Tuve una profesora en el instituto que colgó en la pared de clase un letrero con la palabra “SEXO”. A continuación se podía leer: “Ahora que he conseguido captar vuestra atención, os recuerdo que los trabajos deben ser entregados antes del día…”. El truco me viene a la memoria cada vez que veo la lista de noticias más vistas en las web de los periódicos. Basta poner “desnudo”, “porno” o “zoofilia” en el titular para que la noticia alcance rápidamente el Top 10. Añádale el nombre de algún famoso y ya puede resucitar la madre Teresa, invadir los marcianos o declarar la independencia Sant Feliú de Llobregat. Nada desbanca una buena exclusiva sobre “el tanga de Shakira”, por mencionar uno de los éxitos más recientes del sexyperiodismo.
Qué tiempos cuando los tops (10, 20 o 40) eran cosa de la radio, los malos escritores —algunos buenos— y las películas de Hollywood. Ahora no hay periódico que se resista a revelar las noticias que más interesan a sus lectores, con resultados a menudo sonrojantes. Pones tu esfuerzo en contar las masacres en Siria, el último desastre de la economía española y que en Pakistán puede haber un golpe de estado y resulta que la noticia más leída revela técnicas para fingir orgasmos. Hombre, para orgasmos los que van a tener los radicales islámicos como pongan las manos a las bombas nucleares pakistaníes.
El sexyperiodismo, que en dosis adecuadas y con buen gusto se antoja hasta necesario, es solo uno de los ganchos que se utilizan estos días para sumar lectores, o al menos clics de ordenador. Los periódicos han sido poco a poco parasitados por naderías, ampliando su cobertura de noticias que no lo son, sucesos del quinto izquierda —“era un señor muy normal”—, frikis de oficio, famosillos sin mérito y un hooliganismo en la cobertura deportiva que haría recomendable ampliar las pruebas antidoping a los enviados especiales al fútbol. Es lo que Vargas Llosa describía días atrás como “forma extrema de cubrir la necesidad de entretenimiento o diversión del ciudadano contemporáneo” por parte de quienes no tienen ese cometido. Antes se acudía a la discoteca o al estadio a pasarlo bien y al periódico para estar informado. Ahora se espera que ambos aporten sensaciones parecidas.
¿Qué hacer? ¿Sucumbir a los nuevos tiempos o arriesgarse a quedarse sin lectores? ¿Poner a los corresponsales a escribir consultorios sexuales? ¿Pedir a los columnistas que deslicen el nombre de la Pantoja en sus crónicas parlamentarias? Cuando el periódico generalista sólo daba noticias en papel, su éxito o fracaso dependía del conjunto del producto. No sabíamos qué noticias eran más populares, aunque lo sospecháramos. Esto permitía mezclar artículos ligeros con un buen número de historias que los redactores jefes decidían que el lector debía conocer, le diera la gana o no. En algunas redacciones digitales el diario ha pasado a hacerse a pachas con los lectores, que imponen su criterio como si estuvieran pidiendo el desayuno en la barra del bar. La tecnología permite saber al instante qué está leyéndose y qué ignorándose, revelándonos sobre nuestros lectores más de lo que querríamos saber. Con lo bien que se vivía pensando que los nuestros eran los más cultos…
Basta pues darle a un botón y eliminar todo aquello que aparentemente no interesa. El problema es que una vez dejas de dar las noticias en función de su importancia o interés, ignorando su valor periodístico y convirtiéndolas en un permanente concurso de popularidad, corres el riesgo de entrar en una decadencia difícilmente reversible. El reportero, cual estrella de pop, busca llegar al top antes que informar, el lector se acostumbra a leer paridas, echándolas en falta cuando no las encuentra, y el periódico se mueve al dictado de la audiencia inmediata, más caprichosa que los datos de circulación y venta de ejemplares que solían llegar por oleadas. Antes de que te hayas dado cuenta has tomado el camino de la televisión y su capacidad para producir basura, repitiéndote a ti mismo que lo puedes dejar cuando quieras, como el tabaco. Pero no.
El sexyperiodismo y sus muchas variantes, entre las que se incluye ese disneyperiodismo que exige tratar al lector como a un niño y suavizarle la crudeza de las malas noticias, no vayamos a estropearle el desayuno, ha ido ganando terreno incluso en los llamados “periódicos serios”. Todos han aumentado su cobertura de noticias del corazón, dedicando suplementos semanales e importantes recursos a una información que antes despreciaban. Se empieza a escuchar en las redacciones la frase con la que la televisión justificó su bajada a los infiernos: “Damos al público lo que quiere”.
Se omite el pequeño detalle de que la elección nunca estuvo entre una televisión de calidad y la tebasura. Entre mala televisión y telebasura, más bien. También yo prefiero ver a 20 macarras encerrados en la casa de Gran Hermano a una gala de José Luis Moreno, la vigésimo quinta reposición de El Hombre y la Tierra o un telediario dedicado enteramente a políticos mediocres y sus batallas, ancianas muertas en explosiones de gas y crónicas de la Operación Salida de Semana Santa. No, la opción nunca fue entre la BBC y Telecinco. Y es tarde ya para corregir los gustos de la audiencia, especialmente la más joven, adoctrinada no ya en la máxima de Gore Vidal de que nunca hay que desaprovechar “la oportunidad de tener sexo o aparecer en televisión», sino en el convencimiento de que se pueden hacer las dos cosas a la vez.
Los periódicos se encuentran en una encrucijada similar a la que vivió la televisión con la llegada de las cadenas privadas. Sólo que en vez de enfrentarse a Las Mamachico y lo que vino después, el adversario es Internet, ese inagotable pozo sin fondo donde se puede encontrar lo mejor y lo peor del periodismo, pero donde empieza a imponerse lo segundo. Ahora que no hay dinero en las redacciones ni de los periódicos más grandes, cuando manda el periodismo de bajo coste y enviar a un reportero a contar lo que está pasando al otro lado del mundo es visto como una extravagancia, la tentación es “ofrecer al lector lo que pide”. Casualmente, es más barato y fácil de producir.
Quizá no queda más remedio que arrojarse al barro para sobrevivir. Pero antes del chapuzón, lo honesto sería ofrecer la opción que nunca se presentó al consumidor de televisión y rara vez al de prensa. Reescribir el manual y apostar por el mejor periodismo sin más. Uno cada vez más diferenciado de la competencia, y no solo ideológicamente. Independiente de las agendas políticas de los partidos y las rutinas informativas. Con reportajes, entrevistas y artículos que el lector no podrá encontrar en ningún otro sitio. Mejor escrito, en papel o pantalla, presentado de forma sugerente pero sin sensacionalismos, donde quede sitio para la anécdota, el famoseo y los orgasmos fingidos, pero sin que su popularidad se convierta en fuente del criterio informativo. Periódicos hechos no a golpe de listas pop ni caprichos del lector, sino teniendo en cuenta eso tan desfasado del “servicio público y el deber de la información”, que si sueltas la frase en alguna redacción se tiran al suelo de la risa. Información política sin sectarismos ni militancia. Cobertura internacional alejada de cumbres soporíferas, seguidismo de la CNN y repetitivas noticias de agencia, dedicando en su lugar el espacio a los mejores y más originales reportajes, empleando el dinero que nos queda en ir a contar lo que nadie está contando. Y si después de ofrecer esa opción los lectores siguen desertando, o el proyecto es inviable, sólo entonces admitir la derrota y darles sobredosis de sexyperiodismo y lo que sea que “el público quiere”.
Y yo escribiendo sobre lo mismo. Le maldigo, señor Jiménez.
VAGINA
Pingback: Sexyperiodismo, por David Jiménez
El último párrafo toda una declaración de intenciones de Jotdown.
Amarillismo is coming
No todos los redactores tienen la reputación y la carta libre que probablemente tengas tú para buscar temas serios y enjundiosos lejos de casa. Aun así, acuérdate del minihombre centenario que va al gimnasido al que sacaste en la última de EL MUNDO y dinos si eso es periodismo serio o una frivolidad más.
Como se puede leer, admite que una pequeña dosis tiene que haber, porque queramos o no, nos gusta el morbo; pero eso, una pequeña dosis.
Opino que, aunque en parte tienes razón, nos regimos por las leyes del mercado. Existen muchos tipos de públicos, pero desgraciadamente, el más amplio es el que busca el que busca el morbo y los temas banales. Tu eres libre para escoger a qué te quieres dedicar. No puedes pensar que tu trabajo no se valora porque los lectores elijan otros temas menos serios. El periodismo informativo sobre actualidad es, quizás, el que requiere más profesionalidad y rigor. Pero existen muchas formas de hacer periodismo, y muchos temas que no son política, conflictos bélicos, etc. Es inevitable que la gente se deje llevar más por un instinto que por un conflicto a miles de kilómetros de su casa. Yo trabajo en los informativos de una televisión pública autonómica, y escribo varios blogs de sexualidad, en los que hablo de técnicas para alcanzar el orgasmo. Y créeme, quién ha alcanzado un orgasmo gracias a mis artículos, me lo agradece más que el que ve mis informaciones sobre un pleno parlamentario… Tengo muy claro cual es el que me gusta más. pero no se pueden infravalorar ciertos temas, que son de interés universal.
Pingback: Sexyperiodismo | davidjimenezblog
Eres el Eugenio del periodismo, buenos chistes pero contados con mucha parsimonia.
Aún así, gracias por esas pequeñas grandes píldoras de artículos con las que nos deleitas y que hacen que las espere con ansia.
Sexyperiodismo es ver las fantasías de Diego Torres como noticia más leía de El País
Primero fué la televisión, ahora el periodismo; el marujismo, antes reducido a varias publicaciones, se está extendiendo, y no es por dale al público lo que quiere, es porque lo único que importa es obtener el mayor resultado ecómico, no el ajustado.
no nos engañemos JRamon, el resultado económico va sujeto a lo que el público quiere (en la mayoría de los casos). Por eso los Viernes es mejor salir a cenar fuera (si se puede…) que mirar Salvames..Norias…etc etc que nos inundan las pantallas con deshechos televisivos.
Pingback: #Periodigno | Madriz
Pingback: Sintetia » El Sexyperiodismo
Pingback: L’infoentreteniment i la política o el periodisme de les 6W « Nereida Carrillo
Pingback: Blog de Notas » Blog Archive
Pingback: Historias de sexy-periodismo y un chico amarillo | Hablando de TI
Pingback: Cinco pistas de que tu medio de comunicación te considera idiota | davidjimenezblog
Pingback: Somos idiotas | Estar en lo incierto
Pingback: Cómo hacer contenidos que funcionen… o al menos intentarlo | SÚMATE Marketing Online
¿Feliú? Por favor…
Pingback: Periodista 2.0: ser o no ser influencer – Ciberespacio
Pingback: Marta Querol | Morbosos y primitivos
Pingback: Cinco pistas de que tu medio de comunicación te considera idiota – David Jiménez
Pingback: Sexyperiodismo – David Jiménez