De los muchos detalles que revelan a España como una democracia cutre y digna de la mayor desconfianza, destaca ese afán de los partidos políticos por ejercer una indiscriminada limpia en los medios de comunicación públicos tan pronto como llegan al poder. Lo vemos cada pocos años, a escala nacional y también autonómica. Es cierto que el Partido Popular, en esta actividad, se da más maña que los socialistas, quizá porque, a pesar de que la ideología anda en coma últimamente, a los antiguos representantes de la centro izquierda aún les quedan unas migas de respeto hacia la población que les sustenta.
La cuestión se vuelve particularmente triste en los meses inmediatamente posteriores a la formación de un nuevo gobierno, cuando vamos descubriendo por la prensa los nombres de quienes serán responsables del ente público y de cada una de sus partes (radio y televisión, principalmente). Tampoco son agradables los días posteriores a esos nombramientos, cuando profesionales buenos, malos y regulares son finiquitados nunca por motivos ideológicos, siempre estructurales o presupuestarios. Fin de contrato o motivos personales, siempre hay una coartada para que la disidencia política sea puesta en fila en dirección a la puerta.
Indigna, en cada periodo electoral, la certeza de que esta situación es inevitable: gane quien gane (PSOE o PP o el nacionalismo periférico correspondiente), habrá cambios en los medios públicos, una despiadada aniquilación de rostros y voces y corbatas seguida del ordenado retorno de los más variados hijos pródigos exiliados durante la administración enemiga.
Indigna y cabrea, sobre todo, la naturalidad con que la sociedad española asume este rasgo de democracia malformada, como si, no se sabe muy bien por qué, la ciudadanía se hubiese resignado a convivir con la manipulación en los primeros números del mando a distancia. Como si, de alguna manera, sintiésemos que la información no es un derecho tan fundamental como dice la Constitución en su artículo 20. Quizá es que muchos piensan que basta con ver Telecinco o Antena 3, que ya están La Ser y La Cope y El País y El Mundo. Que el derecho de un ciudadano a estar informado queda sobradamente saciado por las grandes corporaciones mediáticas. Que todo lo que pase de ahí es un lujo.
Quizá porque una mayoría opina así, las cabezas pensantes del Partido Popular apenas están encontrando oposición en su plan para depauperar RTVE hasta la escualidez; no digamos ya en su iniciativa para privatizar los medios públicos autonómicos. Políticos corruptos de palabra, obra y omisión comparecen parapetados tras una sonrisa en rueda de prensa y preguntan a la ciudadanía: ¿de verdad queremos gastar dinero en radios y programas de televisión pudiendo gastarlo en, por ejemplo, mamografías y radioterapia?
Curiosamente, el dinero para mamografías y radioterapia sigue descendiendo mientras aumenta la cuantía de dinero público destinada a los bancos. Nuestro progresivamente mermado derecho a la información colabora en el taponamiento de las heridas abiertas de un sistema financiero perverso y criminal.
Y, sin embargo, sospecho que buena parte de la ciudadanía está a favor del desmantelamiento de los medios públicos. Después de todo, tienen razones para sostener que esos medios no son y nunca han sido de información, sino, en todo caso, de entretenimiento y propaganda. Es cierto en muchos casos. Pero no deja de ser paradójico y digno de reflexión que los mismos políticos que durante décadas han manipulado esos medios, consideren ahora su venta tan urgente e imperiosa.
Quizá tengan razón. Quizá lo mejor que puede hacerse con los medios de comunicación públicos es despiezarlos y entregarlos sin regatear demasiado al primer postor que se deje caer. Pero es fundamental ser conscientes de que esto constituye una nueva derrota social. Es otro logro que sumar al triunfo de la mala política y la peor gestión. Otra vergüenza para esta sociedad extraordinariamente permisiva con la corrupción y la manipulación.
Los medios públicos nacieron para informar, formar y entretener, para difundir los valores democráticos y promocionar la cultura. Su fracaso es una herida más en esta democracia que se desangra.
Muy buen artículo, pero echo en falta nombrar y subrayar la manipulación y el clientelismo en entes autonómicos que dan auténtico pavor: CANAL9 Valencia, ETB, y el escandaloso caso de TV3, RAC, El periódico de Cataluña… Al incidir tanto en TVE, la gente se piensa que sólo manipulan ellos, o que son los que más manipulan, y acuden a sus teles locales para escuhar cantos de sirena. Pero la oligarquía derechona que controla esas comunidades hacen lo mismo!! PNV, CiU… y no hablemos de cómo subvencionan con publicidad las opiniones.
Que no se te olvide Telemadrid, que en todos sitios cuecen habas.
¿Escandaloso caso de TV3? ¿En qué mundo vive usted? Es, posiblemente, el canal autonómico que atesora más calidad en sus contenidos. Con el gasto consiguiente, desde luego, pero merece la pena viendo el resto de la parrilla televisiva.
Jojojojo, más que Guardián de las Estrellas es usted Guardián de las Esencias (Patrias).
RAC y El Periódico no son ni han sido nunca públicos
Mario, ¿seguro que te has leído todo el artículo?
«Indigna, en cada periodo electoral, la certeza de que esta situación es inevitable: gane quien gane (PSOE o PP o el NACIONALISMO PERIFÉRICO CORRESPONDIENTE), habrá cambios en los medios públicos, una despiadada aniquilación de rostros y voces y corbatas seguida del ordenado retorno de los más variados hijos pródigos exiliados durante la administración enemiga.»
Mario, le recuerdo que El Periódico de Catalunya y RAC son medios privados, y encima de grupos rivales (RAC pertenece a Godó, propietario de la Vanguardia, competencia directa de El Periódico).
El mayor paradigma de manipulación mediática lo llevamos sufriendo los madrileños ya más de diez años con Telemadrid. Ahí es donde he visto las mayores burradas de mi corta vida.
Una denuncia más que lamentablemente quedará enterrada por problemas más acuciantes que se ventilan con su correspondiente dosis de demagogia.
¿Usted ha probado a ver algún «informativo» (por llamarlo de alguna manera) de Canal Sur?
En la referencia a las televisiones autonómicas, se debio desmantelar esos pozos de propaganda hace siglos. No hay derecho de información que aguante 50 canales autonómicos (que no es uno por comunidad, porque la mayoría tienen varios) que no hacen otra cosa que gastar dinero público al servicio de los intereses del partido «reinante» en cada comunidad.
Distinto es el tema de TVE, que como bien dices, debería ser un medio serio e imparcial, porque lo pagamos todos, no solo los votantes de uno u otro bando.
¿De la Eitb no dices nada? ¿Crees que informa ecuánimemente?¿que no es partidista? ¡Qué fácil es nadar a favor de corriente!
Andrés, ¿qué parte de este párrafo no has entendido?
«Indigna, en cada periodo electoral, la certeza de que esta situación es inevitable: gane quien gane (PSOE o PP o el nacionalismo periférico correspondiente), habrá cambios en los medios públicos, una despiadada aniquilación de rostros y voces y corbatas seguida del ordenado retorno de los más variados hijos pródigos exiliados durante la administración enemiga.»
Palabras clave: nacionalismo, periférico, correspondiente
La televisión pública es controlada por el Gobierno, y nada más normal que el hecho de que sea éste quien escoja a los integrantes de ésta. En su lugar habría que preguntarse si es necesaria una televisión pública.
Siempre puede usted cambiar de canal.
Yo pienso más en el factor humano. Mi militancia ideológica me ha impedido votar, digo mía, de yo: propia.
Verán, los que diseñaron, montaron, camuflaron, descerebraron esta sociedad no son otros que aquellos que accedieron al poder recién se comenzó la «democracia». No es de extrañar que los medios de comunicación se hayan dotado de los mejores estrategas para distorsionar todo lo posible y según quien gobierne en el momento oportuno. En fin, mis antiguos camaradas están ahí, entre esa amalgama de cosas que se llama comunicación o inventiva, ve a saber. Por lo demás, un artículo que no revela nada previsible y no anticipa nada que lo mejore.
Lo que han hecho con Juan Ramón Lucas, Toni Garrido, Ana Pastor o el menos mencionado Javier Gallego, no tiene ninguna razón de ser. Con el cambio todos han perdido audiencia, el telediario de la 1 también ha caído en audiencia, se están cargando a corresponsales etc…
Está claro que quieren 1º enchufar a su gente y 2º cargarse a la gente que ellos piensan que puede ser molesta para sus intereses ideológicos.
Más allá de que busquen periodistas más afines a su espectro ideológico, lo que me preocupa de verdad es la deriva de ciertos contenidos y profesionales hacia el acatamiento sumiso, la supresión total de cualquier atisbo de crítica hacia el poder. Eso, por ejemplo en RNE, no se daba en estos últimos años, y está volviendo. Eso es lo que nos tiene que preocupar.
A mí me da igual que el periodista vote al PP o PSOE o las CUP mientras le de caña al que esté en el puesto, investigue hacia la verdad y fomente espíritu crítico.
Lo de los informativos de Canal Sur también es flipante. Amén de una programación basada en toros, programas para que ancianos encuentren pareja y copla. Encima el segundo canal, bastante potable por el contrario, lo han quitado.
Arcadi Espada definió muy bien las televisiones autonómicas como TV-3, Telemadrid o Canal Sur. Los llamó «focos achicharrantes».
Te sigo y estoy de acuerdo contigo en casi todo lo que dices. El problema que tengo es que cuando escribes lo siguiente: «Indigna y cabrea, sobre todo, la naturalidad con que la sociedad española asume este rasgo de democracia malformada, como si, no se sabe muy bien por qué, la ciudadanía se hubiese resignado a convivir con la manipulación en los primeros números del mando a distancia.» Yo no me resigno,pero sinceramente… NO SÉ QUÉ HACER O CÓMO HACERLO! (Sí, es un grito desesperado). ¿Alguna sugerencia?
PD: Y no me pasa sólo contigo; también con muchos periodistas y divulgadores.
Qué grandes eres, Jose Antonio.
Pingback: Jot Down: Medios públicos de propaganda | Periodismo y TV | Mi Mesa Cojea