[Si alguien me pregunta a qué me dedico siempre tengo la tentación de decir depositaria de tesoros con el estricto deber de ponerlos en circulación por el mundo para que no se extingan. Mi “oficio” es más emocional que laboral, así que olvidémonos por ahora de a lo que me dedico y hablemos de tesoros, que es lo que importa.]
Si hablo de Emigrantes de Shaun Tan, no lo hago porque se trate de una novedad sino más bien porque se trata de un imprescindible. Los tesoros tienen la capacidad de llamar irremediablemente la atención, ejerciendo una especie de fascinación hipnótica que llega a tener el poder de adueñarse de tu voluntad. Cuando entres en tu librería sabrás reconocerlo por la nostalgia de su lomo, la apariencia común, y el tacto, de un álbum familiar gastado de fotografías antiguas.
Esta tarde, este tesoro, se ha apoderado de mí para que rompa una lanza en favor de los libros ilustrados. Sí, esos libros que hacen malabares combinando la imagen y la palabra; disciplinas artísticas que han convivido en armonía, nutriéndose la una de la otra, desde los orígenes mismos de la comunicación y la expresión artística, y que nos hemos venido empeñando en escindir considerando solo como verdaderas obras de arte, pictóricas o literarias, aquellas que no se necesiten mutuamente, que no sean interdependientes.
Se nos olvida que el dibujo, el símbolo, desde las culturas primitivas, es el origen de la palabra. Así como el garabato y el balbuceo son el lenguaje inicial de los niños. Extrañamente, se nos exige ir abandonando lo visual en pos de un prestigio de lo escrito, dejar de representar la realidad que nos rodea a través del dibujo para hacerlo a través de la palabra (escrita y leída) que goza de mayor prestigio social como medio de transmisión de conocimiento. Los dibujos son para los niños. Dibujar es cosa de niños. Y solo unos pocos trascienden esas barreras tradicionales para convertirse en ilustradores o devoradores de libros ilustrados (álbumes, tebeos, cómics, novelas gráficas). Sin embargo, si lo pensamos, lo gráfico solo consiste en la “representación por medio de líneas”; nos debería dar igual si esas líneas representan letras o imágenes.
Bien, si te vas a seguir dejando llevar por el prejuicio de que “los libros con dibujos son para niños”, este tesoro no está hecho para tu paladar. Y vamos a por el “más difícil todavía” abriendo la veda con esta novela gráfica muda que prescinde en su totalidad de lo escrito; así que donde te dije “combinación de la imagen y la palabra”, olvídate por completo de lo segundo. Te he engañado. He buscado el caso más puro, el tesoro más genuino. Se trata de leer sin estar leyendo ni una sola palabra. ¿Es que los adultos ya no somos capaces de hacer esa proeza? Si la falta de texto no te frena a quedarte en la primera página, si indagas y regresas a lo que hiciste alguna vez de comprender el mundo a través de la imagen, entrarás desde el sentido de la vista en una novela silenciosa, en una narración secuencial, una suerte de cine mudo sin intertítulos. No es arbitrario que Shaun Tan haya asumido el reto de narrar una historia sin palabras, el recurso estará al servicio del tema: la emigración. Cuando ya ha logrado que nos identifiquemos con el protagonista a través de los rasgos no marcados de su origen (una ciudad como cualquiera, un marco opresor genérico del que huir), es coherente que si al protagonista se le presenta esa situación habitual de desventaja al no entender los códigos y el idioma del país al que llega, el lector tampoco tenga el privilegio y experimente la piel y el lugar del inmigrante, la extrañeza del otro.
Esta novela gráfica plantea dos viajes paralelos: el viaje del protagonista, que se ve obligado a emigrar, y nuestro viaje sensorial desde el libro, como objeto, a la historia. Para ello se vale de un dibujo de trazo muy fino y minucioso, de corte realista al detalle, a modo de retratos secuenciados con la estructura de un álbum de fotografías. La combinación de tamaños juega una suerte de perspectiva narrativa en un paradigma que va desde las pequeñas “fotografías” para centrar la atención del lector en los detalles, en el ritmo de lo alienante, a la doble página de viñeta para lo panorámico. Shaun Tan le dicta el pulso al tiempo desde los pequeños gestos y lo aparentemente insignificante, como el roce fortuito de unas manos mientras cierran una maleta o el transcurrir de las nubes sobre un océano que, en sesenta pequeñas viñetas de cielo que va mutando, se nos hace inmenso y largo como el propio viaje en barco para atravesarlo.
Más tarde, Shaun Tan consigue desubicar al lector cuando, a esas ilustraciones que reflejan el imaginario compartido de la realidad de las migraciones de principios del siglo XX, les añade el ingrediente del sueño surrealista y la fantasía futurista, que dan cabida a extrañas criaturas y maquinarias inverosímiles. Excelente como recurso para expresar la vivencia de la otredad y aliviar el peso del drama con una luminosidad entrañable.
Si adquieres este tesoro para llevártelo a casa, cosa que te recomiendo encarecidamente como inversión emocional, tendrás entre tus manos un rara avis exquisito, una obra capaz de partir de una realidad universal y atemporal hacia la fantasía, con el combustible de la imaginación y el lirismo, para hacerlas simbióticas, cercanas y universales. Una suerte de lectura sensorial que consigue convertirnos en un pasajero más del barco que emprende el viaje hacia la tierra prometida.
*Este libro puede dejarte con ganas de más, así que te recomiendo recurrir a otros álbumes de Shaun Tan, con multitud de premios merecidísimos a sus espaldas, o a su cuaderno Esbozos de una tierra sin nombre. El proceso de creación de Emigrantes, de nuevo en Bárbara Fiore editora.
Cómo me alegra ver una artículo como este! Vengo siguiendo el trabajo de Shaun Tan desde hace un par de años y me fascina.
Mi relación con él comenzó cuando «El árbol rojo» cayó literalmente sobre mi cabeza en una librería, y desde entonces no he podido parar de admirar sus ilustraciones.
Soy un gran defensor del cuento ilustrado como manifestación artística de peso; y ver que en JotDown se le da un voto de confianza, me alegra.
Un saludo.
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Conozco este libro desde hace tiempo, soy gran entusiaste de las novelas gráfica y después de La invención de Huego Cabret no había encontrado nada tan maravilloso hasta que me pusieron este libro en las manos. Lloré ya hora lo recomiendo a todo el mundo.
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