Saicho, 3.400 metros s.n.m., Baltistán, Pakistán
Nadie habla de ellos cuando se trata de compartir éxitos. Son los héroes anónimos de las montañas de Pakistán, los que cargan, los que ponen la cuerda, los que abren la huella, los que acarrean las botellas de oxígeno, los que recogen los campamentos cuando todo ha terminado y, sobre todo, los que mueren.
Los porteadores del Karakorum son probablemente la gente más fuerte del mundo. Abdul Karim, ahora ya retirado en su pequeña aldea de Hushe bajo la muralla del Masherbrum, ha participado en 25 expediciones y pese su metro y medio de estatura, lo ha hecho ayudando a grupos de extranjeros con mayor o menor fortuna en su adaptación al medio. Little Karim, ha superado en cuatro ocasiones la barrera de los 8000 metros por cuatro rutas diferentes en el K2, cargado siempre con mochilas de más de 20 kilos. Ha acarreado artículos tan inverosímiles como un ala-delta, a la cumbre de las montañas de ocho mil metros que rodean su casa y lo ha hecho siempre con la máxima lealtad hacia su equipo y el mejor sentido del humor.
Hassan Yan de 38 años y carnicero de Hushe, perdió dos dedos de la mano derecha descendiendo de la cumbre del Nanga Parbat mientras acompañaba a la coreana Go Mi-sun en el año 2009. En algún punto indeterminado por encima de los 6.500 metros, la coreana perdió pie y cayó al vacío. Hassan continuó solo el descenso hasta el siguiente campamento. Hoy en día sigue ofreciendo sus servicios a grupos y expediciones.
En el año 2000, Nissar Hussein, del pueblo de Satpara, porteaba material para una expedición surcoreana en el Broad Peak cuando una roca le impactó en la cabeza. Tras aplicarse una cura de primeros auxilios, siguió trabajando. Nissar había escalado todas las montañas de más de 8.000 metros de Pakistán —algunas de ellas en varias ocasiones, sumando un total de diez cumbres— cuando desapareció este invierno en el Gasherbrum I mientras trabajaba para una expedición internacional.
La profunda humanidad de estos hombres de bigote produce rubor. Su vida, sin apenas acceso al dinero y alejada de cualquier comodidad, les ha construido tan duros y verdaderos como las montañas que les rodean. Son baltís, antiguos nómadas tibetanos que lograron cruzar las montañas más altas de Asia para encontrar un hogar. Viven en cabañas rodeados de humo, polvo y animales. Tienen tantos hijos que en vez de nombrarlos podrían numerarlos. Su sentido del humor es legendario.
En 1983 alguien le enseñó fotos de deslumbrantes mujeres desnudas a Abdul Karim en el campamento base del K2. Tras analizar detenidamente las fotografías y ajustarse ligeramente su gorro de lana baltí, Karim respondió: aquí son iguales, solo hace falta un poco de jabón.
Genial, aunque demasiado breve para ser justo.
sin duda son personas increibles, me gustaria algun dia poder estar en uno de esos lugares maravillosos con paisajes sorprendentes en los que ellos han estado cientos de veces