Librerías con encanto: La Librería del Hotel Kafka (Madrid)

Guillermo Aguirre habla de los libreros ―”yo soy un librero a medias” ― con cariño y admiración, “son los lectores más sentimentales de libros que quedan”. Él es un escritor que hace las veces de librero en una librería que no es tampoco una librería. O no una librería al uso. Se trata de un sitio que nos ha gustado tanto como para traerlo aquí, el Hotel Kafka: un lugar que es, más que un centro de formación, un lugar de encuentro la mar de acogedor donde se invita ―en eso sí se parece al resto de esta serie― a leer y a amar los libros, a gustar de la literatura. El emplazamiento, este número 104 de la calle Hortaleza de Madrid, fue la editorial e imprenta de D. Benito Pérez Galdós. Ahí es nada.

La idea de Eduardo Vilas, el director y artífice de este hotel tan particular, era crear un espacio que no se redujera al ámbito del aula, que además funcionara  más como un club, un sitio para el encuentro y el intercambio, que hubiera un seguimiento del alumno más allá de los cursos en los que se ha matriculado, dotar al centro de zonas que hicieran posible una continuidad. De ahí parte el nombre, “un hotel es un lugar en el que vas a permanecer, y donde vas a tener además que estar con más gente”. De ahí también la librería, el café: “Esta sala donde estamos funciona a la vez como sala de exposiciones —aquí se hacen presentaciones de libros, encuentros, etc— y como espacio de lectura; los alumnos tienen un carné de socios y pueden acceder fuera del horario lectivo. Vienen también exalumnos. Tanto unos como otros tienen la posibilidad de acercarse a trabajar, si están por la zona, o a tomarse un café, una cerveza, a leer un rato, a llevarse o a encargar un libro en la librería. Lo que les apetezca o lo que les surja. Nuestras puertas están en ese sentido abiertas.» Es de esto de lo que se trata.

De manera que el público de la librería es muy particular, “muy específico”. Trabajamos mucho, por ejemplo, ayudando a crear bibliotecas. “Eso sí que creo que no lo hacen otras librerías. Vienen y nos dicen: ‘yo lo que quiero es novela negra’; entonces, lo que hago es preguntar a los profesores, y vamos creando una lista de libros para esa biblioteca” personal, única.

La pregunta del millón es ¿se puede enseñar a alguien a escribir? (Originales aquí no somos, sabemos la de veces que lo habrán preguntado, ¿y no es para preguntarlo, acaso?) La respuesta de Guillermo, el tal y como él lo ve, es que “lo que sí se puede es potenciar o acelerar un proceso que uno podría llegar a desarrollar por su propia cuenta, tal vez, pero tardando mucho más tiempo. Y desde luego lo que sí se puede es enseñar a leer, que es ya el 50% del saber escribir. Hay quien intenta escribir sin saber leer. Y eso es un error”. Como esto nos interesa, queremos que se extienda: “Sí, sí, estoy convencido. Es diferente leer un libro pasando por alto o sin tener en cuenta la forma, fijándote solo en lo que se cuenta, que leer en profundidad parándote en los recursos que está utilizando ese escritor para contarte la historia”. Es por eso, entonces, por lo que en el máster —uno de los cursos más completos y de más éxito y prestigio de los que se imparten en el Kafka—  algo así como el 35% de las clases son de lectura (los profesores son Rafael Reig, Javier Azpeitia, David Torres, Juan Aparicio Belmonte y Maria José Codes, entre otros). “Lo que hacemos es acelerar el proceso, ya digo, dar al alumno los recursos que de otra forma le costaría mucho más tiempo adquirir”.

Cuando por fin nos damos una vuelta por los libros Guillermo se para en La leyenda del santo bebedor, «tampoco es lo más conocido de Joseph Roth, pero es una maravilla: un borracho al que le dejan dinero una noche; él asegura al tipo que se lo ha prestado que se lo va a devolver a una virgen que hay en una iglesia en la ciudad. Y esa es la historia: toda la peripecia por la que va pasando el hombre para intentar devolver ese dinero».

Y así es como nos vamos, charlando sobre libros, sobre Electrónica para Clara, que les vamos a recomendar, en plan por primera vez y porque Guillermo asistió a clase en el Hotel en su día. No dejen de decirnos luego qué les ha parecido. La culpa, en parte, será  de este Hotel.

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Fotografía: Manu Granadero @manujhy