Cuando no me ocupaba de deportes y escribía reportajes, de sociedad, de sucesos, en ocasiones me preguntaba por los resortes del miedo. Por qué muchas personas que sufrían no denunciaban antes situaciones que después se les iban de las manos. Poco a poco, entendí que cada uno impone el confín que quiere a su miedo. Viene al caso porque el miedo es el protagonista de la historia deportiva de la semana. Las 15, ya 16, nadadoras que denunciaron, mediante una carta pública adelantada por LaSexta, los malos tratos psicológicos y las vejaciones de la ex seleccionadora de sincronizada Anna Tarrés.
Tres críticas se le han hecho a esta carta. Los acólitos de Tarrés y algunas nadadoras como Andrea Fuentes sostienen que solo tres de las 16 nadadoras (Paola Tirados, Cristina Violán y Laura López) estuvieron en la selección bajo su mando. De lo que se deduce que las otras 13 serían fabuladoras, mitómanas que habrían inventado unas acusaciones por un pedacito de fama. Todas, las 16 nadadoras, estuvieron a cargo de Tarrés. En la selección absoluta, en la selección junior o en concentraciones de preparación, compitiesen o no después en los campeonatos. Es la principal línea de defensa y parece un poco débil. Hasta algo perezosa, para diarios acostumbrados a documentar sus informaciones. Eva Romo, la última en sumarse a la denuncia, por poner solo un ejemplo, estuvo con Tarrés en el europeo junior de Israel, en el Mundial Junior de Moscú, en el Europeo de Estambul y en la Copa del Mundo en Seúl, todo entre 1995 y 2000. ¿Una desconocida?
Es curioso que, antes de la publicación de la carta, pero con Tarrés ya fuera, Andrea Fuentes habló con LaSexta en exclusiva. Sus declaraciones, emitidas: “Hubo un momento en que pensé en dejarlo todo. Sus métodos, desde fuera, podrían parecer inhumanos”. Ayer, tres semanas después, no dijo nada parecido. Gemma Mengual, ex estrella de la sincro española, se despachó con un “no creo que sea elegante, ni que toque sacar mierda cuando no toca. Hay un cambio, hay que quedarse con lo bueno”. Ella estaba en esa piscina. Hubiera sido fácil negar lo ocurrido. Pero Mengual se limita a criticar el momento. ¿Hay “mierda que sacar” pero no “toca”? Entiendo que, desde la federación, para la que ella ahora trabaja, nunca es momento idóneo para airear las miserias de su deporte. “Lo bueno” de ese periodo es evidente y todos celebramos las medallas. Lo que nos preguntamos ahora es el coste de “lo malo”. Lo que no conocíamos.
La segunda crítica a la carta es: ¿Por qué no denunciaron antes? ¿Por qué esperar hasta diez años? Imaginen una aldea de diez nadadoras, una entrenadora y un par de asistentes. Con edades en el friso de la adolescencia. Y la presión de un sueño roto. Pero démosle la vuelta al argumento. Paola Tirados fue la única que lo denunció al salir el equipo. No solo su crítica, documentadísima, tuvo apenas relevancia. Además, se despachó el asunto como el de una “resentida” que rajaba de la selección por quedarse fuera. ¿Qué tienen ahora que ganar estas nadadoras? Nada. ¿Qué ventaja pueden obtener? Nada. Nada más allá de que, desposeída Tarrés de su poder, poder contar algo que, por miedo, no se atrevieron a decir antes. Muchas, ni siquiera a sus padres.
La tercera crítica apela a la dureza del deporte de elite. “Son frases fuera de contexto, como si yo le digo a mi hijo ‘eres un tontaina’”, argumenta a LaSexta Ana Montero, ex colaboradora de Tarrés y sustituta suya como directora técnica, en una entrevista que será emitida hoy. Periodistas en Twitter esgrimen argumentos de este calado: “Seguro que la entrenadora china de sincronizada trata a sus chinitas con una educación tremenda”. Es evidente que no todas las personas son capaces de encajar la dureza de la misma manera. Pero hay que preguntarse qué estamos dispuestos a empeñar por una medalla. Si aceptamos que el listón de la falta de respeto y de la presión psicológica mejore a unas a costa de dejar a otras en psicólogos, con bulimias y problemas posteriores, seguramente nuestra vitrina lucirá repleta de medallas. Medallas manchadas. Medallas de las que pueden enorgullecerse otros, pero que no cuenten conmigo. Sobre todo si se trata de parecerse a una dictadura.
Lo que más sorprende es no haber oído lo más duro que se le puede contestar a una afirmación como la de estas 16 nadadoras: “Es falso”. Nadie dice que sea mentira. Por no hablar de otras acusaciones, como el dinero de las becas ADO repartido por la propia Tarrés, dinero de exhibiciones que no veían las nadadoras ni la Federación, medallas robadas a las nadadoras para su hija… Hoy no se trata de eso. Se trata de preguntarnos qué tipo de deporte queremos. Se trata de qué presión puede aguantar un grupo de niñas en una piscina a cambio de la gloria. Se trata de qué poner delante: las medallas o la integridad de los deportistas. Y, desde el periodismo, de saber si preferimos llegar al fondo de las acusaciones o nos limitamos a ser escribas del éxito.
No se trata de crear tribunales populares, porque nadie está en posesión de la verdad. Tarrés se explicó ante nuestros micrófonos cuando fue destituida. Se definió a sí misma “como un libro abierto”. Curiosamente, el libro se cerró cuando volvimos a preguntarle por las acusaciones de Paola Tirados y Cristina Violán. Y sigue sin enseñar una sola página, ahora, tras la carta de las 16.
Evidentemente le veo a usted más informado que yo,como no podía ser menos,pero la verdad es que estoy,si no al 100%,al 99% de acuerdo. Y respecto a esos periodistas (si se les puede llamar así) de Twitter pues a esos los mandaba yo a China a trabajos forzados para que pudieran mandare un email a Tarrés diciéndola lo maja y cariñosa que es. De verdad,¿qué tipo de periodismo (y de persona) es aquella que para justificar un modo de comportamiento lo compara con un país no democrático,en el que hay pena de muerte y más de 15 millones de abortos (¿regulados?) anuales? No voy a crucificar a la señora Tarrés porque no sé lo que ha pasado ahí al 100% pero las justificaciones de sus defensores son patéticas.
Muy bueno: muy calmado y no dejándote llevar por la gilipollez rápida e impactante que es lo que parece dominar últimamente el periodismo.
Después del primer impacto, en el que casi todo el mundo se volcó con las denunciantes, ahora se ha pasado, como siempre, a ponerlas en duda, a deslegitimarlas y a volver con el cuento de que no saben soportar la presión.
Me alegro mucho de que hayas escrito esto así.
Y dejo un par de preguntas en el aire:
¿Si no hubieran sido mujeres, alguien habría esgrimido el argumento de que no soportan la presión?
¿Si no hubieran sido mujeres, cuántos estarían hablando ahora de la valentía de denunciar y no de «la cobardía de hacerlo cuando Tarrés ya no está»?
Me parece que hay que darle un par de vueltas a estas preguntas para acabar de entender el tratamiento que algunos periodistas están haciendo de esto -a los que les falta hablar de «histéricas» para retratarse del todo-.
Jesús
Hay una crítica más, que tú obvias interesadamente en tu afán de liderar la «cruzada de las niñas», y que es fundamental: una denuncia de este estilo se realiza (al menos en «primera instancia», valga el juego de palabras) en los juzgados, que para eso están. Es ahí también donde Tarres debería defenderse. ¿»Desposeida Tarres de su poder es ahora cuando pueden contarlo»? ¿Qué poder tiene Tarres en la Justicia? ¿Acaso estas niñas no tienen padres? ¿Acaso sus padres desconocían absolutamente lo sucedido?
Que conste que a mí me parece terrible lo que cuentan y, si es cierto, incluso de cárcel. Pero hay que demostrarlo con pruebas y donde hay que demostrarlo. Obviamente, que la acusada no quiera contestar en público a las acusaciones no la convierten en culpable, tal y como deslizas.
En cuanto al periodismo, y las lecciones que de un tiempo a esta parte impartes (nombra a El País y a Lu Martín, que no cuesta tanto), ciertamente, el modo en que vosotros (La Sexta) trató la noticia no es precisamente ejemplar: voces dramatizadas, caras de consternación, una infografía de una cerilla con una llama de agua… en fin, que era muy difícil no concluir que Anna Tarres era culpable y muy culpable, cosa de la que, leyéndote, también parece que estás muy convencido.
Una denuncia así se puede hacer pública para que investigue la fiscalía. Lo importante es saber la verdad de lo sucedido… y saber que se ha sacrificado investigar lo sucedido a cambio del brillo efímero de unos metales.
En disputas periodísticas no me meto. Pero el argumento del juzgado no me parece muy rotundo.
Un saludo :)
Que la señora Tarrés no haya salido aún a dar su versión, explicación o excusa no habla a su favor, evidentemente.
Todos sabemos que hay personas que presionan más de la cuenta, hasta límites insospechados incluso. Igual que hay, como dices, personas que reaccionan mejor o peor a la presión.
Como todo, creo que habrá quien no se haya quejado nunca ni lo vaya a hacer porque con Tarrés llegó a la élite. También habrá quien sí se queje ahora por despecho de haber sido relegada y no incluida por esta señora en la selección en su día, creyendo que tenía talento para más. En ambos casos, creo que la queja queda minimizada ya que se hace justo ahora que han echado a Tarrés de la federación y no antes, no importa qué.
Para aquellas que simplemente fueron maltratadas verbalmente por esta señora, mi apoyo.
Sin saber si la cosa es verdad o mentira,es muy facil manchar el nombre de una entrenadora. Porque no salen todas denunciandolo? Ah ya, porque a unas les trataba mal y a otras no, supongo. Y denuncian ahora, que ha sido destituida. Es mas, tras el cese, paola tirados hace unas declaraciones impactantes, y provocan un revuelo, y como llaman la atencion, un mes mas tarde escriben una carta, con el fin(dicho por ellas) de que estas cosas no vuelvan a suceder?? Y dices que que antes no se atrevian o no llamaron la atencion? Dime, despues de ganar una medalla olimpica si hace estas declaraciones, crees que llamaria la atencion?? Suena
Me gusta el primer párrafo. La resignación y la aceptación (o adaptación) de los seres humanos a situaciones tremendamente difíciles es increíble…y poco recomendable
Hay un libro, «Los hundidos», de Daniel Mendelshon, maravilloso, que entre otras cosas, ilustra esto muy bien. Comparado con casos así…supongo que estos casos parecen hasta banales. Pero no lo son. Y lo peor es reaccionar con un silencio grupal y desviando la atención, estoy de acuerdo.
Un saludo.
¿en que contexto se le puede decir a una chica de 14 años que «ahora vas de estrecha pero antes te lo has follado a todo lo que se mueve»?, intento pensar en que momento de un entrenamiento encaja esa frase pero no consigo entenderlo. Y estoy de acuerdo con la tesis del artículo, si el deporte sirve para promover los valores humanos y hay que cargárselos para triunfar es que el deporte (o al menos el deporte «de élite») falla estrepitósamente.
Totalmente de acuerdo con lo que dices tú y el artículo en su totalidad. Creo que el artículo desmonta fácilmente los argumentos (por lo endebles de los mismos, tal como dice Javier Gómez) de quien ahora parece querer desmentir lo que ha salido y/o defender a la señora Tarrés.
Efectivamente, yo el deporte también lo entiendo de otra forma, y que no salgan con que el deporte de alta competición es muy exigente y patatín patatán, porque entonces lo que haga alguien como Mourinho, un entrenador del deporte más exigente y competitivo del mundo, estará siempre justificado, y tampoco creo que lo esté
Detesto los informativos de laSexta y no me parece seria la sección de Deportes. No me gusta Javier Gómez en este espacio, aunque escribiendo creo que mejora. De todas formas, advierto en algunos de sus escritos, como en éste en particular, ese toque de demagogia y sensacionalismo propio de la cadena en la que trabaja. Estoy de acuerdo en algunas de las cosas que plantea respecto a qué tipo de deportes queremos, pero se está haciendo demasiada alharaca con todo este asunto de la sincronizada. Quieren hacer de «Las 16» algo así como el equivalente acuático de «Las 13 rosas». Y eso de comparar los años de Tarrés con una dictadura es pasarse veinte pueblos. Vete a decirle eso a alguien que haya sufrido una verdadera dictadura y ya me dices qué te contesta.
Entiendo que haya ganas de apuntarse una especie de exclusiva y levantar la audiencia, pero las formas y el momento escogido deja claro que ha sido orquestado con esta finalidad. Con todo esto, no pretendo defender a Tarrés ni a desmentir o confirmar lo que se ha dicho de ella. Simplemente que si a Gómez no le interesa el periodismo que glosa el éxito sin cuestionar nada, tampoco a algunos nos interesa la demagogia, el victimismo ni el sensacionalismo. Se pone demasiado énfasis en cosas o aspectos que no lo valen.
El caso es que para destituir a Tarrés no se emplearon estos argumentos. También para eso hubo nebulosa, menciones a «problemas de gestión».
A lo mejor deberíamos enseñar a la gente a no aguantar abusos (cuando los haya), a plantarse y a levantar la voz cuando lo haya que hacer. Esto de ahora son lanzadas a moro muerto.
Desgraciadamente, el miedo es lo que predomina en este tipo de asuntos. Siempre hay alguien que intenta dar la cara, pero se lleva todas las bofetadas (metafóricamente) y el resto calla y mira a otro lado, aunque también sean víctimas. Si estamos hablando de adolescentes, razón de más (sean hombres o mujeres). Denunciar ahora y no antes no invalida lo que se está denunciando y el uso de esta argumentación como crítica dice más de quien la utiliza que de a quién se dirige. ¿Se atreverían a utilizarla con los casos de abusos sexuales de la Iglesia o las mujeres maltratadas que han callado durante años? Si lo que denuncian es cierto y las personas que están realizando esas críticas lo saben, ya que como bien dices no lo niegan (más bien lo justifican), deberían sentir asco y vergüenza de su connivencia y cobardía. Por otro lado, no es tan fácil probar en un juicio este tipo de cuestiones y de eso se valen. ¿Cuántos casos de mobbing quedan en nada, aunque sean un secreto a voces, por la dificultad de probarlos?
Si, pero no. Creo que ni en el modo ni en las formas se ha acertado con el tratamiento de la noticia. Tiene razón el autor porque, no se ha hecho un «tribunal popular» al que alude: ha sido directamente un linchamiento.
Partiendo de la base de que las firmantes tienen el derecho a la queja, si los hechos son tan graves que ni se escucha a la acusada y ni tan siquiera se contempla la presunción de inocencia, el ámbito debería ser directamente el de los tribunales de justicia. Aún así es obvio que ni en el deporte ni en ninguna otra actividad vale ni debe valer todo. Lo que no queda muy claro es cómo esta revelación divina de pureza ha coincidido, casualmente por supuesto, con el regreso de Londres con dos medallas. Y es curioso que, en medio de este afán de justicia, nadie ha planteado que si el crimen es tan horrible y la Tarrés es tan mala habría que tomar decisiones radicales como: a) devolver las medallas conseguidas deshonrosamente b) destituir a la cúpula de la Federación Española de Natación que esperó a que acabaran los JJOO para abrir los ojos y c) echar a el resto de las nadadores y entrenadoras por silencio cómplice con la tirana opresora. ¿Se ha pedido?, no. ¿Se pedirá?, no. ¿Se hará?, no
Pensemos que son 16 personas, no niñas ni «chicas», las que ejercen su derecho a acusar, y empecemos por considerar a cada una de ellas individualmente para conocer sus motivos, sus causas y sus penas e intentar reparar lo que proceda. Juntarlas en un todo terminará en un barullo de ruido mediático del que, además de confusión, apenas se sacará nada en limpio. Por muy importante que sea la exclusiva (que a veces parece más importante que la veracidad de los hechos) aquí se está actuando como esas personas que van al boxeo y se tapan los ojos entre exclamaciones de horror mientras siguen mirando entre los dedos. Así se cita un tuit en el que un “periodista deportivo” descarga de culpa a Tarrés comparándola con las entrenadoras chinas pero no se mencionan los tuits (muchos más numerosos) en los que se exige para la «acusada» toda clase de castigos incluyendo la «expulsión inmediata de España!!!». Calma, y frenemos todos un poco este espíritu justiciero a toro pasado que está camino de convertir a unas personas, que ya pasaron lo suyo, en una especie de nadadoras de Salem. Y ya sabemos cómo acabó la historia
“no creo que sea elegante, ni que toque sacar mierda cuando no toca. Hay un cambio, hay que quedarse con lo bueno” (Gemma Mengual).
No toca sacar mierda y hay que quedarse con lo bueno. Así que la mierda existe, pero no es el momento de airearla y hay que quedarse con lo bueno. Con semejante argumentación, la defensa se cae por su propio peso. Procuremos no centrarnos tanto en las personas y sí en los contenidos, bastante más significativos.
En los comentarios que hablan del linchamiento a Tarrés todos olvidan también el masivo apoyo que tuvo cuando la Federación la destituyó alegando, como bien se dice por ahí, «problemas de gestión».
Ahí está el tema: se apoya a Tarrés frente a la Federación y luego a las chicas frente a Tarrés. Y algunas, lógicamente, con una posición favorable no tienen razones para criticar. Las que ya no están, nada tienen que perder. Todo el mundo adopta una posición lógica de cara a sus posibilidades de futuro: minimizar el riesgo.
Y supongo que por eso no se denuncíó antes, por minimizar el riesgo de una carrera. Y también, no nos olvidemos, como en cualquier caso de violencia (psicológica) se oculta o se asimila y sale tiempo después. En general, cuando la amenaza desaparece.
Con respecto al artículo y algunos de los comentarios, algunas puntualizaciones: estoy de acuerdo en lo que se dice cuando se afirma que, si es cierto que se ha dado ese tipo de trato vejatorio, que rozaría lo delictivo, lo suyo es denunciarlo donde proceda. Que además se saquen notas de prensa o se den entrevistas para reforzar las denuncias está bien. Pero que todo se quede en la parte de «linchamiento mediático» esperando a ver si alguien «toma medidas» (que nunca se explicitan… es de lo más curioso), no sé, me parece ventajista y no nos lleva a nada: no te juegas nada, bien porque ya estás fuera, bien porque a la otra persona ya la han echado, pero, eso sí, quedas estupendamente de cara a cierta prensa a la que le encantan las historias tremendas y que dan penita.
Al margen de eso, me parece que en este tipo de escándalos hay unas dosis tremendas de hipocresía. Me explico: que el entrenamiento, pongamos por caso y por irnos a una disciplina que puede tener sus conexiones con la natación sincronizada, en gimnasia rítmica es brutal e inhumano no es precisamente una noticia de última hora. Hay infinidad de testimonios de gimnastas soviéticas o de la antigua Europa del Este, así como documentales tremendos grabados en China a cuenta de los Juegos de 2008. Y ni uno solo de esos testimonios, ni uno solo de esos documentales ha servido para cambiar un ápice ese sistema de entrenamiento: al menos no que yo sepa o que se haya divulgado en medios de comunicación. Lo cual quiere decir que, por ejemplo, en EEUU, donde hasta no hace tantísimos años no se comían un colín en esa especialidad, ahora hay chicas de primer nivel, entrenadas precisamente por algunos de aquéllos que usaban esos métodos terribles en sus países de origen. ¿Acaso a alguien le importa eso, acaso alguien se ha molestado en averiguar en cómo entrenan esas chicas en EEUU? Huelga la respuesta, ¿verdad? Lo que importan son las medallas. Y eso es lo que les importa no sólo a las autoridades sino, para empezar, a los padres, que no sólo animarán a sus hijos a que se deslomen en tal o cual deporte porque a los chicos les encanta sino porque, a qué negarlo, mola muchísimo ser padre de un medallista olímpico o de una campeona mundial. Así que toca apretar los dientes y aguantar, que es por tu bien. A lo práctico: los padres de estas chicas estaban perfectamente al tanto, al menos en sus líneas generales, de lo brutalmente duro que era el sistema de entrenamiento y el «clima» que habría en el equipo y lo dejaron estar. Claro, ahora a toro pasado toca poner cara de compungidos y de «a mí, que me registren». Por no decir, claro, de los propios deportistas afectados por esos sistemas terribles: que te calles cuando eres un crío es normal, pero cuando ya vas teniendo 20 años, cuela menos. Ahí cuenta la ambición desmedida que podamos tener muchos y que nos hace dejar de lado ciertos precios a pagar con tal de alcanzar ciertas metas. Y es siempre hay casos de deportistas que se salen de ese sistema, que no callan y que prefieren no pagar ciertos peajes en nombre del éxito. Luego, lo del lavado de cerebro hay que tomarlo con cierta distancia, aunque no digo que no exista.
Y otro tanto para nuestra opinión pública, que se llena de santa indignación con casos como éste o cuando salen reales o supuestos casos de dopaje: que si esto es una vergüenza nacional (la nación ante todo, claro está), que si «medallas manchadas» me ha parecido leer y demás lindezas por el estilo… Vale, y además, dos huevos duros, que diría Groucho Marx.
Esos mismos que se rasgan las vestiduras son los mismitos que, a renglón seguido, se llevan las manos a la cabeza porque España no gana ni una chapa de Coca-Cola en tal o cual especialidad o porque hace ni se sabe que no sale un nuevo José Luis Glez. Todo se basa, según parece, a que no se invierte dinero suficiente y yo no digo que no haya en eso una parte importante de verdad. Pero no es menos cierto que para conseguir medallas y grandes victorias, da igual del deporte del que estemos hablando, hay que llegar a límites inhumanos de rendimiento yen los tiempos que corren, con las marcas y los índices de rendimiento que nos hemos acostumbrado a ver, la cosa no va precisamente a menos.
Llega un límite en el que doparse casi que es obligatorio, salvo en los casos excepcionales de turno. Y el entrenamiento es brutal para lograr ese grado de disciplina y de perfección en los movimientos. Porque en ese mundo nadie afloja un punto: si tú das un paso atrás por el motivo que sea, al resto de tus competidores eso les importa un carajo. De hecho, tanto mejor para ellos, un rival menos al que enfrentarse.
No caben medias tintas: el deporte, al menos tal y como se concibe hoy día, es un espectáculo de rendimiento siempre llevado al límite. Hay que estar siempre bordeando la marca estratosférica, hay que jugar dos o tres partidos a la semana, siempre al máximo nivel, 10 u 11 meses al año, las piruetas y las combinaciones deben ser siempre lo nunca visto. Y es que si no fuera así, el deporte dejaría de tener las audiencias que tiene y dejaría de generar, por supuesto, la friolera de millones que genera al año.
Por tanto, aquellos que se indignan por esos triunfos manchados deberían, creo, preguntarse qué quieren ver cuando ven deporte por la tele, en una piscina o una cancha de juego. Si realmente están dispuestos a que las marcas de 100 metros no tengan que bajar sí ó sí de los 9,9 segundos, si no les importa que la dificultad de los saltos no tenga que ser siempre de 7 o si no les afecta demasiado si las piruetas o las combinaciones no son de otro planeta… Entonces tiene sentido que aboguen por los triunfos sin mancha.
Pero si pretenden que el siguiente recordman de maratón baje de las 2 horas sólo a base de leche con ColaCao y entrenando más o menos como el resto de los mortales. O si pretenden una disciplina de hierro en los ejercicios a base de cariño y buenas palabras, entonces… entonces no saben de lo que están hablando y no deberían pedirle peras al olmo.