Entre las grandes ideologías y una camarera de provincias, tengo claro con quién me quedo como líder político. Mide lo justo para despuntar tras la barra del bar Gio, con su pañuelo y su jersey a juego. Tiene el pelo corto y marcado, modelo Playmobil, de esos que llaman modernos en las peluquerías de provincias. Y se tropezó con la crisis en los posos del café, mucho antes que cualquier economista. Pero lo importante de mi nueva héroe política es que los tiene cuadrados.
La mayoría dejaréis de leer aquí. Porque Monica Pavesi, sin tilde, podría ser de Cáceres o de Huelva, pero no, es «barista'»en Cremona, en el Nebraska lombardo, como dice Severgnini. Y su gran heroísmo fue dar la vuelta a la barra y desenchufar las máquinas tragaperras de su local, como quien apaga el árbol de Navidad, que ya es 10 de enero: «No soportaba ver a personas que se arruinaban de ese modo. Italianos y extranjeros. Más mujeres que hombres, enganchadas al videopoker gastando lo poco que les queda». Sus dos máquinas ingresaban 50.000 euros al mes, de los que ella recibía 3.000, la diferencia entre cerrar o no el mes en rojo. Ha preferido perder dinero, una rareza que el Vaticano podría certificar como milagro en la Italia post berlusconiana y ha encontrado hueco en todos los diarios, lo que dice mucho sobre lo sobrados que vamos de referentes.
Italia se ha quedado sin líderes políticos. Y sus dos últimos líderes morales, Falcone y Borsellino, saltaron por los aires por demostrarle a la gente que la mafia existía y que no estaba muy lejos de las urnas y los bancos. España también se ha quedado sin líderes políticos. Y no me pongan en el brete de recordar si alguna vez hubo líderes morales.
Sí recuerdo un fulano que quería ser Marx. Caminábamos por el barrio madrileño de Aluche con 18 y, manos en los bolsillos, se me escapó un cinismo, mira tú qué extraño. Me respondió con arruga de líder en la frente: «Yo he venido aquí para hacer la revolución social, con o sin ti». Perdió el metro de su heroísmo. Me lo encontré, diez años después, metido a político de pasillo, mendigando a sus colegas de los periódicos derechones que le pusiéramos una flecha para abajo en la sección de Opinión «para crecer en el partido».
Con las tragaperras, el Estado italiano se embolsa 12.500 millones de euros. El juego legal es la tercera industria italiana. Una más de tantas plagas sociales que hemos aceptado para que alguien se lo lleve crudo, llámese Eurovegas, el tabaco, las preferentes, las comisiones bancarias, el tarifazo eléctrico o los precios medios más altos de la UE en tarifas planas.
Que no se me exalten los liberales, que no pido yo volver a la Ley seca, ni prohibir lo no prohibido, dándole la vuelta al calcetín del 68. Me da exactamente igual. Que saquen ellos el libreto de la ideología, a ver qué les dice. Que mi antiguo colega desenfunde el suyo, con su pegata del Ché, y recite sus salmos. Igual quedan dos cajones libres en Hyde Park, que todavía es pronto. Yo paso. Se me han quedado los bolsillos vacíos de discursos.
A mí lo que me alucina es que, en este mundo de cabrones, todavía quede gente como Monica, sin tilde, que se niega a que la vida se le vaya por la ranura del euro a los viejos de su pueblo mientras ella va secando vasos.
Ultimamente estas on fire.
Bueno, desde hace tiempo ya.
Nos pasamos la vida escuchando discursos de oradores de relumbrón que no predican con el ejemplo e ignorando a las Mónicas que sí lo hacen. Cómo le gusta a la UE eso de los discursos. En España también nos fascinan los «héroes», pero de puertas para fuera, de puertas para adentro se lleva el «mirar a otro lado».
Las microrrevoluciones son las que podemos aspirar a sentir, desear, protagonizar. Muy muy bueno.
Miguel, me voy del tema, pero aquí va a ser más fácil que lo leas. El otro día mencionabas a Vera Zagmani y su «Historia Económica de la Europa Contemporánea». Me pareció muy acertado el análisis que hacías sobre la exclusión que siempre ha conllevado el nacionalismo españolista y la ausencia de una rebelión de las clases medias contra las élites extractivas. La parte del libro de Acemoglu y Robinson dedicada al Imperio español me ha resultado bastante decepcionante, muy poco elaborada y con cierta «agenda» oculta. Me gustaría profundizar en lo que comentabas. ¿Que me recomendarías?
Hola Mnur; Yo soy el Miguel al que te refieres, el qué escribió el comentario al artículo del Sr. Campos, «El yerno». He decidido cambiar mi nombre a Miguel MM porque he visto que existe ya una persona que lo utiliza habitualmente. Aunque tengo que decir, después de haber leídos varios comentarios de mi tocayo, que además del nombre compartimos muchas opiniones.
En cuanto al tema de los libros, estaría encantado de compartir y discutir contigo posibles autores y tendencias. Yo soy licenciado en Historia, y cuento con la infinita suerte de que mi padre dedica su existencia al estudio y análisis político, a leer vamos, por lo que los libros se le desparraman por toda la casa. El principal problema que surge con los debates en torno a los nacionalismos es que se hace muy dificil aislarse de los sentimientos y subjetividades, dado que el nacionalismo no es otra cosa que una pasión, similar a la afición por un equipo de fútbol. Lo que suele ocurrir es que los defensores de uno u otro apelan a hechos o teorías históricas para confirmar lo que ya dan por hecho. Es decir, primero eligen su tesis, y luego buscan los hechos y teorías que las confirmen, en vez de seguir el discurrir ideal de la investigación histórica, que es justamente lo contrario, partir de los hechos para llegar a la tesis. No que esto sea malo, es que simplemente es inevitable, nos pasa a todos. Por eso todas las teorías históricas, incluso las más serias, hay que contextualizarlas en base a la tendencia ideológica e historiográfica del autor. Por supuesto hay autores en que esta deriva es tal que hace que su trabajo carezca totalmente de valor, caso por ejemplo de Pio Moa o César Vidal, y otros en que apenas afecta a sus investigaciones y simplemente es un mero ápendice a su excelente trabajo, caso de la mencionada Vera Zamagni, por ejemplo. De todas formas, lo maravilloso y peligroso de la Historia es que es tan inmensa que siempre va a permitir puntualizaciones a cada una de las conclusiones a las que lleguemos. El problema es cuando tales puntualizaciones pretenden descalificar e invalidar el conjunto de una tesis, de caulqueir tesis. Es decir, yo puedo afriamar, en términos generales que la Edad Media europea está marcada por el feudalismo y al momento salir alguien y puntualizar que eso no es cierto, que por ejemplo, las islas británicas no experimentaron el feudalismo de la misma forma que las actuales Francia y Alemania, y a la vez salir otro que sostenga que de eso nada, que sólo en las zonas norte de Francia y las noreste de Alemania, y así sucesivamente. Habría por tanto que delimitar esferas de estudio, distintios niveles de análisis para no llegar a debates estériles. Si esto ocurre con temas como el feudalismo, que sólo despertarían pasiones en gentes no de por si muy pasionales, imagina en temas comunes a todos y tan sentimentales como los nacionalismos, nos encotramos de golpe y sopetón con La Noria.
Si te soy sincero Mnur, yo he dejado de discutir muchos temas con alguno de mis colegas simplemente porque tardabamos tanto en ponernos de acuerdo en que significaba, y que no, el feudalismo, que cuando queríamos empezar a discutir el tema o bien ya nos habían cerrado el bar o bien nos habían echado, y con razón, para qué negarlo.
Si es la historia económica y social la que te interesa, la verdadera historia, y no la batallitas y lios de faldas de los reyes y próceres, el libro de Vera Zamagni es maravilloso. Aporta una compilación de las teorías de diversos autores sobre las claves del proceso industrializador en Europa que te va sorprender. Sobre España específicamente vienen apenas unas líneas, pero a partir de ellas se abre un abanico muy amplio y rico. Sólo ese libro permite una visión general de porqué en algunos sitios la industrialización triunfa y en otros no, y define también lo que significa triunfar, que no es moco de pavo.
En lo que se refiere a la españa moderna, la verdad es que ahora me pillas un poco deshubicado. Hay grandes manuales compiladores que pueden darte ciertas ideas sobre nuestro devenir nacionalístico, pero ahora mismo no caigo en un libro y autor concreto. Le pediré a mi padre consejo y cuando llegue a casa ojearé mis apuntes y temas que realicé para la oposición, creo que había uno dedicado a los nacionalismos, y buscaré algún título concreto que te pueda ser útil o interesante. De todas formas, para entender los nacionalismos y su lógica interna a mi Todorov me parece imprescindible. «El miedo a los bárbaros» es una delicia. «La experiencia totalitaria» y «Nosotros y los otros» también son magníficos. A veces se aprende más de la lógica del pensamiento humano, o por lo menos así ha sido en mi caso, de autores no exclusivamnete historiadores, que se pierden en discusiones como la que expuse al principio, que de gente que tiene un amplio conocimiento y además lo teoriza y ejemplifica muy bien, como por ejmplo Ryszard Kapuscinski o incluso de literatos, como Miguel Ángel Asturias, Cervantes o Quevedo. Espero haberte ayudado, y lo siento si me pierdo o disperso demasiado. De todas formas, si quieres te puedo pasar los temas que yo tuve que hacer para hacer la oposición de profesor de historia, que me exigian plasmar en apenas 10 hojas temas muy amplios, y que creo que da una visión general de cada uno de ellos. Un saludo.
Lo que comentas en esta respuesta es para mí de una certeza absoluta: primero se determina la conclusión y después se elaboran los argumentos en función de aquella. Y lo ilustro con una de las últimas que tuve: Hablaba con una señora muy bien formada y de gran «éxito profesional», sobre el reflejo del mérito en el éxito, y si este era indefectiblemente inseparable de aquel. Pues bien, yo mantenia que el éxito no es nunca indicativo del mérito, que circulaban por carreteras separadas, aunque no significaba esto que en muchas ocasiones viajen juntos. El caso es que el asunto en concreto trataba de un exitoso empresario al que algunos acusaban de explotación infantil, cosa que yo ignoro si es así, pero el caso es que esta señor para defender su conclusión, argumentó la mejoría que para dichos niños y su entorno significaba su explotación; aquí ya me pareció todo tan delirante que corté y me fui por las de Villadiego. Y eso está pasando una y otra vez cada vez que se habla de un tema político, todo está al servicio de la conclusión final-inicial a la que se quiere llegar, y cualquier cosa-mentira-falacia-tergiversación.., es válida.
Espectacular como siempre Javier.
Muchas gracias, Miguel, por tu elaborada y rapídisma respuesta y perdona por la confusión de usuarios. Totalmente de acuerdo en lo que a Kapuscinski, Vidal y Moa se refiere. Me apunto lo de Todorov, del que no he leído nada y, sin embargo, de una forma u otra, las referencias a su obra están muy presentes en mi día a día. Curioso. Mi formación es periodística, pero me fascina la Historia y se lo debo en gran parte a una maravillosa profesora de Historia que tuve en el instituto (la mejor que he tenido nunca) y dos magníficos profesores de historia contemporánea de Europa y España en la carrera. Mi problema es que, más allá de lo contemporáneo, estoy muy pez. Te agradecería mucho lo de los temas de Historia que me cuentas. Cuando quieras y puedas, ponte en contacto conmigo en este email: [email protected]
Un saludo.
Lo haré encantado. Un saludo.
Artículos como el de arriba y comentarios como los aquí presentes hacen de jotdown un disfrute en toda regla.
Me ha encantado el articulo, la historia de Monica (con o sin acento) en la ciudad de Cremona, la Jijona italiana por aquello de los turrones.
Y en cuanto al comentario de MiguelMM, en la línea del articulo. Estudié Economía en la UPF y en la asignatura de Historia Económica el libro de Vera Zamagni era la base del programa. Recuerdo bien la profesora Mar Rubio (de lo mejor en todos los años universitarios) explicando las teorías de Zamagni como referentes.
Saludos y gracias a todos
Está bien, pero yo prefiero decidir por mí mismo si juego o no a la maquinita, y que ni el Estado ni Monica sin tilde me diga lo que tengo que hacer.
Por supuesto, en su negocio Monica puede hacer lo que le salga de la tilde.
Estás de un posmoderno que duele, ¿eh? Buen artículo, pero al igual que no todas son Monicas, no todos quieren ser Marx. Deberías intentar reconciliarte con según qué cosas, que el cinismo es muy divertido y está muy bien, pero se corre el riesgo de acabar siendo un cínico de verdad.
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