Ganar es de horteras
Guillermo Ortiz (prefacio a cargo de John Pinone)
Cestos de Melocotón, S.L.
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Ganar es de horteras. Una frase contundente de connotaciones derrotistas. Que triunfen otros, que nosotros preferimos perder con estilo. Desde luego, si no se tiene la costumbre de levantar copas, lo mejor es conformarse con objetivos menos ambiciosos. Al final se trata de convivir con la diversión y el sufrimiento proporcionados por tu equipo del alma. Por ejemplo, el Estudiantes.
Ganar es de horteras es una frase, y también el título de un libro curioso. Una obra definida por su autor, Guillermo Ortiz, como la versión española de Fiebre en las gradas: “Es un intento de convertir al Estudiantes en lo que pudo ser el Arsenal para los lectores de Nick Hornby. Que los seguidores del club abusen de la nostalgia y los que no conozcan a un solo jugador estén ante una historia divertida, bien contada, que resume no solo el baloncesto sino la vida de un chico nacido en los setenta”. La idea de fondo es muy semejante, en efecto. El hilo argumental discurre en torno a la infancia, la adolescencia y la madurez de un aficionado leal (Guillermo Ortiz) al histórico club colegial. Un periplo existencial plagado de altibajos, como la vida de cualquier persona. Con una particularidad notable. Las buenas y las malas experiencias individuales aparecen constantemente relacionadas con las gracias y las desgracias del Estudiantes, esa institución entrañable, de “patio de colegio”, que diría Pepu Hernández. Ese equipo con una tendencia histórica e inevitable a rozar la gloria sin llegar a apresarla, porque ganar sin más es una horterada.
El nombre de la obra, mencionado varias veces en estas líneas, quedó impreso en la mente de Guillermo después de asistir a unos cuantos partidos del Estudiantes con su tío, otro aficionado devoto. La frase comenzó como un consuelo para el sobrino desolado tras una de esas frecuentes derrotas a las puertas del cielo. No tardó en ser adoptada como una manera de aglutinar, en pocas palabras, los sentimientos contradictorios que produce la adhesión a un equipo tan peculiar. A unos colores que, por encima de algunas victorias épicas y de varias derrotas trágicas, son sinónimo de pasión, fidelidad y, sobre todo, BA-LON-CES-TO.
Como ya habrán adivinado, Pepu Hernández es uno de los protagonistas del libro. No podía ser de otra manera. También hay muestras de elogio encendido, mezclado con admiración sincera, para los nombres propios de una secuencia cronológica iniciada a finales de los ochenta con David Russell, John Pinone (autor del prefacio) y Ricky Winslow. Una línea sucesoria que acaba en Carlos Jiménez tras pasar por Alberto Herreros, Nacho Azofra, Chandler Thompson o los hermanos Reyes. Una serie inolvidable de jugadores que dejaron huella, pero cuyo rastro, en algunos casos, ha sido borrado por una sencilla y aplastante razón: varios de ellos acabaron enrolados en el Real Madrid. En las filas del enemigo.
Durante las 191 páginas de la obra, Guillermo ejemplifica cómo los amores y los desamores, las alegrías y las frustraciones, los éxitos y los fracasos y, en general, las vivencias familiares son indisociables de la sufrida rutina de un adepto a la causa del Estudiantes. El lector aprende que es posible relacionar en la misma frase a Alfonso Reyes y Xavier Zubiri. Que hay espacio y tiempo para triunfos claves en Liga Europea y títulos memorables de Copa del Rey, no solo para decepciones inasumibles en la Copa Korac. También comprende, por supuesto, que ser del Estudiantes no es lo mismo si no has pasado por las aulas del Ramiro de Maeztu, si no te has puesto en algún momento un turbante con el fin de integrarte mejor en una masa heterogénea de seguidores unidos por una feliz locura. La Demencia.
Guillermo, en su condición de estudiantil irredento, es muy crítico con los problemas recientes del club, culminados con el descenso (finalmente no ejecutado) del curso anterior. El verdadero aficionado se implica con el deporte, pero queda sumergido en el hastío cuando llega el turno de sociedades anónimas, cambios de pabellón, variaciones en el color de la camiseta y mutaciones de plantilla que bordean lo grotesco. Así no era el Estudiantes.
Ganar es de horteras porque lo que de verdad importa es el sentimiento, el afecto a unos colores en la victoria y la derrota. De eso sabían mucho los irreductibles espectadores que abarrotaban el mítico Magariños antes de la mudanza al Palacio de los Deportes. A ellos no les importaba tanto ganar o perder como mantenerse unidos en un sueño. El sueño de un club de instituto. Por este motivo, el recurrente cántico “Somos el primer equipo de Madrid” es inmune a la estadística contra el eterno rival. Las derrotas unen más y mejor que las victorias, porque los sentimientos auténticos se ponen a prueba en las caídas sonadas.
Qué quieren que les diga. A mí me ha convencido. Cuando el autor me habló de la inminente publicación del libro, allá por septiembre, reconozco que la idea no me emocionó en exceso. Guillermo insistía en la comparación con Fiebre en las gradas, una referencia en el sector. Yo pensaba que un club como el Estudiantes, con sus vitrinas semivacías, no daba para tanto. Ahora, recién acabada la lectura de la obra, puedo decir que las historias del Ramiro, del Magariños, de chilabas y pancartas, americanos comprometidos e ídolos canteranos que acaban pasándose al blanco sí ofrecen mucho juego. De eso se trata al fin y al cabo. De jugar. Porque ganar es de horteras.
Se lee del tirón y se hace muy corto. Pero es una lectura deliciosa…
Un libro sobre el Estu tiene que merecer la pena. Lo acabo de comprar en la web. A ver cuándo llega…
Sólo lo he podido leer con los ojos de un forofo estudiantil, mientras Fiebre en las Gradas lo leí desde una distancia más que cierta por el Arsenal. Pero no me parece que el libro, certero, delicioso y reflejo de nuestra época, deba ser sometido a esa comparación, ni siquiera con fines publicitarios.
También creo que merece una edición mejor.
A mí me ha encantado, he sentido con él lo que el aficionado futbolero del Arsenal debió sentir al leer «Fiebre en las gradas», un relato que te llega directamente a las entrañas y con el que te sientes plenamente identificado. Como el libro de Hornby me chifla y no soy hincha del Arsenal, estoy convencido de que a cualquier aficionado al baloncesto en particular y al deporte en general, le gustará «Ganar es de horteras».
http://noteniabillete.blogspot.com.es/2012/12/ganar-es-de-horteras-de-guillermo-ortiz.html
He leido los dos, y si cambias Estudiantes o Arsenal por At. de Madrid como que me encuentro en casa.
No he leido el libro, pero:
Quien se acuerda de esa canasta fallada bajo los aros de Chandler Thopson contra el Juventut con la ACB en juego?
Quien nos iba a decir que ganando, de 16 en la ida de la Korac del 99, no habia más remedio que ganar la Copa? Se perdio de 27 en la vuelta….
Quien podía llorar de alegría por haber hecho un 1/3 en libres tras falta sobre triple? Pues el inigualable Pedro Rodríguez
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