Llegué a pensar que la intervención en Irak era positiva. Un taxista en La Haya me convenció de ello. Se llamaba Mohamed, era iraquí y había sufrido a Sadam Husein en sus propias carnes, algo crucial que lo diferenciaba de todos los intelectuales con columna en página 3. Era un taxi amplio, incómodo y sin amortiguadores, un poco como nuestras varias conversaciones en aquel fin de semana de reportajes. Me contó cómo se exilió para no ser torturado. Cómo su madre, en aquel fin de semana de elecciones, “se disfrazaría como un perro si era necesario y arriesgaría su vida” solo para ir a votar. Y cómo su pueblo sabía que tenía que haber muertos como peaje de la libertad. “No entiendo una cosa”, recuerdo que me dijo, en su inglés de consonantes a trompicones, “¿por qué nuestros muertos os importan más a vosotros que a nosotros?”
Todavía me cuesta estar en contra de que se deponga a un dictador, llámenme intervencionista. O, al menos, reconozco que me cuesta darle lecciones a Mohamed de lo que es bueno para su pueblo. Pero, políticamente, la intervención en Irak fue una burda mentira, un desastre estratégico y una cadena de infantiles errores políticos. Y todo se explica por una causa: la incapacidad de reconocer el error sobre las armas de destrucción masiva. Un error que se repite sin cesar en la Historia: la dificultad de los Gobiernos para rectificar y adaptar su análisis al paisaje que contemplan, no al que habían prediseñado. Tony Blair llegó a decir: “No fue malo entrar en Irak, sino hacerlo por el motivo equivocado”. En vez de invocar los derechos de los iraquíes, se inventaron las armas de destrucción masiva. Donde los líderes mundiales mejor asesorados la habían cagado, Mohamed había dado en el clavo.
Los tiempos no han cambiado. Los Gobiernos son ciegos por naturaleza. Europa presta dinero a un Estado para que lo reparta a sus bancos y los avale si no lo devuelven, pero Rajoy se niega a llamarlo rescate. El pobre cree que lo hace por su bien. Intuye que mentir le beneficia políticamente. Sus paleolíticos asesores así se lo dirán. Supongo que son los mismos que le dijeron que no presentara los presupuestos recién elegido, sino que esperara a las elecciones andaluzas. Que eso de la credibilidad internacional son paparruchas. Mariano y sus asesores deberían leer The march of folly (La Marcha de la locura), un ensayo de Barbara Tuchman, publicado en 1985, que analiza por qué la “insensatez” es la constante más repetida en el Gobierno de los pueblos desde la antigua Troya.
Tres ingredientes convierten a una política en insensata, según Tuchman, y léanlas pensando en el famoso “rescate”: debe ser percibida como contraproducente en su época; deben haber existido alternativas viables antes de aplicarla; debe haber sido dictada por un Gobierno o una sucesión de Gobiernos. ¿Quién empezó a liberalizar suelo con vehemente frenesí? Aznar. ¿Quién siguió, abrazado al maná que escupía la cementera? Zapatero. ¿Quién, ya estallada la burbuja inmobiliaria, prometió liberalizar más suelo como remedio? Rajoy en la última campaña electoral.
¿Quién dejó que los bancos se convirtieran en los promotores inmobiliarios de España, y las cajas en los Medici de las comunidades autónomas? Aznar. ¿Quién profundizó en ello permitiendo fusiones como Bankia y no les ajustó las tuercas contables? Zapatero. ¿Quién defiende hoy esa política y se niega a investigar a sus antecesores? Rajoy.
Tuchman da dos explicaciones a estos comportamientos: los Gobiernos se autoengañan y, además, son testarudos. Se creen una realidad propia y se obstinan en no cambiar de plan. Son, por definición, lo contrario a un ente racional. En su ensayo, analiza la estupidez de los Troyanos introduciendo el caballo de madera de los aqueos; la ceguera por el lujo de los papas del Renacimiento (Borgias y Medicis) financiaron las grandes obras de Miguel Ángel, Tiziano o Rafael mientras sus pueblos morían de hambre y hervían de insatisfacción; la incapacidad para reaccionar y conciliar de Jorge III cuando Gran Bretaña perdió Estados Unidos o la de los gobernantes americanos en Vietnam por puro orgullo. Erraron en la geopolítica, a la hora de dimensionar la importancia e influencia de Vietnam, que sigue siendo una dictadura dizque comunista en 2012, por cierto; erraron en lo militar, obstinados en que su fuerza podía machacar a los vietnamitas y erraron en lo político. Todo se explica por esta frase de Nixon, en 1969: “No voy a ser el primer presidente que pierde una guerra”.
Los niños se creen sus propias mentiras y los Gobiernos, su propia propaganda. Anteponen la pasión a la razón y se nublan por su “sensación de omnipotencia”. Ven “hilillos de plastilina” donde hay catástrofes ecológicas, “brotes verdes” en un marasmo de recesión y “líneas de crédito” donde no hay más que un rescate de emergencia para que no colapse el sistema bancario.
Pongamos incluso que Rajoy ha tomado las decisiones adecuadas. Entonces, ¿por qué no asumirlas, reconocer su verdadera identidad y explicarlas? ¿Investigar los errores del pasado y cambiar las leyes que los han permitido? Rajoy ya ha entrado en su Irak particular. Hace unas semanas fue capaz de anunciar públicamente : “La situación ya se ha resuelto”. Bush, Blair y Aznar también habían encontrado las armas de destrucción masiva.
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Dos matizaciones, una me «molesta» y es que la mala fama de los Borgias no sé de donde narices viene, cuando hacían lo mismo que el resto de familias de la época, luchar por el poder, sin embargo ya se han encargado los historiadores europeos en manchar todo lo que huela a español. Y la otra es que hace dos o tres años con lo de los brotes verdes de Zp yo tambien pensé que todo había pasado sentí durante unos meses incluso alivio de ver que todo parecía volver a la normalidad y no tenía sensación de que me estaban mintiendo.
Esos malvados historiadores europeos que quieren hundir la gloriosa historia española…
Como en toda historia hay luces y sombras pero me niego a creer que los Borgia fuesen más malvados que los coetaneos de su época y me niego más aún a pensar que eran los peores entre las familias de altos vuelos politicos.
Yo opto más por el argumento de que la mayoría se traga sus mentiras, mientras a unos pocos, alejados (o en el intento) de las masas, creemos que son errores torpes de comunicación…
Muy buen artículo, como siempre.
Solo una pequeña matización: Aznar no empezó a liberalizar suelo en ningún momento entre otras cosas porque nunca fue un liberal y luego porque la ley del suelo que teóricamente lo «pretendía»la tumbó el constitucional. En España todas las decisiones finales sobre el uso y aprovechamiento urbanístico siguen pasando por las manos de los políticos; los mismos que antes aprobaron las muy mejorables 17 leyes del suelo que amparan este sistema. Si en un pueblo de 500 habitantes se permite que se construyan 15.000 nuevas viviendas que no se necesitan es porque cuentan con la aprobación de la consejería de urbanismo de su comunidad autónoma. Y en lograr esta aprobación entraban los conseguidores que en los «días de gloria» (y con los oportunos contactos) acordaban, pactaban y aceleraban las decisiones urbanísticas. Cuando no hay reglas de juego claras e iguales para todos la corrupción está en su salsa.
Por desgracia ningún gobierno de la democracia ha cambiado radicalmente esta situación. Ni lo hará; porque hacerlo significaría retirar de los ayuntamientos y de las comunidades un poder enorme y los beneficios que conlleva.
Si mantener o consentir este sistema es liberalizar yo, personalmente, no lo entiendo así. Aunque puedo estar equivocada. Saludos
Son tan incapaces de admitir una mentira que, de la mano de sus mercenarios mediáticos, pueden llegar incluso a fabricar una conspiración para seguir sosteniéndola. Leyendo la prensa internacional de todo tipo queda bastante claro que con su «no rescate» Rajoy está dando una imagen totalmente fuera de lugar e irrisoria. Está cavando su propia tumba frente a la mano a la que pide «de comer» y aquellos a los que representa. El PSOE sigue sin enterarse de que ya hay un partido que ocupa el espacio político de la derecha y sus bases caminan en otra dirección, y el PP trata a la ciudadanía como si fuera estúpida y viviera en la España autárquica. Desgraciadamente el caciquismo bipartidista sigue estando bien sostenido por un nutrido grupo de fieles a los que les encanta que se rían en su cara y les escupan si quien se ríe y les escupe son los «suyos».
El libro de Tuchman está dedicado a las políticas contra el propio interés. Por eso el capítulo dedicado a los papas del Renacimiento analiza en qué medida pusieron en peligro la propia perviviencia del papado y cómo se obcecaron en errores que llevaron al Cisma y la pérdida de medio centro y todo el norte de Europa para el catolicismo.
Por cierto, muy recomendable otro libro de la misma autora, Los cañones de agosto. La fatal cadena de acciones y reacciones que condujo a la Primera Guerra Mundial y los 30 primeros y frenéticos días de batalla, contados con el pulso de un thriller.
Excelente articulo. A quien le interese como y porque actuan quienes estan en el poder, le aconsejo lea lo que dijo al respecto Jacques Lacan en su «discurso del amo» – en pocas palabras: el amo es tonto, lo que le interesa es que la cosa marche, no importa como pero que marche.
No es cierto que Aznar liberalizara suelo. Al menos no suelo susceptible de especulación masiva. Y tampoco puede señalarse que la liberalización del suelo suponga facilidad de especulación. Todo esto es una premisa que se ha usado durante años para achacar la burbuja inmobiliaria a Aznar. La especulación encontró acomodo en el Derecho Urbanístico y en la filia por los inmuebles que tenemos los españoles. Al margen del pronunciamiento del TC con respecto a la «Ley de Aznar» lo que ha de tenerse en un cuenta es que el establecimiento del Suelo Urbanizable como residual (allí donde no se clasifique suelo se entenderá que es urbanizable) únicamente afecta a los municipios sin planeamiento urbanístico o con planeamiento insolvente. La urbanización masiva de este país se hizo con la connivencia de alcaldes, concejales, cajas de ahorro, promotores y ciudadanos que, con el derecho urbanístico en una mano -aprobando planes «ad hoc»- y la más profunda irresponsabilidad en la otra, construyeron indiscriminadamente creando la idea generalizada de que «el precio de las casas nunca baja». Ese es el problema, no Aznar o Zapatero (luego).
Un fenómeno, el tal Mohamed asumiendo el peaje de muertos por la libertad desde su taxi en La Haya.
O tú mismo, ludovico, comentando en este foro.
Pues no sé tron, igual darle el visto bueno a los muertos; ajenos por mucho que lleven el mismo pasaporte, no ea exactamente lo mismo que comertarlo en este foro…
Gran descubrimiento este blog. Al menos durante unos días me podré ahorrar el tiempo de buscar algo qué leer para acompañar el café y las tostadas.
Eso no quita que haya algunas afirmaciones en el artículo con las que esté en desacuerdo e incluso me resulten irritantes, por inocentes o por desacertadas.
Decir que los líderes de las potencias invasoras cometieron un error al hablar de ADM en Irak es como decir que los grandes economistas de la troika no saben que priorizando el déficit respecto a las políticas de crecimiento la situación económica no sólo no se arregla sino que va a peor.
A ellos poco les preocupa que de aquí a unos años se demuestre lo equivocados que estaban. ¿Alguien puede pensar que Aznar, Bush o Dick Cheney no han sacado suficiente beneficio personal en el mundo de la empresa como para que no les importe el haber hundido sus carreas políticas y a sus partidos?
¿Creéis que a los beneficiarios de las políticas de privatizaciones y recortes sociales les importará lo más mínimo que de aquí a unos años, cuando no quede más por exprimir, tengan que dejar sus puestos o rectificar en sus ideas?
No ee puede ser tan inocente como para pensar que lo que muchos ciudadanos preveen no son capaces de intuirlo los que disponen de los mayores recursos económicos y de información del planeta.
No estaban equivocados, ellos sabían perfectamente que allí no había armas de destrucción masiva, pero los objetivos ya están cumplidos y prefieren que pensemos que eran incompetentes a que todo formó parte de una manipulación premeditada de la que ahora se están beneficiando.