Tour de Francia 1987 – La Plagne
Jueves, 23 de julio de 1987. Pedro Delgado llega exhausto a la meta de La Plagne, tirando de riñones y enfundado en su jersey amarillo. Instintivamente, mira hacia atrás: la última referencia que conocemos, a 5 kilómetros de la llegada, habla de un minuto de diferencia sobre Stephen Roche. Un minuto es exactamente lo que necesita Perico para afrontar con garantías la contrarreloj de Dijon, pero las sensaciones no son buenas: en los últimos dos kilómetros, el español ha agarrado algo parecido a una “pájara”: Fabio Parra le ha adelantado sin problemas cuando también andaba a unos 45” pocos metros antes y ha acabado la etapa con dieciocho segundos de ventaja sobre el segoviano.
En el pódium ya se prepara Laurent Fignon, ganador de la etapa en un sprint larguísimo contra Anselmo Fuerte, que golpea con rabia su manillar, harto de repetir segundos puestos en las etapas alpinas de un Tour completamente loco, sin duda el más emocionante en muchos años, el más abierto tras la retirada de Hinault y la baja de Greg LeMond por su accidente de caza. Delgado tiene 25” de ventaja en la general sobre el irlandés y quizá la necesidad le ha hecho precipitarse con ese ataque a 15 kilómetros de la cima. La necesidad y la adrenalina, después de perseguir durante más de una hora y media al grupo de Roche, escapado en un falso llano con un grupo del que tiraban como locos dos ciclistas de Fagor —el español Pedro Muñoz entre ellos—. Fagor , precisamente, sería el siguiente equipo del irlandés, harto ya de las guerras internas con Visentini en el Carrera.
Perico mira hacia atrás y junto a él media España. Es la primera vez desde 1973 que un español tiene verdaderas opciones de ganar el Tour. Antes de él solo quedan los imponentes nombres de Federico Martín Bahamontes y Luis Ocaña. No ha dado tiempo casi a poner el cronómetro en marcha cuando vemos a Stephen Roche tomar la curva y acercarse a la rueda de Delgado. Tras una aceleración descomunal y agónica a la vez consigue llegar con solo cuatro segundos de desventaja, que serán catorce por una pequeña sanción que los jueces le impondrán por avituallamiento indebido.
El palo es enorme. Los aficionados se tiran de los pelos mientras Roche se lanza al suelo, la mirada perdida, pidiendo oxígeno. Sabe que ha ganado medio Tour de Francia, que su experiencia como rodador y contrarrelojista le darán en Dijon lo que lleva tres semanas acechando. Con todo, en el PDM, el equipo de Perico, todavía apelan al milagro. Ha sido un Tour de exhibiciones y desfondamientos continuos. Los tiempos anteriores a la EPO. Aquí, los burros son burros y los caballos de carrera son caballos de carrera… y ni siquiera todos los días. Un Tour loco, completamente incontrolable, que empezó en Berlin el 1 de julio con un pequeño prólogo y acabará veinticinco días más tarde en París, como cada año. El mejor Tour que he visto en mi vida. Un Tour generacional, hasta cierto punto, y el primero de los tres que pudo ganar Delgado.
Los favoritos de un Tour sin favoritos
En la línea de salida de Berlín se dan cita varios favoritos pero pocos campeones. Ahí está Fignon, tratando de volver a los tiempos de esplendor del Reanult de Cyrille Guimard, con el que ganara los Tours de 1983 y 1984 antes de que las lesiones y una vida muy disipada le alejaran de los primeros puestos de la clasificación. Las otras dos grandes esperanzas francesas son dos jóvenes prometedores: Jean-François Bernard, del Toshiba, y Charly Mottet, combativo corredor del System U, compañero de equipo de Fignon. Junto a ellos, un reguero de ciclistas con méritos suficientes pero que dejan dudas: Sean Kelly lleva años metido en el top 10 de Vuelta y Tour, pero sin dar el paso necesario en las etapas de montaña… justo lo contrario de lo que le pasa a Lucho Herrera, flamante vencedor de la Vuelta a España de ese año, pero cuyas prestaciones contra el reloj le dejan fuera de las quinielas al triunfo. Hampsten y Alcalá, del 7-Eleven, pueden ser amenazas puntuales y tampoco hay que descartar de entrada ni a Urs Zimmerman ni al jovencísimo Erik Breukink ni mucho menos al otro gran colombiano, Fabio Parra, algo mejor contrarrelojista que Herrera aunque menos espectacular en las cumbres.
La “Armada española” presenta una participación de lujo: hasta cinco equipos empiezan el Tour con objetivos que van desde la victoria en una etapa de montaña hasta un puesto aceptable en la general final. El BH está encabezado por Anselmo Fuerte, Fede Etxabe y un prometedor bejarano llamado “Lale” Cubino; en el Teka, Eduardo Chozas debería ser el equipier perfecto para Raymond Dietzen, verdadero jefe de filas; el Reynolds llega con Ángel Arroyo, segundo en 1983, más un altísimo corredor navarro llamado Miguel Induráin y la eterna esperanza de Julián Gorospe. El Caja Rural trae a Peio Ruiz-Cabestany y a Marino Lejarreta, acostumbrado en aquella época a correr las tres Grandes Vueltas del tirón, de abril a julio, sin pausas. Por último, el KAS de Sean Kelly tiene entre sus filas a Iñaki Gaston y Javier Murguialday, dos todoterrenos que pueden cazar una etapa en cualquier momento.
Sin embargo, el español señalado por todos como gran favorito es Pedro Delgado, en su segundo año en el PDM holandés, junto a su inseparable compañero José Luis Laguía. La marcha de Delgado al PDM se explicó en su momento por un considerable aumento de sueldo y la necesidad de tener un equipo que pudiera rodar bien, proteger a su líder en el llano y los descensos y no hacer el ridículo en las contrarrelojes por equipos, como la que va a celebrarse aquel año antes incluso de salir de Alemania. Si Delgado es el favorito de la afición por sus ataques salvajes y sus pájaras incomprensibles, su némesis es Stephen Roche, corredor irlandés que ya fuera tercero en el Tour de 1985 detrás de los inalcanzables Hinault y LeMond, compañeros y rivales en La Vie Claire.
Roche es un hombre pequeño y tímido con cara de niño. Se defiende bien en todos los terrenos sin llegar a arrasar en ninguno. Cuando llega a Berlín, él mismo se autodescarta de la lucha por el Tour ya que viene de tres semanas agotadoras en Italia, donde ha ganado el Giro tras vencer a sus rivales y a las propias luchas internas en el seno del equipo Carrera, donde su relación con Roberto Visentini le ha dejado sin apenas gregarios más allá del siempre fiel Eddy Scheppers. No se sabe si viene a trabajar para Zimmerman o si Zimmerman acabará trabajando para él. Donde Delgado es carcajada y temeridad, Roche es timidez y cálculo.
En el prólogo, el irlandés demuestra su buen estado de forma, quedando tercero a 7” de Jelle Nijdam. Perico no lo hace nada mal y queda el 23º a apenas 19”, superando a Kelly, Mottet y Fignon, con el mismo tiempo que Raúl Alcalá y un poco detrás de Bernard y Breukink. El primer español es Miguel Induráin, octavo, a 10” del ganador.
Etapa prólogo del Tour de Francia 1987
La primera semana: sobrevive como puedas
Por muchas veces que hayamos oído aquello de “El Tour no se gana en la primera semana pero sí se puede perder”, el topicazo no deja de ser verdad. En 1987, la primera semana sigue siendo un potro de tortura para los ciclistas españoles, poco habituados a las enormes velocidades que alcanza el pelotón en el llano, algo torpes a la hora de esquivar las caídas y con dificultades para los abanicos que el viento va formando en las etapas llanas. Por si eso fuera poco, el Tour mantiene su tradición de organizar una contrarreloj por equipos al poco de empezar y los términos “contrarreloj” y “español” son como agua y aceite.
El primer día tiene dos sectores: el de la mañana se salda con una escapada de pocos corredores y victoria de Nico Verhoeven mientras el de la tarde es la ya famosa crono por equipos, de apenas 40 kilómetros, pero que empieza a marcar diferencias. El BH, por ejemplo, se deja casi cinco minutos, el Postobón pierde tres y medio y las cosas no les van mucho mejor ni al Teka ni al Café de Colombia de Lucho Herrera y Fabio Parra, con dos minutos y medio, casi tres, de retraso. Caja Rural, Kas y Reynolds salvan los muebles con unas pérdidas aceptables, algo superiores al minuto, y el PDM de Pedro Delgado acaba la etapa sexto a 41” de los vencedores, los insuperables Carrera de Bontempi, Roche y Zimmerman, que dan así su primer hachazo a la general y cercan el liderato del polaco Lech Piasecki, corredor del equipo Del Tongo, segundo clasificado de la etapa.
Solo ha pasado un día y Roche sigue tercero, con 32” sobre su compañero Zimmerman, 38” sobre Bernard, en torno al minuto sobre Mottet y Fignon… y 1´13” por delante de Pedro Delgado, que pese a todo declara: “Hasta ahora no puedo quejarme de las contrarrelojes”.
Sin embargo, el primer gran momento del Tour llegaría en la tercera etapa, aún en Alemania. Ante la pasividad de un pelotón que no tiene líder definido, un grupo de escapados empiezan a coger minutos y minutos de ventaja. El grupo se rompe en pedazos: por delante, Acacio Da Silva le gana la etapa a Eric Maechler, quien se coloca líder. A 48” llega un grupo con Charly Mottet y Federico Etxabe, más el siempre imprevisible Eric Caritoux. Raúl Alcalá atacará para sacar un minuto y medio de ventaja al gran pelotón, que llegaría a casi seis minutos del vencedor, con Perico diez segundos por delante.
El liderato de Maechler da un vuelco a la general pero a la vez obliga al Carrera a dirigir las operaciones, ya no puede esquivar más su responsabilidad: en la primera etapa francesa (sexto día de Tour), Alcalá gana otro minutito demarrando poco antes de la llegada a Epinal, pero el resto de los favoritos siguen en sus posiciones esperando la primera gran contrarreloj, que llegará en la décima etapa, un recorrido inhumano de 87,5 kilómetros que a la fuerza tienen que separar el grano de la paja. Después de casi dos horas de esfuerzo en solitario, Stephen Roche consigue el triunfo… pero no el liderato, que le sigue esquivando, y que cae en hombros de Charly Mottet, segundo clasificado en la jornada, a solo 42”.
Etapa contrarreloj de 87,5 kilómetros
Luis Ocaña afirma: “Esto es un duelo entre Roche, Delgado, Mottet y Millar”, incluyendo al agitador escocés que perdiera lamentablemente las Vueltas de 1985 y 1986 ante Álvaro Pino y el propio Pedro Delgado. El conquense tiene algo de razón, aunque se deja un nombre en el tintero, el del sexto clasificado: Jean François Bernard, que ya se cuela en el octavo puesto de la general.
Acaban los primeros diez días del Tour, los tramposos, los llanos, los de los ataques por sorpresa y entre los favoritos la cosa está así:
- Charly Mottet (FRA/ System U)
- Stephen Roche (IRL/Carrera) a 3´23”
- J.F. Bernard (FRA/Toshiba) a 5´31”
- Pedro Delgado (ESP/PDM) a 6´41”
- Robert Millar (ESC/Panasonic) a 6´45”
Tras ellos quedan Zimmerman a 7´13”, Breukink a 7´57”, Alcalá (la gran decepción de la crono) a 8´12” y Laurent Fignon a 8´46”. Kelly cede cinco minutos más y queda a diez del líder, mientras Parra y Herrera se llevan unas minutadas de escándalo, 6 y 9 minutos respectivamente, perdiendo toda opción, un año más, al triunfo.
La batalla de los Pirineos
La contrarreloj de Perico ha sido brillante, quedando décimo en la clasificación de la etapa a solo 2´29” de Roche. Su situación es envidiable pero eso no obvia que aún tiene tres minutos y pico de retraso con el irlandés y casi siete con el inesperado Mottet, que cuenta con el colchón de su escapada en la tercera etapa y que se ha resistido como gato panza arriba en la contrarreloj. No le queda más remedio, por tanto, que pasar al ataque y utilizar a Rooks y Theunisse como gregarios de lujo.
El camino hacia los Pirineos deja una victoria de Martiel Gayant en Chaumeil, derrotando en la escapada a Laudelino Cubino y quitándole de paso el liderato a Mottet, que se ha limitado a seguir la rueda de los demás favoritos, todos en grupo a 11´02” salvo por tres valientes que arrancan unos quince-veinte segundos: Lucho Herrera, el infatigable Raúl Alcalá y Pedro Delgado. Eso no será nada comparado con lo visto dos días después en la llegada a Pau, otra etapa caótica.
En el kilómetro 51, antes incluso de pasar el primer puerto, ataca Cabestany y se lleva a su rueda a Alcalá y Breukink. La escapada junta a diez buenos corredores que van abriendo hueco poco a poco frente a un pelotón que no acaba de organizarse, los System U pidiendo al Carrera que tire y los italianos haciéndose los locos… A pie del Soudet ataca Lucho Herrera, como es de esperar, y se lleva consigo a Bernard. Herrera no preocupa en la general, pero Bernard sí debería hacerlo. Pese a todo, ningún favorito reacciona. En la cima, la diferencia es de casi dos minutos sobre el pelotón, en el descenso se juntan todos los primeros formando un grupo con Bernard, Breukink, Herrera, Alcalá, Omar Hernández, Wilches y Fuchs. Juntos colaboran hasta la base del Marie Blanque, donde de nuevo ataca Herrera, que se queda solo en cabeza con Breukink, Bernard y Wilches pisándole los talones. Por detrás, Delgado ataca pero no consigue marcharse, aunque sí descuelga a Mottet, Fignon, Lejarreta y Etxabe.
La situación empieza a complicarse cuando a 20 kilómetros de meta, el grupo de Bernard llega a los cinco minutos de ventaja y roza el maillot amarillo. Ahora sí, el System U tira en bloque y reduce poco a poco la diferencia después de reintegrar a Mottet en el grupo de los favoritos. La diferencia se queda en 3´45” con respecto a Breukink, que gana la etapa después de demarrar en el último kilómetro, dejando atrás a Bernard, Wilches y Herrera, por ese orden. Ha sido todo un golpe de autoridad y la joven promesa del ciclismo francés, el heredero de Hinault y Fignon queda segundo de la general a menos de dos minutos de su compatriota Mottet. Justo detrás de él, Roche, Breukink y Marc Madiot. En sexto lugar, a 6´24”, Pedro Delgado, que tiene la sensación de haber dejado atrás una gran oportunidad pero que sabe que le llega otra justo el día siguiente con la llegada a Luz Ardidén.
El día de la Fiesta Nacional francesa será un día de lucha sin cuartel: los aficionados locales parten con la ilusión de que Mottet y Bernard se consoliden en los dos primeros puestos de la general. Son corredores distintos pero hasta cierto punto similares: Mottet es más gesticulante, más agresivo; Bernard, por el contrario, es más serio, un aire maldito en la cara. Ambos coinciden en ser buenos contrarrelojistas y buenos escaladores, sin excesos. Lo que ninguno ha demostrado es su capacidad para aguantar una carrera de tres semanas, cosa que sí han hecho Roche, Delgado e incluso Breukink, en el Giro de Italia.
En la segunda ascensión de la etapa, el temible Aubisque, ya se ve que Bernard no tiene el día. Empieza a perder metros ante las aceleraciones en el grupo de Hampsten y Herrera, que luchan por cazar a los fugados y disputarse la etapa en la cima de Luz Ardiden. Fignon, Breukink y Zimmerman caen poco después. Son solo unos segundos, apenas un minuto de diferencia, pero ya es una señal: esos hombres están marcados por los lobos de la carrera y tendrán un día muy largo por delante. Durante 40 kilómetros, Bernard tira de su grupo como un loco para unirse al de los favoritos, justo a punto de llegar a la cima de Berderes. Lo consigue, pero el esfuerzo brutal lo acusa al primer ataque de Herrera en Luz Ardidén.
Lucho va sin cadena, bailando sobre la bicicleta. Por detrás, los elegidos suficiente hacen con aguantar. Tras Bernard vuelve a quedarse Fignon y después de Fignon, desastre nacional, el propio líder. Con Mottet detrás, Hampsten lanza su ataque para intentar alcanzar a Herrera y Lauritzen, que aún se mantiene en cabeza después de protagonizar la escapada del día junto al habitual grupo de aventureros. El público español espera el ataque de Perico pero Perico va con el depósito en reserva y a duras penas se aprovecha de la rueda de Anselmo Fuerte, al que le agradecerá después de la etapa su apoyo en un momento tan crítico. Roche, también desfondado, se defiende, y Fignon hace de guía de Mottet por las rectas del coloso pirenaico.
En la meta, un goteo de corredores: Lauritzen aguanta por siete segundos el envite de Herrera y se lleva la etapa. El colombiano arranca 46” a Hampsten, 1´23” a Delgado y Robert Millar, 1´30” a Roche… mientras que Bernard llega a 2´54” del ganador de la etapa y el líder, Charly Mottet, pierde 3´33” solo en una ascensión, disparando todas las alarmas. Mantiene el jersey amarillo igual que Bernard sigue en segunda posición, pero los chacales se acercan. El Tour sale de los Pirineos, después de 14 etapas y un prólogo con todo por decidir y esta clasificación general:
- Charly Mottet (FRA/System U)
- J.F. Bernard (FRA/ Toshiba) a 1´13”
- Stephen Roche (IRL/ Carrera) a 1´26”
- Pedro Delgado (ESP/ PDM) a 4´21”
- Robert Millar (ESC/ Panasonic) a 4´42”
Tras ellos, un Wilches peleón ocupa la sexta plaza, mientras Zimmerman, Alcalá, Herrera y Hampsten completan el top 10, del que se queda fuera por los pelos, a más de diez minutos, Laurent Fignon. El jovencito Breukink, tras perder 13 minutos en la cima de Luz Ardiden, dice adiós a cualquier opción de pódium.
Camino de los Alpes, entre tormentas y pillerías
La decimoquinta etapa, entre Tarbes y Blagnac tiene toda la pinta de ser eso que llaman “etapa de transición”… pero cuando no hay patrón en una carrera como el Tour, todo es caos frenético y ataque tras ataque. En medio de una descomunal tormenta, el pelotón se acaba partiendo en dos. Sin que se sepa muy bien por qué, de repente, treinta corredores, los más pillos o simplemente los que tomaron más riesgos con la carretera mojada, toman una ligera ventaja. En ese grupo está Delgado junto a otros tres PDM y está Mottet acompañado de cinco System U más. También se puede reconocer a Herrera, Parra, Wilches, Hampsten y Alcalá… pero no hay ni rastro de Roche ni de Bernard, que, incomprensiblemente, siendo excelentes rodadores, se han quedado atrás junto al pequeño Robert Millar.
Decimoquinta etapa del Tour de Francia 198
Quedan 50 kilómetros para línea de meta y Thierry Marie lanza al grupo de escapados mientras Rooks, Fignon, Stevenhagen o Marc Madiot pasan a relevos. Detrás tiran Carrera y Panasonic. La ventaja alcanza pronto los 40”, subirá a los 53” y se estabilizará poco después. El ritmo es tan elevado que el propio Wilches, la gran esperanza colombiana en la general, tiene que ceder y refugiarse en el grupo perseguidor. Al final, en meta, la diferencia es de un minuto y siete segundos. La etapa la gana Rolf Golz con casi doce minutos de ventaja, pero nadie hablará de él sino del despiste de Bernard y sobre todo de Roche, el único que cometerá en las tres semanas de Tour. Perico sigue cuarto, pero ya a menos de dos minutos del irlandés, que parece ir a menos conforme avanzan los días, lejos de su pico de forma del Giro.
La siguiente etapa, aún camino de los Alpes, tiene también pinta de peligrosa. Acaba en un puerto de primera categoría, el Millau, corto pero muy duro. Por delante, se marcha Regis Clére, del Teka cántabro, y consigue pronto una distancia que le acabará dando el triunfo con casi un cuarto de hora sobre el grupo. El camino está marcado por una calma tensa, un afilar continuo de cuchillos, durante casi 200 kilómetros hasta que a falta de tres para llegar a meta, ataca Hampsten y tras él, por fin, Perico Delgado, que parece embalado, dispuesto a recortar otro buen puñado de segundos a los tres primeros de la clasificación. Delgado pasa a Hampsten como una centella mientras detrás Bernard tira de Roche y Alcalá. Mottet se queda rezagado, a la defensiva, protegido por el siempre fiel Gayant. La debilidad del líder parece espolear a Bernard, que sigue tirando y alcanza a Hampsten y luego a Perico, formando un grupo de cinco elegidos, junto a Roche y Alcalá.
En meta, Mottet pierde 1´06”, es decir, todo lo que ganó el día anterior bajo la tormenta. Su ventaja se vuelve a ver reducida a poco más de un minuto. Perico sigue cuarto, pero solo a 3´16”, cuando antes de los Pirineos estaba a casi siete. Se le ve lleno de confianza, en su mejor momento desde aquel mágico 1983, cuando se dio a conocer en la carrera francesa como “El Loco del Peyresourde” por su descenso a tumba abierta, apoyando la barbilla en el manillar para aprovechar al máximo la aerodinámica y disminuir la resistencia al aire. Hay a su alrededor además un cierto aroma mágico, supersticioso: Bahamontes ganó el Tour en 1959, Ocaña lo hizo en 1973… si se sigue el patrón de un ganador español cada 14 años, en 1987 el turno es suyo. Además, lleva el dorsal número 51, el mismo con el que ganaron Luis Ocaña y Bernard Hinault su primer Tour, el mismo que llevaría dos veces Eddy Merckx cuando se proclamó vencedor. Incluso Anquetil, Bobet o Thevenet habían vestido ese dorsal antes de ser campeones.
Perico nos tenía a todos sin siesta por primera vez en muchos años y aún quedaba otra superstición por batir, pero eso sería más tarde, en los Alpes, antes aún tienen por delante la cronoescalada del Mont Ventoux.
La exhibición de Jean François Bernard en la montaña mágica
El Mont Ventoux está rodeado de una leyenda que solo puede compararse a la del Alpe D´Huez. Son, probablemente, junto al Tourmalet, las grandes cimas de la historia del Tour. En el Mont Ventoux han aparecido y han caído campeones. Sus más de 2.000 metros, su aspecto lunar, la ausencia de aire en los últimos kilómetros y la desgraciada historia de Tom Simpson, quien muriera en la edición de 1967 después de un primer desplome y unas cuantas eses por la carretera, en su intento desesperado por ganar su primer Tour a base de alcohol y anfetaminas (al respecto, cómo no recomendar Plomo en los Bolsillos, el maravilloso libro de Ander Izagirre, editado por Libros del KO), hacen del Ventoux un lugar para escogidos.
El domingo 19 de julio, la cronoescalada que puede decidir el Tour, tiene como claros favoritos a Roche, Delgado y quizá Herrera, si mantiene el nivel de las últimas ascensiones. Sin embargo, en medio de todos ellos se cuela Jean-François Bernard, que no solo gana la etapa sino que lo hace con 1´39” sobre el segundo, el mencionado Lucho Herrera. Tercero es Perico Delgado, a 1´51”. Entre los demás favoritos, Roche pierde 2´19” en una etapa que le venía como anillo al dedo y el líder, Charly Mottet, se deja cuatro minutos y casi todas sus aspiraciones a la general.
Los Millar, Hampsten, Wilches y compañía quedan ya muy distanciados. Entre el cuarto, que sigue siendo Delgado, a 3´56” del nuevo líder Bernard, y el quinto, Lucho Herrera, ya hay más de cuatro minutos de diferencia. La carrera se decidirá, por tanto, entre ese póker de estrellas: Bernard es encumbrado inmediatamente por la prensa gala como el sucesor de Hinault, retirado solo un año antes; Roche, ya segundo, no acaba de convencer por su estilo defensivo y parece que las fuerzas le abandonan: nadie podía imaginar que perdería casi medio minuto con Perico en una contrarreloj, por muy cuesta arriba que esta fuera. Mottet se viene abajo, poco a poco la carrera le va poniendo en su sitio. Queda Delgado, el impredecible Delgado, el hombre que anuncia batalla en los Alpes pero que nos tiene demasiado acostumbrados a las pájaras en los momentos decisivos.
Llevamos dieciocho etapas y un prólogo y aún nos queda todo por ver: cuatro etapas seguidas de alta montaña y después un día de transición hacia Dijon, donde se celebrará la última contrarreloj previa al desenlace final en París. En total, 25 etapas y un prólogo con un recorrido brutal, inhumano. A alguien tendrá que pasarle factura
Jean-François Bernard gana la etapa con 1’39» de ventaja sobre el segundo
Perico Delgado y Stephen Roche: el Tour, cosa de dos
Jean-François Bernard fue Hinault durante solo 24 horas, las que pasaron desde su apoteósico triunfo en la montaña lunar a su debacle en Villard de Lans, después de una etapa en la que todo lo que le podía haber ido mal, le fue mal. Algo raro debió de ver Roche cuando atacó al nuevo y venerado líder nada más empezar el segundo puerto, a 80 kilómetros de meta. Bernard respondió allí y respondió de nuevo kilómetros más tarde, después de que una salida de cadena a pocos metros de coronar le separara del grupo. Lo que no esperaba era el ataque masivo del System U de Mottet, su compatriota, en el avituallamiento, cuando recuperaba fuerzas después de cazar al pelotón principal.
Es un momento dramático: los System U con la ayuda de Carrera y PDM tiran como locos por delante mientras Bernard va poniéndose cada vez más y más nervioso. Al pie del Chalimont, la última subida del día, el líder pierde ya casi dos minutos y aún le caerán otros dos y pico más en meta. Es la gran ocasión de Delgado, que lanza un ataque soberbio al que solo responde Stephen Roche. Detrás quedan los sospechosos habituales: Herrera, Mottet y los constantes Lejarreta y Anselmo Fuerte, que está haciendo un Tour memorable. Roche se pega a la rueda de Delgado, que insiste en pequeños ataques que puedan romper el ritmo del irlandés. No hay manera. Coronan juntos con medio minuto de ventaja y en la bajada final, el segoviano se impone ante un Roche absolutamente agotado. Su tercera victoria en el Tour, una por cada uno de los últimos tres años.
Tras ellos van llegando los mejores de la general: Mottet, Herrera, Fignon, Alcalá… pero no se sabe nada del líder, que sube como puede al ritmo de un grupito formado por buena parte de sus compañeros y algún otro desfondado como Andy Hampsten. La diferencia final es de casi cuatro minutos y medio. El nuevo líder, tercero en tres días, es Roche, segundo queda Mottet, a 41”, tercero ya es Delgado a 1´19” y Bernard cierra ahora el cuarteto de favoritos a solo 1´39”. Cuatro corredores en menos de dos minutos y el Alpe D´Huez por delante, eso es ciclismo en estado puro.
Y es que el también mítico Alpe D´Huez será escenario de una exhibición española: la etapa se la lleva Federico Etxabe, resarciéndose de un Tour algo discreto. Segundo será Anselmo Fuerte… y séptimo Perico Delgado, que se aprovecha de una impresionante pájara del líder para quitarle el maillot amarillo. Todo empieza con el clásico demarraje de Lucho Herrera en el primer kilómetro del Alpe D´Huez, probablemente el más duro y donde años más tarde la maquinaria del US Postal se acostumbraría a decidir los Tours a favor de Lance Armstrong, a una velocidad inimaginable en este Tour de Francia de 1987.
Al ataque de Herrera responde Perico con aparente facilidad y es de imaginar que tras Delgado saldrán los Roche, Mottet, Bernard y compañía… pero no es así. Envalentonado, Perico supera incluso a Herrera y va recogiendo cadáveres de la escapada del día, A 5 kilómetros de meta, la ventaja del segoviano sobre Roche y Bernard es de 1´41”, lo suficiente para ser líder virtual de la general y el augurio de una auténtica exhibición. Es entonces cuando ocurre lo habitual en este Tour: a Perico le empiezan a faltar las fuerzas. Cuando está a punto de alcanzar a Fignon y a Ramirez, que aún quedan por delante, es Herrera el que le alcanza a él y le pasa como un relámpago. La lucha por el liderato será cuestión de segundos. Delgado resiste y Roche por detrás se entiende a la perfección con el orgulloso Bernard. Lo que podía haber sido un golpe definitivo al Tour se queda en un amago: 1´44” de ventaja en la etapa y apenas 25” en la general. Bernard, tercero a 2´02”, queda a la espera de un milagro, igual que Mottet, diez segundos por detrás.
La euforia en España es absoluta: catorce años después de Ocaña, un español viste el maillot amarillo del Tour. Nadie lo había conseguido. A la mística del dorsal 51 y la regla de los catorce años se suma una más: todo aquel que ha salido líder de Alpe D´Huez ha acabado ganando el Tour. Quedan dos etapas alpinas y una contrarreloj no demasiado larga o al menos no tan descomunalmente larga como la de Futuroscope. Delgado saluda y agita su leoncito de Credit Lyonnais lleno de emoción. Todo el mundo cree que, al día siguiente, en La Plagne, sentenciará el Tour.
El ascenso a La Plagne, el descenso a Morzine
Como hemos visto al principio, exactamente eso es lo que está haciendo Delgado a mitad de la ascensión a La Plagne. Venimos de otra etapa completamente enloquecida. En el descenso del Galibier, justo antes del avituallamiento, ha atacado Bernard, luego Delgado, luego Roche. Los tres juegan al gato y al ratón y finalmente es el irlandés el que se acaba filtrando en un grupo de siete hombres que empieza a tomar ventaja sobre el pelotón, tirado por el PDM. De Roche tiran dos Fagor, el francés Bernaudeau y el español Pedro Muñoz. Los comentaristas patrios se indignan ante el conchaveo, pero Roche va a ser el próximo jefe de filas de la marca hispano—francesa y quieren llevarse su dorsal número uno para la siguiente edición.
La cosa queda en nada porque no puede ser de otra manera: tras subir La Madeleine, el grupo de favoritos se une. Ahí están los de siempre: Delgado, Roche, Bernard, Mottet, Hampsten, Herrera, Parra… Por delante han quedado Fignon y Fuerte, que van tomando una ventaja cómoda mientras el pelotón se prepara para los 15 kilómetros de La Plagne. El resto lo sabemos: el ataque de Delgado en el mismo pie de la montaña, un alarde que se convertiría en tortura, las primeras y prometedoras diferencias, el Tour ganado a falta de cinco kilómetros, con un minuto sobre Roche, la claudicación final de Bernard y Mottet… y la pájara descomunal del español en los últimos kilómetros, clavado, desesperado, al límite, mientras Roche se agarra a la bicicleta y consigue ceder solo cuatro segundos más diez de penalización, quedando a 39” en la general y dejando a Perico y todos sus fans con una última bala en la recámara: la etapa que acaba en Morzine, con cinco puertos de por medio, La Colombier y la Joux Plane entre ellos.
Los 15 kilómetros de La Plagne
El PDM se mueve entre el optimismo y el pesimismo, como todos los que estamos viendo la carrera desde España: por un lado, Delgado parece superior. Sí, se precipita. De acuerdo, tiene tendencia a venirse abajo en los kilómetros finales… pero es superior. Roche no le ataca a él, no lo pone en peligros más que en las emboscadas de los avituallamientos. Con 39” de ventaja, todos hacemos cálculos de cuánto más necesitaría para la contrarreloj final de Dijon, de menos de 40 kilómetros. Si contamos con dos segundos por kilómetro, lo ideal sería tener un minuto y medio de margen, es decir, Perico necesita atacar y meter 45” más. Con eso nos bastaría y es posible, muy posible, porque Roche ha acabado en el suelo, con una máscara de oxígeno mientras lo llevaban a una ambulancia. Roche está muerto, ha llevado su cuerpo al límite, no puede más…
El pelotón afronta la 22ª etapa con una calma impropia, calma que solo rompe el ataque de Eduardo Chozas, que acabará por llevarse el triunfo final. Los favoritos pasan juntos el Cormet de Roselend, el col de Arevia, la Colombier y el Chatillon… llega la Joux Plane y todo el mundo tiene la sensación de que el Tour se va a jugar ahí, con el fuerte ritmo de los PDM y los BH al frente del grupo. A los pocos kilómetros, el grupo se ve reducido a cinco hombres: Delgado, Roche, Schepers, Lejarreta y Parra. Poco después, heroicamente, se les uniría Bernard, sacando una vez más fuerzas de flaqueza. Es el momento de Delgado pero van pasando los kilómetros y Delgado no aparece, al revés, se le ve al final del grupo, encorvado, como si su cuerpo después de 24 días de competición no diera más de sí. Ácido láctico del tobillo al cráneo.
El grupo va comandado por Schepers, desaparecido buena parte del Tour pero rehabilitado justo para el día clave. Schepers, compañero de equipo de Roche y amigo personal del irlandés, tanto que una de las condiciones para su fichaje por Fagor es que le acompañe su equipier de lujo, pone un ritmo infernal y nadie puede ni siquiera imaginar un ataque. Lejarreta lo intenta pero sucumbe a los pocos metros, el propio Perico tira de amor propio para lanzar su esperada ofensiva pero no va a ningún lado. Al coronar la Joux Plane todo sigue como estaba y los españoles empezamos a hacer números: 39”, 36 kilómetros contrarreloj… en fin, quién sabe.
Solo que lo peor está por llegar. Lo peor es un descenso suicida por parte de Schepers hacia la meta de Morzine. Un descenso lleno de riesgos con su compañero Roche a rueda que consigue partir el grupo de favoritos en varios pedazos: por delante, los dos de Carrera, a unos pocos metros, Delgado; unos metros más atrás, sin querer meterse en la batalla, los Bernard y compañía. No es una gran ventaja pero Schepers no cede y Perico está solo, completamente solo. En el momento decisivo ni Rooks, ni Theunisse ni Van der Poel están con él. Schepers da lo que le queda y deja a Roche en el llano. Es una contrarreloj de pocos kilómetros entre el español y el irlandés y, como es de esperar, la gana el de Carrera, que cruza la meta eufórico, sin rastros del agotamiento del día anterior, dieciocho segundos por delante del líder.
En la general, la diferencia no es de un minuto y medio ni de un minuto. Ni siquiera son los 39” con los que empezó la etapa o los 25” que llevaba Delgado de ventaja al coronar Alpe D´Huez, dos días antes. Son solo 18 segundos y todo el mundo sabe que Stephen Roche ha ganado el Tour de Francia.
Dijon o el triunfo de la lógica
El viernes 24 de julio es un día de números, muchos números. La carrera llega a Dijon, con victoria intrascendente de Clére, su segunda en el Tour, una nueva alegría para el equipo Teka. La cifra mágica es 21 segundos. ¿Puede resistir Delgado, un hombre que nunca ha destacado en las cronos a la constancia de Roche, un especialista? La respuesta obvia es no, pero todos buscan motivos para el optimismo.”Que sepan en España que voy a comerme el manillar”, dice el segoviano en El Mundo Deportivo. La contrarreloj consta de 38 kilómetros e incluye un puerto de tercera en mitad del recorrido. Eso es mejor para Delgado que una crono completamente llana donde la fuerza y la técnica se imponen.
Por otro lado, Roche es un especialista algo extraño, un poco “pajarero”. Acabó ganando la última contrarreloj del Giro de Italia… pero pocas etapas antes, Visentini le había metido casi tres minutos, una diferencia enorme. Ese es un motivo de esperanza, como el hecho de que Perico acabara décimo en Futuroscope cuando las fuerzas estaban todavía al cien por cien. Aquello fueron 80 kilómetros contra el crono y ahora son menos de la mitad y con los cuerpos muy castigados; las diferencias, por fuerza, tienen que ser menores.
Además, por supuesto, está la épica, “las alas” del maillot amarillo, la furia española, las portadas de todos los periódicos deportivos apoyando a Perico, el recuerdo del 59, del 73, la ley del Alpe D´Huez…La táctica está clara: Delgado tiene que salir a por todas, hacer el gasto en el primer tramo de la crono, el más suave, e intentar defenderse con uñas y dientes en la cota de tercera categoría. Una vez ahí, si las referencias son buenas, morir sobre la bici, intentar poner nervioso a Roche, desmotivarlo, recordarle que sí, que ha ganado un Giro, pero que un Tour son palabras mayores.
Los corredores salen en intervalos de dos minutos en orden inversamente proporcional a su puesto en la general: Induráin y Skibby marcan los mejores tiempos en los pasos intermedios hasta que llega Alcalá y los supera. La primera referencia es a pie de puerto, a los 19 kilómetros de la salida, mitad de trayecto, y hay motivos para la esperanza: un hombre como Marino Lejarreta, menos especialista aún que Delgado, marca uno de los cinco mejores tiempos. Alcalá sigue liderando el parcial hasta que pasa Jean-François Bernard y pulveriza su crono: 25´34” casi un minuto y medio menos que el mexicano. ¿Qué habría sido de este Tour sin su ataque de nervios rumbo a Vilard de Lans?
Roche es el siguiente en pasar. Su tiempo es bueno. No tan bueno como el de Bernard, que le supera en 34” pero sí 58” mejor que Charly Mottet, un hombre que se puede mover en los tiempos de Delgado. Perico sigue apretando los dientes, aquellos tiempos sin manillares de triatlón y con esporádicas ruedas lenticulares. Tiene que llegar dos minutos después que Roche pero los dos minutos pasan y el segoviano no aparece. Tardará casi un minuto más. Su tiempo es el cuarto, es decir, un resultado impresionante, 27´02”, pero no es suficiente: ya pierde 56” con Roche, 35” en el total de la clasificación general.
El resto será un lento apagarse. Conforme avanza la etapa, Bernard sigue pulverizando los registros de Alcalá, Lejarreta va a más hasta quedar tercero en meta, Roche prefiere no tomar ni un riesgo de más y Delgado, una vez más, probablemente hundido por esa primera referencia, va cayendo hasta un meritorio pero pírrico séptimo puesto, justo diez segundos por detrás de Miguel Induráin, que al día siguiente culminará su primer Tour completo. El sueño se ha acabado. Ha durado casi cuatro semanas pero termina en la vigésimo cuarta etapa, la penúltima. Roche se enfunda el maillot amarillo por segunda vez en una carrera que más bien ha parecido una vida entera. Sucede así a Nijdam, a Piasecki, a Maechler, a Gayant, a Mottet, a Bernard y a Delgado. Estos tres últimos, en algún momento o en otro de este Tour interminable, se han visto ganadores en París, pero el escalón más alto del podio lo ocupará finalmente Stephen Roche, con su media sonrisa tímida, el primer corredor en ganar Giro y Tour un mismo año desde los míticos Eddy Merckx en 1974 y Bernard Hinault en 1982.
Contrarreloj de la vigésimo cuarta Tour de Francia 1987
No será su última victoria de la temporada, pues aún tendrá tiempo para ganar el Campeonato del Mundo en carretera, hazaña aún si cabe más improbable. Junto a él, en París, desfilan Van Poppel como ganador de la regularidad, Lucho Herrera como mejor escalador, Duclos-Lassalle como el más rápido en las metas volantes, Raúl Alcalá como mejor debutante y Bernard como líder de la combinada. El System U gana la clasificación por equipos. Todos son felices y disfrutan de sus premios y sus azafatas. Todos menos un segoviano que siente que la cábala le ha abandonado y que puede que el año siguiente, si LeMond se recupera, si Hampsten y Breukink maduran, si Bernard empieza a creer en sí mismo o si Roche sigue al mismo nivel, no volverá a tener la oportunidad que ha malgastado este año.
Lo bueno es que, como todos ustedes saben, se equivoca.
Primero he buscado la palabra probenecid en el artículo, al ver que no aparecería ni me he molestado en leerlo.
Pero lo del Probenecid fue en 1988, no? Por qué iban a meterlo en un reportaje del Tour del 87? Sin que eso exculpe a Perico, pero es que no tiene mucho sentido…
Lo del probenecid fue en el 88, el que ganó.
no sé qué es más preocupante: que lo primero que hagas sea buscar «probenecid» en lugar de leer el artículo y disfrutarlo o que seas tan inculto como para confundir Tours y tan temerario como para demostrar tu paletez.
sigue otro deporte, te pega más.
Estupendo artículo. Me ha recordado muy buenos tiempos y como viví aquellos días. Una gran decepción pero esperanza de que el ciclismo español estaba cambiando.
Efectivamente: llegó Induráin.
Aunque sea con el desconocimiento de todo lo que hubiese por detrás, pero es realmente bonito leer hoy en día artículos como este, que se ciñen a lo sucedido en la competición que hay entre los ciclistas, las disputas en cada una de las etapas, y los enfrentamientos que se generaban.
Un placer leer algo así de ciclismo, más en estas fechas de noticias negativas.
Fignon en el 83 estaba en el Renault, no en el peugot de Robert Millar y Simon.
Exactamente, Fignon nunca corrió en el Peugeot
«…en orden inversamente proporcional a su puesto en la general…»
¿Y esto como era? ¿Salían los primeros completos y luego iban cambiando la proporción? ¿Salió sólo una diezmilésima parte de Perico Delgado, al ser el último en enfilar la carretera?
Doy por hecho que salieron en orden inverso a la general, no en orden inversamente proporcional. Supongo que inversamente proporcional, por aquello de tener dos palabras, suena mucho más erudito. Entre escribir bien y escribir mal es casi siempre lo mejor escribir simple.
Muchos nos aficionamos al ciclismo en aquella época pero cuesta verlo ahora con el romanticismo y el sentimiento de heroismo que nos suscitaba entonces existiendo hoy lo que existe.
Cómo recuperar eso que es lo más difícil de ganar? La confianza…
http://saliendodesdeelbanquillo.blogspot.com.es
Excelente artículo. Cuántos hermosos recuerdos, cuánta inocencia y romanticismo. Cómo disfrutaba con los ataques de Perico, cómo sufría con sus desfallecimientos; el colmo el día que legó tarde a la contrarreloj. Luego vino Induraín y lo sublimó todo, pero era otra cosa, sin ese halo suicida, aventurero y romántico de Perico.
¿Sabéis que hay dentro de un raquetero? : http://detapasporsevillayotrascosillas.blogspot.com.es/2012/10/de-los-cachivaches-que-pueblan-el.html
Excelente, pero por favor, el plural de contrareloj es contrareloj
O contrarreloj más bien. Con dos egges :)
Muy bueno, pelín largo, quizás. Por cierto, el plural de contrarreloj según la RAE es contrarrelojes cuando hace de sustantivo como en este caso http://lema.rae.es/dpd/srv/search?id=V3u8flz7sD6Fmqtx6P Flipo con algunos comentarios eruditos, sinceramente.
Que lujazo de articulo!! Muchas gracias! p.D: trolles, dais asco, la envidia os corroe
¡Plas, plas, plas! Muy bueno, sr Ortiz aun ciertas inexactitudes
Lo bueno es que, como todos ustedes saben, se equivoca…un gran final para un grandisimo articulo sobre un grande dela bici!!
Por supuesto, todos dopados hasta las trancas.
Coge la bici y sube tu los puertos compadre
Excelente artículo. A mí que el ciclismo me resulta indiferente, me ha emocionado. Y no entiendo los comentarios de tanto intelectual vacuo. Escribir bien no siempre es hacerlo todo perfectísimo. Remember Juan Ramón Jiménez. Enhorabuena.
Y mira que hemos ganado Tours y más Tours después pero ninguno tan emocionante como cualquiera de los 3 que pudo ganar Perico (en uno de ellos triunfó y aún guardo una foto mía enseñando la portada de algún periódico deportivo en medio de algún viaje de verano con mis padres).
Grande Perico!!!
100% de acuerdo!
Grande Perico!!?!todavia tengo tus posters del ciclismo a fondo,el mejor.
El primer Tour que recuerdo, viéndolo en verano por una tele con problemas de sintonización… y tratando de empujar a Perico desde la sala.