Pudridero
Johnny Ryan
Entrecomics Comics / Fulgencio Pimentel
240 páginas. 17 x 24 cm.
Cartoné. B&N.
20 euros
Para hablar de la última obra publicada por Entrecomics Comics y Fulgencio Pimentel en esta reseña me he decidido por un inicio clásico —y algo rancio, probablemente— acudiendo a la RAE. Para consultar la definición del término empleado en el título de la misma, quiero decir, que nos facilita una primera acepción entendida como el sitio o lugar en que se pone algo para que se pudra o corrompa. Porque eso es exactamente Pudridero.
Titulada en el original como Prison Pit, la historia comienza con la llegada del protagonista, Carantigua, al lugar en el que se desarrolla la acción, arrojado allí por sus carceleros. No sabemos por qué ha sido capturado, ni quién es, ni qué es esa versión del carcelario yermo australiano entre planetario y futurista al que lo han enviado, que tanto podría ser una Esfera de Dyson para criminales como el puñetero infierno, sin más. Solo sabemos que tendrá que arreglárselas para sobrevivir en un entorno abiertamente hostil.
A caballo entre la espectacularidad de la lucha libre mexicana y las maniobras fantásticas del manga de acción más gore, Johnny Ryan lleva al fornido y salvaje protagonista de su obra al enfrentamiento visceral con diversos enemigos —otros presos, si no nativos del lugar— con inspiraciones visuales sobre la monstruosidad que abarcarán diversas mitologías, desde la griega a la lovecraftiana, y referentes más contemporáneos, comerciales y populares como la juguetería de monigotes articulados de los ochenta del estilo de los Masters del Universo. Toda esa monumental refriega se saldará a base de hostias a rodabrazo, pero también a través de un surtido arsenal escatológico. Como leen: los movimientos y combos letales de los contendientes se desarrollan a través del uso creativo y sobrenatural de toda una variedad de fluidos corporales y casquería, elementos clave para obtener la victoria. Semejante despliegue de vísceras y líquidos internos no es gratuito, como bien comenta el crítico Santiago García en una de sus reseñas sobre la obra —que además emplaza dentro de un cierto grupo/movimiento artístico en materia de minicómics que denomina como los primitivos cósmicos—. Si en una escena cualquiera de un cómic cualquiera el autor recurriera a la escatología para provocar una reacción en el lector o buscar así la carcajada fácil, podríamos hablar sobre la gratuidad de su uso. Pero este no es el caso. Todos esos elementos devienen esenciales para el transcurso de la acción, como el acero y los embrujos pudieran serlo en un cómic de acción de espada y brujería, porque es lo que define la ambientación y a los personajes y sus esencias.
Como lectores, asistimos a los acontecimientos como cuando se presencia un accidente: sabemos que es algo muy chungo, pero no podemos apartar los ojos. Más aun, este será un accidente en cadena, dado que los rivales vendrán uno detrás del otro, subiendo las apuestas constantemente. Un terrible trajín sisifesco en el que, para sobrevivir, Carantigua deberá seguir la lógica vital del pudridero: ser más sucio que el otro, corrompiéndose, adaptándose y transformándose a sí mismo, para así subir al siguiente nivel.
Si el impacto argumental de la obra les parece para caerse de culo, el impacto gráfico no lo es menos. Ryan decide presentarnos toda la obra con el estilo garabateado de un crío, a base de dibujar anatomías de monigote de juguete, fondos simples y vacíos y mucha línea explosiva para la acción. Sin embargo, en lo que se refiere a la estructura de la viñeta y su secuencialidad todo está bien organizado, el transcurso de las acciones queda perfectamente comprensible y todo lo que aparezca en la historia será identificable. La ausencia de realismo en el dibujo salvará parcialmente a los sensibles para con el gore, pero inevitablemente cuando veamos un mojón ante nosotros, lo identificaremos como tal de forma automática (o casi). También ahí podría residir una de las claves del éxito del libro: que el estilo gráfico lo acerque al lector induciéndole a pensar que podría haberlo dibujado él mismo, consiguiendo que semejante despliegue de inventiva e imaginación sin fin despierte el niño que llevamos dentro. Eso sí, uno gamberro, marrano y bastante enfermizo.
En cuanto a la excelente coedición de Entrecomics Cómics y Fulgencio Pimentel, cabe destacar que contiene los dos primeros libros de la versión original en este —la serie original tendrá seis entregas— y que trae consigo una divertida contradicción: tan sucio y podrido es su interior como pulcro y refinado su diseño exterior. Y así parece ser que es como ha gustado en Estados Unidos.
Para el futuro solo nos queda saber si el título español dará sentido a la obra también en la segunda acepción que da el DRAE al término: el de una cámara destinada a los cadáveres antes de colocarlos en un panteón.
«Pudridero» es LA CAÑA, me ha servido para desintoxicarme del amuermantisimo «¿Eres mi madre?» de Alison Bechdel que me regalaron unas buenas amigas y que es una ensalada estomagantemente esnobista de Virginia Woolf, psicoanálisis e introspección del tipo «mi fascinante diferencia», únicamente apto para los muy convencidos.
Pero basta de Bechdel. Si tuviera dinero, le regalaría a todos mis amigotes una copia de este fantástico «Pudridero» (según dice el editor, solo han sacado 1.700) y dedicaría el fin de semana a comentar las múltiples «partidas de polla» (no hay otra forma de decirlo, y uno tiene que estar a la altura) de esta pequeña maravilla.
La reseña me ha dejado dudando, pero tu comentario ha sido rotundo. Seguramente lo busque.
Pingback: 17/10/12 – Pudridero, de Johnny Ryan « La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real
Is this from a show somewhere? is there a gallery name or website/ is the art for sale»? Thanks.
¿Es recomendable para los que el Johny Ryan humorístico de El Víbora ya nos daba bastante asco?
Es que no me gusta nada este estilo de cómic gochón y escatológico, me da un poco de asquito, pero lo está poniendo todo el mundo tan bién que me hacen dudar.
Pudridero es diferente a lo que Ryan ha hecho anteriormente. Tiene algunos componentes similares, dígase, sí, los recursos escatológicos; pero aquí no busca despertar la carcajada salvaje (aunque a veces lo consiga).
Esto es un tebeo de aventuras, una serie de acción de supervivencia a lo bestia y toda la escatología y el gore queda integrada en la historia de forma que queda como algo natural en el universo en el que viven los personajes, al punto que se va haciendo cada vez más bestia e imaginativa, pero también el lector también lo va encajando de forma natural. De la misma forma que asumirías leyendo Dragon Ball que los personajes lanzan bolas de energía y su fuerza sube de nivel: cuando suben al nivel 3 o lanzan una bola cinco veces más grande te emociona, pero tampoco te sorprende. Se vuelve lógico.
Aunque si el gore en sí no te gusta, no te lo recomendaría. Si bien como digo en la reseña también queda algo aliviado por el estilo de dibujo. Guillermo, échale un vistazo en tu librería de referencia, es la forma más rápida de saberlo.
En cuanto a lo que dice David Fernandez (por comentar un poco más) me produjo un efecto muy parecido. Pudridero es bienvenido a aumentar la variedad de lo que se está publicando actualmente. Te permite leerte un tebeo de acción entretenidísimo y lígero sin tener que ponerte a bucear entre colecciones de superheroes y confusas continuidades, si no estás muy metido en ellas.
¡Saludos!
Una auténtica chorrada de principio a fin, si este trabajo lo editase Marvel o DC con un dibujante de verdad, lo defenestrarían.