Los poetas juegan con ventaja. Tras una vida de libros se les añaden otros tres sin que tengan que mover un dedo. Sin presionar una tecla. Los dos primeros la antología y los poemas completos. Y se los suele hacer un catedrático, el mismo que hace todas las antologías. Fulanito el antólogo. Ese sí que sabe. El hijo de Fulanito el anterior antólogo, hijo a su vez de Fulanito I. Quizá sea una recompensa al poeta por escribir cortito. Nada de 367 páginas. Y un reconocimiento también a su valor. Tiene mérito llenar durante siglos los versos de alondras, ruiseñores, brisas de diverso tipo y varias especies florales sin que los corran a gorrazos. En tercer lugar llega el libro de los poemas sueltos. Los dejan en los cajones para que no los encuentren sus descendientes. Los descendientes, sin embargo, en cuanto muere el poeta lo primero que miran son los cajones. A veces el poeta está moribundo, pidiendo morfina a gritos, y ya están con los cajones liados, hasta con los de la repisa de la entrada, donde el poeta ponía las llaves al llegar a casa. Buscan papelitos. Y en los papelitos suelen estar los versos malos garabateados que estropearán sin duda la reputación del poeta. Garabateados en servilletas. Todo poeta que se precie ve una servilleta y escribe en ella. Luego se limpia los morros en el mantel o en la manga de la camisa. Se reconoce a un poeta por los churretes en el puño de la camisa. Huevo frito, tomate y salsa indeterminada que hace costra en el botón: poeta. Insistimos en que no quiere que los encuentren pero a la vez quiere que los encuentren. Cómo va a dejar el poeta sin sustento a la panda de hijos de puta conocida en antropología como “hijos de escritor”. El cajón es el intento del poeta ya muerto de darles una opción, de decirles que pueden no abrirlo, prescindir de esos borradores y obra fallida, buscarse la vida por ellos mismos, que tienen estudios en universidades privadas. Pero nada. Todos abren el cajón. Para eso están, ¿no? Los descendientes, digo.
Borges no necesitaba cajón, ya tenía a María Kodama, el tipo de cajón humano y novia de escritor que enviuda en cuanto lo conoce, en cuanto se presentan con un ademán y dos besos póstumos. Este tipo de novias que han enviudado con el poeta todavía de su brazo no dejan que nada caiga en los cajones, incluso algunas quitan todos los cajones de casa y los tiran a la basura. Así que no hay posibilidad de libro de poemas sueltos o libro a medio hacer. Están la antología y los poemas completos. Y casi siempre una fundación y un grupo de abogados que rastrean derechos de autor. En el caso que nos interesa nos quedamos para esta recomendación con los poemas completos u Obra Poética de Borges.
Hay sagas nórdicas, tigres mitológicos, leyendas judías, referencias históricas de todo tipo, cegueras, milongas, callejones con navajeros que luchan a muerte, antiguos dioses griegos, coyotes, quijotes, Shakespeare, versos japoneses, alabanzas al idioma alemán, rincones de Buenos Aires, sueños, gatos, tristes, centinelas, degolladores… hasta personas que sin conocerse están salvando el mundo quizá por algo tan sencillo como jugar al ajedrez o acariciar a un animal dormido.
También hay bibliotecas. El gran tema de Borges. Junto al laberinto. Todo Borges es un laberinto que conduce a la biblioteca. Como si en un pasatiempo estilo “encuentre la salida” recorremos el camino con el boli Bic al contrario, hasta la entrada, hasta la infancia. Las cuestiones épicas, la fantasía, las citas, la erudición, son el trayecto que nos lleva a un Borges niño extasiado en la biblioteca de su padre. Un Borges que no salió de allí. Muchos de sus poemas, y también sus cuentos, tratan sobre cuestiones muy duras, pero no para reflejar y profundizar en las pasiones humanas, sino para rehuirlas y volver a la placenta en posición fetal. Borges era un Benjamin Button inverso. Un crío más crío conforme más años cumplía. Si a su aspecto más conocido de anciano con los ojos vidriosos y un bastón añadimos pantalones cortos, un hula-hop y una piruleta, nada desentona pese a las facciones de mayor. Incluso es un fenómeno contagioso. La actual María Kodama cada vez se parece más al niñoanciano Borges, solo que en mala, en Yoko Ono.
Borges, como decimos, está en su placenta materna. Saca la patita para ver qué temperatura hace fuera, pero vuelve dentro a la mínima que nota frío. La obra de Borges en el fondo no trata de otra cosa sino del tiempo, en el sentido de ni tan siquiera nacer. Si pudiera se habría hecho embrión o menos que embrión. Pre-algo que no fuese nada, un discreto y pequeño bigbangcillo. Muchos de sus poemas, en el fondo (entiéndase la exageración)… carecen de hondura. Al menos de lo que habitualmente se entiende por hondura. Son mágicos y deslumbrantes por su uso del lenguaje y la capacidad para la fantasía, se consumen a sí mismos o más bien son como bucles que vuelven a darse salida, como una fuente que recicla su propia agua.
Estos poemas son los de un autor virgen, no solo sexualmente, que también, sino de un autor con una mirada virgen. Descubre el mundo cada vez que lo mira, con asombro. A veces con alegría, otras con estupor. No hay nada morbosos ni sensual. Los versos de Borges se quedan un poco antes de la pubertad. Cuando trata sobre la muerte lo hace como un pequeño de cuatro años que llama llorando a su madre y le pregunta que si va a morir. Y su madre contesta que no, cómo se le ocurre, va a vivir para siempre. Borges se quedó ciego para mantener su primera mirada. Se mantuvo virgen para evitar el horrísono mundo adulto. Este poeta fue siempre niño, pero tuvo que disfrazar sus poemas de intelectualismo. Resulta curioso que escogiese la poesía intelectual para poder “engañar” al personal (lo que puede dar una idea de lo que opinaría del personal). Los poemas de Borges muestran al lector en cierto modo cómo fue él mismo hace mucho tiempo. La poesía de Borges es ver el mar por primera vez. Cada vez un mar distinto por primera vez. Ficción pura de quien se negó a crecer, fábula de un Peter Pan fantástico con todo Nunca Jamás en su cabeza.
Hay otros tipos de Nunca Jamás menos complacientes. Nuncajamases que no pueden enfrentarse a la realidad, solo aplazarla, dejarla para después. Si Borges conseguía obtener el privilegio de apartarse voluntariamente del mundo, o mejor dicho, crear también la ficción de que es posible apartarse del mundo, el mundo aplasta poco a poco cada escondite en el que Léolo se refugia. El autor de esta obra, Jean Claude Lauzon, nos dejó dos películas y un accidente de aviación donde murieron su novia, él y todo lo que podría haber hecho. Años antes un profesor le recomendó que estudiase cine y le dijo que tenía dos posibilidades: ser un genio o un loco. Decidió ser ambas cosas.
Puede que esta película sea el intento más claro de hacer poesía dentro del cine. Es un homenaje a la escritura como modo de enfrentarse a la vida o, en un sentido más amplio, un homenaje a la creatividad. Sin embargo la creatividad no es suficiente (nunca es suficiente) y la miseria y la locura terminan venciendo. Lo dijo Antonio Machado de una forma sencilla: un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio.
La vida de Léolo se desarrolla en un ambiente de pobreza y enfermedad metal hereditaria. Su vía de escape son los fragmentos de su particular diario, a partir de los que se ordenan las imágenes. Léolo no es una película fácil. Puede atragantársele a mucha gente. Pero en todos los caso impacta y deja pasajes para el recuerdo. El niño decide hacer de su vida una historia inventada para soportar la historia verdadera, y esa historia inventada se torna una verdad paralela. Hay mucho de Don Quijote y de hecho un personaje, el Domador de Versos, se considera su reencarnación. A modo de curiosidad hay que señalar que El Domador de Versos está basado en el escritor real Réjean Ducharme, de cuya obra El valle de los avasallados se recitan varias partes y que parece haber influido decisivamente en el argumento de la película. Ducharme es uno de esos raros que tras un éxito apabullante en la juventud decidió vivir al margen de todo, sin conceder entrevistas ni hacer apariciones públicas.
La concepción por un tomate, la voluntad de ser italiano porque Italia es demasiado bella para dejársela solo a los italianos, el musculoso hermano mostrando que el miedo contamina lo más recóndito del ser, el fetichismo de los pies totalmente trastornado, el retrete como centro de la existencia, la demencia, la mala suerte de los gatos, la búsqueda del tesoro, el descubrimiento de la lectura… pequeñas películas dentro de una película que oscila entre la belleza y la suciedad, entre el ideal del amor y el sexo más sórdido, entre la imaginación y la cotidianeidad asfixiante. Literalmente entre la mierda y la luz. Y muestra una enseñanza física o metafísica que se le ha escapado a los investigadores del CERN: la mierda es más rápida que la luz. Pero mientras las partículas de una alcanzan y cubren a las partículas de otra, como indica el Domador de Versos, hay que soñar. Hay que soñar siempre.
«Porque sueño, yo no lo estoy, porque sueño, sueño, porque me abandono por las noches a mis sueños, antes de que me deje el día. Porque no amo, porque me asusta amar, ya no sueño, ya no sueño. Ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño, ya no sueño. A ti, la Dama, la audaz melancolía que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio, tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar, te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño solo me quedan las cenizas de una sombra, de la mentira que tu misma me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud no era como el viejo interludio, y sí una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad. E iré a descansar, con la cabeza entre dos palabras, en el valle de los avasallados.»
(Fragmento de El valle de los avasallados que aparece en Léolo)
Y la escena del gato, y la paliza al hermano mayor, y el tesoro que se esconde entre la chatarra, y la pastilla que se reparte a toda la familia, y la puta manoseada, y la mano alzada con la sartén, y la mesa con la pata rota, y la canción de Bianca, y “The Lady of Shalott”, y el abuelo cortándose las uñas, y el bote con insectos, y el teatro de Taormina, y la madre, la gran madre que te acoge en su pecho («Mi madre, que navegaba como un gran barco en el mar de la locura»), y la hoja en blanco, y Tom Waits, y la puerta del armario, y las monedas en la mesa, y, al final, joder, al final esos cubitos de hielo que caen sobre ti.
Cierto : Se llevó todo lo que podría haber hecho y nos dejó imaginándolo.
Empezar con JLB y terminar con Leolo es como comer osetra con cucharilla de plata y de segundo una rodaja de mortadela Popeye.
Leolo junto a La ardilla roja y El cocinero, el ladrón, etc. es de las pocas películas que considero claves en mi experiencia cinefila y en este caso aun más que eso.
Es bueno recordarla para que los mas jovenes puedan acceder a esa maravilla irrepetible.
Porque lo sueño lo soy.
Tengo que decir que me leí el Valle de los Avasallados y, partiendo de que la traducción es algo así como horrenda, es un libro denso y con una historia y una protagonista difíciles, pero muy poético (a falta de una palabra mejor). Y por cierto, el fragmento que tan famoso se cita como del Valle de los Avasallados (‘Porque sueño, no lo estoy…’) en mi libro, por lo menos, no aparece. Así que igual es del propio Jean Claude Lauzon o que, de nuevo, la traducción es una mierda (o que yo me salté la página, que espero que no).
efectivamente, las lineas «porque sueño, no lo estoy», son de Lauzon, del propio protagonista, al principio: «ese hombre no es mi padre, porque está loco. porque sueño, yo no lo estoy».
hermosa y filosa expresión.
Un accidente me ha conducido a esta página, que no conocía. El comentario que aquí se hace del Borges poeta y de la poesía de Borges me hace recordar una anotación de Lichtenberg: «Un libro es como un espejo. Si un mono se mira en él, no puede ver reflejado a un apóstol».
Ese párrafo no aparece en el libro de Ducharme. Forma parte del guión de Leólo pero no sale nada ni remotamente parecido en el libro.
“Sólo encuentro momentos verdaderamente felices en la
soledad.
Mi soledad es mi palacio. Ahí tengo mi silla y mi cama,
mi viento y mi sol. Cuando estoy sentada fuera de mi soledad,sentada en el exilio, estoy sentada en un país engañoso”.
Este es el trozo del libro que sale en la película.