Paradójicamente, en estos días de sistemáticos ataques a la personalidad como forma de refutación de la idea más peregrina que al paisano del bar de abajo se le pudiese ocurrir, es muy común considerar que todas las opiniones son igual de respetables. Lo cierto es que yo estoy absolutamente de acuerdo con esa máxima y no alcanzo a entender que se ponga en duda, sin embargo Fernando Savater opina que “si algo les pasa a las opiniones es que no son todas respetables”. Una opinión muy respetable, la suya, aunque un tanto desafortunada, me temo. El filósofo y político vasco, en uno de los probablemente infinitos escritos en los que ha registrado sus razonamientos, distingue entre el respeto que se debe a las personas, que sí debe ser igual en todo caso, y el respeto que se debe a las opiniones que éstas pudiesen manifestar, que no tiene por qué ser igual y que, de hecho, no tiene ni por qué existir. Con un dramático “¡Cómo van a ser respetables todas las opiniones!” deja bastante claro que algunas ni siquiera lo son.
En mi opinión, el caballo de batalla en esta cuestión es la noción de respeto. Siendo ortodoxos, si entendemos que Savater se refiere a la consideración y deferencia debidas, coincido con él en que no todas las opiniones deben ser respetadas en igual grado, pero en tal caso tampoco deben serlo las personas. Así entendido, el respeto que uno le profesa al admirado profesor de literatura a quien uno considera una autoridad no es el mismo que el que normalmente le tenemos al gorrilla que inquieta nuestra cartera cada vez intentamos aparcar, de la misma forma que sus opiniones no son igualmente respetables. Sin embargo, habida cuenta de que el filósofo defiende que “todas las personas son respetables, sean cuales fueren sus opiniones”, es lógico pensar que se refiere al respeto como un mínimo de cortesía, un nivel elemental de educación con el que cualquier persona debe ser tratada, pero también sus opiniones. Que lo que nuestro amigo el gorrilla piense sobre el simbolismo francés tenga menos valor para nosotros que la opinión del profesor de literatura, no nos permite despreciar la del primero ni prescindir de esa exigencia mínima de cortesía. Una estará mejor fundamentada que la otra —y de ello dependerá que una de ambas posturas sea más acertada, ya que creer que todas las opiniones tienen el mismo valor y que no es posible entrar a discutirlas por el mero hecho de ser lo que uno opina es una soberana estupidez—, pero ambas deben ser respetadas por igual y ser recibidas con la misma educación y urbanidad.
Sin embargo, Savater no se entretiene en tales debates semánticos. Para él, las personas merecen ser respetadas por igual pero las opiniones no, y argumenta su postura indicando que “una persona que dice que dos y dos son cinco, no puede ser encarcelada, no puede tomarse ninguna represalia contra ella, pero lo que es evidente es que la idea de que dos y dos son cinco no es tan respetable como la idea de que dos y dos son cuatro”. De nuevo, su opinión no es acertada —aunque la respeto—. Es obvio que la idea de que dos y dos no son cuatro es ridícula. Es una necedad. Sin embargo, el respeto a la opinión de los demás es algo que nada tiene que ver con esto, puesto que no es una cuestión opinable. Que dos y dos sumen cinco no es una opinión desafortunada. Directamente, es una mentira. La verdad, lo que es objetivamente cierto, no admite opinión. Hay una única postura correcta, ajustada a la verdad, y las demás no lo son. Se puede discutir al respecto, por supuesto, pero quien defienda que una molécula de agua está formada por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno estará en lo cierto y quien defienda cualquier otra posibilidad estará equivocado. No hay opinión posible. Decir que dos y dos son cinco no demuestra que no todas las opiniones son respetables, porque no se trata de una opinión. A diferencia de lo que ocurre con esta clase de cuestiones inopinables, la opinión se apoya únicamente en lo subjetivo, ya que de lo contrario no sería una opinión, sino una afirmación correcta o errónea. En la opinión no hay verdad absoluta. Alguien podría sostener que la obra de Bach le parece más completa que la de Vivaldi y fundamentarlo de mejor o peor manera, pero no existe una postura objetivamente correcta y su opinión merecerá el mismo respeto que la de quien opine lo contrario —salvo que la propia opinión sea en sí misma una falta de respeto—, independientemente de la valoración que hagamos de una u otra.
Estando esto claro y no habiendo descubierto yo la pólvora, ¿por qué un pensador como Fernando Savater defiende entonces que no todas las opiniones son respetables? Sinceramente, lo desconozco, pero esta tendencia actual a poner en duda y, sobre todo, negar porque sí la mayor cantidad de axiomas posible me resulta preocupante. Es evidente que no todas las ideas asentadas y socialmente aceptadas son correctas, pero eso no significa que todas estén equivocadas. Sin embargo, hoy en día parece que es obligatorio sentarse a desmontar cuantos más aforismos mejor. Se impone la necesidad de evidenciar que se ha reflexionado mucho sobre un determinado asunto y se ha llegado a una conclusión totalmente contraria a la que se daba por válida; de dejar claro que si uno va en contra de la corriente habitual de pensamiento es porque sabe bien de lo que habla y es más listo que los demás. En otras palabras, de generar la apariencia de que se piensa mucho y bien. Y lo cierto es que si todos estos pensadores de medio pelo que últimamente asaltan columnas de opinión y demás púlpitos perecederos invirtiesen sus esfuerzos en pensar y no en crear la apariencia de que lo hacen, bastante mejor nos iría a todos. Es mi opinión.
«La verdad, lo que es objetivamente cierto, no admite opinión». El problema es discernir el ámbito de aplicación de esta afirmación. ¿Lo restringimos únicamente a las leyes físicas y a las matemáticas? ¿Cuándo es admisible el subjetivismo? ¿Que un feto de 2 meses es un ser humano es una verdad o una opinión? ¿Es coherente defender que existe una verdad absoluta en algunos temas y en cambio, en otros que sólo hay opiniones más o menos valiosas?
Aún tratándose de temas donde no existen «posturas objetivamente correctas», sólo hay que darse una vuelta por cualquier foro de la red para llegar a la misma conclusión que Fernando Savater.
El problema radica en la equivalencia establecida por muchos, en la que persona y opinión acaban por ser la misma cosa… Y ni mucho menos es así.
Si yo opino que la obra de Fernando Savater es inspirada, sólida y trascendental, sin haberme leído un sólo libro que haya escrito este señor, hablamos de una opinión poco respetable… Hablar sin conocimiento de causa, hablar por hablar… No puedo esperar que mi opinión – sin base alguna – sea respetada o tenida en cuenta, y debo disociarla de mi propia persona, pues son dos planos diferentes.
Una opinión no es respetable por el hecho de tenerla, amigos.
Yendonos a un caso extremo… Acaso es respetable la opinión de hitler acerca de los judíos? Yo creo que hay opiniones que es muy difícil de respetarlas por muy bien argumentabas que estén.
Hemos caído en la cultura de lo políticamente correcto en la que parece que todo el mundo puede hablar sobre cualquier tema (aunque ni siquiera tenga base para tratarlo) y ha de ser escuchado respetando su opinión. Yo no estoy de acuerdo, las sandeces y bobadas no deberían ser tenidas en cuenta
Yo respeto profundamente todas las opiniones. Las personas, en cambio, suelen darme bastante asco.
JAJAJAJA
Creo que S no se refiere a gustos si no a cuestiones de mas entidad como que el exterminio judio no existio que G.G. digs que ya esta bien de purgar laculpa y que Israel es lo peor o que ETA Mata para liberar a los vascos . Estoy de acuerdo con S.
Como diría el maestro: hombre, hombre. Las críticas hay que tenerlas en cuenta, pero si el crítico incluye a Savater entre los pensadores de medio pelo que últimamente asaltan columnas; por lo menos podría definir últimamente. En el caso de Savater será fácil que vaya por mas de cuarenta años.
Manuel, si mal no entiendo usted parte del principio de que el respeto tanto de personas como de opiniones está dado per se. ¿Pero y si ese respeto del que uno goza per se se acaba perdiendo? Más de uno nos hemos dilapidado ese privilegio en diversas materias con opiniones infundadas o predicciones nefastas… Nuestra opinión se acaba devaluando y por tanto pierde la dignidad requerida para ser respetable. ¿No cree? Por cierto, gracias por el artículo.
Coincido con Savater. Ya lo hacía antes, pero ver cómo lo llamas «pensador de medio pelo» o «asaltacolumnas» me hace pensar que tus opiniones son menos respetables que las tuyas. Te recomiendo leer (en una tarde) «Ética para Amador». Te convencerá de la disociación entre persona y opinión (entre otras cosas utilísimas). Salud.
No sé yo donde has leido que se refiera a Savater. Ese libro está muy bien, se lo tendrían que leer los dirigentes del partido político en el que milita Savater.
Estoy muy de acuerdo y admiro profundamente que puedas escribir chorradas y también cosas sesudas. Me alegra que no se pierda la tendencia de que los más inteligentes son los mejores humoristas.
Es posible que Savater esté ejerciendo de valedor intelectual de esa fuerza política que tanto desafía al intelecto como es UPyD, cuya ideología es toda la que permita rapiñar votos de las fuerzas sin ideología y la de sustentar un colectivo que no sabe cómo compaginar ciertos ideales democráticos con un odio exacerbado hacia posturas contrarias. Odio al que no quieren renunciar, por supuesto, porque les define tanto o más que los otros ideales.
Un saludo y encantado de leerte.
Lo que realmente desafía al intelecto es que en este artículo alguien hable de política.
Hombre…un ilustrado entre los comentaristas. Para bien o para mal, la militancia de Savater puede introducirse perfectamente en la discusión, UpyD opina de todo y más, así que no veo yo el problema…con tu permiso, claro.
Simplemente pienso que la opinión de una persona suele estar influida por las causas que defiende o respalda. Habiendo sido Savater cabeza de cartel de UPyD me parece probable que sus comentarios tengan tinte político, sobre todo si a opiniones se refiere.
Como las opiniones, per se, se refieren a asuntos cuestionables, siempre son dignas de respeto, es decir, no admiten verdad absoluta porque en el momento que la permitan dejan de serlo para convertirse en axiomas/dogmas y éstos están más allá de la respetabilidad, vamos, que juegan en ligas diferentes. O eres una opinión o eres un axioma/dogma. Sin embargo, «es evidente que no todas las ideas asentadas y socialmente aceptadas son correctas, pero eso no significa que todas estén equivocadas»… luego algunas ideas/opiniones socialmente aceptadas juegan en la liga de los axiomas/dogmas, ¿cómo se come esto?, ¿cómo es posible que algo socialmente aceptado, vamos, una pura convención, se convierta en un axioma/dogma a la manera de la ley de la gravitación universal? ¿Y si más tarde se pacta socialmente lo contrario lloverá hacía arriba?
El problema está en que nosotros sólo tenemos una palabra para «opinión», mientras que los griegos usaban dos («episteme» y «doxa»). La primera se aplicaría al ejemplo de «dos y dos son cuatro» (hasta nueva orden, que la ciencia es revisable) y la segunda a cuestiones más discutibles.
Episteme equivale a conocimiento y doxa a opinión. Dos y dos son cuatro no es una afirmación opinable, ya que, por definición, 4=2+2.
Por mi parte, yo respeto a alguien en caso de que su opinión discrepe de la mía (especialmente sobre política o fútbol) solamente si mide más de 1,60, o bien tiene más de 13 o menos de 70 años.
Si no cumple esos requisitos, buena mano de hostias que se lleva.
Pues es de las cosas en que estoy más de acuerdo con Savater, y no son demasiadas. De hecho pienso que la libertad de expresión se basa precisamente en esto, en que las opiniones puedan expresarse porque pueden ser rebatidas. Si hubieran de ser respetadas no cabría la posibilidad de rebatirlas.
Creo que la idea, más o menos reciente, de que «todas las opiniones son respetables» nos está conduciendo al dominio de lo «políticamente correcto» desde las instituciones (e impregnándolo todo) ya que ante el riesgo de dar mala imagen por criticar una opinión, estas opiniones acaban por ser excluidas de antemano. Y para poder excluir las ideas se excluye a las personas que las tienen, cayéndonos en casi la misma trampa que en una dictadura de identificar a las personas con sus opiniones (aunque en las dictaras el asunto del respeto no se plantea).
Toda opinión es respetable dependiendo de quién la diga.
Estoy de acuerdo con Savater. Y me parece fácil de entender. Si alguién opina alguna salvajada o tontería (poned el ejemplo que queráis) , no me parece una opinión muy respetable. Otra cosa es que yo respete a esa persona y le deje dar esa opinión.
Estoy totalmente de acuerdo con Manuel, y leyendo vuestros comentarios, he llegado a la conclusión de que muchos llegais a confundir el hecho de respetar una opinión con el hecho de compartirla, y ciertamente puede parecer lo mismo, pero no es para nada así. Yo respeto cada una de la opiniones, pero aceptaré unas u otras como mejor o peores, dentro del respeto, segun sean capaces de convencerme o no
‘siempre miento’
Qué opinamos al respecto?
El adjetivo «respetable» se atribuye propiamente a las personas. En cuanto a las ideas, su valor depende de la solidez de la argumentación que las respalda. Si no, no sería posible el progreso en ningún campo ni la toma de decisiones colectivas (habría que sortearlas). Por eso no debemos dejar de analizar atentamente la realidad, intentar comprender las explicaciones que dan otros y pensar por nosotros mismos.