No se trata de ponerse sentimental, se trata de entender. Cuando yo era niña mi padre traía a casa cada día el diario Informaciones que, según la Wikipedia, era un periódico que daba espacio a voces disidentes con el régimen de Franco y de algún modo preconizaba la transición. Cuando salió el diario El País, en mi casa pereció el Informaciones y mi padre empezó a aparecer con esta nueva cabecera bajo el brazo. Durante un tiempo en mi infancia yo coleccionaba los dominicales de El País. También coleccionaba el 10 Minutos y algunas revistas de moda extranjeras. Creo que imitaba a mis abuelos paternos que en los años cincuenta habían sido muy lectores de prensa: se leían el uno al otro en la cama las noticias y columnas de opinión que consideraban más relevantes. Leían, entre otros, el diario Madrid y muchas otras revistas que encuadernaban y cuyos tomos yo conservo hoy. Nunca conocí a mi abuelo, sé que era impresor y dibujaba muy bien, creo que le hubiera gustado ser pintor porque estudió Bellas Artes, pero, ya se sabe, la Guerra Civil y tal y cual truncaron los planes de aquellos adolescentes de la República. Mi padre era productor, director, guionista de cine. Quiero decir con esto que mi familia, de un modo u otro, se ha ganado la vida con eso que se llama la cultura. Somos profesionales del medio. Y quiero decir también que he sido criada en la creencia de que la prensa es importante y quiero explicar acaso en este pequeño artículo por qué los cambios en el diario El País son importantes para la cultura, para este tipo de gente extravagante que somos los intelectuales, los de la farándula, las artes y aledaños.
En el diario El País del domingo 11 del 11 del 12 aparece un artículo muy largo sin firma que justifica los despidos comunicados por correo electrónico a 129 trabajadores la tarde anterior después de un mes de mantener una lista con los nombres de esas 129 personas guardada a cal y canto en el cajón de una notaría. Entiendo que quien redacta ese artículo, que la voz que nos habla es la de los altos cargos, directivos, responsables en suma de las decisiones. Como digo, no vienen firmas. Llamaremos a esos autores anónimos los jefes supremos. Desde que mi padre compró el diario El País la primera vez y lo trajo a casa teniendo yo once años, El País para las personas de izquierdas, para esos nuevos españoles de la transición, se convirtió en lo que querían los jefes supremos: algo más que un periódico. Sus directores fueron más y más influyentes en la política como en las modas y el grupo empresarial al que pertenecía también se convirtió en el grupo de comunicación en el que queríamos trabajar los que éramos jóvenes y modernos en los ochenta. Yo tuve mucha suerte y fui de las que trabajó para Prisa. Trabajé en sus editoriales, en el grupo entonces llamado Timón que agrupaba a Alfaguara, Taurus, Aguilar, Altea, El País-Aguilar y alguna otra que quizá se me escape. Fue de los períodos mejores de mi vida personal y profesional, que eran una misma cosa, aunque confieso que los de cultura del periódico siempre nos parecían adversarios pues daba la sensación de que se regodeaban en sacar menos nuestros libros y a nuestros autores que a los de la competencia, pero entiendo que esto es lo normal en las familias donde nunca nos quieren tanto como creemos merecer. La cuestión es que El País imprimía ya desde muy temprano una huella, dotaba de un halo a todo lo que tocaba, que los que trabajaban en el Plus, los que hablaban en la SER, los que hacían pelis para Sogecine, Sogepaq o Sogecable molaban más. Sus ejecutivos modernos estaban por encima de la media en indumentaria como en ideas: eran los Sogehombres. Digo esto que parece una broma con el ánimo contrario: el de elogiar la voluntad de un empresario español que se llamaba Jesús de Polanco y que, con su socio Pancho Pérez González, tuvieron la visión de modernizar el país desde la empresa cultural. No vivimos en un país donde abunden este tipo de personas, mucho menos si son acaudaladas y pueden invertir sus beneficios en otros sectores más dinámicos, por decirlo en plan fino, sectores como la construcción, por ejemplo.
A diferencia del resto de empresarios de este país que tienen un concepto de la cultura como unidad de gasto y no de ingreso, un pasatiempo, un entretenimiento o, en el mejor de los casos, una actividad selecta y conservadora para sus fundaciones selectas y conservadoras donde además pueden intensificar beneficiosas relaciones sociales mediante cordiales reuniones de patronato, Polanco y Pancho pensaban que los españoles podíamos ser espectadores de cine y tele, oyentes de radio y lectores de prensa, ensayo y literatura mejores de lo que nosotros mismos creíamos. Pensaban que éramos mucho más sofisticados porque lo llevábamos dentro, porque estábamos preparados para Europa, para la democracia y para las vanguardias y que por eso merecíamos tener una televisión de calidad, un cine de calidad, una radio de calidad, unos libros de calidad y un periódico de calidad igual que, por ejemplo, los franceses o los alemanes. Y además todo bien diseñado, sin ese miedo tan hispano al diseño, a lo bonito y grato.
En el artículo que los jefes supremos firmaron el 11 del 11 del 12 se les nota como resentidos o dolidos con todo el alboroto que hemos armado los intelectuales, los de la farándula, los de las artes y compañía con una reducción de personal que no es distinta de las que están haciendo todas las empresas españolas grandes, medianas o pequeñas que se precien. Sienten que se lo reprochamos pública e injustamente. ¡¡Incluso los colaboradores les han ofendido!! Pero es que esta reducción es distinta.
Uno pensaría que las relaciones entre nosotros y los periodistas son tirantes. Y lo son. Yo misma apenas puedo leer la prensa hasta que no termine de reponerme de la cornada de doble trayectoria que supone para un ser humano de la calle meterse en política. Puedo decir que la herida va cicatrizando bien, pero que todavía me resiento en los días húmedos. Y es que uno de los campos de batalla más agresivos para un político es la prensa. Bueno, en realidad se podría decir que a los políticos solo les importa la prensa. En concreto la prensa escrita, en concreto la de Madrid, en concreto El País (últimamente creo que leen con atención también la de Barcelona gracias a Artur Mas). ¿Qué dice El País? Es una pregunta muy común contra la que uno se protege como puede. Uno pensaría que si a un diario que te ha puesto de vuelta y media y te ha producido muchos dolores de cabeza (¡por favor, ese momento Wikileaks! ¡ese momento Ley Sinde! ¡La Academia! ¡Alex y yo! ¡Y qué decir de las críticas de mis películas! Eso no se olvida en la vida), si a ese diario le va mal y se desmorona tú te alegrarías. No es así. Todo lo contrario. La relación de los profesionales de la cultura con los profesionales del periodismo que nos maltratan, nos alaban o nos ignoran puede ser dolorosa o feliz precisamente porque es muy importante. No es importante para ti individualmente. Al fin y al cabo no escribes tantos libros ni haces tantas películas en tu vida. Es importante para ti como ciudadano y sabes, especialmente, que es vital para el conjunto de la cultura, del nivel cultural de tu país y, por lo tanto, para la calidad de la democracia.
El sábado por la noche cuando ya sabíamos de los despidos, cené con unos amigos del cine. Le pregunté a uno que es guionista qué le parecían. Me contestó “Estoy indignado” y yo le repuse “pero otros periódicos como El Mundo también han despedido a mucha gente” y él me contestó “ya, pero El País es el periódico que he leído toda mi vida”. A lo que yo añadí “y te hizo una promesa”.
El País empezó a hacernos promesas el 4 de Mayo de 1976. Nos prometió que tenía, ante todo, un estándar moral mayor que cualquier otro diario. Que tenía valores. Que coincidían con los nuestros. Que los defendería. Que ese mundo compartido era crucial para la democracia que empezaba. Nos explicó que la democracia que ansiábamos y no conocíamos de nada se fundamentaría en el respeto de los valores y que uno muy importante era la libertad de prensa. Nos dijo “los periodistas somos ciudadanos importantes, se acabaron los gacetilleros, los timoratos, los manipuladores, los pelotas, los servidores del régimen”. Ellos nos hicieron promesas que les distinguían de la competencia, del pasado y nos proyectaban a todos, como su bella e innovadora maqueta, al futuro. Dijeron “seremos distintos y te haremos distinto. Te haremos mejor”.
Hace cosa de un mes se abrió un proceso de reducción de plantilla en la redacción de ese periódico que decía lo contrario. Y todos nos sentimos desconcertados primero y, el sábado 10 del 11 del 12, estafados. Y cuando te estafan te indignas. Como mi amigo guionista. Porque mi amigo guionista, como yo, como tantos otros, tenemos en la cabeza la promesa. Todos estos años la hemos tenido presente y hemos cumplido nuestra parte, atentos al compromiso contraído. Hemos seguido leyendo y creyendo en El País. Aunque supiéramos muy bien del papel protagonista que los jefes supremos han jugado en la política de este país, como muy bien cuenta Javier Cercas en Anatomía de un instante, que no es un recuento histórico, sino una hipótesis estupendamente novelada y, sobre todo, una percepción de los hechos compartida por miles de lectores. La percepción de que a veces esos jefes supremos han hecho cosas que no nos han parecido bien. Han tomado decisiones o se han arrogado papeles de garantes de la democracia en los que quizá se han excedido. La percepción de que en ocasiones se han llegado a creer moralmente superiores a los otros periódicos, a los gobernantes, a las instituciones e, incluso, a sus lectores.
Y los lectores lo hemos consentido, pero los lectores no nos esperábamos esto.
No voy a hablar aquí de los nombres propios de periodistas despedidos que conozco personalmente y por los que estoy preocupada, porque eso es parte de mi cornada y ya me la lamo yo en casa. No voy a hablar de qué pasa con un país que desperdicia el talento. Voy a volver a hablar de lo que significa para el sector cultural de este país el lento desguace o desmantelamiento de un grupo empresarial de comunicación con sensibilidad que no tiene sustitución. Es simplemente una catástrofe de dimensiones colosales. La narrativa audiovisual española actual tan pacata necesita el vuelo que solo un gran grupo de comunicación puede darle. Nos faltan estructuras. El paisaje audiovisual y creativo de este país sería otro si Canal Plus, si Sogecine hubieran triunfado, si los jefes supremos no hubieran cerrado esas divisiones tras unas cuantas operaciones aritméticas mal calculadas en las que el cine y la tele fueron tratados como desechos de tienta porque se había dejado de creer en ellos, de creer en la cultura como un valor compartido y rentable. Nos falta quien nos siga diciendo aquello de usted es un espectador, un lector, un oyente mejor de lo que dicen por ahí. Nos falta quien comparta nuestros valores. Nos falta quien nos siga haciendo promesas. Pero por favor, que esta vez quien quiera que sea, las cumpla, porque nosotros, los leales lectores, no hemos cambiado, han sido ellos.
Y sobre todo los depedidos de El Pais no tienen pensiones (vitalicias o no) por el simple hecho de haber pertenecido un poco de tiempo al gobierno como bien sabe la exministra González Sinde.
Ni tienen tampoco incompatibilidades, para ser honestos del todo, ¿no?
«por el simple hecho de haber pertenecido un poco de tiempo al gobierno»
Claro, porque pertenecer a un gobierno elegido democráticamente es poco importante, lo respetable y bueno es la empresa privada.
Cansado de la demagogia y la tontería de siempre que desacredita la función pública por el mero hecho de ejercerla. Pues no, ser ministro o presidente debe ser algo bien pagado. También tiene muchos inconvenientes, como el ser constantemente insultado y menospreciado aunque ya no se ejerza el cargo, como en estos comentarios de valientes anónimos puede verse.
Completamente de acuerdo
Totalmente de acuerdo. Sobre los salarios de nuestros politicos sobra demagogia y faltan argumentos:
http://www.fedeablogs.net/economia/?p=13968
El problema no esta en lo que se les paga, sino en lo poco que se les exige.
No se que clase de persona puede pensar que un político tiene una pensión vitalicia solo por el hecho de haber estado en el gobierno. No puedo mas: ¿No hay en este pais gente que se documente antes de escribir o repetir tonterias?
En este pais, los politicos que cobran pensiones vitalicias por haber estado en el gobierno de la nación se cuentan con los dedos de una mano: Suárez, González, Aznar. Y cobran una miseria comparado con lo que un dignatario parecido recibe en cualquier pais europeo.
Los ex-ministros tienen una pensión por dos años durante los cuales tienen prohibido trabajar en nada que tenga relacion con el cargo que ocuparon. González Sinde, por ejemplo, ha hecho muy mal negocio siendo ministra.
Por muy mala opinion que tenga de un ministro, estoy seguro de que vale mmmucho mas que cualquiera de los que vomitan insidias o insultos sobre el.
Ángeles González-Sinde, exministra del PSOE, quejándose del desmoronamiento de un periódico y del despido en pésimas condiciones de los periodistas. Cuando su partido (Junto al otro) han sido responsables de la pésima gestión de eso que llaman crisis, que ha sido la puntilla que han necesitado esas empresas, y del inicio de las reformas laborales que han permitido un despido mas barato y fácil de estos periodistas.
Señora, usted no tiene derecho a quejarse de esta situación, porque ha sido cómplice directa de sus causantes.
El País ha estado al servicio del PSOE toda la vida.
«Nos prometió que tenía, ante todo, un estándar moral mayor que cualquier otro diario. Que tenía valores.»
Lo siento, me da la risa.
Pingback: Ángeles González-Sinde: La promesa
Un lástima que todo esto tan «bonito» lo firme quién lo firma.
A veces, es mejor dejar el artículo sin firmar, por el bien de la credibilidad del artículo.
El presente gobierno y los cuatro últimos (o más…) son los responsables directos de la situación de España. Lástima que no fuesen tan honestos (como pretenden en éste tipo de artículos) cuando gobernaban.
La risa me la dais a mí vosotros, comentarios supuestamente críticos. Las personas no son lo mismo que las instituciones, sean éstas Estado, partido o empresa.
Criticar a Sinde por todo lo que ha hecho el PSOE es como criticar a los despedidos de El País por lo que ha hecho su empresa.
Un poco menos de soberbia y falso conocimiento, más de reflexión y humanidad. Hasta que no cambiemos eso, seremos «EL PAÍS de Caín»; como medio y como Estado.
Si se refiere usted a mi comentario, hágame el favor de copiar 100 veces la definición que da la Vigésima segunda edición del diccionario de la RAE de la palabra cómplice.
A ver si a base de repetición lo entiende.
Así, a botepronto, dice la amiga que el suyo es un «pequeño artículo» y el de El País un «artículo muy largo». Mientras el segundo apenas supera las 2000 palabras, en este contabilizo 1945. Suerte que nací a finales de los ochenta y no los llegue a vivir tan intensamente como ella, pues se ve que le pasaron factura.
El «colorín» que diría Umbral. Viví dos años en Galicia y la edición nacional de El Pais llegaba sobre la una del mediodia después de un largo viaje en furgoneta. Necesitaba tocarlo todos los días para saber que la democracia que nos querían vender por la tele era cierta.
Un día, no llegó el diario. A la inquietud natural, uní la pena de saber que el conductor de la furgoneta había muerto en accidente durante el viaje.
Hacer falta ser ingenuo para decir y creer que ‘El País’ es/será/fue/iba a ser/ infalible/pertpetuo/honesto/ etc. Y hace falta ser presuntuoso para llamar ‘intelectual’ a quien crea/haya creído esa serie de despropósitos. Como decían los antiguos ‘Sic transit gloria mundi’.
Siendo cierto que Ángeles fue ministra con el señor Zapatero , ésto no quita un ápice de verdad a lo que dice, y de paso sea dicho, de una manera muy buena.
Creo que todo tiene una explicación mucho más sencilla. Bajó la marea y hemos visto que la mitad del país no lleva calzoncillos.
El país al igual que El País se desmorona económica y socialmente y a esto le podemos dar gracias a nosotros mismos, a cada uno de nosotros. Por haber consentido tanta mierda, por haber comprado esos pisos, por haber comprado esos coches alemanes, por habernos deshumanizado.
Ahora toca hacer pie en el fango e intentar respirar.
Estoy totalmente de acuerdo.
Hay algo que me turba un poco en este artículo, que es el uso y la apropiación de la cultura por parte de la señora González-Sinde. No se ha dado cuenta en todo su texto que la Cultura no son sólo sus guiones (no voy a analizarlos, que cada uno saque sus propias conclusiones) el teatro, la música o la literatura pura, esa que va encuadernada con tapa dura y que huele al salir de la imprenta.
El periodismo y, más allá, los periódicos, también son cultura. Igual o más que las Bellas Artes, diferentes pero en muchos momentos también coincidentes. Larra era periodista y su obra se fundamentó en el periódico, José Ortega y Gasset, filósofo, pasó su vida entre unos periódicos y otros. Hoy en día Vargas Llosa escribe en El País, como lo hace Cercas, Umbral era el estilete de El Mundo y Reverte se pasea por el Cultural de ABC. Y así hasta el infinito.
El caso es que la señora González-Sinde está decidida a marcar el territorio de la cultura y no dejar pasar al resto de los mortales, ni siquiera a los que producen algunos elementos eminentemente culturales. Y habla de roce, distancia y enfrentamiento, pero sólo apunta que los periódicos son, además de críticos, sus más importantes aliados, aquellos que muestran al público general lo que van produciendo en los ámbitos más académicos de la cultura, los que sirven de soporte para la publicidad de Mentiras y Gordas o los que hacen una doble página hablando de la exposición del Hermitage en Madrid. Debe ser campanudo que tu peor enemigo sea también tu mejor aliado.
El problema, claro, está en la dificultad par aceptar la crítica. A los prohombres de la cultura, así como a un buen puñado de políticos (incluso algunos que conjugan ambas facetas) parece no gustarle que haya gente que pueda estar en contra de sus opiniones, incluso algunos que se dediquen a la crítica y no compartan sus criterios y, por lo tanto, se posicionen en contra. Algunos parecen decididos a abjurar de la prensa por el hecho de no remar junto a ellos directamente. Es triste, pero es así.
Luego está su almibarada posición sobre el diario en cuestión, El País. No me parece mal, todos tuvimos sueños y la experiencia personal con un periódico es una relación difícil de explicar pero que conocemos todos los que la tenemos (a mí me pasa con El País, con El Mundo y con Marca, me pasaba también con Público, todos ellos con matices y con historias diferentes). Pero no deja de ser una postura personal. Pensar que El País es un periódico de izquierdas es no haberlo leído en diez años, por ejemplo. Creer que hubo alguna promesa es tener una concepción curiosa de la vida y de la relación con las empresas.
De todos modos hay un detalle que no me gustaría dejar pasar sobre la situación de El País y su estrategia empresarial en comparación con el resto de empresas periodísticas. Si no recuerdo mal se opusieron a la reforma laboral que hoy aplican a rajatabla. El Mundo, que en principio estaba a favor, pone 35 días y 5.000 euros lineales. El proceso en sí, y de esto se puede hablar otro día, es para que en Jorge Yuste haya dos o tres que salgan corriendo y gritando. Pero eso, de nuevo, es otra historia.
Miguel Yuste.
El País ha forrado con sus artículos diariamente las mesas de mi casa. Me da pena que periodistas a los que leo desde que creo que el mejor libro de cultura es un buen periódico, estén ahora mismo engrosando las listas del paro.
Sinde, ha escrito un articulo de opinión. De la suya, que no es ni mejor ni peor que la de cualquiera de nosotros.
Espero que Jot Down sepa aprovechar la coyuntura, y amplíe su plantilla con algunos de los periodistas buenos de los que se deshace El País.
La Cultura en este bendito pais servira para algo cuando las gentes de izquierda dejen participar a las gentes de la derecha. «La Cultura somos nosotros» parecen decir. Y no. Somos todos.
Precisamente porque muchos buenos periodistas y articulistas se quedan en la calle en estos tiempos resulta tan sorprendente que Jot Down de voz a alguien como Ángeles González-Sinde.
O a Manuel Jabois. Supongo que lo de la Sinde es para equilibrar a gente como Cristián Campos. Aquí ya sólo falta Jaime Peñafiel.
Entiendo que la opinión de una exministra de cultura no te parezca interesante. Entiendo que no te caiga bien, que no cases con sus ideas (o las que intentó llevar a la práctica cuando estuvo en política), pero que creas que no tiene relevancia y que el contenido de una revista digital sería más rica sin su firma, me parece absurdo.
Sería mucho más divertido leer opiniones que no sean un simple ataque «ad hominem» (fémina en este caso). Si este artículo lo hubiera escrito cualquier otra persona, los comentarios no sería ni la mitad de virulentos. Señores y señoras mías, un poco de calma. Y viva la libertad de expresión y el respeto a los demás.
Yo respeto a Ángeles González-Sinde y su derecho a la libertad de expresión, sólo lamento que habiendo tanto talento Jot Down encuentre un hueco para ella.
Simplemente no creo que este artículo esté a la altura. Y la trayectoria de la autora (véase el sonrojante «El adversario es otro», publicado precisamente en El País) ya auguraba un resultado así.
Me alegro de que cite Ud ese artículo, ejemplo de erudición y opinión sensata y certera. Seguro que no ha escrito Ud nada semejante en su vida. Y aún mas seguro de que ninguno de sus múltiples talentos, estoy seguro de que los tiene, le permite compararse con Gonzalez Sinde. Y mas seguro aun de que Ud nunca ha trabajado en el servicio publico desde la politica, exponiendose hasta el punto que lo hizo ella.
La trayectoria de la autora la situa muy por encima de sus críticas y a años luz de aquellos miserables «internautas» adictos a la piratería y la injuria que se le echaron encima por intentar defender lo que es de justicia: que nadie se aproveche del trabajo ajeno en su propio beneficio.
González-Sinde ha escrito un texto personal, hablando de su relación con un medio de comunicación, su experiencia personal y su mundo, el de la cultura, ese que tiene definición restringida. Si me dices que ha escrito un texto de ficción o algo técnico entendería que se disociara el escrito y la autora, pero teniendo en cuenta que la autora ha decidido hablar de la autora…
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Iba a poner algo de La Tacones y el periodismo, pero creo que es de conocimiento general.
Mi reconocimiento a la valentía de la señora González Sinde por venir a escribir a un medio en el que sabe que le van a dar caña, no por lo que expresa, sino por lo que fué… soslayando el dedo que señala a la luna, su panegírico sentimental define perfectamente el desconcierto de muchos ciudadanos bienintencionados hasta ahora confortados en una cierta idea de izquierdas, nutrida falazmente por un grupo editorial que fomentó la lectura asentiva, atacando cualquier mirada crítica dirigida desde la competencia al sutil diseño progresista pergeñado por una empresa de tinte tan neoliberal como cualquier otra editora de medios presente en nuestro país… a los lectores (únicamente) de El País les ha fallado el Ojo Izquierdo y lamentablemente, estaban tuertos.
Dejenme pecar de optimista: quisiera ver un foro, comentarios en los que no hubiera insultos! Soy de los que compró el número 1 del «EL País» y también creyó que había una promesa como la que cita González-Sinde.
También creo que hemos sido, en ocasiones, demasiado complacientes con el periódico. El libro de Juan Cruz da un buen número de pistas al respecto. Y, por cierto, los ex-ministros no tiene pensión vitalicia por haber sido ministros. Aunque la expresión no deja de tener su gracia: las pensiones, sean del regimen que sean, son todas vitalicias. Pero en fin………..
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El Pais es toda una institución con calidad indiscutible y con valores discutibles como son todos los no contaminados por el dogmatismo.Pero su infraestructura es una empresa sometida a las leyes del mercado que solo dogmáticamente se pueden ignorar o despreciar, gusten o no gusten, si no quieres ir irremediablemente a la quiebra. Y la situacion se iba poniendo cada vez mas fea, a lo que la frivolidad de Zapatero de abrir la puerta a un competidor como la sexta y media pro acabo de agravar la mala visión empresarial de cebarían con la compra de acoge cable a base de empréstitos inoportunos. Mas que dolernos de lo inevitable es necesario alentar los esfuerzos por mantener el barco a flote.
El País ha forrado con sus artículos diariamente las mesas de mi casa. Me da pena que periodistas a los que leo desde que creo que el mejor libro de cultura es un buen periódico, estén ahora mismo engrosando las listas del paro.
Sinde, ha escrito un artículo de opinión. De la suya, que no es ni mejor ni peor que la de cualquiera de nosotros.
Espero que Jot Down sepa aprovechar la coyuntura, y amplíe su plantilla con algunos de los periodistas buenos de los que se deshace El País.
Por una parte, que el País o RTVE despidan a sus mejores profesionales me parece que debería ser motivo de alegría; en la mayoría de los casos, si son en realidad los mejores profesionales, no tardan en encontrar otro empleo mejor. Fíjense en lo que ha hecho JotDown por la prensa, el artículo y el reportaje en este país. Dudo que esto hubiera sido posible si no hubieran estado las cosas tan mal.
Y lo de atacar a Sinde por ex-ministra, pues qué le vamos a hacer. A mí me choca verla escribir tan pancha después de las que ha montado (y sobre todo después de ver Mentiras y Gordas, que es para exiliarse a Vanuatu), pero probablemente no sea más que consecuente: le dieron la oportunidad de ministrear, la aprovechó (como hubiéramos hecho casi todos), y una vez pasado el mal trago, sigue a lo suyo como si tal cosa. Creo que es una salida más digna que acabar de consejero de una petrolera o de secretaria general en una agencia de Naciones Unidas. Por lo menos, usa su talento. Y que conste que el personaje de Sinde me parece otro bluff. Vamos, que considero que talento, muy poco. Pero bienvenida sea, vamos.
“Yo misma apenas puedo leer la prensa hasta que no termine de reponerme de la cornada de doble trayectoria que supone para un ser humano de la calle meterse en política.”
Pues para ser un “ser humano de la calle” qué pronto aprendió a comportarse como el resto de politicastros, preocupándose únicamente por lo que pueda decir la prensa e ignorando el sentir de los ciudadanos.
Podría obsequiarnos con su silencio mientras el resto de “seres humanos de la calle” nos reponemos de las múltiples cornadas que nos administró su gobierno…
Esto debe ser un experimento sociológico, la señora González Sinde reclamando honestidad y decencia, ¡Si me pinchan no sangro!
Una vez en este país se decidio cerrar un periódico cuya mayor culpa era escribir en Euskera. Decían que le hacía el juego a cierta banda terrorista, buen pretexto el de la justicia. Vario años más tarde la misma justicia que lo cerro dispuso que no había habido ninguna razón para cerrarlo y para más inri la justicia europea condenaba a España a indemnizar a la dirección del periódico por no haber investigado las denuncias de torturas que estos pusieron ante la justicia española. Mientras tanto la farandula española se dedicaba a arropar a gestores de pro y manos limpias como el inclito Teddy Bautista, mientras abucheaba a Fermin Muguruza en la recogida de un premio por defender la causa de Egunkaria.
Que curiosa es la vida. Ahora la situación cambia y aunque de modo diferente, es el periódico de los progres españoles el que se viene a abajo ¡Vaya! Una lastima. Deberemos sentir pena por unas personas que no podrán leer su recetario de ideas diario y además alzar la voz porque no pueden hacerlo tal y como ellos hicieron hace unos años cuando cerraron Egunkaria. Tal y como ellos hicieron.
Sogepaq y Sogecine perdían dinero a espuertas y por eso cerraron, o sea que esa Arcadia cultural en la que vivió y trabajó la apesebrada Sinde sólo existe en su cabeza. El País es lo más parecido a una secta que hay en el mundo empresarial español: si seguías las directrices del mesías Cebrián como si fueran la Palabra de Dios ascendías en el escalafón y te subían el sueldo, si te atrevías a insinuar que tal vez las cosas no se estaban haciendo bien te ponían en la puta calle. Autocrítica cero, vamos. A Prisa lo ha sostenido primero el PSOE con generosas inyecciones de dinero público gracias a campañas institucionales, pagadas con los impuestos de todos, que ocupaban espacios en sus principales medios. Después fue Telefónica quien se encargó de hundir su división audiovisual cuando Aznar les obligó a meterse en el negocio de la televisión por cable para salvar su ruinosa inversión. Y ahora el fondo buitre Liberty está rapiñando las sobras, mientras Juan Luis Cebrián se prepara su retiro dorado echando a la mitad de la plantilla. Pero molaba ser moderno mientras duró, ¿eh, Ángeles?
Sogepaq y Sogecine no perdieron dinero a espuertas, estas mal informado. De hecho durante algunos años, Sogecine aporto mas de la mitad de los beneficios del grupo audiovisual de El Pais.
Estaría bien que probaras que a PRISA lo sostuvo el PSOE con campañas institucionales, teniendo en cuenta que la inversión publicitaria del estado se hace por ley en función de la difusión y que los que intentaron conseguirlo por la via jurídica, que es dónde se prueban esas cosa, se llevaron un buen revolcón.
Aciertas en el resto: Aznar intentó hundirles, montó, como contó su sicario, aquel proceso judicial infame, y les sometió a todo tipo de bloqueos. Les robó los derechos sobre el fútbol con aquella ley que dió oportunidad al discreto y elegante Alvarez Cascos a gritar en el congreso aquello de «Ud es que tiene mucha PRISA». Tambien le dió a la corrupta Ana Mato la oportunidad de dejar grabadas en el diario de sesiones algunas de las mas asquerosas infamias de su historia. Instruyó a su compañero de pupitre, el inolvidable Villalonga para que montara una compañía que hundiera Canal Plus. El resultado fue un nido de corrupción y nepotismo que costó a Telefónica un Billon (con B) y medio de pesetas y envileció para siempre el medio ambiente periodístico de este pais. Y el final de aquel delirio fue que Canal Plus tuvo que quedarse con los restos del naufragio. El resto de su deuda viene de operaciones absurdas, como sacar de bolsa mediante una OPA de exclusion a Digital Plus, con intención de vender el negocio, sin asegurarse antes de que su socio de referencia, Telefónica, pagaría su parte.
El Pais fue un socio generoso de todos los que nos dedicamos a la cultura y apoyó sistematicamente cualquier iniciativa editorial, de cine, musica, etc. que valiera la pena, por minoritaria o limitada que fuera. Eso podia suponer la difernecia entre sobrevivir o desaparecer. Es algo con lo que no podemso contar ya,
Y los que vivimos los primeros años de la democracia sabemos con que valentía los profesionales y la empresa se enfrentaron a aquellos dias.
Yo recuerdo perfectamente el efecto que hizo la llegada del número extraordinaro de El Pais a las puertas de las COrtes, donde estaba trabajando, el 23F. Ningún otro periódico se atrevió a tanto y eso da la medida del compromiso del que habla Angeles Gonzalez Sinde. Lástima que haya llegado a su fin. Este será un pais peor sin el.
Tras leer, en diagonal, el artículo sólo nos queda salir con las manos en alto. Estamos rodeados.
Hay muy buena calidad en esta publicación. No vayamos a fastidiarla, como en El País.