En los últimos 20 años hemos abandonado la satisfacción, que no la obligación, de ejercer la responsabilidad individual. Un tipo recibe un día una abultada factura de teléfono y automáticamente las compañías de telecomunicaciones se convierten en vampiros ávidos de sangre. Otro se tira seis horas frente al ordenador y luego profetiza nuestra alienación a manos de las máquinas. El vecino del sexto invoca su derecho constitucional a que toda persona que gane 1500 euros tiene derecho a chalet de verano y dos coches y, cuando se queda con el culo al aire, los bancos se convierten en el anticristo. La realidad no opina igual y resulta que el primero de ellos no puede vivir sin su smartphone, el segundo tiene el bíceps derecho más hercúleo que Rafa Nadal y el vecino del sexto tiene un BMW pero su hijo no ha pisado la universidad. Problemas no ya del Primer Mundo, sino de gente que no rige bien, que deberían ser excepción pero ya son regla. No es este el tema que quiero exponer, sino cómo este fenómeno afecta también al séptimo arte y a nuestro criterio, o falta de él, como espectadores: un día emiten en televisión una serie que no es basura y resulta que el mejor cine se hace en televisión. Tócate las pelotas.
Ya se lo habrán oído repetir como un mantra a cualquier miembro de la élite cultureta de izquierdas, con esa insistencia de quien sabe que una mentira se convierte en verdad a base de repetición. ¿Cómo ha llegado esto a convertirse en axioma? Por dos motivos: la suspensión del sentido crítico y la hipersensibilización galopante de nuestro patio de colegio.
Empecemos por el primer argumento dejando claro que la culpa es del espectador. Si este no nota la diferencia entre grabar en vídeo y rodar en cine, si no añora el goce estético de una panorámica repleta de pequeños detalles, si no se maravilla ante el genio creativo de un director que maneja los hilos desde las alturas, si no cae absorto ante el poder hipnótico de un montaje milimetrado o si no aprecia la diferencia de carisma entre una estrella de cine y una de televisión es que o no entiende el cine o sencillamente no le gusta.
Esto no solo le pasa a espectadores que no han pisado una sala de cine en su vida, sino a críticos profesionales o, para ser más exactos, a gente que cobra por escribir sobre cine. El cine es uno de los grandes símbolos de la capacidad de superación del ser humano, siempre en continua evolución gramática, estética y tecnológica, y como tal debe ser admirado. Sin embargo, se da la paradoja de que el progreso tecnológico vive una edad dorada mientras nosotros renunciamos a seleccionar el mejor modo de aprovechar estos avances. Poco a poco va apareciendo un espectador vago y poco exigente que prefiere lo gratis a la calidad y ya no distingue un cochambroso screener de un producto bien acabado. O que prefiere denigrar una película visionándola en un móvil o una tableta antes que en una de esas enormes pantallas que invaden nuestros hipermercados. Esto que en principio parece una cuestión meramente técnica, acaba afectando enormemente a la percepción de la obra.
Algunos grandes directores de cine se han dado cuenta y han aprovechado para seguir alimentando su prestigio con mucho menos esfuerzo del que les exigiría una película. ¿Acaso no es el piloto de Boardwalk Empire un refrito de lo que lleva haciendo Scorsese durante toda su carrera? ¿No es el primer capítulo de Walking Dead (y toda la primera temporada) una reelaboración en pequeño de La Niebla, del propio Frank Darabont? Otros más honrados, como Spielberg, se limitan a la producción porque saben que el medio se les queda pequeño. Para qué dirigir Hermanos de Sangre y The Pacific cuando ya has revolucionado el cine bélico con Salvar al soldado Ryan. Los medios tampoco son los mismos y ellos lo saben, pero el espectador acomodado no advierte la diferencia. The Pacific fue la serie más cara de la historia con 200 millones de dólares de presupuesto y 540 minutos de duración total, a 370.370 dólares el minuto. Piratas del Caribe 3, la película más cara, costó 300 millones de dólares y dura 168 minutos. A 1.785.714 dólares el minuto, casi cinco veces más. El ejemplo no es el mejor porque en este caso la serie es superior a una película artísticamente pobre aunque técnicamente espectacular, pero las cifras dejan constancia matemática del abismo que separa a uno y otro medio. Y esto no solo afecta a los trucos digitales, sino a todos y cada uno de los aspectos que integran una película; especialmente al tiempo, el cariño y el cuidado que se le dedica a todo el proceso. En televisión siempre andan con prisa y eso se nota. Ya ven, en Juego de Tronos tardan un año en rodar lo que en El Señor de los Anillos llevó tres. En la misma serie, en el último capítulo de la primera temporada, aparece un bicho digital en una breve escena y sin apenas movimiento y parece que han inventado la rueda, cuando en el cine hace casi 20 años que los dinosaurios volvieron a la vida.
Por otro lado tenemos la hipersensibilización. Vivimos en la época del crepúsculo del deber y, por tanto, la era del vacío y el placer, como lo definía Gilles Lipovetsky, y esto se manifiesta en la necesidad de amistad y conexión emocional con los personajes. Ya no se trata tanto de que te cuenten una buena historia, sino de hacer amigos imaginarios y con sentimiento de exclusividad, de ahí que estas series deban proceder de HBO y otros canales minoritarios que no lleguen a las masas. La masa rompe el encanto. Es el elitismo de izquierdas, que dice estar por el pueblo mientras desprecia la vulgaridad de este. No se trata de sentirse superior por poseer mayor riqueza material sino por ser más ilustrado, más puesto, más minoritario, más cool. Ustedes ya le conocen, es ese cretino que deja de escuchar a su grupo preferido cuando consigue el disco de oro, o que, como leí hace unos años en una carta remitida a algún suplemento dominical (las biblias de la hipersensibilización), deja de leer a su autor preferido, en ese caso Paul Auster, porque ahora le gusta a todo el mundo y ya no mantiene con él el diálogo íntimo de antaño. Yo soy más de la escuela de pensamiento de Bruce Willis y por tanto de la opinión de que, si te sientes solo, te compras un perro. El espectador de hoy es un tipo sensible y emocionalmente inestable que necesita sentir que se puede acostar con los personajes, que puede revolver en sus cajones y oler su ropa sucia. Por eso los actores de televisión no requieren tanto talento, porque si convives el tiempo suficiente, hasta un zapato te acaba resultando carismático. Y qué quieren que les diga, me importa un huevo ver cómo se lavan los dientes Walter White y Don Draper, y no tengo mayor interés en interiorizar el aburrimiento del día a día de una escucha telefónica a un traficante de Baltimore.
Los guionistas lo intentan solucionar haciendo vivir a sus personajes las situaciones más increíbles, pero es peor el remedio que la enfermedad. Lo curioso es que muchos espectadores aceptan con naturalidad que la misma persona sufra una enfermedad súbita que le deja al borde de la muerte, descubra la cura contra el cáncer, tenga un encuentro extraterrestre y se tire a dos supermodelos en el transcurso de tres capítulos. Esto me obliga a abandonar las series casi de inmediato. No aguanté ni tres capítulos de House y Californication, y dudo que continúe con Breaking Bad tras terminar la primera temporada. Está bien eso de revalorizar la figura del guionista, pero no cuando tienes que estirar una buena idea hasta el infinito o cuando te comportas como si estuvieras por encima del bien y el mal, casos de Lost y The Wire. La primera hubiera ganado con un formato tipo Harry Potter, a razón de película por temporada, con los mejores medios y eliminando el empacho de MacGuffin y personajes de relleno. Con The Wire se ha llegado a un grado de puritanismo tan extraordinario que ya no se puede siquiera sugerir que la serie tiene tramos simple y llanamente aburridos. Es una buena serie, incluso excelente, pero no perfecta y tampoco tan original. Hace ya 40 años que El Padrino nos explicó cómo funciona el poder, convirtiendo en iconos pop a los miembros más miserables de nuestra sociedad. Estoy seguro de que más de un pringao idolatra a Omar o Stringer Bell; un aplauso pues para los creadores de The Wire, que nos dicen que la vida no tiene sentido y además convierten en héroes a los peores bichos.
Siempre acabo echando de menos la capacidad de síntesis y la belleza de lo sencillo, valores estos exclusivos del cine. Pongo un ejemplo clásico y otro actual. El otro día revisé El hombre que mató a Liberty Valance; cuántos sesudos análisis acerca de los pilares filosóficos sobre los que se asienta la nación norteamericana te puedes ahorrar viendo esta obra maestra. Tienes a John Wayne, el tipo noble y solitario dispuesto a poner los huevos sobre la mesa cuando la amenaza es seria, y a James Stewart, la encarnación del progreso a través de la educación y el imperio de la ley. Y punto. Tan sencillo y a la vez tan absolutamente inalcanzable para cualquier otra disciplina artística. Por otra parte pongo el ejemplo de El origen del planeta de los simios, toda una sorpresa. En hora y media cuenta con detalle una investigación científica y la toma de conciencia de un mono a lo largo de su vida hasta acabar liderando una revolución contra el ser humano, contado con unos medios técnicos perfectamente adaptados a la historia y un ritmo narrativo apabullante.
Por lo tanto, si usted quiere seguir participando en ese autoengaño colectivo (lo que vulgarmente se llama discriminación positiva) consistente en elevar la valoración de una serie solo por el hecho de compensar las limitaciones del medio, usted mismo. Pero reconozca que hay un abismo entre la piel de gallina que provoca el ritmo marcial de la introducción de la 20th Century Fox a todo volumen en una sala a oscuras en comparación con las letras de HBO sobre un cutre fondo de nieve televisiva. Mi problema no es con las series en sí. Me gustan, tienen su propio lenguaje, han aumentado su calidad notablemente en los últimos años y no las veo como enemigas del cine, pero tampoco se puede caer en la costumbre progre de invertir la realidad y decir que blanco es negro y negro es blanco. Y ahora les dejo, que tengo un capítulo de Mad Men a medias.
Creo que hacía tiempo que no leía tantas gilipolleces juntas.
Eso es que no has leído los periódicos últimamente
Amen, hermano
Correcto todo, salvo que si comparamos las series de ahora con el cine de ahora, las primeras arrasan, porque el cine de ahora poco muy poco tiene que ver con los ejemplos citados de buen cine y es mas parecido a formatos de videoclip de la MTV o persecuciones increíbles rellenas de efectos especiales. Los blockbusters asesinaron el cine, y la revolución (como en su día se hizo en los 70) viene por la TV.
¿Cual es la razón de que todo el mundo esté obsesionado con comparar series-películas? ¿Crees que las series nunca superarán al cine? Pues bravo por tí, estás en tu derecho.
Ahora, pretender hacernos creer que series como The Wire son una majadería…la única majadería es haber perdido 5 minutos leyendo esta chorrada pedante.
¡Ay, amigo! ¡Qué fino ejercicio de ironía hace usted criticando la postura «cultureta» del desprecio a los gustos de las masas adoptando esa misma posición!
Mi más sincera enhorabuena.
Brillante artículo. Y eso que no ha entrado en el fenómeno del «fandom» en internet sobre algunas series.
Pero yo iría preparando el paraguas porque esta frase: «Con The Wire se ha llegado a un grado de puritanismo tan extraordinario que ya no se puede siquiera sugerir que la serie tiene tramos simple y llanamente aburridos» puede llevarle a un comité de depuración.
Enhorabuena.
Hm, ¿qué tiene que ver el tema cine vs. televisión con «la izquierda», «los progres», …? Qué manía persecutoria tenéis, la virgen…
Dame cuarenta mil lavadas de dientes de Don Draper, cincuenta mil secuencias «aburridas» de The Wire, dame incluso a Tony Soprano sudando en la elíptica mil veces y llévate, por favor, coches que se transformen en robots gigantes y hablen, muñequitos de colores en mundos utopicos, jovencitos con palos que hacen magía, y sobre todo a la P haciendo de pirata.
Me he reído un rato. Estoy bastante de acuerdo, a pesar de que se nombran y critican algunas de mis series favoritas. Pero en el fondo no es cuestión de despreciar a las series, la cuestión es que una serie jamás podrá tener el ritmo (sin perder la credibilidad del guión) que tiene una película.
El otro día vi «El apartamento» de Billy Wilder. Tan sencilla pero tan inalcanzable para cualquier otro arte.
Pffffffff no sé ni por dónde empezar. Tenemos un pensamiento completamente diferente de lo que es cine, y ya te adelanto que disto mucho(muchísimo) de ser un cultureta de izquierdas.
A mi el cine no me gana con efectos especiales grandiosos. Me gana contando una historia. Esa historia se desarrolla mucho mejor en 5 temporadas, por 13 capítulos, que en dos horas.
Que las series son refritos de películas y/o libros? Posiblemente, tampoco es que el cine ande en su mejor momento. Vivimos en una etapa de reboot y spin-off bastante pesada.
Que la fotografía y escenarios son pobres comparado con las películas? No lo dudo, pero personalmente ni sé ni me interesan esos aspectos. Por lo tanto cualquier cosa que se haga aceptable, mi ojo se acomoda a ello.
Repito, no estoy de acuerdo contigo, porque mis gustos son completamente diferentes. No me gusta el Sci-Fi, ni la fantasía, géneros donde suele darse mas importancia a los efectos.
Eso sí, tienes razón en que cada vez somos un público menos exigente y por eso las películas malas, que se basan en auténticas exageraciones de millones de euros en efectos especiales y juntar los dos famosos de moda, tienen mayores recaudaciones.
La sobrevaloración de algunas series se está poniendo de moda, sí, pero reconozcamos que en el cine también hay taras. No sé si nos lleva a algún sitio todo esto, aparte del retorno a algunos prejuicios. Cine y serie son dos subgéneros narrativos diferentes. Me parecería absurdo arremeter contra la brevedad del cuento, así como lo aburrido que puede ser algún capítulo en una novela.
Tampoco acabo de entender la relación de este tema con la política.
Genial artículo. Hacer escarnio de las imposturas ridículas de los seriófilos de hoy con imposturas ridículas de cinéfilo carroza. Yo he pillao la coña
Existe una cosa que se llama economía de escala, por lo que comparar el coste por minuto de una película de una serie es absurdo (además tiene gracia poner como ejemplo a Piratas del Caribe, cumbre del séptimo arte). No sé qué tienen que envidiar la fotografía y la producción de Breaking Bad, Los Soprano, The Wire o Mad Men a la de la inmensa mayoría de las películas. No sabía que la izquierda defendía a las series frente al cine y la derecha lo contrario. Es cierto que extender un argumento a lo largo de tres temporadas puede ser malo, pero no tiene por qué ser peor que comprimir otro en dos horas, especialmente si estamos hablando de argumentos complejos (normalmente las adaptaciones al cine adolecen de todo tipo de simplificaciones argumentales), y eso suponiendo que la película no tenga continuaciones, que también las hay. El que haya gente que es capaz de ver películas o series en un móvil o en versiones en pésima definición no sé qué tiene que ver con una diferencia de apreciación entre cine y series (yo no sería capaz de ver ni una cosa ni otra en esas condiciones). En resumen, el artículo me parece un cúmulo de prejuicios que el autor ni siquiera parece tener la menor intención de fundamentar, y, cuando lo intenta, lo hace de forma totalmente sesgada. En general, parece que se dedica a comparar lo peor de las series con lo mejor de las películas, lo cual es, huelga decirlo, un estilo un poco tramposo de argumentar.
De hecho he comparado las mejores series con las mejores películas. Las series que comentas tienen valores de producción altos, pero no me compares la fotografía de «Breaking Bad», de buena calidad, con la fotografía de «El árbol de la vida», que es una maravilla. Por otra parte, la derecha no sé si defiende uno u otro medio. No me identifico con ellos, aunque pueda parecer lo contrario.
En mi opinión, comparar series con películas es lo mismo que comparar vino con cerveza. Ambas tienen un fin parecido, entretener. En ambas hay excepciones de calidad innegable. Pero una cuenta con unos medios que otra no tiene. Puesto a hacer comparaciones, comparemos el cine español con las serie americanas.
Si quitamos Agora y dos más, el resto de películas españolas tienen el presupuesto de un capitulo de Juego de Tronos. Con esto quiero decir que, ni el dinero hace la calidad, ni la falta de él, la mediocridad. Que manía tiene la gente con poner como ejemplos de calidad películas y series culturetas, con planos imposibles, miles de huevos de pascua, guiones retorcidos y presupuestos multimillonarios. No seré yo quien diga que Los Soprano, Schlinder´s List o The Wire, no son ejemplos de calidad. Pero disfruto igual viendo Dos tontos muy tontos o (y me extraña no verla nombrada por ninguna parte) The Big Bang Theory.
Mucho decís de calidades, presupuestos, exigencias de guión, pero el 99% de los que habláis aquí, escucháis musica equiparable a Piratas del Caribe, Walking Dead, incluso Spiderman. Si entendemos calidad musical, únicamente desde el punto de vista técnico y elaborado, sólo la música clásica está a la altura. Ningún otro genero exige que 60 personas estudien en exclusiva durante 15 años para ser «uno más». Destacar con composiciones propias, prácticamente imposible, por la perfección de los precedentes.
Con esto no quiero decir que tengáis que abandonar vuestro gustos musicales buscando la excelencia. Cada genero tiene su público y su exigencia. Para una sinfónica, Nothing Else Matters de Metallica suena bien, pero no llega a Tristeza de Chopin. Para una disco, a Bethoveen le falta chispa. Pues lo mismo en series y películas. Yo echo una tarde con Juego de Tronos o incluso con la penúltima de Adam Sandler. Pero si tengo ganas de pensar, de exigir, me pongo un clásico (quizás hasta aburrido, pero en contexto, excelente) o Mad Men.
Buen artículo, pero las connotaciones políticas sobran. Felicidades.
Una absoluta maravilla. No existe recurso mejor para ridiculizar al cultureta de izquierdas que caricaturizarse en la pose de ese moderno centro liberal y su pretendida superioridad intelectual. Muy bueno.
Supongo que con el artículo he echado más leña al fuego, pero precisamente lo que me disgustaba desde hace tiempo es que se compararan las series con el cine, cuando son medios distintos con lenguajes distintos. Por eso lo que escribo viene a ser algo así como «¿realmente queremos comparar uno y otro? Vale, pero entonces saldrán perdiendo las series». Y eso cuando creo que hay series mejores que el 90% del cine.
De hecho lo de hacer distinciones entre alta y baja cultura no lo veo nada claro, veo toda la cultura en el mismo espacio, independientemente de que haya obras mejores y obras peores.
Y estoy de acuerdo en que si la comparación es entre cine español y series americanas, el resultado puede ser sangrante.
Cuando era joven el teatro había muerto, el cine agonizaba (a pesar de Truffaut y sus «400Golpes», de «Matar a un ruiseñor», de la siempre presente «2001»,incluso de la envejecida «West Side Story») y la televisión era el medio, el mensaje y el futuro.
Luego, cuando empecé junto a Felipe Gonzalez a peinar canas la televisión era impresentable (salvo «Canción triste de Hill Street o si reponían «El superagente 86»), el teatro era entretenimiento comercial y del cine solo salvo «El hombre elefante» (no va de coña real) y ya en los 90¨ «La Lista de Slinder».
¿Qué a donde quiero ir a parar?. Pues a que hay modas y tiempos. Y que ahora, que estoy calvo, no me puedo quejar: La tele no esta muy bien, pero el primer capítulo de Breaking Bad es arte puro. Que el cine está mal, pero de vez en cuando tienes un «Intocable» o un «Profesor Lazhar» y que en teatro,donde casi siempre me equivoco, amorticé sobradamente los 24 euros de «Al final del arco iris» de Natalia Dicenta.
O sea, que viva el cine (siempre), el teatro (casi siempre) y la tele (algunas veces). Y viva el blue-ray donde lo mismo veo la peli «A sangre fría», que los antiguos «Estudio 1» , incluso alguna vez «Rumbo a lo desconocido»
Vamos, que la nostalgia no es un error, pero hay mucho presente y futuro. Y ahí te doy la razón Sr. Larrea: el cine es y será mejor que las series televisivas.
,Bueno, eso de que «incluso de la envejecida «West Side Story», vamos a dejarlo. Me la puse hace poco (llevaba muchos años sin verla y temí llegar a su misma conclusión) Pasó algo muy raro: A pesar de haberla visto desde 1963, algo así como en diez ocasiones, me embobé como si la viera por primera vez. Conclusión, una OBRA MAESTRA, absolutamente genial, algo que ha quedado para siempre como uno de los mayores hitos de la historia del cine.
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¿Y no es un elitismo ponerse estupendo alabando la superioridad estética y seguramente moral de la pantalla grande y la sala a oscuras, esa experiencia a la que solo llegan los que se han vuelto locos o no tienen buen gusto?
Teniendo en cuenta que van generaciones de espectadores, lo que incluye cineastas y todo tipo de guionistas, que sólo han visto Liberty Vallance en una caja pequeña en el cuarto de estar, en VHS o DVD, y que se han maravillado igual (o no) que los que la vieron ¿hace cuánto? en una de esas salas oscuras tan extraordinarias, algo falla en el razonamiento.
Decir que porque El Padrino descompuso el poder The Wire no es capaz de hacer algo similar, es como decir que dado que ya existió Maquiavelo para razonar sobre semejante cuestión, Foucalt es innecesario, inútil o la nada.
Aburrirse pasando la tarde con Stringer Bell en el cuarto de estar puede ser equivalente a haberse aburrido viendo 2001 en una sala (y cómo no, en vídeo), algo que seguramente compartiría Bruce Willis. O el personaje que representa.
Pensar que el cine como tal es el elemento culmen de la cultura audiovisual cuando todos los modos de producción y distribución están mutando, es decir, la tecnología con la que se pueden hacer cosas, es únicamente nostalgia. Y lo peligroso de la nostalgia es que puede que sea sobre cosas que no se han vivido: un, dos, tres, responda otra vez ¿cuántas películas históricas sólo ha visto el concursante en televisión sin que el león de la Metro reverbere en las paredes?
Comparto su preocupación, pero creo que ha cogido el rábano por las hojas y por eso se le echan encima (detalles aparte, la generalización del gafapastismo y sus filiaciones, a qué viene).
Amo el cine, por lo que a mí me parecen también ridículas las devociones que se hacen a determinadas series cuando se toma ese argumento para justificar el gusto.
Amo el cine, repito y ya no veo películas nuevas porque son decepcionantes. No siempre, claro, pero demasiadas veces. Se nos ha olvidado lo que es el cine, por eso hay tanta gente que lo compara con otras cosas (efectos especiales, series, por qué no telediarios).
A mí me estorban los presupuestos: una de mis series favoritas es «The office». La relación dólar por resultado sale baratísima. Es un derroche de talento. No es cine ni pretende serlo.
Al cine también le estorban los grandes presupuestos. (Al cine, no a su industria). No hay más que ver la lista de obras maestras del cine hechas con 4 duros (aunque en su época fueran 5 ó 6 duros) y la enorme cantidad de películas de presupuesto enorme que en el mejor de los casos es cine infantil.
Me gustaría saber cuántos de los que han criticado esta entrada (y que admiran «the wire» o «perdidos») han visto además (en condiciones) «Quién mató a Liberty Valance». (O «Los olvidados», «Río Bravo», «El sueño eterno», «Los 400 golpes», «Dersu Uzala»…)
¿Y qué es verlo «en condiciones»? Como he criticado la entrada, debo añadir que sí las he visto. En las condiciones en las que estaban… todo el mundo ha ensoñado con que debería ver los clásicos en una sala. Pero, exquisiteces aparte (filmotecas, que no abundan con esos títulos, cine-clubs universatarios que tenían proyectores y dónde quedará eso) el acceso a esas creaciones se produce masivamente en un único entorno: pantallas de televisores y pantallas de ordenador. Y siguen fascinando.
Pensar que porque un formato genera «obras maestras» otro formato creativo no puede hacerlo es un argumento que no se sostiene. Y pretender que un título (¿El árbol de la vida, quizás?) sostiene todo un género o un formato creativo de por sí, resulta un razonamiento que, francamente, cuesta encontrar por donde cogerlo.
Hola Gonzalo. Cuando digo «en condiciones» no me refiero tanto a la liturgia como a la predisposición.
Creo recordar que fue el crítico de arte Robert Hughes quien contaba cómo desarrolló su afición al arte en una australia demasiado lejana a los grandes museos europeos, a traves de las deficientes reproducciones que encontraba en las enciclopedias y revistas en los años 40’s y 50’s. Eso no le impidió «ver».
No se, se respira en la critica u aire de critica velada y fundamentalista contra la izquierda que no se que relación guarda con el asunto a tratar.
Por otro lado, se encumbra el cine clásico. El cine clásico esta muy bien y era cine auténtico y honrado, pero es que en el cine hoy en día se hacen verdaderos engendros como «El origen del planeta de los simios», que tu mencionas, quiero pensar irónicamente. Por lo tanto, prefiero entregarme a las series de la HBO u otras por un tema meramente practico y no perder el escaso tiempo que tengo viendo cosas al azar. Claro que hablo por mi.
Por cierto, la segunda temporada de Breaking Bad es muy buena y ahí si soy intransigente, y como te metas con Walter White o el compi, vas a acabar en una bolsa ;)
Pablo, todos mis amigos son de izquierdas, por eso me gusta picaros un poco, espero que se note que lo hago con cierto sentido del humor. «El origen del planeta de los simios» quizá no sea una obra maestra, pero era parte de la idea decir que incluso sin escoger la mejor película mi argumento sigue teniendo parte de razón. Pensé en poner de ejemplo «El árbol de la vida», pero hubiera sido demasiado humillante para las series. Y ya que me lo dices, le daré esa oportunidad a la segunda temporada de «Breaking Bad».
yo es que creo que el artículo entero es una broma. Porque decirnos que el cine es más grande porque gasta más, como que tiene que ser una broma, ¿no?
Y sí, la izquierda cultureta es una frase ya gastada. Como dice Galahat abajo, creo que tu artículo quiere decir que Boyero es un gilipuertas. Si es el caso, dilo y ya está :)
Tampoco me había dado por aludido, pero me has recordado a mi mismísimo padre con ese discurso, que yo creo que se debe superar, aunque entiendo que el morbillo y la provocación están en el alma de cualquier escritor que se precie.
toma izquierdada.
No entiendo muy bien la relación «progres»/alabanza de las series. Creo que es una cuestión bastante genérica, a no ser que nos estemos centrando en lo que diga Boyero. Tampoco entiendo la obsesión por comparar el formato televisivo de ficción con el cinematográfico. ¿Que hay quien prefiere las series de hoy en día a las películas? Estupendo. Son fases. Tampoco hay que darle demasiada importancia ni rasgarse las vestiduras. Yo voy muchísimo más al teatro que al cine y hace años era a la inversa, pero eso tampoco me lleva a hacer una disertación sobre la superioridad del lenguaje teatral frente al cinematográfico. A día de hoy me llena más el teatro. Mañana quien sabe. Tampoco creo que nadie se vaya a tragar cinco temporadas de ninguna serie por una mera cuestión de esnobismo. Puedes aguantar 90 minutos de aburrimiento o sopor, ¿pero 400?
¿Qué se ha fumado este señor para establecer una relacióne entre personas que les gustan las series y su ideología política? ¿Es una broma?
Siempre me ha gustado la política de libertad de Jotdown a sus articulistas a la hora de escribir, ahora ponerse a escribir tonterías porqué si me parece pasarse de la raya.
Un artículo denigrante
«Pequeñas pantallas para mentes pequeñas» es el peor artículo que he leído en mucho tiempo. Es pretencioso, es exageradamente engreído e irrespetuoso.
Por encima de lo que muchos han comentado, que el debate serie vs película no tiene sentido, ya que son formatos distintos, con tiempos y estructuras diferentes; se deja entrever que el autor de este desafortunado artículo se posiciona intelectualmente por encima del resto, al intentar decidir que es lo bueno y que es lo malo; al mismo tiempo que critica la capacidad «de estar por encima del bien y del mal» de algunas series.
Le duela o no, esto es cuestión de gustos y no de falta de crítica o hipersensibilización. Si no le gusta ver series, no venga usted diciendo que las películas son mejores, porque solo deja ver que no tiene ni idea del tema, y que es el peor de todos los que usted mismo critica en el primer párrafo.
Que sepa que era la primera vez que entraba en esta página, y me estaba gustando hasta que leí su artículo, y me sentí tan ofendido por la pérdida de tiempo, que decido emplear 5 minutos más para escribir este comentario.
No volveré a leer nunca uno de sus artículos de opinión, y espero por su bien en el futuro, cambie su forma hipócrita de escribir, que deje de criticar los aires de superioridad que usted mismo se da, y que aprenda que en el mundo hay gente que piensa diferente a usted, que tiene su propio criterio, aunque a algunos nos parezca perturbado, y que tienen derecho de elegir ver el bodrio que les venga en gana. Si la elección de su familia o país en su temprana edad fue negarles un pensamiento crítico desde el principio no es su culpa.
Así que deje usted de creerse mejor que nadie, porque solo demuestra que le falta madurez mental. Sea feliz con las películas si es lo que le gusta, deje en paz a los que les gustan las series.
He comprado la edición impresa de la revista Jotdown porque me parecía un proyecto distinto al periodismo que tanto nos cansa, pero leyendo este artículo me pregunto si no habré tirado el dinero. Me siento un poco engañado. Si la revista tiene estos ases en la manga me lo pensaré muy mucho la próxima vez.
Me parece un artículo que desborda prepotencia, engreimiento, falta de respeto y argumentos de muy bajo peso. Ciertamente decepcionante. Leyendo los comentarios tengo la sensación de que no soy el único que piensa así.
Yo he votado al PP y Los Soprano me parece una obra maestra. Así que esa relación que hace entre progresia y gusto por tales series es una sandez puesta ahí para polemizar a toda costa.
Relacionar el ensalzamiento de la HBO con supuestos gustos minoritarios por el mero hecho de serlo, tampoco tiene sentido. Hubo episodios de los Soprano que tuvieron más de 30 millones de espectadores en USA.
Hay que pensar más lo que se escribe.
Y admitir que si hay gente que dice que algo es bueno no es porque quieran aparentar ser esto o lo otro ( y uno sea más listo que ellos al desenmascararlos) sino que simplemente, ese algo sea bueno. Sin más.
¡¡Boyero!!. Te refieres a Boyero, a que sí???
Boyero es uno de ellos, pero que conste que le tengo mucho aprecio desde hace años, a ver si vais a pensar que he escrito esto solo para meterme con él.
Era sólo por malmeter un poquito…
En realidad, pues estoy de acuerdo con algunas cosas de las que dices y no tanto con otras (creo que si seguirás con Breaking Bad…)
También creo que tienes narices con lo de The Wire (causa de excomunión inmediata en los comments de JD).
Pero, que quieres que te diga, alguien que encabeza un post con esa gloriosa foto merece todos mis respetos.
Saludos
La foto la escogió la gente de Jotdown, así que me has quitado el único mérito, jeje.
Supongo que el autor habrá leído a muchos gafapastas izquierdistas afirmar que la televisión (series) es superior que el cine, pero yo la verdad no conozco a ninguno. Incluso cuando alguien escribe que el mejor cine actual se hace en televisión, si le dejas matizar, te dirá que se refiere a las series que se hacen en las cadenas de pago, y no todas, por supuesto. También te dirá que el cine norteamericano actual se ha disnealizado, infantilizado y vulgarizado hasta extremos insoportables. Es difícil encontrar argumentos arriesgados, tramas originales, crítica al sistema o, simplemente, un par de tetas en las películas mainstream que se estrenan mayoritariamente en las salas grandes. Todo esto se puede encontrar (y no siempre) en las series (y no en todas). Tampoco sé de nadie que elogie sus series favoritas hasta la idolatría irracional. Cualquier fan de The Wire te dirá que la quinta temporada es la peor de todas y te detallará los momentos más aburridos de la serie. En definitiva, que en ciertas series actuales se puede encontrar todo aquello que el cine hollywoodiense ha abandonado hace mucho tiempo. Una película como El hombre que mató a Liberty Valance, por ejemplo, es imposible en el sistema de estudios actual.
Concuerdo al 100% con tu opinión, no se puede expresar mejor.
El artículo en general tiene buen ritmo, queda claro qué es lo que comparas y qué opinión tienes sobre las masas que, según creo entender, hacen corte de un lado o de otro. Pero no le veo el sentido del humor, la verdad, parece todo un poco teñido de rabieta y escrito para sentirte mejor, sin ánimo de mirar adelante.
Debo añadir que Breaking Bad la he visto en pantalla HD de 50″, cada capítulo me ha colocado entre la espada y la pared, y que es una obra maestra, añado. Y esto lo han dicho, antes que yo y con mucha más credibilidad, tipos como Tarantino, Scorsese, Spielberg, Mills y alguno que me dejo.
Este artículo es de traca.
Creo que nadie, absolutamente nadie (español o americano, de izquierda o de derechas, culto o inculto, Boyero o no…) ha afirmado jamás que las series actuales sean mejores que el cine clásico.
Por tanto, la elección del autor del texto es muy tramposa. En lo que la mayoría coincidimos es en que la series actuales son, en general, mejores que las películas actuales. Vale, sí, es cierto, eso no se debe únicamente al innegable aumento de calidad en las series, sino también al lamentable estado del cine comercial americano, que pasa por un momento atroz.
Aun así, voy a jugar tu juego. Dices que The Wire es en algunos momentos aburrida y que lo que cuenta, ya lo hizo El Padrino hace décadas. Vale, quizá. Pero también existe El Padrino 3, desgraciadamente.
Sin duda, Spielberg revolucionó el cine bélico a nivel estético con Ryan, pero posteriormente se aprovechó esa técnica para realizar una obra más completa y redonda como Hermanos de Sangre. The Pacific mejor no hablar, de acuerdo.
También podríamos hablar de cómo Alan Ball amplió infinitamente lo magníficamente realizado en American Beauty con Six Feet Under. Aunque, vale, sí, las dos primeras temporadas son superiores a las demás.
La comparación entre Juego de Tronos y ESDLA es bastante absurda. ¿Qué importa lo que tardaran en rodar ambas y que Gollum sea mejor que cualquier FX de la serie, cuando ésta última es netamente superior a las trilogía de Jackson?
Por otro lado, no has mencionado ninguna comedia. Y ahí me temo que las series también ganan al cine actualmente, con los trabajos de Ricky Gervais y Larry David a la cabeza.
Pero, eh, buen intento de trolleo. Supongo que como sabes juntar dos frases seguidas, te permiten escribir en esta casa, aunque yerres el tiro completamente.
Excelente artículo. Por fin puedo leer algo de este gran pensador fuera de Filmaffinity. Bra-vo.
Si el ejemplo de – cito textualmente – «la capacidad de síntesis y belleza de lo sencillo, valores estos exclusivos del cine» es para el autor de este texto la bobada infantiloide de «El origen de el planeta de los simios», es evidente que hay poco que discutir, y hace que no se pueda tomar en serio ninguna otra consideración del texto. (Incluso los malos jugadores de ajedrez dan alguna vez con la jugada correcta. Pero incluso en este caso fallan, porque la juegan por las razones equivocadas)
Por cierto, el peor artículo de largo que he leido en Jotdown, e indigno de la calidad que suele ser norma en esta página.
Se entiende la crítica. Aunque exagera. Espero que deliberadamente.
De todas formas, observando su perfil en FilmAffinity, es incomprensible que se intente colocar usted a un nivel superior de la gente que critica. Ahí (en la web, digo) le tenía más estima.
Lo de poner etiquetas le acerca a Boyero. Ideologías (incomprensible esos comentarios) aparte.
Siguiendo con los tópicos: la ignorancia es muy atrevida.
No sabía que la línea editorial de esta publicación englobaba también el insulto. Da que pensar.