¿Qué decir? La situación es esta: estás en tu casa, haciendo las cosas que siempre haces, y te preguntas por qué Félix de Azúa afirma en su Diccionario de las artes (Barcelona, Debate, 2010) que el arte político es solo simulacro de lo político. Es decir, puedes entenderlo en el marco general de una crítica acerca de la inefectividad política del arte (finalmente, el arte nunca ha propiciado ninguna revolución, jamás ha cambiado ninguna conciencia política, no ha solucionado ninguna de las injusticias más flagrantes), pero te resulta difícil (y digamos que es una dificultad relacionada con la forma en que fuiste criado, con el modo en que miras las cosas) que el arte tenga una función puramente ornamental; que, por el caso, la literatura solo sea para los que ríen, para los que están dispuestos a darle la espalda al mundo, para los que se proponen entretener a las mayorías.
Entonces piensas (y lo haces a manera de correctivo y de advertencia) que también hay escritores políticos que te interesan, y que uno de lo que más te interesan es Nâzım Hikmet. ¿Y por qué Nâzım Hikmet? El escritor turco no es uno de los más celebrados del momento; de hecho, su obra es poco o nada conocida en el mundo hispanohablante; y, sin embargo, está viva, es la obra de alguien que permaneció recluido durante dieciocho años en cárceles turcas y, sin embargo, nunca bajó los brazos. Las razones por las que fue encarcelado a los treinta y seis años de edad (había nacido en 1902) y se lo condenó a veinticinco años de cárcel, que finalmente le fueron cambiados por una condena de dieciocho años y el exilio por el resto de su vida, importan menos que las consecuencias de este encarcelamiento en su literatura: el abandono por parte de Hikmet de cierta poesía abiertamente política que hoy en día nos parece algo rígida y dogmática. En la cárcel, Hikmet adquirió súbitamente la conciencia de que la política no era necesariamente un tema de la poesía sino su sustrato ineludible si esa poesía era producida y leída en ciertas circunstancias; es decir, que lo político de la poesía no debía ser depositado en las intenciones que tuviera su autor sino en la forma en que esperaba ser leído.
Nâzım Hikmet fue contemporáneo del chileno Pablo Neruda, quien obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1971, años después de la muerte del poeta turco, en 1963; comparar ambas trayectorias (la del exitoso y popular Neruda y la del encarcelado y prohibido Hikmet) nos llevaría a conclusiones significativas acerca del grado de politicidad que el sistema literario está siempre dispuesto a tolerar e incluso a promover y la forma en que este desprecia, ignora u oculta las obras cuyo carácter político se sale de la norma y se vuelve peligroso para la estabilidad del sistema, pero también nos llevaría a pensar que la calidad de una obra depende de la vida que haya tenido o tenga su autor, lo que me parece erróneo. Más acertado parece pensar que la obra de Nâzım Hikmet es deliberada y acertadamente política debido a que las particulares condiciones de producción en la que su autor la llevó a cabo integraron lo político al ámbito de lo cotidiano; por ejemplo en el poema 21 de setiembre de 1945, en el que Hikmet escribe: “Nuestro hijo está enfermo. / Su padre está en prisión. / A ti te pesa la cabeza entre las manos cansadas. / Nuestra suerte refleja la del mundo. // El hombre dará al hombre mejores días. / Nuestro hijo se pondrá bien. / Su padre saldrá de prisión. / En lo profundo de tus ojos dorados volverás a sonreír. / Nuestra suerte refleja la del mundo.” (84).
A diferencia de los otros autores a los que habitualmente asociamos con la expresión “literatura política”, Nâzım Hikmet comprendió que la política no podía ser apartado de la vida cotidiana de los hombres, sino que surgía de ella y en ella encontraba su razón de ser. Es la lección más importante de un poeta que parece necesario en nuestros días: “Vivimos en tiempos / en los cuales, para poder decir que has logrado algo realmente / Necesitas sentir siempre el aliento de la muerte en tu cuello” (77).
[Nota: La editorial española Visor publicó en 2005 una Antología de la obra de Hikmet traducida y seleccionada por Soliman Salom; las Ediciones del Oriente y del Mediterráneo han publicado por su parte, como libro electrónico, dos volúmenes de sus Últimos poemas en traducción de Fernando García Burillo y Çagla Soykan (2009 y 2010). Los pasajes citados en el artículo están extraídos de los poemas 21 de setiembre de 1945 y Una carta y un poema de Nurettin Eşfak; ambos están incluidos en Beyond the walls: Selected poems (Más allá de los muros: Poemas selectos), traducidos del turco al inglés por Ruth Christie, Richard McKane y Talât Sait Halman (Anvil Press Poetry, Yapı Kredi Yayınları, 2002). Mi traducción.]
Artículo en esta revista sobre plagios en la música pop: tropecientos mensajes de lectores.
Artículo en esta revista sobre el gran poeta Hikmet: ni un sólo mensaje, éste que escribo es el primero.
Esta es una buena definición de España.
Porque para empezar el artículo de los plagios es más extenso y toca un tema bastante más popular: todos escuchamos música, pero no todo el mundo lee poesía. Y menos, poesía de tema político. Y turca, no digamos.
No es que España sea así. Es que el ser humano es así. Me apuesto la gónada izquierda a que en Turquía misma un artículo sobre plagios en la música pop sería más popular que uno sobre Hikmet.
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La clave está en el contexto en que nos situamos.
Esta revista tiene un buen nivel, esto no es el Marca, y yo pensaba que los lectores de esta revista también. Pero queda claro que interesa más al lector ilustrado español si los Hombres G plagian, que un poeta clásico extranjero del siglo XX. España no da más de sí.
Los Hombres G, Queen y Amaral: 600 mensajes o así.
Hikmet: Entre Cossack y yo, 3 mensajes.
Me han gustado los comentarios que me preceden, O, mejor dicho, su existencia, porque esperaba no encontrarlos.
Buscaba un artículo de Jot Down sobre un tema desconocido para mí, escrito por alguien a quien no suelo leer (este artículo era previsiblemente mi víctima perfecta), y que estuviera limpio, sin comentarios. Como apartado del barullo de otros dos artículos (me permito escoger dos, así como me permito llamar barullo al resto).
El primero va de una reedición de Edmund de Waal (por Tsevan Rabtan). Una entrada algo más corta que esta, pero que alberga comentarios de agradecimiento por la recomendación del autor.
El segundo es sobre The Fresquitos (no se equivoquen, Rodrigo de Luis primero cita a Dante y por último a Heidegger) y tiene tan solo dos comentarios. Eso sí, ambos completan al texto principal.
¿Es posible que nos guste jugar con grandes conceptos («España», «sociedad») de una forma innecesaria? Es más, ¿somos conscientes del desdén que podría provocar en Hikmet la gente que además de señalar los pocos lectores que tuviera, no decía «algo más» con respecto a su obra?
Por supuesto no voy a decir nada sobre este artículo. Mi opinión sobre Pron no la voy a publicar aquí.
PD. La etiqueta referida a Félix de Azúa contiene una errata.