La Historia mínima de España, de Juan Pablo Fusi, que acaba de publicar Turner, no habría podido llegar en mejor momento. La crisis y la descomposición institucional en que andamos han tenido un efecto curioso: el de hacernos regresar a nuestro propio país. Durante los años de la europeización y la prosperidad parecía que nos habíamos despegado de él. A España, en efecto, no la reconocía ni la madre que la parió. Teníamos la sensación de vivir en un presente exento, libres de las fatalidades del pasado. La historia nacional parecía una historia extranjera. Se trataba, naturalmente, de una ilusión. En cuanto el globo se ha pinchado, hemos caído en el sitio que teníamos bajo los pies. Ahora volvemos a reconocernos en nuestros antepasados: la historia de España vuelve a hablar de nosotros mismos.
En esta de Fusi el reconocimiento viene potenciado por la velocidad. En dos o tres tardes —son menos de trescientas páginas— uno puede viajar desde el Homo antecessor de Atapuerca hasta Mariano Rajoy (no es broma: el libro termina con la llegada de este al poder en 2011). La concentración hace que se perciba el hilo, que no se pierda. En los últimos tiempos he leído otras dos historias rápidas, la Historia de Roma y la Historia de los griegos, ambas de Indro Montanelli. Hay un placer específico asociado al género, y es el de contemplar digamos que biográficamente una civilización: su nacimiento, su desarrollo y su muerte. Como si fuese un individuo compuesto de multitudes y milenios. El resultado es melancólico, pero en esa melancolía hay un germen de liberación, porque lo que suele imperar con semejante perspectiva no es la necesidad sino la contingencia. Son síntesis hechas no tanto del despliegue de una idea, como de la acumulación de vicisitudes. Estas, cierto, terminan conformando una suerte de personalidad (prefiero no usar la opresiva palabra identidad); aunque tan azarosa y sujeta al cambio, que hasta termina por desaparecer.
La diferencia de España, con respecto a las antiguas Grecia y Roma, es que por el momento no ha desaparecido. Su historia, por tanto, sigue en curso; y los que la leemos estamos todavía inmersos en ella, recibiéndola, padeciéndola y haciéndola. Si mantenemos la metáfora del individuo, es como si contempláramos, desde esta edad, nuestras edades anteriores. La historia nos ofrece, pues, comprensión de nosotros mismos, y quizá posibilidad de rectificación; mas también cansancio acumulado, el peso de los acontecimientos. A propósito de las historias citadas de Montanelli, debo señalar que la Historia mínima de España se distingue porque Fusi es historiador, mientras que aquel es fundamentalmente periodista. Fusi no se regodea en las anécdotas, ni funda su estilo en la chispa, sino que sostiene un tono sobrio, de estudioso, cuya belleza reside en la contención. Su prosa es clara, explicativa, pero trazada con una elegancia que dignifica lo que cuenta. Hay también hermosura en el intento de objetividad; en el esfuerzo por ser ecuánime y ponderado.
La historia que nos ofrece Fusi es ilustrada, antidogmática, posibilista, respirable. No parte de una idea nacional preconcebida, ni esencialista, sino que va dando cuenta de lo que aparece en nuestro territorio, hasta que se conforma esto que llamamos España. La apertura conceptual en cuanto al nacimiento, se mantiene en lo concerniente al desarrollo: el relato de lo que va ocurriendo no escamotea el hecho que pudiera haber ocurrido de forma distinta. En realidad es como un cuento; no por lo que tiene de ficción, sino por lo que tiene de narración que avanza de un modo no predeterminado. Viene a ser un “érase una vez España”, elaborado con materiales de la realidad. El final del breve prólogo, en que Fusi esboza sus principios (como la aspiración “a analizar críticamente el pasado, a sustituir mitos, leyendas, relatos fraudulentos e interpretaciones deshonestas por conocimiento sustantivo, verdadero y útil”), dice así: “La historiografía de mi generación, nacida en torno a 1945, no tiene ya, probablemente, la elocuencia de los ‘grandes relatos’ que en su día compusieron la historia de España; pero tampoco su inverosimilitud”.
La obra está dividida en seis bloques: la formación de Hispania, la España medieval, la España imperial, el siglo XVIII y el fin del Antiguo Régimen, el periodo de 1808 a 1939 (“la debilidad del estado nacional”) y el periodo de la dictadura a nuestra actual democracia. No voy a resumir el libro, con lo resumido que ya viene; pero sí quisiera señalar un par de aspectos que tienen que ver con la situación de hoy. En el relato de Fusi, la transición iniciada en 1975 aparece como una fase en que España logra resolver, o atenuar, sus problemas históricos fundamentales; con un esfuerzo que es índice de la dificultad. Esa época, sin embargo, ya se ha terminado: ahora estamos en la “postransición” (que inicialmente leí, por cierto, en un lapsus, como “postración”). Habría comenzado con los atentados del 11 de marzo de 2004 y la victoria electoral de Zapatero. La presidencia de este supuso “la ruptura de consensos básicos vigentes, tácita o explícitamente, desde la transición. El PSOE parecía identificar ahora democracia con izquierda y nacionalismos; la idea parecía ser que, treinta años después de la muerte de Franco, las circunstancias españolas no eran ya las circunstancias de la transición”. Con este libro Zapatero debuta en los libros de historia, y no es un debut glorioso: “Pero el nuevo socialismo español, el socialismo de Zapatero, era un vago sentimentalismo progresista, asociado más a valores morales comunitarios que a grandes reformas económicas y sociales”. Dimos, pues, ese mal paso, y la economía ha hecho el resto. Ya nos encontramos otra vez en nuestra historia.
En 2005 pensábamos que la historia de España había cambiado pero: Just when I thought I was out… they pull me back in goo.gl/9GOiJ
No veo nada claro lo del final ( y no es que quiera erigirme en defensor de Zapatero).
Todos sabemos por qué llego Zapatero al poder; por la burda mentira del Presidente del Gobierno en aquel momento. Y como bien dijo el atribulado Rubalcaba «los españoles merecen un Gobierno que no les mienta» (y no es que tampoco quiera defenderlo, dijo lo que cualquier politico en su posición hubiese dicho en ese momento). Si además tenemos en cuenta que en este país no se vota tanto a favor de sino contra…
Que Zapatero estaba un poco verde se ha demostrado con el tiempo e incluso se ha comprendido retrospectivamente con el reconocimiento de Sebastián de que no tenían programa político-económico para la que ya intuían se les venía encima.
A mi todo me empieza a sonar un poco déjà vu: los de la derecha erigidos en eficientes gestores de economía pseudoliberal (reforma de Ley del Suelo mediante y tonto el último) y la izquierda promoviendo derechos sociales que luego no saben o no pueden mantener… en fin, de todos modos me apunto el libro.
Si al final la tesis del libro es que el comienzo de la post transición comienza con la mentira de Jose Mari ya empiezo a entender.
Habría algunas cosas que comentar (y que discutir) en lo que ud. dice, Iñaki. Pero, francamente, no tengo ganas. Para centrarnos en el libro me limito a copiar lo que escribe Fusi sobre el 11-M, que me parece muy ponderado y libre del sectarismo de los hunos y los hotros: «España asimiló con serenidad admirable el atentado de Madrid. Pero el clima emocional creado por el atentado -que buena parte de la opinión pública asoció a la participación del país por decisión del gobierno Aznar en la impopular guerra de Irak- cambió el equilibrio político del país. El atentado y la posterior gestión que el gobierno y la oposición hicieron de los sucesos del 11-M, dieron la victoria en las elecciones generales celebradas solo tres días después al PSOE.»
El análisis de Fusi sobre el 11M me parece acertado y aún mejor por breve aunque tengo para mi que fue la gestión de el gobierno y no tanto la de la oposición la que fue resultó equivocada. Ni siquiera tengo claro que fuera eso lo que les hizo perder las elecciones. Francamente me parece un debate trivial por imposibilidad de demostrar con hechos y datos comprobables el cambio en la intención de los votantes.
Leeré el libro de Fusi, me interesan los análisis históricos que parecen un paisaje, la elección de los detalles para cubrir un terreno enorme.
Estoy leyendo el libro sobre la Segunda Guerra Mundia de Antony Beevor y disfrutandolo como un crio:
http://www.antonybeevor.com/
Es curioso que algunos de los libros de historia española que más me han gustado y de los que más he aprendido son de extranjeros como el propio Beevor; «The Battle for Spain» es un libro estupendo; o de gente que no eran profesionales de la historiografía, como Juan Benet, «Qué fue la Guerra Civil» es el mejor libro que he leido al respecto y mira que hay.
En efecto, Blackkader: ese parrafito de Fusi me parece realmente meritorio. Sobre el resultado electoral, yo sí pienso que se debió al atentado. Pero estoy de acuerdo en que es una mera suposición, imposible de corroborar. En cuanto a las mencionadas «gestiones», yo creo que lo hicieron mal el gobierno y la oposición. Cada uno trató de beneficiarse como pudo, y en lo que pudo, de la desgracia. Fue una doble bellaquería, que aún estamos pagando. ¡Es mi opinión!
Yo le añadiría la crisis del Prestige y la calentura de la participación en la guerra de Irak a ese resultado electoral…
En tres días es difícil convencer a una masa de electores jóvenes a acudir por primera vez a las urnas. Creo que ya estaban convencidos y que el 11M les confirmó la convicción.
Pero eso lo único que me sugiere es que el «pueblo» español tuvo muy mala suerte un par de años antes, cuando un partido anquilosado y acrítico eligió por una mayoría precaria a un incompetente para el puesto de secretario general. Ahí empezó realmente la desgracia…
Cierto, Grunentahl. Visto desde ese punto de vista, las movilizaciones tras el 11-M vendrían a ser la apoteosis de esas movilizaciones previas por el Prestige y la guerra. Aparte de las razones que cada una pudiera tener (en las que no entro ahora), está claro el *uso partidista* que se hizo de ellas. Eso fue por el lado de la Izquierda. Y por el lado de la Derecha teníamos a un presidente preso de dos movimientos aparentemente opuestos, pero cuyo cóctel lo convertían de facto en un inútil: por un lado, estaba borracho de poder (¡lo de la boda de Escorial fue el súmmun!), y por el otro estaba ya mentalmente desconectado de la responsabilidad, tras haber nombrado heredero (¡lo que tiene guasa en una democracia!). De manera que cuando le llegó el momento más importante de sus dos legislaturas, él ya estaba en otra cosa y lo hizo fatal. Esa doble pinza fue la que nos atrapó. Y en ella seguimos *bastante*.