Educar para vivir
Es en el cine de habla francesa donde más se puede rastrear un espíritu pedagógico, centrado en la infancia, que rememora con una mirada nostálgica y amarga los primeros años en las aulas. Existiría tanto la visión airada, erigida en el panteón cinematográfico del efímero Jean Vigo (Zéro de conduite, 1933), o una más edulcorada, melancólica, que recorre todo el cine francés contemporáneo desde Truffaut a Malle (L’enfant sauvage, 1970, Au revoir les enfants, 1987, etc. ). La doma, la educación, de estos enfants sauvages supone casi siempre una aventura moral que tiene como último objetivo la creación del citoyen: ése es el inconfundible epíteto que encabeza cada carta del profesor Jean Itard respecto al salvaje Víctor en la película de François Truffaut.
La palma de oro en Cannes para 2008 del film La Clase, dirigido por Laurent Cantet, volvió a traer a la picota este tema preferente de este cine, presentándolo en un estilo cercano al documental. Película poco complaciente, que vira entre el desencanto y la esperanza, Cantet fotografió con una certera honestidad las andanzas, con más fracasos que éxitos, de un joven profesor en un instituto parisino. El ADN de este film, quizá más domesticado, recorre precisamente Profesor Lazhar de Philippe Falardeau, que cuenta las desventuras de un exiliado político argelino ejerciendo como improvisado profesor en una escuela secundaria de Quebec.
La situación, propia de un film político (del cual tiene rasgos sueltos, quizá innecesarios, como ese inconfundible Le Monde Diplomatique en la guantera del protagonista), se devela a lo largo de la trama como una intensa reflexión sobre la entrada a la madurez y la aceptación de la pérdida. El dispositivo dramático es, en este caso, el suicidio de la profesora de lengua, y su impacto en los alumnos ante el difícil tránsito a la adolescencia. Lazhar, que sólo hará de sustituto con una orden de deportación pendiente, acabará poco a poco descubriendo todo el tejido de relaciones, algunas con ciertos rasgos incestuosos, que llevaron a la terrible decisión. Esta trama presente, perfectamente medida en torno a silencios y omisiones, se concreta con la evocada, el pasado del profesor argelino, que es reconstruido con secuencias sueltas con una medida emocional no poco admirable. Las dos juntas constituyen la metáfora constante de la película: las estrategias emocionales que nos permiten sobrellevar la muerte.
Como consecuencia, Lazhar, interpretado con mimo por Mohamed Saïd Fellag, empieza haciendo una sustitución y finaliza como espontáneo pedagogo – mucho más efectivo que la psicóloga del centro- que ejerce de partera de los silencios de los alumnos. Éstos, entre los que destacan Émilien Néron y la nínfula Sophie Nélisse, componen una pequeña sociedad en sí misma, representando a todas las clases sociales y enfrentándose de manera distinta al nuevo y polémico profesor. Y es que sus métodos, anclados en los viejos ejes que constituyeron el aclamado bachiller francés (“el hecho diferencial del país” que lo llamó Arcadi Espada), serán difíciles de seguir en inicio para los alumnos, que poco a poco entenderán esta doble faceta de maestro y el educador.
De toda esta forma de entender la educación, el cine y la vida es espejo la escena, que habría aplaudido el propio Bazin, en la que se declama el modelo eterno de las emociones humanas: Balzac.
Estreno en cines: 18 de mayo 2012
Título original: Monsieur Lazhar
Nacionalidad: Canadá
Duración: 94 Minutos
Director: Philippe Falardeau
Intérpretes: Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Danielle Proulx
Distribuye: A Contracorriente
solo por no dejar a esta bella obra sin un aplauso: Clap!