El último baile Opinión

Guillermo Ortiz: Hugo Sánchez, un rebelde con causa que acabó convirtiéndose en Zidane

hugo sánchez

Hugo Sánchez conoció su esplendor un 5 de mayo de 1990 en el Estadio Santiago Bernabéu. El público festejaba el final de una temporada histórica, la de la quinta liga consecutiva y los 107 goles, mientras el mexicano apuntalaba su “Pichichi” con otros tres goles para un total de 38. El partido acabaría 5-2 para el Real Madrid frente a un Real Oviedo que aceptó resignado su papel de víctima. Aquellos tiempos de Carlos, Sarriugarte y Sañudo. Para Hugo era su quinto título como máximo goleador de la Liga: cuatro con el Madrid y uno con el Atleti. Recuperaba el trono que le había arrebatado el rojiblanco Baltazar el año anterior e igualaba a una leyenda como Telmo Zarra, que en 1951 se había quedado también a dos goles de los 40, aunque con menos partidos disputados.

Los 38 de Hugo Sánchez aquel año llegaron a primer toque, fuera con la cabeza, con su pierna izquierda o con el pecho. Nada de filigranas. Siempre indetectable. A los goles de jugada añádanle penaltis y faltas directas y tendrán a uno de los mejores delanteros de la historia de la liga. Solo un jugador le privó de la Bota de Oro en exclusiva aquella temporada: el búlgaro Hristo Stoichkov, que marcó el mismo número de goles con el CSKA de Sofía antes de su fichaje por el Barcelona.

A sus 32 años casi cumplidos, no se veía final para el mexicano, pero una lesión muscular al poco de empezar la siguiente temporada cambió por completo el escenario: Hugo había conseguido mantenerse sano durante años y años, con un juego poco físico, basado por completo en la inteligencia y el acierto. Las lesiones musculares, siempre impredecibles, le estuvieron persiguiendo durante toda la temporada 1990/91, mandando al traste el dominio blanco en liga y dejando la puerta abierta para que Butragueño acabara como máximo goleador y Losada, Alfonso o Esnáider pudieran disputar sus primeros minutos.

Pese a todo este ir y venir, el mexicano llegó a jugar 25 partidos y marcó 20 goles entre todas las competiciones. ¿Qué habría sido de la temporada madridista con su delantero sano? Nunca lo sabremos. El caso es que el Barcelona de Cruyff y el Atlético de Madrid le superaron en la clasificación y Ramón Mendoza buscó fuera lo que ya tenía en casa, fichando a Prosinecki como tercer extranjero —los otros dos eran Rocha y Hagi— y dejando a Hugo Sánchez en una difícil situación, agravada por la irrupción de Luis Enrique, llegado del Sporting, y por las nuevas lesiones musculares y de rodilla, que le mantuvieron inédito hasta enero de 1992. Aquel año solo jugó ocho partidos en liga, marcando dos goles. Para celebrarlo, en puro estilo macho mexicano, se lanzó con unas duras declaraciones contra el club, el entrenador —Leo Beenhakker— y el presidente. De paso, se negó a aparecer por una convocatoria.

Tras el debido expediente disciplinario, Hugo llegó a un acuerdo para rescindir su contrato y firmar por el América de México, en lo que se suponía iba a ser su retiro dorado, mientras escribía una larguísima carta de bienvenida en el Marca a su sucesor en el club blanco: el chileno Iván Zamorano, que, pese a éxitos puntuales, nunca pudo con la larga sombra del goleador azteca.

Su estancia en el América, sin embargo, fue corta y tuvo también su punto conflictivo. A los pocos meses, Hugo Sánchez se dio cuenta de que no quería vivir como un ídolo sino como un eterno proscrito, el líder en la sombra de la “Quinta de los Machos”, al margen de los halagos de la prensa entregada a la clase y finura de los Míchel, Martín Vázquez y compañía… Hugo hizo lo posible por romper su contrato y al final lo consiguió. El objetivo era retirarse de la liga española por todo lo alto y no por la puerta de atrás. No se puede decir que le llovieran las ofertas: tenía 35 años, las articulaciones muy castigadas y hacía tres años que no competía al máximo nivel. No eran las mejores credenciales. Entre los interesados estaba el Rayo Vallecano, un equipo que buscaba consolidarse en Primera División después de pasar muchos apuros el año anterior para conseguir la permanencia, pero el Rayo no podía pagar demasiado, no jugaba en Europa y no le ofrecía ningún glamour… es decir, era el reto perfecto para este competidor nato. Además, el fichaje le permitía seguir viviendo en Madrid, donde había residido desde 1981.

La plantilla no era mala, pero las cosas no funcionaron en ningún momento. La temporada la empezó Felines y la acabó David Vidal, pasando por el breve Fernando Zambrano. Pese a tener jugadores de cierta calidad y experiencia, como el portero Wilfred, Cota, Orejuela, Calderón o un jovencísimo Ismael Urzaiz, los únicos que dieron el callo fueron Onésimo y el propio Hugo Sánchez. Si el Rayo consiguió evitar el descenso directo fue por el mexicano, de eso cabe poca duda. Marcó 16 goles en 29 partidos, de los cuales solo 20 los jugó completos. Dieciséis goles no son treinta y ocho, de acuerdo, pero el Rayo aquella temporada marcó 40 en total y eso debería dar una idea de la gesta de Hugo. Solo seis jugadores marcaron más goles que él ese año, entre ellos Romario, Suker o Julen Guerrero. Bebeto, por poner un ejemplo, se quedó también en 16.

Podrían haber sido 17 si no se hubiera borrado en el minuto 91 del último partido del Deportivo ante el Valencia, pero esa es otra historia.

El equipo vallecano acabó decimoséptimo y tuvo que jugar la promoción de descenso ante el Compostela, un equipo prácticamente desconocido que consiguió colarse en los puestos de honor gracias al trabajo de Caneda en los despachos y de Fernando Castro Santo en el banquillo, con jugadores como Ohen o Fabiano llamando a las puertas del fútbol de élite. Toda la eliminatoria fue un desastre para Hugo Sánchez, que llegó visiblemente agotado a estas alturas de la competición: en el partido de ida, en el Teresa Rivero, falló un penalti y su equipo empató a uno. La vuelta, en Santiago, acabó 0-0 sin que el mexicano interviniera apenas, gracias a los milagros de Wilfred, un portero que marcó época.

Todo se jugaría en campo neutral —por aquel entonces, los goles fuera de casa no valían doble— y la RFEF eligió el Carlos Tartiere, en Oviedo. Aquel 1 de junio de 1994 sería el del último partido de Hugo Sánchez en la liga española y lo cerró a su manera, que diría Frank Sinatra. Con el equipo perdiendo ya 1-2, el mexicano se enganchó en el medio del campo con Bodelón, centrocampista compostelano, y y se lanzó sobre su tibia en una entrada brutal aparentando que el balón estaba en juego. Sus reflejos demostraron no ser los de otros tiempos: esta vez el árbitro entendió las malas intenciones y Díaz Vega le envió al vestuario con 15 minutos de agonía por jugarse. Era una despedida a lo Zidane, el hombre que lo fue todo, que en su último reto roza la gloria… y que en la orilla deja la peor imagen posible, abucheado por todo un estadio y atusándose el pelo rizado con la tentación de “acomodarse” los genitales.

El descenso del Rayo supuso la marcha de Hugo Sánchez, ya a los 36 años. Llegó a disputar el Mundial de 1994 con México pero también se peleó con su entrenador y solo pudo jugar un partido. Genio y figura. Fuera por dinero o por su necesidad casi ludópata de convertir el césped de un estadio de fútbol en una exhibición de triquiñuelas, Hugo siguió jugando unos años más: primero en el Atlante de México, donde marcó 12 goles, luego, brevemente, en el Linz de la segunda división austríaca, que le fichó para conseguir el ascenso y cumplió su objetivo, y después, como todos, probó con la liga estadounidense, un añito en el Football Club Dallas donde aún marcó 11 goles en 25 partidos a sus 38 años.

Como destino final, eligió Celaya. Aquello tenía sentido porque el club se había convertido en un cementerio de elefantes europeos y especialmente madridistas: en 1995 había llegado Butragueño para convertir a un equipo muy modesto en candidato al título, final perdida ante el poderosísimo Necaxa. En 1996, se le unió Míchel por una sola temporada, que compartió con Hugo Sánchez. De nuevo, los tres héroes del Madrid de los 80 juntos en el mismo equipo… Un equipo que no consiguió los éxitos del año anterior pero siguió siendo competitivo.

La 1996/97 fue la última temporada de Hugo Sánchez en el fútbol profesional, que abandonó a los 39 años con un último tanto memorable con su pierna mala, la derecha, en partido ante el Pachuca. Pocos meses antes de su retirada oficial, recibió un caluroso homenaje en el Santiago Bernabéu, con el Paris Saint Germain de invitado de gala. Fue un 29 de mayo de 1997. En el Madrid ya no jugaba Zamorano y de su época solo quedaban Sanchís, Chendo, Hierro y un veteranísimo Buyo, relegado a tercer portero por Fabio Capello con el fichaje de Illgner. Los blancos venían de ganarle la liga al Barcelona de Ronaldo y Figo con 21 goles de un adolescente llamado Raúl. Aquel partido acabaría 4-1 y Hugo Sanchez marcó otros tres goles, servidos en bandeja. No se peleó con nadie. Ningún árbitro tuvo que expulsarle. Daba la sensación de ser el hombre más feliz del mundo.

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15 Comentarios

  1. Oxímoron

    Ahora es cuando explicas como un jugador puede mantenerse inédito.

  2. Compostelán

    Hay varias cosas que corregir:

    1ª Luis Aragonés entrenaba al R.C.D. Espanyol y no al Atlético en la temporada 1990-91. Aquella campaña el banquillo rojiblanco estuvo ocupado sucesivamente por Joaquín Peiró, Tomislav Ivic e Iselín Santos Ovejero.

    2ª. Fernando Vázquez no era el entrenador de la S.D. Compostela que ascendió a 1ª división. Vázquez llegó a la Ese De en 1995, cuando el club ya militaba en la máxima categoría del fútbol español. El «míster» que condujo a los compostelanos de 3ª a 1ª fue Fernando Castro Santos.

    3ª. Hugo Sánchez fue expulsado en aquel partido de Oviedo ante el Compostela (1 de junio de 1994), pero no por golpear con el codo a Alberto Bodelón, sino por una entrada terrible con la plancha de la bota sobre la tibia del interior gallego, como se puede comprobar en este vídeo (min. 5:39): http://www.youtube.com/watch?v=93LQQXnDH1w

  3. Tienes toda la razón en los tres puntos, pediré que se corrijan, son fallos míos de documentación, excesos de memoria. Gracias por mencionarlos.

  4. Articulo incompleto bajo mi punto de vista. Pasa de refilón lo que le hizo leyenda (su pichichi con el Atleti, su fichaje por el Madrid, sus cinco ligas consecutivas, el mundial de Mexico…) y se centra en el ocaso, como si eso fuera lo más trascendente de su trayectoria

  5. Hugo Sánchez fue un gran futbolista, goleador excepcional, uno de los mejores de la historia. También fue un jugador marrullero y antideportivo, que mostraba una imagen a través de los medios de persona rencorosa, mezquina y megalómana. Me parece injusto compararlo con el gran Zidane. Éste jugó su último partido profesional en la final de un Mundial. Fue expulsado por propinar un cabezazo en el pecho a un jugador, millonario, que le había provocado gravemente. Hugo jugó su último partido en España en una eliminatoria por la permanencia. Fue expulsado por entrar en plancha a la altura de la tibia a un jugador humilde (no sé las consecuencias de la lesión pero podrian haber sido graves para su carrera) sin que mediara provocación.

    • Leo, la comparación se basa en el final común de ser expulsados, por una agresión, en un partido decisivo que sus respectivos equipos perdieron. No va más allá. En el artículo creo que está bastante bien explicado y de hecho se subraya que, siendo todo lo contrario como jugador a Zidane, su final se asemeje única y exclusivamente en eso. Gracias por leer.

    • b_gálvez

      No sabía yo que la gravedad de una agresión física depende del nivel económico del agredido. Tendré que revisarme los apuntes de Derecho Penal.

  6. El último gol con el Celaya frente a Pachuca define a Hugo Sánchez. Latigazos de rabia que terminan en gol.

    No el más talentoso, no el más consistente, no el más fácil de tratar. Pero un goleador como la copa de un pino, sin duda.

    Gracias por el artículo y por recordarnos tiempos pasados.

    Saludos.

    http://saliendodesdeelbanquillo.blogspot.com.es

  7. En el Celaya en el 96 Butragueño, Míchel, Hugo Sánchez… y Rafa Paz

  8. Pepe el de Tribuna

    Yo recuerdo aquellos veranos coruñeses de Teresa Herrera en Coruña, la única manera de ver a equipos de primera jugar en directo. Vi jugar a Hugo con el patético de madrit y, al año siguiente, ya con el real mierdiz. Recuerdo que lo sustituyeron, y en vez de irse al vestuario visitante (había que pasar por debajo de la temible —sí, temible, aquellos menores de 14, alguno con barba y fumador de porros, tenían la costumbre de tirar bolsas llenas de meos a CUALQUIERA, y no era la primera vez que escupían o insultaban a algún deportivista al sacar un córner— grada de infantil), el tipo, sin cambiarse, se quedó justo delante de nosotros, en el límite del alcance de nuestros proyectiles, sentado en la pista de atletismo, apoyando la espalda contra la publicidad, disfrutando de un bocadillo y bebiendo un bote de coca-cola . Le llamaron y tiraron absolutamente de todo durante media hora, y mi impresión era que el tipo disfrutaba, del bocata y de los insultos. Al irse, nos dedicó unos cuernos muy heavies con ambas manos, y un enorme «hijosdelagranputa». Qué tiempos.

  9. Guille, el artículo es interesante a su manera y es de agradecer que aceptes de buena gana las correcciones que te hagan, pero no contestes a todos los comentarios que esto parece una verduleria. Es una cuestión de gustos. Saludos a tod@s.

  10. Les comparto mi poema, inspirado en . . .

    EL MAS LINDO GOL

    ¡Qué plasticidad, . . . no tienes piedad!

    Con bella pirueta,
    el mundo respeta.
    el nueve de atleta
    de una camiseta.

    Tu cuerpo perfecto
    y enorme talento,
    le dieron al fútbol
    el más lindo gol.

    Recuerdo el partido,
    el estadio lleno,
    minuto noveno,
    Madrid atacando.

    Un balón por aire,
    el centro correcto,
    ese Martín Vázquez
    sí tiene intelecto.

    La diste la espalda
    al arco enemigo,
    pegaste gran salto,
    alzaste los pies.

    Dos metros y medio
    arriba del pasto,
    la defensa solo
    se quedó mirando.

    Con botín izquierdo
    hiciste contacto,
    hubo exactitud
    en tiempo y espacio.

    Vuelo del portero
    inútil, por cierto,
    la bola girando
    se metió angulada.

    “Huguiña”, . . . faena,
    la gente asombrada,
    que te ovacionaba,
    pañuelos blancos sacaba.

    Se gritó tu nombre,
    ¡torero!, ¡torero!,
    diste otra maroma,
    fue tu puño al cielo.

    En medio del campo,
    con las manos juntas,
    inclinas cabeza,
    muy agradecido.

    Al fin del encuentro,
    el arquero Pérez
    y el silbante Brito,
    también te elogiaron . . .

    Aquel día diez,
    de ese mes de abril,
    de mil novecientos
    del ochenta y ocho.

    La figura de Hugo,
    del rey, Hugo Sánchez,
    quedó para siempre
    plasmada en mí mente.

    Allá, en Logroñés,
    nunca lo olvidéis,
    tú anotaste “Hugol”
    ¡todo un Señor Gol!

    Autor: Lic. Gonzalo Ramos Aranda
    México, D. F., a 12 de noviembre del 2006
    Reg. SEP Indautor No. 03-2007-082112003600-14 

  11. JoshVazquez

    Desconocía que la lesión que comentas fuera el principio del fin de Hugo Sanchez,la cual lo alejo de su amado Real Madrid creo que hubiera sido fenomenal que Hugo se hubiera mantenido sano, quizás hubiera hecho mas cosas,o impuesto mas récords,ya que al final de sus años como comentas fue un Hugo ya cansado y muy lesionado es una lastima, muy buen articulo me agrado bastante, una ultima cosa ¿tu crees que si Hugo se hubiera mantenido sano al menos dos temporadas mas , habria marcado nuevos records? saludos

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