Según el calendario Maya, el mundo se acababa en 2012 y según la película de Hollywood, la culpa la tenían los neutrinos. Todo un signo de nuestros tiempos, mezclar la superstición milenarista con la física de partículas.
Pero aunque es cierto que los neutrinos no han podido todavía con la vieja Gaia, según pretendían Mayas y guionistas de Hollywood, la verdad es que en 2012 sí ha llegado el fin del mundo, o casi, para la ciencia española, que ha visto su presupuesto reducido radicalmente. Los recortes han alcanzado el buque insignia de la investigación nacional, el CSIC, han reducido drásticamente el número de becas y contratos de investigación para jóvenes, y han resultado en una dotación insuficiente a los proyectos de investigación. Cierto, la tierra todavía no se ha abierto bajo nuestros pies, pero para muchos jóvenes que están preparando maletas para largarse fuera y para muchos investigadores que se encuentran sin presupuesto para trabajar, el panorama no podía ser más desolador.
Y sin embargo, 2012 ha sido año de grandes descubrimientos, no ajenos, en muchos casos, a la contribución española.
Es inevitable empezar el catálogo por el descubrimiento del bosón de Higgs, realizado en el CERN por los experimentos ATLAS y CMS operando en el gran colisionador de hadrones, el LHC. La detección de esta partícula demuestra el sofisticado entendimiento que la física actual tiene de las leyes básica del Universo. Remito a los interesados en más detalles, a mi blog, Faster tan light, donde el lector puede maravillarse con las similitudes existentes entre el campo de Higgs y Xabi Alonso.
Los experimentos que han descubierto el Higgs son auténticas catedrales del conocimiento. Se trata de aparatos sofisticadísimos, del tamaño de un edificio de cinco pisos, cuya operación exige tecnología ultra avanzada en multitud de áreas, que abarcan desde la criogenia hasta la informática, desde la microelectrónica a la ingeniería civil. Las aplicaciones indirectas, «spin-off» de esas tecnologías son numerosas y afectan a campos tan diversos como la medicina, o —un ejemplo archiconocido—, el desarrollo de Internet (la WWW fue inventada en el CERN).
Muy importante también y no menos fundamental es la medida del tercer ángulo de mezcla entre las familias de neutrinos. Este descubrimiento se perseguía por varios experimentos en diferentes partes del mundo y de él también he hablado en Faster than light.
¿Y para qué sirve el bosón de Higgs o las oscilaciones de neutrinos? Sinceramente, para nada, que sepamos hoy en día. El Higgs no vale como nueva fuente de energía, ni se pueden hacer bombas con él ni tampoco es de esperar que contribuya de manera directa a curar el cáncer. En cuanto a los neutrinos, quizás algún día los utilicemos para desactivar bombas nucleares o para comunicarnos con la galaxia, pero ese día está aún lejano.
En el otro extremo del espectro en cuanto a aplicaciones prácticas, podríamos citar la obtención de óvulos humanos a partir de células madre. Las posibilidades de este desarrollo, en lo que se refiere a la reproducción asistida son inmensas y moralmente complejísimas. Nuestra ciencia está a punto de hacer posible que se pueda ser madre después de la menopausia. Pero, ¿de verdad queremos eso? ¿Tiene lógica insistir en alumbrar un bebé a los cincuenta, en un mundo hiperpoblado donde millones de niños pasan hambre?
Otros avance que sin duda mejorará nuestras vidas y las de nuestros descendientes es el proyecto ENCODE para producir una Enciclopedia del ADN humano. ENCODE hará posibles avances insospechados en terapia genética, incluyendo la posibilidad de dar con piedras filosofales en la lucha contra el cáncer o el Alzheimer.
La investigación en genómica, sobre todo en la línea que lleva a posibles aplicaciones terapéuticas, es uno de esos ejemplos de «ciencia que sí sirve para algo». Aunque quizá cabría preguntarse, también, a quién le sirve. La I+D+i para mitigar o combatir las enfermedades neurodegenerativas o el cáncer es una gran prioridad de las sociedades ricas donde llegar a viejo se da por descontado. Por otra parte, con una fracción mínima de lo que se gasta en esa partida, podrían mejorarse las condiciones de vida de millones de personas, muchas de ellas niños, que mueren en África cada año por enfermedades comunes, por no nombrar la terrible plaga del SIDA, que en Europa ya se trata como una enfermedad crónica pero todavía sigue devastando el continente más desamparado del planeta.
El año 2012 también ha sido el año del descenso del Curiosity a Marte, un enorme triunfo de la tecnología espacial y la robótica, que viene a ser a la ciencia del espacio lo que el descubrimiento del Higgs a la física de partículas, esto es, un éxito rotundo y una puerta a lo desconocido.
Pero, ¿para qué sirve el viaje del Curiosity? A fin de cuentas, Marte está muy lejos y, por todo lo que sabemos, no es más que un pedrusco desolado. ¿Hacían falta, para tal viaje, esas carísimas alforjas?
Podría divagar largamente para responder a esa pregunta, pero prefiero dar una respuesta mucho más concreta. Dentro de cien años estaremos colonizando el planeta rojo. En menos de quinientos, habremos ampliado nuestras ambiciones al sistema solar. En uno o dos milenios nuestras naves estarán marchándose camino de los planetas habitables que el telescopio Kepler está encontrando. Van ya siete, según mis cuentas, alguno de ellos descubiertos este mismo año. No me cabe duda de que en las próximas décadas concluiremos que la galaxia está de bote en bote de nuevos hogares “cercanos”, esto es, a no más de un siglo de viaje en las arcas de Noé espaciales que estaremos construyendo antes de que termine el milenio.
¿Sirve para algo el Curiosity? Mi respuesta es que se trata del primer paso para embarcarnos en la próxima gran aventura de la humanidad. El homo sapiens lleva unas decenas de milenios suelto en el planeta Tierra y no está demasiado claro todavía si somos el clímax de la evolución o un molesto parásito que Gaia tendrá que sacudirse cualquier día de estos. Dentro de diez o veinte siglos más, o seremos una civilización galáctica, o no seremos. El planeta se nos queda pequeño y la única salida para nuestra especie, si la hay, está en las estrellas.
Una reflexión final. El descubrimiento del Higgs o de las oscilaciones de neutrinos está mucho más conectado con el descenso de Curiosity, la secuenciación del ADN humano y el desarrollo de ordenadores cuánticos y brazos biónicos controlados por impulsos cerebrales (otro de los bellos descubrimientos de este año) de lo que parece a primera vista.
¿Por qué? Porque ninguno de esos avances se produce de forma independiente, sino como resultado de la existencia de una cultura científico-técnica, una sociedad del conocimiento, que juega el papel de la lluvia de otoño en el bosque haciendo posible que proliferen todo tipo de setas. Y sí, algunas de ellas podrían ser venenosas, al menos si no se las cocina bien. Weimberg, uno de los padres de la energía nuclear dijo una vez: “me gustaría que la energía nuclear no se hubiera descubierto nunca”. Pero la hemos descubierto y ahora tenemos que vivir con ella.
Por la misma razón que no se puede pretender que en el bosque crezcan solo champiñones, no es posible desarrollar una ciencia selectiva que encarrile sus avances a la lucha contra el cáncer o la producción de mejores fertilizantes, patatas transgénicas o energía limpia, y deje de lado la física de partículas o el viaje espacial. Una sociedad que intente encorsetar a sus investigadores en I+D+i puramente aplicadas se dispara en los pies por dos razones.
La primera es que a los mejores científicos no se les puede imponer qué investigar. Si no se les financia, se van a otro lado a seguir con lo suyo, lo que les interesa, lo que les apasiona. En cambio, no faltarán mediocres y charlatanes que cojan el dinero y prometan bálsamos de Fierabrás y crecepelo mágico. Insistir en financiar «solo la investigación productiva», como se ha oído declarar a alguno de nuestros próceres, es, lisa y llanamente, un disparate.
La segunda es que, a menudo, los descubrimientos más prodigiosos y «útiles» se producen cuando los científicos «básicos» (esto es, los que hacen cosas «inútiles») están jugando en sus laboratorios. Es muy célebre la frase de Faraday, cuando cierto ministro le pregunta para que servirá la electricidad (algo que, en la época, sonaba tan raro como el bosón de Higgs). Faraday contesta: «no sé decirle qué aplicaciones tendrá mi descubrimiento, pero le aseguro que se cobrarán impuestos por ellas». Otro ejemplo no menos notable. Röntgen, el descubridor de los rayos X, uno de los hallazgos de la física de partículas que más vidas ha salvado (entre otros miles de aplicaciones prácticas, en particular, este año, la disección de la estructura interna del virus de la enfermedad del sueño) no tenía ni idea de lo que iba a descubrir. Estaba en su laboratorio jugando con unos tubos de rayos catódicos cuando, por decirlo así, los rayos X lo descubrieron a él.
Este año de 2012 ha visto grandes avances en ciencia básica y aplicada, grandes descubrimientos que no sirven para nada (pero quizá cambien nuestras vidas y puede que salven nuestra especie) y otros que, como se decía de los hijos, vienen ya con su pan bajo el brazo. Ha sido un buen año para la ciencia y un mal año para la ciencia en España. Ojalá el daño que ya se ha hecho sea reversible, ojalá no se siga por esa senda suicida que siempre ha sido tan nuestra. «Que inventen otros». ¿Y qué haremos nosotros entre tanto? ¿Servirles copas? No lo quieran los mayas.
Bravo
Es importante también insistir en que toda la investigación (básica y aplicada) se hace con apenas un 1.5% del PIB mundial.
Excelente resumen. Un apunte sobre Röntgen y su descubrimiento: el eminente científico se negó a patentar su maravilloso descubrimiento permitiendo así una inmediata y masiva expansión del mismo.
Estimado Juan José Gómez Cadenas; te recomiendo leer http://www.esa-downtoearth.eu/. Es una página web en la que se dan razones de peso para invertir en tecnología espacial, en como afecta a nuestra vida diaria. Lo que dices está muy bien, pero los que nos dedicamos a esto no miramos a tantos años vista. Mis felicitaciones por el artículo, en cualquier caso.
Julia
Estupendo artículo. Tendré que leer tu libro (el que me regaló JotDown)
;=)
Gracias a todos por los comentarios. Muy recomendable la página de Julia que tuiteo en breve. Muy de acuerdo con los apuntes de Luis y JM.
Pingback: El año en que los neutrinos no destruyeron la Tierra (breve paseo por la Ciencia de 2012)
Gracias por el resumen JJ.
Sí, a los hombros de gigantes se le suma la lluvia de otoño: el futuro estelar y galáctico, tipos 1 y 2 https://www.youtube.com/watch?v=95QVJzhg36Q
Feliz 2013 malgré tout.
Saludos