puerta de su apartamento, y al abrir apenas puede sostener entre sus brazos el cadáver aún caliente de una belleza morena vestida con abrigo de pieles y taconazos.

Rip Kirby 1

En las historias de Kirby todos los personajes quedan fielmente retratados en apenas unas pinceladas. Es el caso del propio Kirby, o el de Desmond, su mayordomo con aire british, en realidad un exdelincuente que echa una mano a su jefe en las tareas menos sofisticadas, como abrir cajas fuertes o vigilar y seguir a los segundones de los malos. Sucede lo mismo con Honey Dorian, la chica del protagonista, con la que mantiene una relación estable, adulta, con un punto de ironía y cierto poso de provisionalidad.

El las aventuras de Rip el aire es de thriller, pero no es noir. Es extrañamente luminoso, a pesar de la carga de tinta en cada viñeta. Son los espacios en negro, a los que Alex Raymond llamaba pozos de tranquilidad, donde el ojo reposa y toma aire por un momento y seguir el hilo de la narración.

Y es que no hay verbo riguroso que explicite en toda su extensión el acto de enfrentarse a un cómic. Se lee, se ojea y se mira, sí. Pero hay más. Te sumerges hasta las cejas, y sales a flote un lapso de tiempo después, proveniente de otro espacio. Sin más. Eso pasa sobre todo si tropezamos con autores de piezas maestras. Ahora dan premios, pero fue Alex Raymond, el autor de Rip Kirby, el primero en catalogar el cómic como un arte, en el sentido de que, desde la nada —en este caso, un papel blanco— se quiere reflejar la vida y las vicisitudes del tiempo que a cada uno le ha tocado vivir.

Raymond podía afirmar algo así. Siempre se le ha considerado como uno de los verdaderamente grandes de la historieta. En su vida, como en la de todos, las casualidades mandan: pudo dedicarse al dibujo gracias al crack del 29, que lo echó de su puesto administrativo en Wall Street y lo arrojó a las secciones gráficas de periódicos y revistas, recuperando así su pasión de niño. A edades muy tempranas ya era obvio su talento: era tan extraordinario dibujando que su padre se empapeló su despacho del edificio Woolworth de Manhattan con bocetos de su hijo.

Raymond ejerció de ilustrador entre 1935 y 1944 en revistas como Esquire, Life o Cosmopolitan, y desde muy pronto compaginó este trabajo con las series para los periódicos. En todo caso, las publicaciones se lo rifaban: Raymond combinaba con maestría las habilidades de sus ilustradores más admirados Matt Clark para las composiciones masculinas, Franklyn Booth para los exteriores, casas y edificios, y John La Gatta para los cuerpos femeninos— y las de algunos de los dibujantes más reconocidos del momento: Roy Crane (Wash Tubbs), Harold Foster (El Príncipe Valiente) y Dick Calkins (Buck Rodgers).

En Raymond, a la gracia innata del trazo se unía un afán perfeccionista en un grado que rozaba la obsesión. Se decía de él que era capaz de recorrer una distancia considerable para ir a una universidad a hacer una foto de un rincón específico de sus interiores para plasmarla después en sus ilustraciones.

En cualquier caso, el talento de Raymond fue captado por la King Features Syndicate, que quería combatir los éxitos de la competencia. Debutó con ellos en 1934 con el extraordinario Flash Gordon y Jungle Jim, seguidos poco después por Agente Secreto X-9, un héroe ambiguo escrito por Dashiell Hammet. Casi nada. Obviamente, el chico nuevo arrasó. Sus tiras se publicaron en centenares de periódicos, y sus personajes triunfaron en todos los rincones de Estados Unidos.

A principios de la década de los 40 la guerra empezó a intoxicar las andanzas de sus héroes: Flash Gordon regresa a la Tierra ante las amenazas que llegaban de la vieja Europa y Jungle Jim se pone a las órdenes del gobierno americano. En 1944 el mismo Raymond decide ir a la guerra y sus personajes pasan a otras manos. Se alista en los marines y lo destinan al buque Gilbert Islands. Se licencia en 1946 y a su vuelta a casa, la King Features Syndicate le propone iniciar un personaje más próximo: un exmarine que vuelve a casa y trabaja de detective: Rip Kirby.

Con los años, el trazo de Raymond fue evolucionando: era cada vez más sencillo y directo, casi naturalista. Perfeccionó su juego de luces y sombras y el movimiento de los personajes alcanzó cotas insuperables. En cierto sentido, llevó a los comics el aire glamoroso pero espontáneo de la incipiente industria publicitaria, que marcaría la estética más amable y menos ruidosa de la década de los 50 y 60, hasta la nueva lectura que le dio el Pop Art.

Alex Raymond (izquierda) y Roy Lichtenstein (derecha)
Alex Raymond (izquierda) y Roy Lichtenstein (derecha)

Raymond no vivió lo suficiente para verlo. Se mató en un brutal accidente de coche el seis de noviembre de 1956. Su amigo y colega de la King Features, Stan Drake, le ofreció probar juntos su nuevo Corvette. Raymond, al volante, se puso al doble de la velocidad permitida, y el asfalto mojado los llevó a estrellarse contra un árbol. Drake sobrevivió para explicar que Raymond tenía serios problemas en su matrimonio y que últimamente había estado tratando de matarse. Tenía 47 años y cinco hijos. Nunca se supo la verdad. En todo caso, el que lo llevó a la muerte era su quinto accidente en poco tiempo. Las historias de Kirby eran rentables, y siguieron su senda, en otras manos, hasta 1999.

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8 Comments

  1. Pnin Benefit

    Deberías abordar en un futuro articulo uno de los primeros trabajos de Alex Raymond. su colaboración con Dashiel Hammet en el que fuera precursor de Rip Kirby, Secret Agent X-9. Estupendo articulo de todas maneras. Uno de los mejores ilustradores de comic de la historia junto con Hal Foster.

    • María

      Ah, amigo Pnin (¿hablas ruso?)
      pues justamente empecé a desgranar un poco la historia a cuatro manos entre Hammet y Raymond, pero vi que el artículo se me iba por los cerros de Manhattan y saqué el hacha y corté. Tomo nota de la sugerencia para futuros capitulos de «Mis parejas de hombres favoritas»

      • Pnin Benefit

        No, no hablo ruso, aleman. Lastima aunque como bien dices, hay material que explotar. A mi Hammet, su biografia (y su obra) me fascina. Felicitaciones otra vez por la elección del tema. Queremos más.

  2. Maestro Ciruela

    El peso de un protagonista en la ficción, viene determinado por la impronta que deja en nuestro subconsciente; con Rip Kirby, la sensación que siempre he tenido, es la de que es alguien totalmente real. Esto es consecuencia de unos guiones espléndidos y un maravilloso toque para la descripción de personajes, que no hubiera sido posible sin el extraordinario talento para el dibujo y la narración de Alex Raymond. Un clásico con mayúsculas y un artículo sobre historietas, de una elegancia a la que no estoy acostumbrado. Gracias.

    • Maestro!
      para mi Kirby también tiene una presencia, no sé si real, pero en todo caso muy cercana, cálida y cotidiana. Lo leí de pequeñaja, mano a mano con mis hermanos, todos hipnotizados por el suelo, acabando y volviendo a empezar las aventuras una y otra vez.

  3. Carlos

    En una ocasión leí unas viñetas de este dibujante -no recuerdo dónde- y, aun con mis todavía escasos conocimientos del inglés, me parecieron fantásticas. En cambio, no conocía su vida. Gracias por el artículo, ahora admiro mucho más a «Rip».

  4. Voy a tener que buscar de nuevo los comics de Alex Raymond.
    He recogido un par de párrafos en http://unbosqueinterior.blogspot.com/2013/03/de-crack-crack.html

  5. Pingback: De crack a crack | Un bosque interior

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