Imaginemos un diario que tras haber sido un prodigioso negocio, cuando muy pocos en el panorama internacional lo han conseguido, descubre que quizá va a cerrar el ejercicio en pérdidas. Sería lógico que abordara un plan de ajuste. Imaginemos que, en vez de poner sobre la mesa de negociación correcciones más o menos drásticas, la empresa y la dirección plantean deshacerse de golpe de un tercio de la plantilla. Lo normal es que se produzca una reacción autodefensiva de los trabajadores y que la redacción ponga en duda la viabilidad del diario después de semejante hachazo. Imaginemos que la dirección y la empresa no admiten la oposición de la plantilla e imponen un clima de amenazas, coacciones e intimidación. Nada más natural que el traslado de la tensión al ámbito público, fuera de los límites de la empresa.
Imaginemos que la dirección decide entonces utilizar las páginas del diario como arma de guerra contra sus propios empleados, mediante informaciones sesgadas y parciales. En un colectivo cuyo trabajo es fundamentalmente intelectual siempre habrá alguna voz que refleje el descontento. Imaginemos que el periódico, símbolo de un cierto trabajo de calidad y emblema de la transición española desde la dictadura a una sociedad democrática, recurre a la censura e ignora y ningunea una protesta de una treintena de sus más destacados colaboradores, encabezada por un premio Nobel de Literatura. Y que acaba comunicando el despido a los 129 de la lista negra un domingo, mediante un mensaje electrónico anónimo.
Y ahora, dejemos de imaginar. Es el increíble recorrido de El País en el último mes. Un plazo en el que el diario fundado hace 35 años por Juan Luis Cebrián ha hecho saltar en pedazos, de forma inmisericorde, la leyenda de un medio de comunicación nacido por y para la democracia. Sus gestores, empezando por el primer director, se han embarcado en una batalla tan descabellada e injusta que era imposible ganarla sin destrozar por el camino los valores que el periódico encarnaba, de manera real o imaginaria, para una porción considerable de la sociedad española, esa parte que solemos denominar progresista. Y entre el destrozo y la victoria, o una negociación y una salida honrosa, han escogido sin asomo de escrúpulo lo primero.
Las heridas internas son de cicatrización imposible. Cuando la redacción planteó una huelga de firmas como fórmula de protesta colectiva, el director, Javier Moreno, descolgó personalmente el teléfono para amenazar uno por uno a los corresponsales internacionales con la repatriación en pocas horas si se sumaban al movimiento. Según ha relatado alguno de los interlocutores, la amenaza incluyó referencias explícitas a la familia de los periodistas. Cuando la asamblea de trabajadores aprobó una carta a Moreno en la que se le pedía la dimisión a causa de estas coacciones, el director replicó que él se debe al consejo de administración, es decir a los accionistas, a los dueños. Moreno ha renunciado a cualquier grado de autoridad moral o profesional sobre la redacción. Es una situación irreversible.
El manejo que la dirección ha hecho de las páginas del periódico, al servicio exclusivo del punto de vista de la empresa, unido al uso descarado de la censura, ha causado un daño estrepitoso e irreparable a la credibilidad del periódico. Sus responsables no dudaron en intentar imponer el 12 de octubre a la periodista Luz Sánchez-Mellado una modificación de su columna Portera de día, que cada sábado revisa en tono desenfadado la actualidad de la farándula y el famoseo. Y como la periodista se negó, suprimieron el artículo de las páginas del diario. El texto no ha trascendido. No sabemos qué tipo de amenazas a la moral y las buenas costumbres contenía. Tampoco les tembló la mano para suprimir de la web una entrada del cuaderno de notas de tres blogueros valencianos, al descubrir que se hacían críticas a Cebrián. El espacio correspondiente a la dirección de la entrada seguía en blanco muchos días después.
Y cuando el historiador Santos Juliá incluyó en su artículo del domingo 28 de octubre una mención al periodista Enric González, en posición de salida del periódico, y otra al enorme desequilibrio de retribuciones en el seno la empresa, los guardianes de la ley y el orden le telefonearon y le conminaron a que las suprimiera.
Es muy significativo lo que ocurrió a continuación. Los censores se olvidaron de amputar el artículo de Juliá en la web. Les falta “perfil digital”, que diría Cebrián. Así se pudo descubrir la mutilación. El comité de redacción cuestionó de nuevo al equipo responsable. El director adjunto, Vicente Jiménez, recurrió sin tapujos al manido argumento de todo censor experimentado: ha sido el propio autor el que se ha autocensurado. Santos Juliá admitió su error. Y al ver como las gasta el diario con sus propios colaboradores, decidió renunciar al artículo semanal y abandonó El País.
Debió ser por entonces cuando se fraguó la carta de denuncia que suscribieron personas muy dispares, pero todas ellas pertenecientes al grupo de colaboradores de más talento del diario: Mario Vargas Llosa, Javier Marías, Maruja Torres, Antonio Muñoz Molina, Jorge Edwards, Rosa Montero, Elvira Lindo, Almudena Grandes, Fernando Savater, Manuel Rivas, Manuel Vincent, Vicente Verdú, Victor Gómez Pin… Así hasta 30. El texto deja constancia de la “inquietud y malestar por los casos de censura que ha denunciado el comité profesional en los últimos días, vinculados al ERE que afectaría a un tercio de la plantilla”. Y añade: “Estos episodios suponen un paso más en el deterioro de los valores fundacionales de un diario crucial para las libertades y la democracia española”.
La difusión de la carta no contribuyó, como pretendían los firmantes, a “agotar todas las fórmulas posibles para hacer frente a la difícil situación que vive El País”. Al contrario, la dirección del periódico aceleró la espiral suicida. Primero, endureciendo posiciones en la negociación con los trabajadores. En una propuesta final, que la mayoría de la plantilla consideró inaceptable, se ofrecía elevar las indemnizaciones por encima del mínimo legal, pero a cambio de pagarlas a plazos, mediante pagarés. Después, reforzando en torno al conflicto el muro de silencio de todo lo que no sea la posición de la propia empresa.
De hecho, El País no ha informado a sus lectores del manifiesto de la treintena de escritores, nunca ha publicado el texto ni los nombres de quienes lo suscriben y solo ha hecho una alusión lateral, en tono de pretendida refutación, el domingo 10 de noviembre. Sin dar un solo nombre de los pretendidamente refutados. (El escritor argentino Martín Caparrós lo publicó gallardamente en su blog en El País; todavía no se han atrevido a borrarlo).
Claro que en la misma increíble proclama dominical de la propiedad del periódico era inevitable admitir que se han producido críticas y protestas, que aquí se denominan “presiones”. Pero se deben, por este orden, según se nos explica, a “intereses nunca declarados”, “demagogia populista”, “tendencias libertarias de muchos de quienes ocupan las redes sociales”, “insidia que mana del fracaso de algunos competidores” y “la envidia y los celos de determinados profesionales”.
Cuando un periódico entra en posición de choque frontal con los valores que ha pretendido encarnar durante más de tres décadas es obligado indagar las razones. La desastrosa gestión del grupo Prisa y un endeudamiento fuera de toda comprensión (quedan 3.500 millones de euros por pagar) condena a las empresas a generar beneficios cuyo único destino posible es el abono automático de intereses a los bancos acreedores y a los nuevos socios (el fondo estadounidense Liberty), que en virtud de una compleja ingeniería financiera operan como propietarios de hecho y como acreedores, a los que se debe retribución gane o pierda dinero el conglomerado. Por lo mismo, el margen de maniobra o de recapitalización de El País (y de las restantes empresas) ha desaparecido.
Pero la situación financiera no es explicación suficiente para que un diario, equiparado por muchos con una institución, arruine su credibilidad y su imagen. La operación tiene toda la apariencia de una reducción brutal de costes con un solo objetivo: aumentar el precio de venta del periódico. Su principal activo es hoy la cabecera. El valor de la marca puede ser todavía muy elevado, pese al acelerado deterioro que ha supuesto la última crisis, como ponen de relieve las abundantes crónicas y análisis, en tono de abierto desencanto, de la prensa internacional. En el mercado contemporáneo, sometido a la ley implacable de la economía financiera, una marca con 129 trabajadores (un tercio) menos en nómina, ve multiplicado su valor.
La pregunta es quién está hoy en disposición de comprar El País y de facilitar a Cebrián y al fondo Liberty una masa de liquidez suficiente para afrontar, aunque sea en parte, las deudas y para seguir distribuyendo “emolumentos” a la altura de los 13 millones de euros que ingresó el presidente de Prisa en 2011. No hay que mirar por el lado de los bancos acreedores españoles, Santander y La Caixa, en particular. Lo más probables es que no tengan ningún interés en que se les vea la mano. Preferirán la situación presente, un control indirecto. Otra alternativa podría ser Telefónica, que ya participa en el accionariado. Pero además de que tampoco se ve el aliciente de aparecer como propietario, ha vendido en los últimos meses activos por valor de 4.500 millones para hacer caja. Resulta difícilmente compatible con un abultado desembolso para adquirir un periódico.
Queda la pista mexicana. Con el multimillonario Carlos Slim (accionista muy minoritario de Prisa, poco más del 3%) ha habido negociaciones, siempre encalladas por la misma razón, el precio. ¿Puede mejorar la oferta ahora, tras la liquidación de un tercio de la plantilla? Slim tendría una enorme ventaja. Entre sus amigos se cuenta Felipe González. Cebrián, a su vez, nunca ha dejado de cultivar el jardín del antiguo ocupante de La Moncloa. De modo que el plan puede consistir en que Slim ponga el camión de dinero y Cebrián no tenga necesidad de prescindir del todo de la palanca de influencia política y económica que representa El País en España y en el ámbito iberoamericano.
¿Demasiado bonito o demasiado maquiavélico para ser verdad? Algunas de la cosas que han ocurrido en este último mes en el principal diario de España nos hubieran parecido simplemente inimaginables hace cuarenta días. Si la hipótesis de la venta se confirma, los despedidos con indemnizaciones irrisorias, las víctimas de la censura, los periodistas y corresponsales amenazados y coaccionados, los lectores burlados, los colaboradores de prestigio ninguneados… tendrían un sólido motivo para interpretar su sufrimiento. No habrían sido víctimas gratuitas o inútiles. Habrían caído para revalorizar un activo financiero.
Fotografía: Manuel Fernández-Valdés
Cómo me recuerda el último párrafo al artículo de ayer en el País de Joaquín Estefanía.
«Cuando un periódico entra en posición de choque frontal con los valores que ha pretendido encarnar durante más de tres décadas es obligado indagar las razones»
El País hace tiempo que entró en posición de choque frontal con esos supuestos valores. No defendieron ninguna democracia. Defendieron a la mano que les daba de comer. Ni más ni menos.
Toca cambiar de mano.
Bendeciré a los que te bendigan, y al que te maldiga, maldeciré. Y en ti serán benditas todas las familias de la tierra. (Génesis 12:3). He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel. (Salmos 121:4)
Años de hablar mal de Israel tienen su costo.
4.5000 millones es una cifra que no existe y mencionas en el antepenúltimo párrafo.
Por todo lo demás muy buen artículo, es una pena que El País esté en esta situación con lo que ha representado, aunque el futuro dictaminará…
Gracias por la observación. Corregido. Da gusto tener lectores críticos y exigentes. Un saludo cordial.
De nada, pero ¿cuántos son los millones?
Está corregido. 4.500 millones.
Este periódico ha muerto por el desprestigio que ha ido acumulando. Ha sido un arma política y económica en manos de Cebrián y Polanco, descarada, burda y terriblemente dañina para los intereses del país. Ahora pagan el precio. Acabarán cerrando.
Siguiendo tu razonamiento, «ABC» debería haber cerrado hace décadas, «El Mundo» hace años, «La Razón» no debería ni haber nacido (el desprestigio de Anson era ya secular), y «La Vanguardia» o «El Periódico» deberían de cerrar ya, antes del 25N («Público» ya cerró en su día). A propósito, estaría muy bien que alguien (¿el autor de este artículo?) informara de las pérdidas acumuladas de todos estos periódicos y de quién pone el dinero para que no cierren. Aunque dudo que lo haga un periodista profesional, nunca se sabe a qué puerta habrá que llamar algún día.
Vaya apreciación ridícula ¿un arma burda? ¿Sabes lo que es un arma? ¿lo que significa burda? EL PAIS ha sido una excepción, una institución, el único periódico de calidad de España, homologabble con las grandes cabeceras internacionales. Un ejemplo de profesionaildad, independencia y compromiso con la cultura y la inteligencia.
Hace tiempo que es una caricatura, que no vale el precio de cubierta. Aun así, sigue estando en una liga diferente a todas los diarios de Madrid, enefrmizos panfletos de los que lo mas que se puede decir, como hizo el clásico que inventó lo de la abeceina, es que se parecen a un periódico.
Yo creo que le afectó el encanallamiento de la vida publica española producido por Aznar y Pedro J., esa forma ruin y cizañera de entender la vida que tanto daño nos ha hecho.
El artículo me indigna porque engaña, sistemáticamente. ¿Es esta la primera vez que se censuran contenidos en El País? ¿Es la primera vez que se echa a alguien a la calle por saltarse las «instrucciones» de la dirección?
Seguir obedeciendo ya no sirve de nada. Hablar de «tendencias libertarias» retrata muy bien al amo y al siervo. ¡Ahora se dan cuenta de que El País ha sido una «palanca» política en manos de Cebrián! ¿Cómo ha podido El País ser una palanca (un garrote) sin que sus trabajadores se dieran cuenta y colaboraran en ello?
El País, la marca, la cabecera, no vale ya nada. En manos del amo el garrote se ha ido desgastando, y ahora le quema en las manos. ¿No tiene que ver la verdadera causa con esto y no con Slim y González?
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Lamentablemente ningún periódico, revista o cadena de radio o televisión son para nada ejemplo de valores, todos sin excepción miran por los intereses de algún grupo político o financiero, o ambas cosas a la vez.
Estoooo… y Juanjo Millán no firmó el manifiesto? Pero si se apunta a una ronda de aspirinas cuando se trata de firmar lo que sea, sobre todo cuando se trata de que sean los que se manifiesten! Uy que igual no quiere morder la mano que le da de comer (muy bien, por cierto).
«Si la hipótesis de la venta se confirma…». ¿Y si no se confirma? Esto del periodismo condicional lo veo mucho por los medios de la caverna y los periódicos (sic) deportivos, pero me parece impropio de jot down.
http://vozpopuli.com/tecnologia-y-medios/17197-alessandro-proto-compra-un-1-75-de-prisa-y-negocia-hacerse-con-el-15-de-el-pais
Cebrían no fue el que fundó el periodico. Sólo fue el primer director
El Pais está muerto hace rato. Ahora cuándo el barco se hunde, sus periodistas estrella -qué fueron cómplices durante años- ponen el grito en el cielo.
a todos estos plañideros de última hora, prestos a saltar (ahora) del barco que se hunde, habría que preguntarles por el ímpetu de su boga cuando hace un par de años (a)saltaron a bordo personajes de tan fino espíritu democrático y progresista como… Martin E. Franklin y Nicolas Berggruen (jóvenes, guaperas y de casta), Paul B. Guenther (directivo de YMCA), Alain Minc (de la escudería Slim), Emmanuel Román (Goldman Sach, sí, Goldman Sach), Harry Sloan (capo de MGM y neoconservador convicto y confeso en la industria norteamericana del entretenimiento) y el supercuate Ernesto Zedillo (expresidente mexicano del PRI)… entonces les hicísteis la ola o mas bien, os tapásteis la nariz mirando a otro lado? …Cebrián es simplemente el chico de los recados
y ¿para qué y por qué se endeudaron tanto? claro, luego los editoriales ya se cuidarían mucho de ir en contra de los intereses de los acreedores, que como todos sabemos son todos los intereses habidos y por haber en este mundo, por lo que cualquier crítica al sistema desde la editorial era un ataque directo a los acreedores, cosa impensable para quien debe negociar su deuda, lo que a su vez originaba un descenso de lectores que no entendían la nueva línea editorial. Mal negocio.
Estoy de acuerdo en general con el artículo y en desacuerdo con el primer párrafo. No es que «quizá va a cerrar el ejercicio en pérdidas» es que El País como toda la prensa mundial en papel está en una crisis estructural y a lo mejor irrversible» y esa crisis ha empezado hace varios años. Según la dirección de El País hay 200M€ de ingresos ahora que hace 3 o 4 años (no me acuerdo el dato exacto). ¿cómo se aregla eso?
He dejado esto en mi blog para mis amigos. La verdad es que me siento bastante desanimado porque parece que perdemos de todo, períodico, partidos políticos, algunos ex colaboradores de deportes en la SER, entrenador y educación en mi equipo (R.Madrid) y hasta las opciones de tener una socialdemocracia.
La degradación de El País a la que aluden algunos comentarios es cierta, al menos en parte. Sin embargo también es cierto que, desde mi punto de vista, sigue siendo el mejor periódico, con bastante diferencia. Por favor, comparen con el resto. No es el periódico ideal, pero sí el mejor disponible.
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