Ciento cuatro con cincuenta dólares es todo lo que necesitábamos hace unos días para conseguir: la gasolina necesaria para ir en coche desde Madrid a Bruselas, hacer despegar un avión de combate, calzoncillos y medias suficientes para que nuestra madre no tenga que volver a preocuparse por nuestro regalo de reyes y, de paso, fundas para tu móvil y el de todos tus amigos de Facebook. Con ciento cuatro con cincuenta dólares puedes conseguir todo esto o lo que es lo mismo: un barril de 159 litros de petróleo tipo Brent.
Si en lugar de 104,50 dólares tenemos 104,50 millones, la escala cambia: cosas como financiar un movimiento separatista en Angola o influir en la estrategia de guerra de los rebeldes libios comienzan entonces a estar al alcance de nuestro bolsillo y pueden convertirse en una extraña tentación. En todos los ámbitos de nuestra vida, desde nuestro cepillo de dientes Deliplus hasta la infame prima de riesgo, esos 104,50 dólares son mucho más importantes de lo que todos pensamos.
No todo el mundo es consciente de que por lo que hoy se pagan más de 100 dólares hace tan sólo diez años se pagaban 25, al fin y al cabo, nuestra referencias más cercanas son los precios del diesel y la gasolina y estos no han experimentado un salto tan grande. Entonces, ¿si el precio del barril de petróleo ha multiplicado su precio por cuatro, por qué no lo ha hecho el de la gasolina o el diesel?
Bien, los precios que se usan como referente corresponden a dos tipos concretos de petróleo que cotizan en sendos mercados: el Brent del mar del Norte y el West Texas Intermediate. Estos son ejemplos de lo que se llama mercados spot, en los que el petróleo se negocia para entrega inmediata al precio marcado en ese momento. Pero el volumen que manejan estos mercados se estima inferior al 30% del total. La mayor parte de las transacciones son contratos a largo plazo, que pese a que habitualmente toman como referencia los precios spot del momento, añaden una fuerte inercia al mercado. Además de esto, la mayoría de las compañías petroleras abarcan desde la prospección y extracción del crudo hasta el refino y la distribución al por menor de hidrocarburos. Esto hace que solo se vean obligadas a acudir a estos mercados para compensar las fluctuaciones en su producción y ser capaces de cumplir con sus obligaciones a corto plazo.
Por estos dos motivos, los cambios en el precio de los mercados spot no traen cambios idénticos e instantáneos en el precio a pie de calle, pero marcan claramente una tendencia.
Muchos economistas y expertos atribuyen los altos precios al creciente carácter especulativo de los mercados de petróleo y esto tiene parte de verdad. Algunos de los bancos de inversión más grandes del mundo tienen tales cantidades de activos y derivados relacionados con el petróleo que son capaces de influir en cierta medida en las oscilaciones del precio del mismo, pero no de modo sostenido y con una clara tendencia al alza. Entonces ¿cuál es el motivo? ¿Se está acabando el petróleo?
No existe una respuesta a la pregunta de ¿cuándo se acabará el petróleo? No debemos imaginar las reservas de petróleo como una botella de agua en la que podemos ver exactamente cuanto queda y de la cual podemos apurar hasta la última gota. Por el contrario, se parecen más a un bote de kétchup. Si agitamos el bote somos capaces de saber aproximadamente cuánto nos queda, pero no de forma demasiado precisa. Además, el envase es de un plástico tan duro que es tremendamente difícil hacer salir el contenido, hay que apretar mucho, y cuanto menos queda, más fuerza tenemos que hacer. Llegará un momento en el que por mucho que sepamos que aún queda bastante en el interior, no seamos capaces o no nos interese estrujar el bote lo suficiente para hacerlo salir y decidiremos que la época del kétchup ya pasó.
La pregunta entonces es ¿hasta cuándo nos interesará extraer petróleo? ¿Cuándo se acabará el petróleo fácil y barato? Y aunque cueste creerlo, 1.4€ por litro de gasolina aún es barato.
Tras más de cien años de industria petrolera y estudiando los muchos yacimientos que ya han completado su ciclo de vida, se han creado una serie de modelos matemáticos que son capaces de predecir con bastante exactitud el comportamiento de un pozo petrolífero a lo largo del tiempo. El más conocido de estos modelos se denomina “Curva de Hubbert”, formulada en los años 50 por un geofísico estadounidense. Esta curva aproxima la producción de un pozo petrolífero a lo largo del tiempo como una curva que crece muy rápidamente al principio, alcanza un máximo y luego decrece bruscamente para terminar con una caída más suave hacia el final de la vida del pozo. Del mismo modo que se aplica a un solo emplazamiento, se puede aplicar a la producción de todo un país, teniendo en cuenta los nuevos yacimientos que se vayan encontrando. Con este método se han predicho con bastante precisión las evoluciones de la producción de Estados Unidos, la URSS o Noruega, presentando todos ellos el llamado “Pico de Hubbert” que marca el cénit en la producción y el comienzo del declive. El modelo estima que este máximo aparece unos 40 años después de que se alcanza el máximo en los hallazgos de nuevos yacimientos, lo cual ocurrió en 1966 si tomamos la suma de todos los descubrimientos de pozos del mundo.
Cuarenta y seis años después, la Agencia Internacional de la Energía ha determinado que el máximo de producción mundial de petróleo ocurrió en 2006 y que desde entonces esta se encuentra en una meseta con pequeñas oscilaciones que no presentan una tendencia clara. Esta situación de estancamiento-declive unida a la creciente demanda de países como Brasil, Rusia, China o India está tirando con fuerza del precio del petróleo hasta niveles anteriores a la crisis de 2008 y no hay indicios de un cambio de tendencia a corto plazo.
La demagogia en torno al pico del petróleo es muy habitual. Por un lado están los que ven en él una forma de reafirmar sus propios postulados políticos: no dudan en blandir en alto unas teorías que apenas comprenden, de la misma manera que un telepredicador tejano anuncia el fin del mundo con una biblia en la mano. Sin embargo, esta actitud excesivamente alarmista es en cierto modo positiva, pues trata de concienciar acerca de toda una serie de problemas que tarde o temprano empezarán a surgir en nuestras vidas cotidianas.
El lado demagógico que debería preocupar es el contrario, el que lejos de aceptar que el mundo se enfrenta a una situación de carestía sin precedentes ni posible solución a corto plazo, lo plantea como un simple problema económico que será corregido de un modo u otro por “los mercados”.
A lo largo de todo el siglo XX, el precio creciente del petróleo ha ido fomentando la investigación en nuevas y más eficientes técnicas de extracción así como la búsqueda de nuevos yacimientos. Esto ha dado lugar a un crecimiento acompasado de la oferta y la demanda y sienta la premisa que sirve para afirmar que si los precios del petróleo siguen disparándose, formas y emplazamientos en los que no era rentable extraer petróleo pasarán a serlo. De esta manera la oferta aumentará y los precios dejarán de crecer desorbitadamente pese a la demanda creciente. Esto se ha cumplido en muchas partes del mundo en las que los precios por encima de 100 dólares han promovido la extracción de recursos petrolíferos no convencionales como las llamadas “arenas bituminosas”, lo cual no hace sino confirmar estas teorías. El problema es que los hidrocarburos que se extraen en estos lugares no se parecen en absoluto al líquido ocre oscuro que muchos tenemos en mente. Estos se parecen más a un montón de brea mezclada con arena y grava que ha de ser extraída con palas excavadoras, para luego ser sometida a unos procesos de refino y conversión mucho más complejos y energéticamente exigentes que el petróleo convencional. ¡Y aun así son rentables!
Pero esta rentabilidad corre peligro de ser pasajera si en lugar de atenernos a los indicadores económicos nos fijamos en los indicadores energéticos. La Tasa de Retorno Energético es la relación entre la energía que se obtiene de una fuente y la que se necesita para extraerla. Una TRE de 50/1 significaría que por cada unidad de energía que gastamos, obtenemos cincuenta. A principios del siglo XX la energía que proporcionaba un barril de petróleo era suficiente para obtener otros cien. A día de hoy, este valor es de 15/1 para el petróleo extraído en los EEUU y en torno a 2/1 para las arenas bituminosas canadienses. Estos números serían difícilmente sostenibles desde el punto de vista económico si no fuese porque fuentes como el gas natural son capaces de proporcionar la energía barata necesaria para extraer estos recursos. El problema es que es solo cuestión de tiempo que el gas natural experimente un estancamiento en la producción similar al del petróleo con el consiguiente incremento de los precios volviendo económicamente inviables este tipo de yacimientos. Se podría decir que a día de hoy hay prácticas rentables desde el punto de vista económico que no son sostenibles en el tiempo desde un punto de vista energético, que tarde o temprano acabará por imponerse.
Todos estos datos son simplificaciones que tratan de explicar y predecir el comportamiento de un sistema muy complejo en el que política, tecnología y economía son igualmente importantes. El estancamiento de la producción mundial de petróleo es un hecho, pero el modo en que esto interaccionará con las actuales crisis económicas, los cambios políticos en los países productores y los avances en materia de energía, transporte y vivienda es pura especulación. Eso sí, debemos ser muy conscientes de que un cambio en nuestro modo de vida está a la vuelta de la esquina y la tercera década del siglo XXI puede marcar un punto de no retorno en lo que a energía e industrialización se refiere. La sensación de un futuro incierto nunca estuvo tan cercana como ahora pero está en nuestras manos ignorarlo o afrontarlo, bien buscando nuevos modos de vida o luchando por alargar el que a día de hoy disfrutamos, cada uno lo que más guste.
Pues sí, hoy 7 de junio está a 100,64$ a las 11:01, por ser un poco rompehuevos, más que nada.
La culpa es nuestra por actualizar la fecha y no actualizar el precio. Lo arreglamos de inmediato, gracias.
Fantástico artículo y mejor explicado.
Pingback: Ciento cuatro con cincuenta: Ideas en torno al "peak oil"
Buen artículo, bien explicado. Aunque a la respuesta de por qué los precios de la gasolina no se han cuadruplicado con los del petroleo añadiría que el precio de la materia prima nunca forma directamente el precio final del producto (los costes de refino, distribución, laborales, etc… se pueden haber reducido a la vez que crecen los del crudo) y que el precio de la gasolina es en gran parte impuestos.
Con respecto a la cuestión de cuando se acabará (o encarecerá mas alla de la rentabilidad) el petroleo, me surge una duda que quizás el autor me pueda aclarar. Este tema siempre se plantea como un problema pensando en el transporte (¿Como van a moverse los coches?) cuando creo que es el más sencillo de solventar. Yo creo que el verdadero problema son los plásticos. ¿ No son derivados del petróleo? ¿ Y no están presentes en TODAS las facetas de nuestra vida? ¿ hay alternativa a los plásticos para envases alimentarios, informática/electrónica, tejidos sinteticos, cableados, etc…?
PD: perdón si lo que planteo una memez, mis conocimientos del tema se limitan a los del colegio: «El plástico viene del petróleo».
Muy interesante y cierto. Eres un genio y ademas esta explicado muy bien.
Me alegro mucho de que os haya gustado el artículo, muchas gracias.
Como bien dices, el agotamiento del petróleo afecta a muchos sectores diferentes, no todos relacionados con su uso como combustible. Sectores como el de los fertilizantes agrícolas, producción de textil, cosméticos o materiales plásticos también requieren de petróleo para producir sus materias primas de trabajo y sufrirán la carestía sin lugar a dudas. Aún así, el hecho de que algunos de los materiales plásticos sean reciclables y la aparición algunas alternativas de origen natural por desarrollar (las bolsas que ahora dan en muchos supermercados se hacen de fécula de patata, por ejemplo) pueden paliar en cierto modo la escasez para alguno de estos sectores.
Trataré este tema en otro artículo más en profundidad.
Muchas gracias, Alberto. Será interesante y revelador sin duda
Existe un blog muy recomendable que aborda este tema ampliamente. El blog se llama «The oil crash» (http://crashoil.blogspot.com.es/).
Yo empezaría a leerlo por el Prontuario.
Saludos.
El artículo está bien explicado y es interesante pero elude mencionar que las reservas de carbón y gas se prevé que serán bastante más duraderas. Por lo tanto bien sea convirtiéndo el carbón en gasolina (si lo hicieron los nazis en su día tan sofisticado no será) o en electricidad, y lo mismo con el gas, los coches y en general el estilo de vida que tenemos no se verá muy perjudicado por el declive del petróleo.
Además, ahora simplemente no podemos imaginar la tecnología que existirá dentro de 20 o 30 años, de la misma forma que a finales de los 80 y comienzos de los 90 no imaginábamos ni de lejos la importancia que ahora tienen internet o los teléfonos móviles.
Por tanto alarmarse ante una situación que desconocemos por completo cómo será no parece la mejor opción. Igual es terrible o igual no tendrá la más mínima influencia. El futuro, sencillamente, es imprevisible. Tal vez el problema más grave para los terrícolas del 2035 sea algo que ahora vemos con benevolencia y consideramos divertido, e incluso subimos vídeos de ello a la red. Sí, hablo de los gatitos.
Estoy de acuerdo con tu idea de que hacer especulaciones acerca del futuro de temas tan complejos suele ser poco acertado, pero creo que al contrario que con internet o los teléfonos móviles hace 30 años, la tecnología asociada al mundo de los hidrocarburos es muy madura (más de 100 años) y está muy optimizada como para esperar avances verdaderamente revolucionarios. Por supuesto que aún quedan muchas cosas por optimizar y descubrir pero se necesitará de algo verdaderamente nuevo para poder cambiar de paradigma energético o prolongar el actual de manera significativa.
El tema de los combustibles sintéticos me gustaría abordarlo en otro artículo, pero a día de hoy su fabricación es poco eficiente desde el punto de vista económico y energético y sólo algunos países bajo circunstancias especiales han recurrido a ello de manera generalizada (la Sudáfrica del Apatheid, sometida a un embargo de petróleo, es el único país que hizo avances significativos en la segunda parte del siglo XX). Estos procesos suelen emplear carbón y gas natural o hidrógeno para conseguir combustibles. Aparte de suponer una cantidad mucho mayor de emisiones y consumo de energía en su produccíón, sólo desplazan el problema de la escasez de petróleo al de la (no muy lejana) escasez de gas natural.
«Aparte de suponer una cantidad mucho mayor de emisiones y consumo de energía en su produccíón, sólo desplazan el problema de la escasez de petróleo al de la (no muy lejana) escasez de gas natural.»
Hombre, eso es como decir que cualquier tratamiento médico sólo desplaza el hecho de que inevitablemente moriremos. Pues sí, claro, pero tampoco es poca cosa, no?
Recurrir al gas natural como combustible para los coches no parece un salto tecnológico inimaginable dado que ya es empleado actualmente por los autobuses de diversas ciudades españolas. Y sumado a la conversión del carbón en gasolina (espero entonces tu artículo al respecto) ya retrasa ese apocalípsis energético del 2035 en unas décadas.
Lo cual reduce considerablemente la incertidumbre sobre el futuro, porque en el 2035 muchos de nosotros probablemente aún estaremos, pero en el 2070… ya habrán inventado algo (¿fusión nuclear?) y si no, allá ellos.
Me sorprende que no haya ni una sola reflexión en el artículo respecto a las externalidades en forma de minoración de la salud pública que genera el mayor consumo de hidrocarburos, que es el transporte. Ni tampoco el coste de emisión de CO2, ni de partículas, ni nada de nada.
En mi opinión me parece un planteamiento simplón y simplista, lineal y reduccionista en un mundo complejo e interrelacionado en el que únicamente se valoran elementos tecnológicos económicos (no todos), obviando efectos mensurables y mensurados y, lo que es mejor, monetarizables.
Lamento ser tan crítico, pero es el primer artículo de su revista que me produce una tan desagradable sensación de mediocridad argumental.
Siento que el artículo no te haya gustado Juanjo. Éste pretendía ser un artículo introductorio del tema que llevaría a una serie de preguntas que serían desglosadas en posteriores publicaciones. De la misma manera que echas de menos temas como la evaluación de costes de emisiones y salud pública, se pueden echar de menos temas como el de los gases de efecto invernadero, el papel del gas natural en las próximas décadas o una pequeña explicación de cómo funciona un pozo de petróleo. Siendo un tema que puede resultar algo árido, no queria abrumar con datos y reflexiones desde el primer momento. Aún así, gracias por la crítica. Espero que si lees los próximos artículos te convenzan más.
Pues cuando trates esos temas, y en especial «el papel del gas natural en las próximas décadas», no te olvides de explicar en profundidad como funciona el sistema de fracking, muy común en la actualidad. Y sus consecuencias a nivel ecológico. Verás qué risas…
Ya tardaba en salir el tema del fracking! Sobre el gas, y ésta técnica de extracción de gas no convencional (GNC), decir que EEUU va a pasar a ser de las primeras potencias en producción de gas (hecho que ya le duele a nuestra españolísima Repsol, viendo las desinversiones que está haciendo en instalaciones de LNG, y también cómo se han comido la planta de Canada que iba a proveer de gas a una zona de EEUU).