Opinión Vuelva usted mañana

Tsevan Rabtan: Un documental de La 2

Leo en El País una noticia sobre unas declaraciones de D. Juan Antonio Reig Pla, obispo católico de Alcalá de Henares. Lo noticioso, al parecer, es que un obispo no sólo considere mala la homosexualidad —a la que denomina producto de “tantas ideologías”—, sino que incluso algunas personas desorientadas se “corrompan”, se “prostituyan” o “vayan a clubes de hombres” para “comprobarlo”. Qué cosas.

En la noticia, Dª Boti García, presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales considera que la declaración fomenta la homofobia. Si tuviera razón Dª Boti, la Iglesia Católica sería una asociación ilícita —el artículo 515 del Código Penal define como tales las asociaciones que promueven el odio contra las personas por razón de su orientación sexual— y no digo yo que no lo haya considerado al dar su opinión. Yo creo que la Iglesia Católica es una asociación homófoba, pero no creo que promueva la homofobia y esa diferencia es importante.

Soy muy crítico con las legislaciones que persiguen opiniones —o califican los delitos por las opiniones de sus autores— y sobre el asunto he escrito algunas cosas. En consecuencia, también lo soy con el código penal español. Sin embargo, no es preciso entrar en una discusión sobre la norma para darse cuenta de que la interpretación extensiva en estas materias es contraria a la libertad de expresión y a la libertad ideológica, y es una forma encubierta de tiranía.

La Iglesia Católica considera que la realización de un acto homosexual es un pecado. Considera, en consecuencia, que un homosexual que tenga una conducta sexual coherente con su condición es una persona corrompida. Naturalmente, eso pasa porque la homosexualidad es mala. La Iglesia Católica no considera pecado la “inclinación homosexual”. Más aún, el acto homosexual no es delito para la Iglesia Católica; es un acto inmoral, desordenado. ¿Eso promueve el odio contra el homosexual? En términos estrictos, no.  De defender esto, deberíamos considerar que también promueve el odio contra los adúlteros, que también pecan contra la institución matrimonial. O deberíamos considerar que las asociaciones contra la fiesta de los toros promueven el odio contra los aficionados. O, por ejemplo, deberían considerar que yo promuevo el odio contra las personas religiosas, considerando que soy ateo y notablemente anticlerical.

La Iglesia me parece homófoba porque su distinción entre el homosexual que se resiste a sus impulsos y el que no es un flatus vocis , típico de una institución construida sobre dogmas, que ha tenido que adaptarse. La Iglesia Católica ya no puede condenar al sodomita, así que denuncia el acto homosexual. Naturalmente, la única opción válida, para ella, es que el homosexual se convierta en una media persona que renuncia al sexo.

El problema, por tanto, no es que el obispo sea coherente. El problema es de los asociados a esa religión —francamente jerárquica— y de su coherencia personal si es que, de verdad, no tienen nada en contra de los homosexuales. Por cierto, una cosa que me ha llamado la atención de la noticia es que haya llegado a serlo. Mientras escribo este artículo escucho el servicio religioso para ver hasta qué punto es fiel la transcripción. Y he tenido que llegar al minuto cuarenta para encontrarme con la declaración. Es decir, alguna persona ha estado viendo ese servicio religioso durante cuarenta minutos y se ha escandalizado con las palabras del obispo. No sé, quizá haya sido casualidad —puede que el encargado de sonido de Televisión Española al que no le queda otro remedio—, pero si no lo es, vaya ocupación la del vigilante de obispos homófobos.

En fin, que creo que la noticia es una muestra del laicismo y relativismo liberal que está pervirtiendo las sociedades occidentales. Es coña. Lo que creo es que no es noticia. Al obispo no le gustan los homosexuales que practican y van a clubes de hombres, sea eso lo que sea, y a los homosexuales no les debería gustar el obispo. Están empatados.

La noticia permanente es otra. ¿Por qué en La 2, una televisión pública, se emite un oficio religioso para personas que profesan esa religión? Me explicaré. Imaginemos que son las tres o tres y media de la tarde. Ya he comido y estoy tomando un café. Pongo La 2 y empieza un documental en el que un tipo con pantalones cortos nos explica que va a mostrarnos los ritos religiosos de los dogón. Nos lleva a una aldea donde un anciano con un bonete rojo se revuelve y dice cosas raras —que entendemos gracias al doblaje— sobre el dios Amma y Dyongo, el primer ser humano. El de los pantalones cortos nos cuenta, entre susurros, que el hombre “sabio” es un hogon , un sacerdote que se relaciona con la diosa de la tierra y que, para serlo, se tiró seis meses sin lavarse ni afeitarse. En fin, que estoy allí, sentado en casa, y no protesto, porque es evidente que nadie hace proselitismo del culto dogón, y fíjense que lo afirmo a pesar de que el tipo con pantalones cortos se empeña en afirmar que los dogón son muy pacíficos y sanotes y las cosas por allí son muy ecológicas y tal, y no como en las crueles ciudades occidentales.

Si el oficio religioso celebrado en Alcalá tuviera un formato similar, uno lo entendería. El caso es que no. Para comenzar, de los dos comentaristas, uno es sacerdote —y no nos informa de lo que tuvo que hacer para llegar a serlo—. Luego, cuando comienza el culto, llegan varios señores vestidos con ropas especiales y con un sombrero rojo, que se tumban en el suelo durante unos segundos. Sin embargo, ninguno de los comentaristas nos explica por qué hacen eso. Podría continuar; la ceremonia dura hora y media. Una persona que no sepa qué es un oficio católico no se entera de nada. No hay información.

Por otra parte, no parece que la ceremonia tenga un valor folclórico o turístico en sí mismo. Incluso apostaría que a los que ven el programa no les gustaría que fuera así considerado. Más aún, de leer este artículo, más de uno sentirá una punzada de cabreo cuando he hablado de señores con un sombrero rojo. Pensarán que me estoy cachondeando y que sé perfectamente qué pasa sin que me lo expliquen. Y acertarán y errarán por partes iguales. Claro que sé qué sucede, ya que fui educado como católico, pero no lo explico así para cachondearme. En realidad, es la única manera de que comprendan que, cuando una televisión pública emite un programa así, con ese formato, lo que hace es convertirse en una televisión privada de los adeptos a esa religión, contraviniendo el mandato de aconfesionalidad de nuestra Constitución.

Puede que haya muchos católicos en España —aunque no sé cuántos realmente—, pero habíamos quedado en que la televisión pública no debería hacer proselitismo de ideas religiosas concretas —más aún, ni siquiera de ideas religiosas—, ni de ideas políticas concretas, ni en general de ideologías o creencias concretas. A todo el mundo le parecería mal que La 2 emitiese, cada semana, un programa en el que varios comunistas, por ejemplo, nos explicasen las bondades de su sistema, eligiendo ellos el formato del programa, o en el que los seguidores de la dieta vegana nos explicasen los beneficios, para la salud, de no tomar leche. Tan evidente es esto, que sólo en época electoral se admite algo parecido, se supone que respetando la pluralidad y precisamente porque se van a celebrar elecciones.

Yo no me escandalizo cuando escucho a un obispo decir que el aborto es un crimen o que es pecaminosa la felación o que hay una alianza entre el liberalismo y el relativismo moral. Tampoco me asombra que el Papa se apropie de la idea del Big Bang . Vaya, lo raro sería que no lo hiciera. Lo que me escandaliza es que la televisión pública emita una misa o un oficio sin el tipo de los pantalones cortos.

Ya sé que molesta que le comparen a uno con un negro africano, pero, en fin, Eva era africana, según nos cuentan. Lo he visto en un documental de La 2. 

 

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27 Comments

  1. javier perez-cepeda

    Totalmente de acuerdo, Tse. Si acaso un pero, un matiz más bien. No te asombra, dices, que el Papa se «apropie» de la idea del Big Bang; tampoco a mí. Más aún teniendo en cuenta que quien la formuló, Georges Lamaitre, fue padre por partida doble: padre del Big Bang y padre jesuita.

    Y no consta que formular la teoría hiciera flaquear su fe, ni que sus superiores jerárquicos encontraran en ella materia censurable a la luz de la doctrina. Así pues ni hay lugar para la sorpresa, ni contradicción en que el Papa la asuma.

    Por lo demás, como digo, de acuerdo. Hay suficientes cadenas privadas, la propia IC tiene una, que pueden retransmitir oficios religiosos, de la confesión que quieran, si creen que eso agradará a su audiencia. Pero una cadena pública no debería.

  2. Lonebond

    En gran parte de acuerdo. Pero sería interesante diferenciar entre religión e iglesia. La religión es respetable (debe serlo) y cada cual es libre de creer o no creer. Y los creyentes deben ser respetados (o deberían serlo).

    La iglesia se sirve de la religión para sus fines, tergiversándola, moldeándola a sus intereses. Es finalmente, la peor enemiga de la religión.

    Los ateos no se molestan en diferenciar ambas, no creen en la religión y la iglesia no les gusta, así que arremeten con el conjunto y si alguien se siente ofendido, que se joda. Total, ¿qué más da la libertad de credo de la gente, verdad?

    • Ozimandias

      Resulta curioso que hagas una distinción tan clara entre religión e iglesia, con la que por cierto coincido plenamente, pero luego hables de «los ateos» como si fuéramos un movimiento organizado de pensamiento único. Espero que sea un desliz y no una idea firme.

    • Miquel Àngel

      Para que exigas tanta disquisición, igual habría que pedirle a esas personas religiosas que distingan entre crencia, dogma, fe, religión e iglesia.

  3. Juan Andrés

    Lo mismo me ocurre a mi cuando veo un partido de fútbol en «La uno». Lo comenta un futbolista, van vestidos de distinta manera, cada grupo se pone en un lado del césped, ponen una pelota en el medio…y nadie nos explica por qué…Será que se retransmite para los fieles de esos grupos…

  4. En mi opinión el carácter aconfesional del Estado puede garantizarse de 2 maneras.
    Una: obviando el hecho religioso en todo ámbito público (educación, tv,…).
    Otra: informando de una manera aséptica sobre las distintas posturas existentes frente al hecho religioso (ateismo, agnosticismo, las grandes confesiones inscritas), para que cada persona opte libremente.
    Creo que lo ideal sería la 2ª opción. No es posible entender la historia de la humanidad (ni la del arte o la literatura) sin tener una mínima cultura acerca de las religiones (y las posturas contrarias a él).
    Y una cuestión que me planteo ¿Es realmente neutral la posición de eliminar cualquier manifestación de lo religioso? ¿No está prevaleciendo una ideología (el agnosticismo) sobre otras?

  5. Creo que existe a menudo una confusión entre: la religión católica (cuya esencia son los valores cristianos transmitidos por Jesucristo), la Iglesia Católica (formada por todas aquellas personas que profesan esta religión) y la jerarquía católica (obispos, Papa,etc).
    Si Pepe y Mourinho son unos impresentables ¿tb lo es el Real Madrid o los madridistas?

  6. Yo soy católico (entre otras muchas cosas, e. g. daltónico) y estoy de acuerdo con usted en lo secundario pero no en lo principal. No comparto su incomprensión sobre el hecho de que una tele pública retransmita la misa. Primero, porque el problema es la existencia de la televisión pública; y segundo, porque si ya tragamos que exista al menos pidámosle cierta visión de mercado que le quite el estigma de ser la única televisión con pérdidas. Y qué perdidas. No tengo los datos a mano pero estoy seguro de que es uno de los programas más vistos en su franja horaria. Interés general, dicen, pese a quien le pese. Más incomprensible veo yo que la sexta empalague a base de procesiones de semana santa a sus parroquianos. Todo el informativo, oye.

  7. No les vendrían mal a los creyentes algunas nociones sobre la historia de sus respectivas religiones, por cuanto su ignorancia a este respecto suele ser absoluta

  8. En efecto, la Constitución define el Estado español como aconfesional, que no es lo mismo que laico.
    Según el DRAE, aconfesional es «que no pertenece o está adscrito a ninguna confesión religiosa» y laico que es «independiente de cualquier organización o confesión religiosa».
    Por tanto, aunque el Estado no asume como propia ninguna confesión religiosa, tampoco prescinde de ella. Es decir, la religión no queda excluida.
    Esto no significaría que el catolicismo, concretamente, no quede excluido y el resto de religiones sí. Pero si tenemos en cuenta que España es un Estado democrático, y que el principal requisito de la democracia es «la voluntad de la mayoría» (siempre y cuando esto no implique coartar la libertad de la minoría), aproximadamente el 73% de la población española se considera católico. Esto es, objetivamente, una mayoría, y puesto que hay personas que, por dificultades físicas (p.e), no pueden asistir al oficio, suena lógico que el Estado facilite el ejercicio de las libertades de estas personas, puesto que constituyen mayoría, y el hecho de facilitarles el espacio televisivo no coarta las libertades del resto, ya que TVE dispone de 2 cadenas públicas, y el oficio religioso se celebra en la secundaria (2tve).

    • E.J. Rodríguez

      Hola,

      Tu forma de definir lo que es una mayoría democrática («el 73% de la población española se considera católico. Esto es, objetivamente, una mayoría») me parece un tanto peregrina. Según ese criterio, para que funcione una democracia nos bastaría con las encuestas pre-electorales y podríamos ahorrarnos las elecciones, por ejemplo.

      Pero aunque los católicos fuesen mayoría, cosa de la que tengo mis dudas, no veo la necesidad de que una TV pública se haga eco de un culto que, por muy mayoritario que pudiera resultar, no deja de pertenecer al ámbito estrictamente privado. Dado que dicho culto no tiene ningún fundamento más allá de la mera tradición basada en fabulaciones sobrenaturales de épocas remotas, no veo correcto considerar que necesite formar parte de todo aquello a lo que el estado debe proporcionar soporte.

      A algunos nos parece que el funcionamiento de organismos estatales como TVE no debe dejarse influir por cultos que poco tienen que ver con los criterios que manejamos para (intentar) construir nuestras sociedades modernas. Sería como decir que el estado debe dedicar un espacio televisivo a los horóscopos sólo porque una hipotética mayoría creyese en ellos. «Emitamos programas astrológicos dado que hay una mayoría que tiene derecho a que el estado facilite el ejercicio de sus libertades».

      Pues no. Facilitar el ejercicio de las libertades consiste en evitar impedirles el ejercicio razonable de esas libertades, no en utilizar dinero público en una estrambótica «discriminación positiva de la mayoría creyente» frente a quienes —seamos minoría o no— no compartimos el mismo tipo de supersticiones. Porque nos consta que ya no existen, a día de hoy, motivos racionales para compartirlas. Quien quiera creer en estas fábulas de hace dos mil años que crea, nadie se lo impide, pero no me parece razonable pretender que el estado ejerza como soporte para su culto en pleno siglo XXI. Ni para ese culto, ni para ningún otro culto de connotaciones sobrenaturales.

      Un cordial saludo.

      • Hola Sr Rodríguez

        En primer lugar, felicitarle por sus magníficos artículos que siempre leo con gran interés.

        Siento entrometerme en una conversación ajena. Me parecen razonables sus argumentos acerca de que una televisión pública no deba emitir actos religiosos. Pero no creo que fuese necesario hablar de la religión católica como una «fábula» o una»supersitición». Denota una superioridad moral que puede herir a quienes somos creyentes.

        Leí con gran interés su artículo acerca de la existencia de Dios «el argumento cosmológico». De hecho espero impacientemente las sig entregas. En base a objeciones que ya realicé en aquel momento, creo que actualmente existen los mismos motivos racionales para defender o no la existencia de Dios. Tanto una como otra postura son indemostrables. Existen grandes lagunas que la razón humana aún no ha podido responder (y quizá no lo haga nunca). Me sorprende su frase «nos consta que ya no existen, a día de hoy, motivos racionales para compartirlas». Debe tener acceso a datos y pruebas que el resto de la humanidad desconoce para realizar tal afirmación. (sobre la origen de: la materia, de la vida, de la capacidad de abstracción y de la voluntad del ser humano). Si así fuese agradecería un artículo al respecto, así quizás yo (y otras muchas personas a lo largo de la humanidad, entre los que creo que debe haber científicos y físicos) podriamos abrir los ojos y salir de nuestra ignorancia e irracionalidad.

        Un saludo muy cordial

        • E.J. Rodríguez

          Hola fer,

          No te entrometes en una «conversación ajena», este es un lugar para el debate, de hecho me alegra que participes e incluso que discrepes.

          No pretendo herir a nadie con mis palabras, entre otras cosas porque soy hijo de creyentes, como muchos españoles, aunque yo mismo no lo sea. Cuando uso los términos «superstición» o «fábula» lo hago muy a consciencia, y no con propósito de herir, sino de describir lo que —en mi opinión— son creencias infundadas. Para entender mejor mi uso de la palabra «superstición», por ejemplo, te propongo leer algo sobre los experimentos de B.F Skinner en torno a la conducta supersticiosa de las palomas. Sé que, dicho así, suena raro. Pero el experimento muestra cómo las palomas tienden a darle explicaciones de origen casual («supersticiosas») a aquellos procesos que no consiguen entender. Algo que, creo yo, es exactamente lo que hace la religión.

          En cuanto al término «fábula», tampoco pretende ser ofensivo sino descriptivo. Las religiones que yo conozco —especialmente la cristiana, con la que estoy más familiarizado— se basan en la narración de sucesos sobrenaturales, generalmente sucedidos hace muchos siglos, para los que no existe prueba demostrativa alguna, o si la existe yo desde luego no la conozco. Creo que «afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias», como decía Hume. Al considerar esas narraciones como no probadas, las considero un ejercicio de ficción que encierra un propósito aleccionador o proselitista. Eso, en mi diccionario, es una buena definición de «fábula».

          Entiendo que la religión es algo muy personal para mucha gente, un tema especialmente sensible. Francamente, pienso que no debería ser tan sensible, pero esa es estrictamente mi opinión y entiendo que es una opinión discutible. Aun así, creo que no es necesario sentirse ofendido por términos que no son ofensivos en sí. Intento no usar un lenguaje despectivo hablando de estas cosas, al menos cuando me dirijo a alguien en concreto, pero tampoco querría pecar de políticamente correcto y buscar circunloquios para todo. «Superstición» y «fábula» me parecen conceptos que se adecúan a lo que quiero expresar, no son maneras de buscarle las cosquillas a nadie.

          Y cuando digo que para mí «no existen motivos racionales para compartir las creencias religiosas» no me refiero a que yo tenga la respuesta para las grandes preguntas del cosmos. Me refiero a que no me ha llegado prueba alguna de que la respuesta a esas preguntas haya de tener connotaciones sobrenaturales. Hay quien piensa que sí las tiene, y que la religión llena aquellas grietas que la ciencia aún no ha conseguido cerrar (lo que suele llamarse «el Dios de las grietas»). Pero yo no veo por qué la carencia de una explicación científica válida convierte automáticamente en válidas unas explicaciones alternativas para las que tampoco existen pruebas. Aunque de esto hablaré con más detalle en un artículo que no tardará mucho en salir, sobre el argumento teleológico, que más o menos va por la línea de esta discusión. Artículo con el que quizá no estarás de acuerdo, pero que espero te guste.

          Por último, agradezco que aunque te hayas sentido aunque sea mínimamente herido, o al menos inquieto, hayas mantenido la discusión en un tono inteligente.

          Un muy cordial saludo.

        • «existen los mismos motivos racionales para defender o no la existencia de Dios»

          Para nada. Si alguien dice que existen caballos alados, es él quien tiene que demostrarlo racionalmente.

      • Alvarez

        Iba a realizar un comentario a este texto, pero resulta que usted lo ha explicado mejor de lo que yo hubiera sido capaz. Le felicito.

        Me quedo con su comentario y con el de Kamil. Me ha parecido un puntazo lo de definirse como católico y daltónico. Es como si uno dijera: me presento, soy Álvarez, amante de las setas y asmático

    • El 73 % de la población española se declara católica. Sin embargo el 57% de la población declara no ir a misa nunca (según el mismo estudio del CIS, año 2010). Esto quiere decir que esta emisión no es de interés para «una mayoría»

      • villarato

        No van a misa porque la ven por TV, hombre.

        Y marcar la X sobre la opción católica en la declaración de la renta va en tendencia asecendente.

  9. Muchas gracias por sus aclaraciones conceptuales. Esperaré a su artículo para seguir con el debate sobre la existencia de Dios. Sólo me gustaría apuntar 2 cosas.

    Por supuesto que la carencia de una explicación científica válida no convierte en válidas las explicaciones «religiosas», pero tampoco las que nieguen rotundamente estas últimas. La postura más racional sin duda es la del agnosticismo.

    Por otro lado, teniendo en cuenta la acepción de superstición que usa (como «explicación casual a un proceso que no se consigue entender») me asombra que la aplique a la religión. Creía que precisamente era la ciencia la que se basaba esencialmente en el azar para explicar el origen del universo y de la vida. Todo lo contrario de lo que defienden los creyentes.

    Encantado de hablar con usted. Un saludo.

  10. Nunca he entendido o mejor, entiendo perfectamente la ojeriza que le tienen las religiones monoteístas al sexo. Creo que Jesús era un auténtico cachondo pero aparte de lo de su sangre y su carne sus seguidores no le hicieron el menor caso.

    Excelente artículo.

  11. villarato

    pablo 09/04/2012 14:32
    Si Pepe y Mourinho son unos impresentables…

    No

  12. Los creyentes reclaman una especie de derecho sobrenatural a que no se les ofenda poniendo en duda el conjunto de fábulas y supersticiones sobre el que se sostiene su religión, mientras que los no creyentes vemos a diario cómo personas de toda fe y religión pisotean ideas que sí deberían ser sagradas, como la libertad, la justicia o la igualdad.

  13. Interesante artículo, como siempre.

    No me apasiona la superioridad moral del ateo pero, oiga, me sigue gustando su escritura y, sobre todo, los creyentes racionales estamos para dudar, qué leches. Nadie nos obliga a ser católicos.

    Lo que no me convence es su denuncia de que La2 emita misas. Podemos discutir (yo, de hecho, lo discuto) la necesidad de que exista una televisión pública. Pero si existe una televisión pública es, precisamente, para servir a todos los públicos, mayorías y minorías incluídas.

    Guste o no, la religión católica sigue siendo la mayoritaria en España. Aún así, no ponen misas en primetime en La1 un miércoles, sino un domingo a horas donde nadie ve la tele. En La2. No hay que exagerar. Es un servicio público y ya está. Me parece razonable. Hay una parte de la población a la que les sirve y mucha otra a la que no (como tantas otras cosas que emite La2).

    También hay un programa semanal dedicado al Islam («Islam hoy») y otro para la religión judía («Shalom»). Y nadie se queja. Lógico. También emiten un programa de toros (que tanta gente ve como algo monstruoso; yo no) y muchos documentales que, ay, sí hacen apología del antiliberalismo, por poner un ejemplo recurrente. Y nadie se queja. Los enfados suelen llegar contra los espacios católicos, ejem. Si le sirve de botón, hace unos años hasta emitieron trece programas para fomentar la «Alianza de Civilizaciones» (Nexos se llamaba el programa, si no recuerdo mal). Pues me parece bien, oye.

    Es que, Tsé, pretender a estas alturas que todo lo que se emite por la televisión pública es ideológicamente neutro resulta, cuando menos, ingenuo. Si aceptamos que exista una televisión pública, debe cuidar a todos los públicos: ateos, laicos, católicos, comunistas, peperos, hombres, mujeres, murcianos, universitarios, obreros, etc. Sabiendo, también, que será imposible cubrir todas, todas las minorías (no sería de recibo, qué sé yo, un programa semanal para cubrir las necesidades espirituales de los tres pastafaristas que profesan en España…).

    Y no, no me saquen esto último de contexto, please: por mucho público racista que haya, no sería de recibo un programa que glorificara al Ku Klux Klan porque, en efecto, atenta contra las leyes y la convivencia democrática. Pero una misa o cubrir la visita del Papa, aunque el obispo de turno suelte de vez en cuando una gilipollez, no tiene nada censurable, sorry.

    • 100% de acuerdo

    • Me parece mal que haya programas que hagan proselitismo o apología de cualquier religión o cualquier ideología. Por tanto, creo que no deberían televisarse misas, ni debería haber programas sobre el Islam ni sobre la religión judía con un contenido decidido por representantes de esas religiones. También me parece mal que se hagan «documentales» que defiendan la «alianza de civilizaciones» o cualquier postura ideológica concreta, aunque, naturalmente, la crítica, aquí, sería posterior. tenemos que ver el programa para saber si es sesgado o no. Lo que es indudable es que una misa televisada sirve para hacer proselitismo, sin más. No necesito verla. Está en su esencia y de eso habla este artículo que he escrito. Considerando que me he opuesto desde hace años a eso de la Educación para la ciudadanía, a la vez que considero debe excluirse la enseñanza de la religión -como asignatura- de los programas escolares parece difícil que se me pueda reprochar que es el catolicismo el que me hace saltar.

      Aprovecho para dejar constancia de que hablamos de ideologías o de religiones porque el consenso sobre la aconfesionalidad del Estado y sobre la libertad ideológica es especial, ya que tienen que ver con la estructura del Estado y su sistema político (espero que esto no se discuta, ya que el hecho de que no haya una religión estatal o que pretenda imponer sus soluciones es algo relativamente nuevo). Digo esto, porque los toros o el boxeo no son una ideología ni una religión (por mucho que haya quien lo pretenda), sino simples productos culturales que no pretenden decidir sobre cómo gobernarnos, sobre cómo producir leyes o sobre el contenido de éstas. No creo que tengan muchos contenidos morales y, de tenerlos, no se refieren a la totalidad (aunque sea de forma pasiva). Por eso, en las cuestiones ideológicas, religiosas y morales prefiero que una televisión pública, de ocuparse, lo haga con pluralidad y esto no se puede hacer parcelando el tiempo y dejando que cada religión o grupo ideológico o social decida qué contenido debe tener su espacio (por importante que sea), sino que debe hacerse o con una visión etic (como la del antropólogo) o, al menos, con pluralidad dentro del propio programa. No me opongo a que haya un espacio que se ocupe de la religión en la televisión pública, siempre que no esté en manos de una confesión concreta (o de un grupo ateo o agnóstico concreto) y siempre que su función sea discutir públicamente entre creyentes y no creyentes sobre lo que sea que quieran discutir. Algo parecido a lo de Dawkins y el arzobispo Williams. Creo que lo vería poca gente, pero al menos eso sí se ajusta a lo que, en mi opinión, debe hacer una televisión pública -de existir, que no pasa nada porque no exista.

      Yo no creo que la televisión pública deba cuidar a todas las minorías o mayorías dejando espacio para que presenten sus tesis sin contraste. Así que, sabiendo que es La 2 y que es un cachito de su tiempo, insisto en lo dicho.

  14. Gracias por la respuesta, Tsé. Muy interesante y estoy de acuerdo en varias cosas (aconfesionalidad, TV pública, Dawkins-Williams, educación para la ciudadanía, etc).

    Solo tres divergencias (por no repetirme y convertirlo en diálogo de sordos):

    1. «Lo que es indudable es que una misa televisada sirve para hacer proselitismo, sin más». Me alegro de que tenga en tanta estima la capacidad oratoria de los sacerdotes, pero me temo que por la tele no se gana ni un solo «partidario para una facción, parcialidad o doctrina» (DRAE), en este caso la doctrina católica. Las misas son para convencidos (habitualmente enfermos, que no pueden salir de casa para acudir al templo). El resto, simplemente, cambia de canal tras exclamar un «¡vaya coñazo!». Esa noticia sí que abriría rotativos: «Ve la misa de La2 y se convierte al Catolicismo».

    2. «Sino simples productos culturales que no pretenden decidir sobre cómo gobernarnos, sobre cómo producir leyes o sobre el contenido de éstas» (La Iglesia sí pretendería todo eso). Volvemos a tomar la parte por el todo, creo. El 90 por ciento (95 incluso) de lo que emiten estos programas son cuestiones pastorales (o folclóricas o históricas o batallitas de misioneros o vidas de monjas y santos, sin ninguna relevancia ideológica). De hecho, los sermones que escucho cada domingo resultan bastante planos ideológicamente. Usted mismo describe en su texto cómo alguien ha tenido que tragarse un coñazo de 40 minutos de obispo para dar con el dardo ideológico. Precisamente cuando se salen de lo pastoral es cuando crean polémica (lógico).

    3. Si llevamos su planteamiento a otros campos, acabaríamos arrasando la parrilla (volvemos, entonces, al debate de si es necesaria una televisión pública), puesto que hay muchísimos programas que fomentan cuestiones ideológicas, a veces de forma explícita y otras de forma implícita: Cuéntame, Amar en tiempos revueltos, los telediarios, Informe Semanal, La noche temática, Documentos TV, ¡Convive!, Dos rombos, etc, no son neutros ideológicamente. No pueden serlo.

    Hasta hoy mismo, a esta hora en la que escribo, están emitiendo un documental en La2 que intenta desmontar unos cuantos mitos bíblicos. Y me parece fantástico. Ojo, no quiero decir que no tengan que existir todos esos programas; simplemente intento hacerle ver que la neutralidad ideológica es imposible (por cierto, los antitaurinos están muy ideologizados…). O, por decirlo de otro modo, hay menos contenido ideológico en una misa normal -donde el cura hable de las llagas de Cristo o, qué sé yo, de panes y peces- que en la mayoría de documentales que emiten en prime-time los viernes (recuerdo, especialmente, «La doctrina del shock», de Naomi Klein, como algo ideologizado hasta el tuétano).

    Haga la prueba: cuántos de los documentales de La 2 defienden el libre mercado… y cuántos lo atacan. Lo mismo con el cambio climático, donde se eleva a ideológico un problema técnico.

    P.D. Por cierto, el programa de diálogo religioso que usted sugiere ya existe: «Últimas preguntas». Al menos, ésa es su vocación: «En diálogo con los fieles de otras religiones y con quienes, aún no compartiendo una creencia religiosa, buscan la renovación de la humanidad». (Tendría que verlo para confirmar si el continente se ajusta al contenido).

  15. Pues, a mi me parece muy bien, que un día de Semana Santa, en el cuál millones de Españoles ( algunos hipócritas otros no) asistan a estos oficios o a las profesiones, que son de caracter catolico, pues se retransmita uno de estos oficios ya que es lo que se vive en España y lo que se celebra en este periodo no?. ¿ Porque si no no sería fiesta y te hubieras quedado sin jodidas vacaciones.

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