Cine y TV

John Carpenter de Marte (y III)

en la boca del miedo

[Viene de la segunda parte]

«Hollywood es un lugar extraño. La industria ha cambiado. El negocio es malo. Los directores son tratados como pringados. Es un mal momento para los directores creativos. Hollywood es un lugar mezquino para trabajar» John Carpenter

Aquellos inciertos 90

Memorias de un hombre invisible (1992) era una película protagonizada por Chevy Chase, ¿alguien que no tenga lazos de sangre con Chevy Chase querría ver en los noventa una película de Chevy Chase? Pues eso. El hombre tendría su gracia en Saturday Night Live, pero de esas rentas ya hacía demasiadas primaveras. Memorias de un hombre invisible había sido originalmente concebida para ser dirigida por Ivan Reitman, el responsable de la enorme Los cazafantasmas. Pero Reitman abandonó el timón tras descubrir que Chase quería interpretar a un personaje más serio de las payasadas habituales y se lo cedió a un Carpenter que tras Golpe en la pequeña china había jurado y perjurado no volver a las grandes producciones de estudios (en este caso Memorias de un hombre invisible pertenecía a la Warner Bros) pero que probablemente tuviera que ganarse el almuerzo de algún modo. Film que revisita la fábula del hombre invisible en un entorno contemporáneo, con un desarrollo no demasiado inspirado, bastante sosería y con Carpenter siguiendo la línea de puntos. Ni siquiera se molestaron en poner el “John Carpenter’s” clásico encabezando el título de la película, porque de todos modos sería mentira: aquella era una película del y por el estudio y no fruto del director que se sentaba en la silla. Los únicos despuntes curiosos venían de la parte correspondiente a los FX y cierta gracia empleada para juguetear con la invisibilidad en pantalla: la figura invisible con su silueta contorneada bajo la lluvia o el humo de un cigarrillo rellenando unos pulmones transparentes. Pero en general no dejaba impronta para la historia.

memorias de un hombre invisible

Cartel promocional de Memorias de un hombre invisible, obsérvese el hábil y exquisito remiendo utilizado para insertar la cara de Chase en lo que vendría a ser la otra (y más aceptable) portada en circulación

Llegaría 1993 y la moda de las películas-antología. Carpenter y Tobe Hopper estrecharían sus manos y canturreando y a saltitos se dirigirían alegres hacía un colorido paisaje de vísceras, sangre y agonía extrema. O quizá no tanto, pero se aliarían de algún modo para Body bags: bolsa de cadáveres, una película para televisión que al estilo de Historias asombrosas o Tales from the Crypt contaba historias no relacionadas unidas por un género o un tono. En este caso tres eran los segmentos que la componían (The gas station, Hair y Eye) y Carpenter se encargaba de los dos primeros. The gas station recurría de lugares y golpes de efecto conocidos para crear un escenario terrorífico que, pese a recurrente, salvaba los enseres con estilo e incluía cameos de dos directores del horror, Wes Craven y Sam Raimi. Su segunda aportación a la película, la historia titulada Hair, ya era más difícil de evaluar por lo desquiciado de su base: se trataba de un relato en el que el pelo, pelazo, del protagonista era el villano de la función. Y no es fácil tomarse muy en serio a una hebra de pelo con dientes. Tobe Hopper se encargaba del último capítulo del grupo centrándose en un Mark Hamill y un trasplante de ojo maldito.

Pero la parte más divertida para el fanático del terror y los seres que habitan el mundillo se hallaba en los segmentos que unían las historias. En ellos un presentador de lo más curioso iba dando entradilla a las historias desde una morgue a partir de los cadáveres, pertenecientes a los protagonistas de los relatos, y con mucho chiste sobre cuerpos fríos y humor negroide. Lo simpático es que aquel ser era interpretado el propio Carpenter, dando mucho la cara, algo desbocado, actuando más allá del cameo (en sus películas solía aparecer como extra brevemente), divirtiéndose un rato, dando sentido literal al “John Carpenter’s presents Body bags” que tienen las imágenes promocionales, y con un epílogo relleno con sorpresa, otros breves cameos de caras conocidas y órganos blandos.

body bags

Carpenter en Body bags pisaba impunemente el terreno laboral de El Guardián de la Cripta.

Durante 1994 Carpenter decidiría rodar En la boca del miedo para cerrar su particular Trilogía del Apocalipsis, compuesta por tres películas que a priori no compartían trama, ni personajes, ni nada; pero que el hombre estaba empeñado en que formaban una trilogía. Las cintas en cuestión eran La cosa, El príncipe de las tinieblas y En la boca del miedo. El metraje promocional en forma de trailer destacaba por hacer una cosa sin disimular en absoluto: exprimir totalmente el nombre y la fama del director.

Sam Neil dejaba de correr delante de dinosaurios para meterse a correr detrás de escritores desaparecidos. En la película investigaba la desaparición de un famoso autor de novelas de terror, Sutter Cane, que parecía tener un trato demasiado cercano con lo que es en general el averno y en particular la población del mismo. Las pesquisas le conducían a un pueblecillo americano cuya principal peculiaridad era que existía solamente en la mente del escritor y donde por supuesto pasaban cosas bastante turbias.

Felación de 95 minutos a H.P. Lovecraft y sus mitos de Cthulu, el propio título era una remezcla (In the mouth of madness = The shadow over Innsmouth + At the mountains of madness), había chispazos de Primigenios , algún personaje estaba sacado directamente de las páginas de Lovecraft e incluso extractos literales de su obra eran leídos en la película haciéndolas pasar como libros del escritor desaparecido en la trama.

En la boca del miedo funcionó en taquilla lo justo para pagar los muebles, lo cual tiene poco de motivo de alegría; también la crítica y la opinión de los espectadores fueron bastante tibias algo a lo que ayudó probablemente que la cinta se sacase un metafinal de la manga que dejaba a la mitad estrábico y con el culo hecho dos lazos. Con el paso del tiempo adquirió un ya no tan sorprendente status de culto. Pero a pesar de que el film cuenta con bastantes fans acérrimos, la verdad es que tampoco era para tanto. Tenía su aire de producción noventera de terror en un momento en el que Clive Barker y Stephen King ya saltaban alegremente del papel al celuloide influenciando las modas del miedo, e incluso se las arreglaba para inyectar la paranoia y algunos sustos (uno de los cuales teniendo rebote gratuito post-siesta siempre me recordara vagamente al cruel Eterno despertar que aparece en el cómic de culto The Sandman de Neil Gaiman), pero no era una obra redonda ni mucho menos, y se tambaleaba demasiado hacía la cheesy-movie.

in the mouth of madness

En el 95 nuevo remake, El pueblo de los malditos, basada en la película inglesa del mismo nombre de 1960 que a su vez estaba basada en el libro Los cuclillos de Midwich de John Windham. Una pequeña población experimenta un baby boom que parece el resultado de un albino con satiriasis y una noche triunfal, dando lugar a una camada inquietante de niños con el pelo canoso y el mismo estilita loco de la cantante de Los punsetes. Los peor del asunto es que las criaturas en cuestión tienen poderes telepáticos y mucha mala hostia. Última película de Christopher Reeve antes de tener el accidente de caballo que lo dejaría inválido y con una Kirstie Allen antes de convertirse en un planeta a través de la dulce senda de la repostería industrial. Película fallida, con un Carpenter de pulso tembloroso y lejos del éxito, de público y crítica, del que gozó la versión original. La poderosa estética tétrica que era capaz de emanar un pequeño ejército de Andy Warholitos con diodos en los ojos tenía de repente un enemigo: el propio Carpenter funcionando a medio gas, que no le insuflaba demasiado espíritu a los fotogramas y recomponía una obra de manera más tediosa —también más gráfica en la violencia, eso sí— e insustancial.

Recordemos: la odisea ochentera de Snake Pliskeen tenía por título en este país 1997: Rescate en Nueva York, así que llegados a 1996 se tomó la decisión de actualizar el calendario y sacar una secuela que en su título en castellano también sumaría año al nombre, 2013: Rescate en L.A. De seguir la tradición (cosa que es poco probable), entre este año y el que viene ya tendríamos que tener un 2019: Rescate en dondesea.

En realidad el guión de 2013: Rescate en L.A. llevaba más de diez años reposando en los cajones del escritorio de Carpenter, que había decidido descartarlo por cutre. Pero Kurt Russell se estaba poniendo demasiado pesado con el tema de volver a interpretar a Snake (en parte por amor al personaje, en parte porque su carrera podía acabar centrándose en vivir calentándose cerca de un cubo ardiendo) y al final gracias a tanta insistencia le echaron una reescritura y nueva capa de pintura al guión. Que tampoco es que fuera brillante: 2013: Rescate en L.A. era una secuela que bien podría haber funcionado como remake. En esencia era lo mismo cambiando Nueva York por Los Ángeles, pero con más presupuesto de base y menos frescura. Tan campy que no estaba claro cuándo iba en serio y cuándo parodiaba el cliché. Un ejemplo: en la película hay un momento en el que Snake se topa con otro personaje y así, porque no hay más cojones, surfean un tsunami. Aunque algunos detalles como la escena que cierra la cinta con un Snake en plan me-la-suda-absolutamente-todo y su frase lapidaria resulta realmente encantadores a su modo. El reparto venía salpicado de lo mejor de cada casa: Steve Buscemi, el incombustible Bruce Campbell y una Pam Grier que un año después sería rescatada de algún centro de acogida por aquella ONG que es Quentin Tarantino en Jackie Brown. 2013: Rescate en L.A. tampoco hizo una taquilla fabulosa, lo que echó por tierra las expectativas a corto plazo de Carpenter de hacer una tercera entrega cuyo título ya estaba meditado, Escape from earth, y cuya trama implicaba una epidemia zombi o algo similar.

Últimas dentelladas y cenas privilegiadas

Tras los resultados de 2013: Rescate en L.A., Carpenter se convierte en un ser gris y anodino que acurrucado en un rincón murmura que es el momento de abandonar la silla de director porque aquello ya no resulta tan divertido. Pero entonces cae en sus manos un guión basado en Vampire$ (el título estaba escrito realmente así, con el símbolo del dólar sustituyendo a la “s”, en plan Ke$ha), una novela de John Steakley sobre un grupo de cazadores de sanguijuelas sobrenaturales. Carpenter ve la luz con la oportunidad de filmar un western al estilo Howard Hawks disfrazándolo de película de terror. Y se dedica a reescribir el guión como si le fuese la vida en ello, intentando parir un cruce entre Grupo salvaje y Río rojo con colmillos. Vampiros se estrenaría en 1998. James Woods interpretaba (o no) a un bad motherfucker a cargo de un grupo de cazavampiros entre los que figuraba una cría de aquella camada de Baldwins (Daniel Baldwin) y con una Sheryl Lee pescada gracias a su actuación en Twin Peaks. La película comienza con el grupo exterminador celebrando una desratización reciente al estilo subvencionado por el Vaticano, es decir, con alcohol y putas a saco en un motelucho, cuando un ser venerable llamado Valek (Thomas Ian Griffith) irrumpe en el fiestorro ejerciendo de Vampiro Jefe dispuesto a vengar a los colegas masacrados y se carga a medio casting. A partir de aquí, tenemos a Woods con cara de digestión pesada a la caza de un chupóptero, rodaje clásico y directo sin excesos ni revoluciones, vampiros que duermen durante el día enterrados en el desierto y una adaptación que en general Steakley, el autor del libro, definió como algo que al ser comparado con su novela “tenía mucho de sus diálogos y nada de su trama”. Una obra alejada de la maestría pero aún así disfrutable si se comulgaba con el tono y se superaba el hecho de que la cinta finalizaba de golpe cuando los supervivientes aún estaban en pleno ajusticiamiento de bestias sedientas de sangre. Todo muy de western, aunque en dicha escena final alguien pregunte a otra persona si se le pone dura cuando apuñala vampiros. En realidad todo muy Carpenter.

vampiros

Amanece, que no es poco

Pese a la ligera remontada, otro patinazo era inminente: Fantasmas de Marte. Estrenada en 2001 con un reparto en el que figuraban Natasha Henstridge, Ice Cube, JasonStatham y Pam Grier. La película, de glorioso nombre, centraba las peripecias en la Cuenca Minera de Marte en donde a un grupo de policías se le encarga la misión de custodiar un prisionero de nombre no menos glorioso, Desolation Williams (Ice Cube). El incómodo problema añadido consistía en unos fantasmas, liberados por error por los mineros, que andaban correteando de manera etérea por los páramos de Marte dedicándose a poseer gente y despedazar a más gente. En conjunto una obra chusca y cutronga, con un villano en plan Marilyn Manson marciano, Carpenter completamente perdido aun revisitando infinidad de recursos de sus anteriores y más efectivas películas, un casting dormido y un guión triturado y lanzado alegremente como confeti por los pasillos de la productora. Un servidor decidió acercarse al cine cuando se estrenó en las salas y el único resultado reseñable es que aún puedo asegurar que me dura la mala hostia. No puedes hacer un Marte en cartón piedra y pretender salir indemne si no tienes a Arnold Schwarzenegger, Kuato y a alguien con un número impar de bolsas mamarias. Eso sí, para la b.s.o. Carpenter reclutó a miembros llamativos del universo de la cuerda eléctrica como Steve Vai, Buckethead o el grupo Anthrax y lo puso a la vera de su habitual producción propia de sintetizador con el resultado de rellenar el metraje de solos de guitarra bastante majos que apenas encajaban en la película.

El batacazo de Fantasmas de Marte muy probablemente se le atragantaría al director porque durante toda la década de los 2000 no volvió a la pantalla grande. En cambio probaría suerte en la pequeña al alistarse a las filas de los adorables Masters of horrors.

Aquello de Masters of horrors era culpa de Mick Garris (un tio que dirigió Critters 2 y Psicosis 4, cuidado) quien un buen día invitó a una merienda-cena a un grupete selecto de directores del género del terror: Tobe Hopper, Guillermo del Toro, Stuart Gordon, Don Coscarelli, John Landis, Bill Malone, Larry Cohen, Joe Dante y John Carpenter. Los caballeros se lo pasaron tan bien que se cambiaron números del móvil, las cuentas de tuenti, se dieron palmadas en el culete y quedaron en repetirlo. A las siguientes reuniones gastronómico-festivas serían invitados nuevos realizadores como David Cronenberg, Peter Medak, James Gunn, Eli Roth, Dario Argento, Tim Sullivan, Wes Craven, Tom Holland o Robert Rodriguez, entre otros cuantos. Un elenco de lo más variado y colorido cuyas reuniones acabaron llevando al propio Garris a idear, producir y organizar una serie de televisión en la que cada capítulo sería independiente del resto y tendría forma de película, de una hora de duración, enmarcada en el terror y dirigida por alguno de esos ilustres invitados a la mesa. Nacía la genial serie Master of horrors para el canal Showtime.

Para Master of horrors Carpenter dirigiría dos capítulos: Cigarette burns para la primera temporada y Prolife para la segunda.

Cigaretteburns hacía alusión en su título a las “marcas de cigarro” del celuloide. Esos puntos que se ven tímidamente en el borde superior de la pantalla durante una proyección y cuya razón de ser ya nos explicó en su momento Tyler Durden. La trama: una extraña película francesa titulada La Fin Absolue du Monde se estrenaba años atrás en el festival de cine fantástico de Sitges y el público asistente se volvía todo loco y enajenado, lo cual hablando de Sitges no era ni novedad ni motivo de alarma, pero en este caso el problema radicaba en que dicha psicosis colectiva acababa por degenerar en un disturbio sangriento que se llevaría por delante a varias personas, bañando a la cinta en una leyenda maldita. Aquella película culpable del peor test-screening de la historia sería supuestamente destruida junto con todas sus copias. Pese al mito de leyenda urbana, un hombre llamado Kirby Sweetman (Carpenter debería de hacerse mirar lo de bautizar personajes porque entre homenajes e idas de pinza eso es algo que se le está escapando de las manos) es contratado por Udo Kier para localizar la única copia de la película. Pese a su concepción televisiva los fans del realizador respondieron entusiasmados al capítulo Carpenteriano y comenzaron a añorar con razón al director de más de una decena de años atrás.

cigarette burns

Love is a burning thing and it makes afiery ring

Pro-life, el otro capítulo facturado, giraba en torno a una chica que acudía a una clínica de aborto para interrumpir un embarazo no deseado mientras su religioso padre (guiado por la palabra de Dios) y sus tres hermanos trataban de impedírselo. El detalle peliagudo de la situación es que el padre de la futura criatura era un demonio. Planteamiento con una vuelta de tuerca ingeniosa a un tema actual enfocándolo desde el fantástico y el terror al estilo de lo que ya se olía en otros capítulos de Masters of horrors (la entrega titulada Homecoming a cargo de Joe Dante tenía a soldados muertos en Irak volviendo en plan zombi al hogar para presentarse a votar en las elecciones).

Go ahead, remake my day

Con la audiencia privada en las pantallas grandes de nuevas películas del director durante gran parte de los modernos 2000, las alternativas vendrían en forma de la epidemia del remake que azotaba las tierras de Hollywood y comenzaba a apuntar a clásicos del director. A Carpenter eso de que rehicieran una película no le suponía a priori ningún problema, según él una versión remakeada de una obra suya se convertía en la misma historia pero con la mirada de otro y eso era igualmente respetable e incluso le suponía cierta curiosidad. Tampoco a estas alturas le atacaba la duda moral por lo comercial del asunto. Ante la pregunta “Si pudieras elegir de entre tu filmografía una película para hacer un remake, ¿Cuál elegirías?” su respuesta era sencilla: “Aquella por la que me paguen más dinero”. El realizador había descubierto con alegría el placer que otorgaba que te pagasen y otro tuviera que encargarse del trabajo duro.

Asalto al distrito 13 se reconstruiría en 2005 y el propio Carpenter afirmaría que el resultado era muy bueno (aunque realmente no lo fuera tanto). Ese mismo año aparecía una esperpéntica La niebla en la que Carpenter figuraba como productor, ejerciendo las complicadas labores de producción consistentes en “Llegar, saludar a todo el mundo e irme a casa”. Una vez estrenada y vista, su opinión sobre la calidad del producto final se saldaría habitualmente en las entrevistas con un escueto y representativo “Sin comentarios” o una cara de estar asistiendo a su propio funeral.

Rob Zombie, ese figurante de casa del terror de finos estilismos y discreto vestuario, amiguete del director y músico en su tiempo libre, llevaría Halloween a las butacas en 2007, ante las quejas de un grupo de fanáticos de la original que, no contentos con limitarse a lo digital y con presumiblemente pocas cosas de las que preocuparse, anduvieron subiendo y bajando Sunsent Boulevard con carteles en plan manifa cinefiloterrorífica oponiéndose a la vejación de un clásico. Ese grupúsculo enfervorizado fan de la obra original fue definido por el propio Carpenter como “Un grupo de vagabundos que viven debajo de un puente… no se quejaron por Rick Rosenthal (el responsable de Halloween II y Halloween Resurection) ¿y se cagan en Rob? Por favor”.

El remake del barbas incluía cierta novedad añadida al original: se introdujo un pasado centrado en la infancia de Myers y se le ponía cara al psycho de paso, ocupando estos antecedentes gran parte del metraje antes de desatar el slasher clásico. Zombie ponía a chavalas muy monas a gritar correteando y a ser trinchadas, pero pese a cierto estilo (las formas de Zombie como director no son chapuceras, se le nota cierta corrección profesional en la producción) su versión era tan inocua como innecesaria. Aún así el propio Rob Zombie rodaría, para los que no se hubieran dormido del todo con la película, una secuela del remake un par de años más tarde: Halloween II.

Nos situamos en 2011, había estado flotando el anuncio de un remake de La cosa. Al final resultó ser una precuela narrando lo que ocurría en la base noruega antes de que comenzaran los acontecimientos de la obra de Carpenter. Con la siempre encantadora Ramona Flowers Mary Elizabeth Winstead rodeada de un montón de gente con cara de noruegos. Resultado tibio, a unos les convence y a otros les da igual, lo de no tocar directamente las correrías originales de Russell y compañía probablemente ayudó lo suyo.

Un año antes de este último remake se preparaba en España una nueva edición de Sitges cuando se anunció que The Ward sería proyectada. The Ward (aquí se traduciría más adelante como Encerrada) era nada más y nada menos que la nueva película de Carpenter tras la tontería de Fantasmas de Marte; una chiquilla atrapada en un psiquiátrico tras ponerse on fire y acosada por un espectro. Estalló el júbilo, el gozo y el regocijo, los fans experimentaban orgasmos tántricos, las madres abrazaban a sus hijos en calles alfombradas con pétalos, los foros de internet chorreaban emociones y un unicornio lloró tres diamantes. La cinta se programó en triple sesión el mismo día, la gente hacía largas colas con tiendas de campaña, guitarras y cantando Un pueblo es en corro. Se abrieron las puertas y una masa feliz entró de la mano. Noventa minutos más tarde salían mirando al suelo. Encerrada era una mediocridad decepcionante. Una película del montón con trucos demasiado sobados que venían de alguien que casi inventó el cliché en el terror, tramposa sin conseguirlo, con poca imaginación y con un Carpenter desganado y normalucho. El problema era más quién la firmaba que la cinta en sí, porque era de sobra conocido que aquel hombre podía hacerlo mucho mejor.

Probablemente Carpenter haya perdido las ganas y por eso se le notase tan ausente en su última producción cinematográfica. Quizá necesite pegarse una buena sarandoga en alguna galaxia del espacio exterior y encontrar un productor que le permita desmelenarse. A lo mejor debería de tomarse con más calma las críticas y las taquillas y dedicarse a recuperar la diversión y la pasión.

O quizá le pesan los años (tiene 64 pero el desgaste le hace aparentar más) y la respuesta es la misma que la que otorgaba cuando le preguntaban la razón por la que en su última película no se había encargado de la banda sonora: «Sinceramente, ya estoy muy viejo para esto». Repuesta que en realidad es una variante ligera a su contestación estándar ante las malas críticas: “Estoy muy viejo para esta mierda”.

El hombre últimamente se dedica a rechazar proposiciones (la dirección de Crónicas mutantes y Bienvenidos a Zombieland, el score de Planet Terror), pasa el rato haciendo cosillas más discretas, como participar en series documentales sobre el género fantástico o acercarse a la saga de videojuegos F.E.A.R., ese first person shooter de terror y niña japonesa inquietante del que Carpenter es bastante fan, ejerciendo como narrador y también como director de las cutscenes en su tercera entrega (F.3.A.R.).

john carpenter darkchylde

A mediados de 2010 comienzan a surgir ciertos rumores de que una película basada en el cómic Darkchylde estaba en la recámara de alguna productora. Poco después emergen las primeras imágenes y vídeos de prueba para la película llevados a cabo por los chicos de Weta Workshop (aquella compañía que hizo el agosto vistiendo la trilogía de El señor de los anillos). Algunos meses más tarde se anuncia que John Carpenter se encargará de la dirección y el equipo promocional tardo dos milisegundos en encadenar al título del film el John Carpenter’s de rigor. Pero con el paso del tiempo las noticias sobre el proyecto han caído en un limbo extraño, aunque imdb sigue anunciando la fecha de estreno para 2013 y el cartel sigue coronado por el nombre apostrofado. Mientras tanto, en algún sarao más reciente el director promete que su próxima producción será un western. Un western gótico.

Nunca más se supo.

Carpenter de Marte, eternamente desencantado con la industria, creador de cultos. De capa caída y con un público aún expectante que pagará por ver sus futuros terrores. Que ruede un western, vampiros, monstruos, fantasmas, psicópatas de cuchillo flojo o lo que sea, pero que lo vuelva a hacer con ganas aún a sabiendas de que con el legado que deja a sus espaldas se le va a perdonar cualquier cosa.

He venido a mascar chicle y patear culos…
Me llamo Pilssken.
… y se me ha acabado el chicle.
Bienvenidos a la raza humana.

 

 

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8 Comentarios

  1. Pingback: Jot Down Cultural Magazine | John Carpenter de Marte (II)

  2. ThrashJazzAssassin

    He disfrutado como un enano de sus tres entregas carpenterianas. Escribe usted con un desparpajo y un humor dan mucho gustito. No soy fan de Carpenter y tengo pendientes -es un decir, porque muchas no llegaré a verlas- casi todas sus obras menores. En cualquier caso, «La Cosa», «Asalto», «Rescate», «Halloween» o «They Live» son una gozada, y en buena medida por la pasión que este tipo insuflaba a su cine.

    Enhorabuena de nuevo, confío en que siga abrillantando celuloide con sus artículos.

  3. Un buen corolario apropiado sería un Top Ten del autor de las películas de Carpenter.

    Da la sensación de ser uno de esos directores que el tiempo hace queribles a sus películas…

  4. Pues a mí en la boca del miedo me encanta… Fantasmas de marte es un remake fumado de Asalto a la comisaría número 13, si te fijas, al final, cuando van corriendo para atrás y disparando es lo mismo que en la de los setenta pero con más medios…

  5. viejotrueno

    No me explico la tibieza hacia En la boca del miedo. No entiendo qué problema hay con que sea una película Lovecraftiana. Que lo sea, como si La cosa no lo era ya. Por otro lado el cronista nos da a entender como que fue hecha a golpes… me parecería aún más meritoria teniendo en cuenta la extraña -y altamente compleja- organización que la película tiene, basada en «círculos concéntricos».
    Por otro lado, a Rescate en L.A. yo le tengo un cariño especial. Es la película de Carpenter que más me hace reír, y yo sí creo que la autoparodia está clara. Vamos, como que comienza desde el segundo uno de la película. Es un filme muy especial, cuyos valores no son exactamente cinematográficos. Por ejemplo, la mini-distopía que se marca con los acartonados habitantes de un destartalado Beverly Hills es de lo más horrendo, hilarante y a la vez revelador que uno puede echarse a la cara.

    En cuanto a Vampiros y Fantasmas de Marte… Vampiros ya se lo imaginarán todos, sigue la línea sarcástica de Rescate en L.A., con gran acierto -y un James Woods apoteósico-; pero Fantasmas de Marte, pues hombre, seguramente no es digna de su director, pero qué demontres, a mí me entretuvo, que ya es bastante

  6. Puede ser que me guste más o menos Carpenter. Pero viendo como usted escribe ahora al que sigo es a usted. Muy buen artículo

  7. Magníficos tres artículos de uno de los directores más importantes, talentosos y infravalorados de su generación.

    Carpenter es puro Clasicismo siendo El Eastwood del cine de género.

  8. Pues en mi opinión «En la boca del miedo» no es sólo la mejor de sus últimas películas,si no de toda su filmografía.Una extraordinaria película.A Carpenter le jodio muy mucho lo del fracaso,y el injustificable machaque de la crítica, de «The Thing» y es muy evidente que después de aquello no volvió a ser el mismo.Solo volvió a demostrar su gran talento en «En la boca del miedo» y destellos en las muy divertidas y recomendables «Golpe en la pequeña China»,» Estoy vivo» y «Vampiros».

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