Vi algo que se parecía a un maniquí… me acerqué y vi que tenía sangre en la oreja y un arma sobre el pecho.
El cuerpo sin vida de Kurt Cobain apareció el 8 de abril de 1994. La autopsia reveló que el fallecimiento se había producido unos tres días antes. En ese momento la leyenda nacía, con tanto ímpetu y velocidad como el disparo que había segado la vida del joven cantante de 27 años. Nacía para después disolverse lentamente en la metáfora, en permanente reconstrucción, de la cultura anglosajona.
Pero ese cadáver llegaba con seis meses de retraso a su propio funeral.
La tarde del 18 de noviembre de 1993, en los estudios Sony Music de Nueva York, había mucho ajetreo. Los maestros de ceremonias eran, como siempre, el propio muerto y sus fieles Dave Grohl y Krist Novoselic, además del guitarra de sesión Pat Smear. Para la ocasión también había invitados especiales: los hermanos Curt y Cris Kirkwood, de Meat Puppets, Lori Goldston al violoncelo y un puñado de fans del grupo que habían conseguido el privilegio de acceder al auditorio tras horas de cola a merced del depredador otoño neoyorquino.
«Hey, no os olvidéis los lirios» —comentó Cobain, con la voz batida entre la desgana y la cortesía. El cansancio amable del anfitrión. La impaciencia dulce del cadáver que está por llegar. Un miembro del staff apareció sujetando sendos ramos de flores. Cobain no quería dejar nada al azar. La escenografía estaba en el punto de mira de su mimo: los siete músicos tocarían al abrigo de la tenue luz de los cirios, arropados por unos inmensos telones de color granate, rodeados de un sinfín de lirios. Había nerviosismo. Algo lógico si tenemos en cuenta que la gente nunca sabe cómo comportarse en los funerales.
Después de la ovación ritual, del obligatorio “thank you”, del predecible despliegue de la banda sobre el tablero de juego, comenzaba el concierto. Era algo especial. Suponía la unión de un acto cotidiano (un concierto cualquiera, de una banda famosa cualquiera, en una ciudad cualquiera tan culturalmente activa como Nueva York) con la historia misma de la música. No sólo por la repercusión que a posteriori tuvo aquel concierto (MTV Unplugged in New York fue número uno en siete países, formando parte del top diez en otros cinco), ni porque fuese realmente un disco bueno o malo, interpretado por una banda buena o mala; sino porque supuso una conexión intensa de lo nuevo con lo viejo: de la distorsión sucia con las guitarras acústicas, de la rebeldía de Bleach con el despecho de Leadbelly. En ese encuentro, el grunge típico, cuestionado incluso hoy, palideció hasta morir. En ese momento y lugar, Nirvana, banda ruidosa, de excesos y altibajos, poco complaciente pero a la vez conscientemente mullida en el mainstream, se desnudaba. Del todo. Hasta dejar de ser lo que se suponía que llevaba siendo desde 1987.
Bleach: la añoranza del origen
Para despistar, el grupo decidió comenzar el concierto con uno de sus clásicos: About a girl. Original de 1989, cuando el grupo alternaba nombres (Nirvana vino tras los bautizos efímeros de Fecal Matter, Pen Cap Chew o Ted Ed Fred) con bateristas. Dave Grohl, el séptimo y famoso, no llegó hasta 1990: para la grabación del debut Bleach, disco en el que se encontraba About a girl, quienes manejaban las baquetas eran Dale Crover y Chad Channing. Por aquella época, Kurt Cobain y Krist Novoselic formaban parte de la cultura underground de Aberdeen, Washington. Eran jóvenes y malvivían alternando trabajos basura con desahucios: tenían toda la legitimidad del mundo para canalizar su angustia y rabia a través de píldoras de dos minutos basadas en el hardcore con toques punk. La historia calcada de mil grupos que no llegaron a nada. A pesar de su incómoda vida personal, encontraron cierto alivio en la subcultura a la que pertenecían y en los discursos musicales que producían. En ese tiempo, Cobain se emplazaba ideológicamente en la extrema izquierda, versión estadounidense. En su diario escribía cosas como ésta:
“Ármate, busca a un representante de la codicia o de la opresión y vuélale la tapa de los sesos al muy hijo de puta. Elabora manifiestos con ideas, contactos, adeptos, haz oír tu voz, asume el riesgo de la cárcel o el asesinato, busca un empleo relacionado con tu objetivo para infiltrarte con más facilidad en el sistema y dedícate a corromper lentamente los mecanismos del imperio”
Los momentos previos a la grabación de Bleach no fueron un idilio de creatividad agradecida con el mundo: Cobain tuvo que ceder a las presiones de Sub Pop, discográfica de Seattle con la que habían firmado en enero de 1989, una de las principales agitadoras del grunge y obsesionada en ese momento en hacer que toda su producción se aproximara a ese sonido de guitarras sucias y voces desgastadas. Pese a la pereza inicial de la banda por obedecer a imposiciones y a la falta de dinero para garantizar una grabación decente, el disco pulsó la tecla más o menos adecuada. Y funcionó bien dentro de los parámetros de la esfera independiente: el grupo hizo una gira por EEUU y Bleach fue considerado como el mejor disco de ese año por varias emisoras de radio universitarias, auténtico polvorín de música alternativa en los ochenta.
En realidad, estaban en una posición estratégica favorable. La música alternativa había gozado de buena salud durante aquella década, siendo de los pocos espacios donde soplaba aire fresco. En contraposición, la música comercial sonaba, por lo general, a rancio. Era cuestión de tiempo que la industria musical se centrase en la escena independiente, caldo de cultivo de la verdadera creatividad y escenario de múltiples estilos: o sea, de diversos submercados. Y con una amplísima demanda de jóvenes (college radios y MTV mediante). En cierto sentido, Warner sentó precedente en 1988 al fichar a R.E.M., por entonces paradigma norteamericano de la música alternativa. Y la jugada volvió a repetirse cuando el otro gran tótem independiente, Sonic Youth, sacó el imprescindible Goo (1990) con Geffen, la misma multinacional que terminaría fichando a Nirvana por algo más de 270.000 dólares.
Nevermind e In Utero: simulacro y frustración
Volvamos a 1993, a la noche del sepelio. Después de ese guiño al nacimiento de la banda con About a girl, el funeral subió de marcha y dio un giro brusco hacia Nevermind, el disco que supuso el punto de inflexión de la banda. El inconfundible inicio de Come as you are se abría paso, abiertamente jaleado por el público, que esperaba un concierto basado en los éxitos más contundentes e innegables. En pocas palabras: el público ansiaba Smells like teen spirit. Y sin embargo, esa canción fue la que (a propósito) no llegó. Negar el placer es hincharlo de valor. Y además, probablemente esa canción no hubiera funcionado en versión acústica. La única concesión comercial que hizo Nirvana aquella noche, lo más parecido a un big hit, fue precisamente Come as you are, de ejecución notable incluso en versión desenchufada. Perfectamente equilibrada entre la calma y la tormenta, aquella noche el tema brilló con luz y razón propias: “Ven como eres, ven como fuiste, ven como quiero que seas, como un amigo, como un viejo enemigo, tómate tu tiempo, date prisa, la decisión es tuya, no te retrases” Polly, On a plain y Something in the way fueron los otros temas de Nevermind que sonaron durante el funeral. Ninguna de esas canciones fue editada como sencillo en su momento, aunque eran evidentemente conocidas, y ninguna de ellas aportaba algo especial más allá de resultones tarareos.
Ven como eres, ven como fuiste, ven como quiero que seas. ¿Cómo querían ser Nirvana en 1991, el año en que todo explotó? Volvamos a los diarios de Cobain. Fueran irónicas o no sus palabras, lo cierto es que la realidad de entonces era radicalmente opuesta a la de 1989:
“Nirvana ve la escena de la música underground cada vez más estancada y abierta a los intereses de las grandes discográficas comerciales. ¿Acaso Nirvana pretende cambiar eso? ¡Para nada! Nosotros lo que queremos es sacar tajada y chuparles el culo a los peces gordos con la esperanza de poder pillar nosotros también buenos colocones y tirarnos a ardientes nenas de cera, que tendrán la obligación de hacerse la prueba del sida dos semanas antes del día de la distribución de los pases para el backstage. Pronto necesitaremos un spray antichicas. Pronto iremos a su ciudad y les preguntaremos si podemos pasar la noche en su casa y utilizar su cocina. Pronto haremos bises de Gloria y Louie Louie en conciertos con fines benéficos acompañados de todos nuestros amigos famosos”
Ni rastro del desorientado revolucionario que quería infiltrarse en el sistema para reventarlo por dentro. En lugar de eso, euforia por las enormes ventas de Nevermind: dinero, sexo y politoxicomanía. Las escenas de indigencia que evocaba Something in the way (bajo el puente la lona empieza a hacer agua, comer peces está bien porque no tienen ningún sentimiento), supuestamente relacionadas con la época en la que Cobain vivía en coches y apartamentos abandonados, ya no tenían sentido. No se podía pedir más. Bueno, sí: que ese disco y ese momento hubiesen sido verdaderamente reales.
Con la llegada a las listas de éxitos, el simulacro tentó y alcanzó a Nirvana. Ganar dinero siempre está bien, aunque ello implique hacer que desaparezca la esencia de las cosas: todo el espíritu independiente se esfumó entonces. En su lugar, lo que se escuchaba al pulsar el play en el reproductor era la ausencia del hardcore, la ausencia de la cultura underground, la ausencia de los propios amigos. Cobain llegó a decir: “Hemos perdido a la mayoría de nuestros amigos, aquellos que iban a nuestros conciertos desde hace cuatro años”. Nevermind era otro disco desarmado ideológicamente más, integrado dentro del andamiaje de una multinacional. En pocas palabras, era un mero simulacro.
También eran un simulacro sus videoclips: emitidos sin solución de discontinuidad, 24 horas al día, ambientados en no-lugares: la cancha humeante de Smells like teen spirit, la cascada de Come as you are, el mundo fauvista de Heart-shaped box. Todos ellos espacios sin coordenadas. Finalmente, el consumo de drogas por parte de Cobain era otro simulacro, el más obvio y definitivo de todos. Repetido una y otra vez. Sobredosis tras sobredosis, en París o en Tokio, reproduciendo trozos rebotados de alucinaciones, de éxtasis, de relax, de nuevas imágenes falsas. Por la nariz, por los pulmones, por las venas.
Para muchos fans, aquel concierto en los estudios Sony de Nueva York era un adelanto de lo que la nueva Nirvana quería llegar a ser. Muchos especulaban con que el trío pretendía dar un giro a su sonido, abandonar el artificio del grunge y centrarse en unos parámetros más clásicos, más artísticos, más auténticos y reales. Y quizá Nirvana quería darle un giro a su sonido de verdad, pero habían tenido la oportunidad meses antes y no la habían aprovechado. En septiembre de 1993 habían lanzado In Utero, disco que tenía un toque más noise que anteriores obras del grupo, pero que a fin de cuentas venía a significar más de lo mismo. Durante el funeral tocaron Dumb, Pennyroyal Tea y All apologies, esta última impecable.
En realidad, de lo que se trataba no era de una visión de futuro, sino de una llamada desde el más allá, como diría el crítico de música Stephen Thomas: “Si In Utero es una nota de suicido, MTV Unplugged in New York es un mensaje desde más allá de la tumba, una suma tan fascinante del talento y dolor de Kurt Cobain que es duro escucharlo repetidamente”.
The Vaselines & Meat Puppets: independencia y tributo
Por fortuna, la música funeraria no era el futuro. Era lo impasible, lo atemporal, aquello que resistía sin mácula la erosión del tiempo. Así como, también por fortuna, Kurt Cobain no era una bestia del simulacro, sino un ser humano. Decidió agarrarse a algo más real. El momento idóneo era su propio funeral como músico, donde una sí-banda en un sí-lugar estaba haciendo sí-música. ¿Qué mejor contexto que aquél que señalaba de una forma ritualizada el final de las cosas? ¿Qué mejor forma de hacerlo que apuntando hacia el principio, los orígenes, el germen de la independencia? Quizá por eso (o quizá no) la tercera canción que realizó Nirvana en su Unplugged fue Jesus don’t want me for a sunbeam, un tema desconocido de unos no menos extraños The Vaselines, banda alternativa que entonces llevaba tres años disuelta, pero que había regalado los oídos de sus fans de Edimburgo con un larga duración y un par de EPs. Todo jangle, todo encanto, todo muy poppie. Uno de los grupos favoritos de Kurt Cobain.
Uno de estos EPs, lanzado en 1987, tenía como último tema de la cara B la versión original, Jesus wants me for a sunbeam que a su vez era una especie de socarrona interpretación de una canción de misa (Nítido rayo de Cristo, en castellano): Jesús no quiere que sea un rayo de sol, los rayos de sol no están hechos para personas como yo. The Vaselines telonearon a Nirvana en 1992, durante la gira de Incesticide, aquel disco que rentabilizó algunas grabaciones inéditas durante la etapa Sub Pop, entre 1988 y 1990. Sin ninguna duda, aquel tributo durante el funeral fue un reconocimiento a la banda escocesa.
El segundo guiño que la banda dio a la escena independiente fue la aparición, durante tres canciones, de los Meat Puppets. Cuando Cobain anunció la llegada de unos invitados, los rumores se dispararon: la mayoría de la gente, emocionada, suspiraba por Eddie Vedder, de Pearl Jam. Otros más audaces, por Neil Young. Y cuando aparecieron sobre el escenario los melenudos de Phoenix, responsables de prácticamente ninguna canción de éxito, los aplausos fueron, como mucho, tímidos.
La música de Meat Puppets era radicalmente distinta a la de The Vaselines, y más cercana a las pretensiones iniciales de Nirvana. En disco, Meat Puppets se basaban en voces desafinadas, enterradas bajo capas de arpegios folk, y una provocadora apuesta de influencias, desde la psicodelia hippie hasta el hardcore de Black Flag o el blues más clásico. Las canciones pasaban así de un extremo a otro, empalmando puentes y codas de forma brusca pero adictiva: ahí están discos como Meat Puppets II para demostrarlo. Precisamente fue ese álbum, representado por las canciones Plateau, Lake of fire y Oh, me el que eligieron los músicos para el cameo: nada que los asistentes conocieran obligatoriamente. En acústico, aquellos temas sonaban como un colchón confortable, al menos en apariencia: La gente llora y la gente gime, busca un lugar seco al que llamar ‘hogar’, intenta encontrar algún lugar para que sus huesos descansen mientras ángeles y demonios intentan hacerse con ellos, se puede oír en Lake of fire. Después de su paso por Unplugged, Meat Puppets lanzaron Too high to die, que se vendió bastante bien. El efecto Nirvana les tocó como una varita mágica.
David Bowie y Lead Belly: el reconocimiento del padre
Como todo grupo, Nirvana y sus miembros no dejaban de mirarse en ciertos referentes musicales, en ciertos espejos “paternos”. Dichos referentes se encontraban en la música de los setenta hacia atrás. En cierto modo, y aunque no era así en todas partes, los movimientos musicales independientes de los años ochenta rechazaban el virtuosismo de las grandes bandas de estadio de la década anterior, como Led Zeppelin o Deep Purple, invocadas con nuevos aires a través de subestilos peculiares como el hair metal. Estilísticamente, a grupos como Nirvana les resultaba deliciosa la propuesta punk, que todo el mundo pudiera tener su banda y basarse en la cultura DIY, aunque sus ideas políticas fueran puro humo. ¿Cómo entender entonces The man who sold the world (1971), la versión que Nirvana hizo de David Bowie? Bowie jamás fue un punk, pero poseía cierta visión vanguardista que le aproximaba por momentos. Hibridación, mestizaje, visiones y estilos que se cruzan y entrecruzan. Pop psicodélico, glam rock, electrónica de vanguardia, influencias del funk.
Por su parte, Nirvana venía de una escena donde varias visiones del mundo se daban la mano, donde la clave estaba en saber pasar hábilmente de un estilo a otro, como hacían los ya mencionados Meat Puppets. Por otra parte, a Cobain le agobiaba el hecho de no poder mejorar, de no poder ser más abierto con su música, que veía atrapada en los mismos patrones de gritos y distorsión. Para la gran mayoría, Bowie es un ejemplo constante y casi inigualable de eclecticismo, talento o habilidad, cuyos niveles casi nadie ha podido alcanzar. Incluyendo una obra suya, Nirvana reconocía sus propias limitaciones, mostraba amplitud de miras y trataba de encontrar una salida a su facilona estrategia grunge.
Sin embargo, la gran sorpresa en lo que “grandes versiones” se refiere viene al final del disco, gracias a la canción de Lead Belly Where did you sleep last night. Bueno, decimos “canción de Lead Belly”, aunque en realidad su autoría podría ser objeto de tantas discusiones (o más) como las existentes en torno a la propiedad de Hey Joe. Pura esencia de la historia musical estadounidense, la canción se basa en una tonada tradicional del sur de los Apalaches y fue grabada para su posterior reproducción por Huddie William Ledbetter, Lead Belly, un guitarrista de country blues de principios del siglo XX.
«Esta es una canción de mi intérprete favorito, nuestro intérprete favorito. Quise comprar una guitarra suya por 500.000 dólares. Le pedí el dinero personalmente a David Geffen, pero no nos lo dio», y Cobain rasgueó su guitarra.
También conocida como In the pines, la susodicha canción ha sido versionada por mil y un artistas, como los Louvin Brothers, quienes lo incluyeron para su primer disco, Tragic songs of life (1956): In the pines, in the pines, where the sun never shine and you shiver when the cold wind blows. Little girl, little girl, what I have done? To make you treat me so. La letra original parece un poco cándida, pero no es gratuita, ya que narra una historia de traición entre una mujer y un hombre.
Para su funeral, Cobain eligió una letra un poco más directa: Mi chica, mi chica, no me mientas, dime dónde dormiste la última noche. En los pinos, en los pinos, donde el sol nunca brilla, temblaré durante toda la noche. Los gritos proferidos por el malogrado Cobain, rogándole a su chica que le dijera dónde había dormido la noche anterior, son el mejor canto de cisne posible. El público callaba, para después romper(se) en aplausos y gritos. En ese momento, y después de firmar un par de autógrafos, el funeral terminaba y Nirvana desaparecía, disolviéndose en el imaginario colectivo de la cultura anglosajona. En parte viciada por el simulacro, en parte viciada por la realidad. Hubo más conciertos al más puro estilo, pero ya no había horizonte: desde noviembre de 1993 hasta marzo de 1994, lo que vivieron sus fans en Munich o en París era pura inercia.
Después de aquella noche, el futuro de la banda se encontraba en entredicho. Cobain estaba rumiando desde tiempo atrás la decisión de dejar la banda, de volver a vivir la música sólo desde una práctica no mercantilizada. El problema era, obviamente, la cantidad de contratos que le comprometían económicamente, incluyendo una millonaria actuación en Loolapalloza. Al final, el dilema de siempre: mercado versus humanidad. Sólo una bestia del simulacro, alguien que pudiera abstraerse a ello, podría sobrevivir ante esa tensión. Sólo alguien sensible y humano podía morir.
El fin del simulacro
Finalmente, llegó el cadáver, medio año después. 8 de abril de 1994. La simbología desplegada en la escena de la muerte no podía ser más americana. Cedamos la palabra a la poesía y la rumorología. Sobre la moqueta, un cuerpo ensangrentado. Apoyada en el pecho del cadáver, una escopeta. Más allá, una nota rubricada con la célebre cita de Neil Young (“es mejor arder que desvanecerse lentamente”) y envolviendo todo ello, en un bucle incesante, el Automatic for the people de R.E.M. Hay quien dice que la canción que sonaba en el reproductor en el momento de apretar el gatillo era Man on the moon. Solemne llave para una cámara mortuoria tan grotesca.
Al entrar en la habitación de Cobain, se desparramaron los simulacros y las imposturas: los ramos de flores y los cirios, los medios musicales masivos y su voraz fabricación de etiquetas y modas, los reverbs, el dinero, la angustia, el éxito, Andy Kaufman… todo ello de pronto estallaba en mil pedazos, se hacía coágulo, se fosilizaba. Era imposible juntar las piezas y tratar de reconstruir algo sólido y firme con aquellos cimientos impecables, pulverizados por el azufre y la desidia. Los tremendos ecos folk-rock de Automatic for the people fueron incapaces de traer de vuelta al hijo, de recomponer lo roto, de derretir la sangre, de resucitar al muerto.
Mucha simplismo, mucha trampa, poca rigurosidad, y mucha interpretación ventajista sabedora del futuro.
Pensar que en el unpplugged para MTV se grabaron las canciones en el orden del futuro (y entonces no previsto) disco… en fin.
Quizás, simplemente se trate de hacer un poco más lírico lo que, al fin y al cabo, se trata de un reportaje riguroso sobre la trayectoria de este grupo. La hipótesis, independientemente de su veracidad, resulta evocadora y coherente.
Por puro morbo, me he puesto a escuchar el disco mientras leía, y llego justo al final del post con el último rasgueo de The man who sold the world.
Y las canciones también me cuadraban con el resto de lo que contaban.
¿Os ha pasado a alguien más?
A MI ME OCURRIÓ TAMBIEN… =0
No termino de entender muy bien lo que intenta decir el artículo. ¿Que los productos artísticos pasan por una cadena de ensamblaje, distribución y publicidad y por lo tanto la obra queda afectada? Es lógico y siempre ha sido así. Ningún músico ha sido nunca completamente independiente ni ha sido capaz de evitar que el concepto de la canción sufriese transformaciones desde el momento en que se escribe hasta que llega a la tienda.
Hay productores e ingenieros de sonido, managers y directivos de la discográfica que orientan o directamente presionan a los artistas en una dirección concreta. De ser inmune a las influencias a ser un mero artículo de consumo diseñado a la manera de los teen idols (con sus castings a través de «creatalentos» profesionales) media un abismo.
Cuando Lomax y otros buscadores de bluesmen (o las discográficas de «discos negros» o sellos como Okeh Records) rastreaban Mississippi y Louisiana para grabar temas y enchufárselos a la clase media invitaban a sus fichajes a tocar versiones de temas populares, a cambiar el tempo de la canción o a dejar de lado las composiciones propias que sonasen demasiado duras, ruidosas u oscuras. Hablamos de un género que es sinónimo de autenticidad y producción espartana.
Miguelote:
El artículo, aunque no se expone de forma clara, intenta decir que la mejor música que Nirvana hizo (en mi opinión) fue aquella en la que menos sonaba a Nirvana, aquella que hundía las raíces en parte de la tradición anglosajona popular. Fue precisamente su último gran momento. Si ves reportajes retrospectivos (como este: http://www.youtube.com/watch?v=Nv0X7jCfGHI) te darás cuenta de que hay testimonios de gente cercana a Cobain que decía que buscaba un nuevo tipo de sonido… otra cosa es que esos testimonios estén interesados en darle un aura especial (que también). Antes de morir Cobain, él y Michael Stipe hablaron de hacer algo juntos, algo que podría haber sido como “Automatic for the people” o “Out of time”. En mi opinión, no estaba contento con su música encasillada, y buscaba hacer otras cosas. Nunca sabremos sus intenciones: lo más parecido que tenemos a una obra póstuma (al menos en cuanto a cambio de sonido) es el Unplugged.
Sobre lo de la cadena de distribución y publicidad que afecta a la independencia del producto: está claro que eso es parte del juego. Pero en el caso de Nirvana aquello adquirió una dimensión hipertrofiada: creció, creció, creció, hasta perder el punto de origen. Nevermind es un buen disco, sí, pero un buen disco hinchado. Por eso señalo el simulacro. No quiero decir que Nirvana fuera un producto prefabricado, sino precisamente lo contrario: como Cobain no era prefabricado, sufrió. Y terminó de aquella manera. Otros podrían haberse ido a una cabaña en el monte.
Jordi:
No quería agotar el fenómeno Nirvana en un artículo: ni puedo ni me interesa. Escriba otro artículo sobre el grupo (complejo, riguroso, sin trampas), y luego lo comparamos si quiere. Yo encantado de aprender de quien sabe. ¿Interpretación ventajista sabedora del futuro? Puede ser… es lo que tiene mirar hacia actos del pasado. La próxima vez me teletransportaré a 1993, y escribiré desde allí. Lo del orden de las canciones no lo entiendo: en ningún sitio digo que se corresponda el directo con la grabación. Y desde luego tiene poco que ver el orden del disco con el del artículo.
-Respuesta a Álvaro si el quote infernal no me da por saco–
¿No crees que al trazar esa hipotética evolución del grupo te estás dejando llevar por el formato -limitado por acústico- del unplugged? Quiero decir que no es un producto acabado sino un tipo de concierto que se celebra a peticiónd e la Mtv y en claros términos de desenchufe. De ahí que aprovechase para meter de rondón un par de versiones.
Por otra parte el grunge como tal era como se denominaba a los grupos tipo Skin Yard, Melvins o Tad. Todo mucho más Black Sabbath de riffs pesados, ritmos arrastrados y alguna que otra oscuridad entre medias. Ya desde el principio Nirvana eran el filón heterodoxo por ese rollo de las armonías vocales y el carácter más melódico-sixties, menos piñonero, de los temas. Piensa que había mucha variedad en esa escena (y en el conjunto del rock alternativo ya ni te cuento), no eran ajenos al blues y el folk. Meat Puppets tenían alma sureña y Soundgarden versioneaban a Howlin Wolf en su primer disco, por poner un par de ejemplos.
Todo esto es un inmensjo pajote mental al viento, claro, lo que podría haber llegado después caso de seguir Kobain con vida no lo sabremos, pero a mí los bootlegs y las caras B me sugieren varias direcciones distintas, desde algo más nuevaolero (Opinion) hasta profundizar en la estética feísta de In Utero (Moist Vagina, You know you´re whright).
Es cierto que los Unplugged de MTV eran un ‘subgénero’ en sí mismo, con unas condiciones preestablecidas, y que por tanto ese cambio de sonido no fue una decisión propia de Nirvana. También es verdad que ‘You know you’re right’, grabada a principios de 1994, seguía la estela de In Utero, y lo hacía de una forma impresionante. En esos días, eran muchas las opciones que se abrían hacia el grupo, y desde luego quedaba claro que el sonido Nevermind no era más que una pieza más no definitiva. Todo lo que hablemos aquí no pueden ser más que hipótesis, el artículo sólo muestra uno de los muchos caminos.
Ah, y tampoco son un par de versiones: las canciones no originales de Nirvana en ese disco suponen casi la mitad, 6 de 14. Todo un desafío para los fans casuales!
Un saludo
Intentaré explicarme sin caer en anteriores adjetivos precipitados. Por otro lado, replicar con un: “pues escribe tu uno mejor” tampoco me parece de recibo.
Cuando hablo de simplificación, no me refiero a déficit de extensión del artículo ni de tratamiento del tema en cuestión. Ya entiendo que no se trata de hacer un tratado de lo que fue y significó Nirvana. Quiero decir que, a mi entender, algunas interpretaciones me parecen algo simples, o cuando menos, contradictorias.
Catalogar a Nevermind de “simulacro”, de “andamiaje de una multinacional”, esto es, disco pensado para vender, no tiene ningún sentido. Las enormes ventas del disco sorprendieron a todo el mundo, empezando por la propia discográfica que había calculado poco más de 50.000 copias; a la propia banda (aunque esto lo reconoces, ¿contradicción?); a las discográficas en general, que no entendían nada y empezaron a contratar a bandas ruidosas buscando su Nevermind; a Michael Jackson, desplazado del número uno por tres mugrientos; al mundo del rock en general, dinosaurios a parte, que después de muchos años volvía a las listas de éxitos. Nevermind lo cambió todo, y como sucediera años antes con el punk, poco tiempo después llegó de nuevo el vacío.
Catalogar a In Utero de más de lo mismo tampoco lo veo claro. ¿Dónde están las melodías, dónde las estructuras pop, dónde los estribillos con voz doblada? Por otro lado, el disco no contaba con la aprobación de la discográfica, que quería otro Nevermind. En este disco, Nirvana ya establece una ruptura, no quiere repetirse, potencia el ruido, la aspereza, la suciedad.
Respecto al tema del orden, probablemente mi interpretación inicial sea desviada. En todo caso, y en referencia a la última canción, Where did you sleep last night, es evidente que el artículo carga las tintas en ese cierre, “El público callaba, para después romper(se) en aplausos y gritos. En ese momento, y después de firmar un par de autógrafos, el funeral terminaba…”. Simbólicamente está muy bien, pero este tema es el último porque así lo decidieron los otros miembros de Nirvana cuando se decidió publicar el concierto como disco un año después. Y sí, decidieron que fuera ese tema y no otro, porque al escuchar/ver de nuevo la interpretación de Cobain, no cabía otra posibilidad.
También se podría decir, que el simple hecho de grabar un unplugged para MTV en ese momento no podía ser una maniobra más comercial, una maniobra a la que recurrieron no pocos consagrados para relanzar sus carreras. Yo no estoy de acuerdo con esa lectura respecto a Nirvana, más bien estoy totalmente al lado de la suya, esto es, búsqueda de sonidos diferentes y mirada a los referentes musicales. Pero no podemos tachar a algo de comercial y simulacro cuando no nos gusta y olvidarnos del entorno mainstream cuando el resultado si nos satisface.
Esta otra frase: “Sólo una bestia del simulacro, alguien que pudiera abstraerse a ello, podría sobrevivir ante esa tensión. Sólo alguien sensible y humano podía morir.” Hombre, llevando este idea al extremo, una de dos, o me faltan suicidios o me sobran hijos de p. en el mundo del rock and roll, aunque haberlos, haylos, sin duda. Me parece algo frívolo enfocar el suicidio de Cobain únicamente desde ese prisma. Era una persona enferma, física y psicológicamente, y lo era ya antes de ser Kurt Cobain, el cantante de Nirvana, la rock star acomplejada. El éxito, las drogas, todo eso empeoró la situación, pero llovía sobre mojado. Por otro lado, Cobain también fue víctima de su propio dogmatismo underground (le daba vergüenza reconocer que le encantaban los Beatles), que también tiene reglas absurdas, tanto o más que el mainstream. Por eso también le costó sobrellevar el éxito y el mariposeo de los crápulas oportunistas del dólar.
Tampoco hace falta que se teletransporte a 1993, es totalmente innecesario. Si solo se pudiera interpretar el pasado de esa forma dejaría en la más absoluta ruina a una disciplina como la Historia. Basta con intentar interpretar los acontecimientos la forma más ecuánime posible, o sea, interpretar las acciones de las personas en función de sus respectivos presentes y pasados, no de un futuro que nosotros conocemos, pero ellos no en ese momento. Dicho de otro modo, nada está predestinado, no había funerales anunciados, no tenía porque acabar así necesariamente. El suicidio es una elección, la peor y más dramática, pero una elección al fin y al cabo.
En lo que si coincido plenamente es en la interpretación de lo que podía haber sido la carrera de Nirvana, o la de Cobain sin ellos. Se queda en hipótesis, tiene razón, pero la comparto. Cabe recordar por ejemplo, que Where did you sleep last night ya la había gravado Cobain anteriormente junto a Mark Lanegan en su primer disco en solitario sin Screaming Trees, un artista que en solitario exploró las conexiones con la tradición blues y folk americana y se alejó del grunge de su banda. ¿Conexiones?
En todo caso, una cosa creo que está clara, ambos seguiremos disfrutando de esa obra, no se si maestra, pero si entregada y conmovedora, que es el Unplugged de Nirvana.
Saludos.
Jordi, contestar con “pues escribe tú uno mejor” no es de recibo, cierto, pero tampoco lo fue tu primer comentario, más propio de un troll que de alguien con conocimientos sobre Nirvana. Viendo que no eres un troll, de lo cual me alegro, te respondo (intentaré ser breve):
– Está claro que el boom de Nevermind no lo esperaba nadie. Eso se ha dicho en mil y un artículos, y lo omití en éste precisamente por ello. En mi anterior comentario a Miguelote, ya dije que Nirvana nunca fue un producto prefabricado. Pero Geffen tenía la capacidad de explotar posteriormente el éxito de Nirvana, en el improbable caso de que éste tuviera lugar. Y mira por dónde, así fue. No creo que en Sub Pop hubiera ocurrido igual. Tampoco importa. El hecho de señalar a Nevermind como un simulacro no significa que fuera un disco malo, o Nirvana una banda sin mérito. Sólo quiere decir que, de inflarse tanto el fenómeno, se perdió la noción del punto de partida del mismo, no tanto por parte de Cobain y cia, sino por quienes estimularon posteriormente el tinglado, gente que sólo se subió al carro. Cosa de modas.
– In Utero se queda en un quiero y no puedo. Lo oigo y no veo un salto cualitativo pleno. Hay destellos brillantes, sí, como “Radio Friendly…” o en un plano menos arriesgado “All apologies”, pero ya está. Hay estructuras pop, cierto, también las había en Nevermind y Bleach. Quizá debí haber incidido un poco más sobre esto en el artículo.
– Sobre el Unplugged, en el momento en que pasa a rentabilizar hasta el paroxismo el cadáver de Cobain pasa a ser otro simulacro, está claro. Guste o no, es lo que ha quedado para la posteridad como concierto póstumo, emotivo y que por fuerza suena a funeral. Como dices, es la situación personal de Cobain la que le indujo al suicidio: en lo tocante a Nirvana, influyeron las presiones comerciales, y aunque el problema era mayor y se salía de las listas de éxitos, creo que fue el insoportable peso de la fama el que le terminó por darle la puntilla.
Lo he intentado.
De acuerdo con Jordi sobre el ‘In Utero’ y la visión enferma de Cobain. Creo que esto último jugó una parte importante en su forma de trabajar.
Por otra parte, y pese a que también hay cosas que no termino de ver justificadas, es un gusto leer algunas reflexiones del artículo y la apreciación sobre el acercamiento a tintes tradicionales en el Unplugged.
Un saludo
No, no soy un troll. Yo siempre he sido más de los orcos.
De ahí mi ímpetu inicial.
El debate es saludable, el «puntopeloterismo» solo entretenimiento banal.
Pues nada, lo seguiremos intentando, y lo seguiremos debatiendo.
Un saludo.
Personalmente me parece un artículo muy interesante por su amplitud en el análisis de Cobain como personaje en cuestión, estrella de la función, lógicamente la banda aparece en la mediocre sombra de segundo plano que lo acompaña tanto aquí como allá, cuando amenazaban con merendarse el universo musical de la época. Para entendernos, no es que rechazaran el vituosismo de grandes bandas como Deep Purple o Led Zeppelin, simplemente es que no llegaban a formar una banda homogénea en cuanto a la calidad de todos y cada uno de sus miembros, cosa que si sucede con las formaciones anteriormente citadas.
El debate posterior, también me parece constructivo para acabar de aclarar algún elemento que pudiera echarse en falta. El sonido Nirvana nunca acabó de parecerme demasiado atractivo, aún así el unplugged de la MTV me parece un disco soberbio tanto en su concepción como testamento de la banda como en su sonido, curiosamente «limpio en su suciedad», a pesar de estar bastante influído por otras músicas tiene un punto original en su fusión con el estilo Nirvana que hace realmente disfrutable su escucha.
Saludos.-
Si Cobain tenía muchos contratos a los que atenerse como para no poder dejar la música es porque los firmó él mismo.
No está mal el artículo..pero:
1. Donde está mentado el asesinato? Aun no se ha enterado la gente despues de 18 años?
2. Como dicen por aquí..parece que ese acústico casual..debia de haberse repetido o servir de ejemplo…y no..fue algo puntual, como haria Pearl Jam en el 92 o Alice In Chains en el 96.
3. Sobredosis en Tokio y en Paris????? De donde están sacada esa información??
José Carlos:
1. En el artículo, el asesinato está mentado en el mismo lugar que el suicidio. En ninguna parte. En los comentarios sí hablo de suicidio porque es mi opinión personal. Pero en el texto no hay nada que haga suponer si la muerte fue provocada por Kurt o por alguien ajeno. Se escribió así a propósito. Por cierto, uno de los principales argumentos que usaba Tom Grant (investigador que siguió la desaparición de Kurt previa a su muerte por orden de Courtney Love) para defender que Cobain fue asesinado es la cantidad de contratos millonarios firmados por el grupo, y sobre los cuales el cantante se encontraba inseguro.
2. Que el acústico sirva como símbolo para lo que estamos hablando no implica que éste tenga que ser casual o irrepetible. No es tanto el formato desenchufado como el tipo de canciones que se tocaron lo que me resultó interesante para lanzarme a escribir sobre una banda que tenía muchas capas más allá de la superficie. Sí, Pearl Jam y Alice In Chains también hicieron Unplugged: y también son dos bandas con recorridos variados y disfrutables, para nada anclados en un sota-caballo-rey.
3. Durante una gira por Japón, Cobain combatió el mono y sus dolencias estomacales con fiseptona, lo que a la larga le hizo más adicto aún y empeoró sus dolores. A la vuelta, pasó un tiempo en una clínica de desintoxicación. No fue una sobredosis estricta, pero sí un claro aviso. Me equivoqué en lo de París, fue en Roma, en marzo del 94: champán y narcóticos.
Saludos
Desde que desaparecío llevo preguntandome, tal vez solo un par de años despues, hacia donde habria tirado Kurt…ya no Nirvana. Solo Kurt. Y hago esta distinción por que siempre he pensado que sencillamente termino sobrandole todo lo que era el grupo y lo que conllevaba. Y creo…solo como creencia personal e incluso deseo que el disco aqui mencionado si fue el entierro, pero de la banda. Y el nacimiento del Kurt «adulto». Hoy tras leer el articulo y su debate posterior me lo vuelvo a preguntar y vuelvo a creer, y desear, que sí, aquel disco, aquellos gritos desgarrados pero sin la parefernalia de la distorsión, y esas voces profundas, reales, como la de «Oh Me» tema que escucho ahora mismo, eran lo que se fraguaba en su cabeza, en su guitarra y en sus noches. Ojala no lo hubiera hecho y hoy pudieramos descubrir hasta donde llegaba su talento.
Pingback: Kurt Cobain: El anti-grunge « Álvaro Ramírez
Lo cierto es que el tema «Where did you sleep last night» no era una novedad para Nirvana, ya que tanto Kurt como Krist colaboraron en la grabación de dicho tema en el disco «Winding Sheet» de Mark Lanegan. En dicha versión, tanto la guitarra de Kurt como su voz adquieren un protagonismo absoluto.
Cada año vuelvo a leer esta magnífica recopilación lírica de hechos y palabras, y cada año vuelve a removérseme algo dentro, al ritmo de «Come as you are».
Más allá del tributo, lo que aquí se consigue exprear en palabras se convierte en el mejor homenaje no a un mito o a una persona, sino que a un pedazo de la historia de la música que algunos vivieron y otros recreamos con notas que nos acompañaron y siguen acompañándonos.
Álvaro Ramírez, debo felicitarte, estoy completamente estupefacto. Me atrevo a decir que fuera de las masas y medios, son pocas las personas que informadas y de una manera analítica, logran comprender los vestigios de aquella alma atormentada. Me parece la mejor metáfora y realidad de los sucesos de aquella decisión «unplugged». Nirvana no buscaba un cambio acústico, por el contrario Kurt Cobain mencionó lo molesto que se encontraba de haber realizado dicha acción, pero fue la mejor manera de poder anticipar lo que pasaría, buscaba destruir lo que él mismo realizó pero ya no se encontraba con ello, no quiero decir que el Grunge haya sido malo, sino que el hecho de serlo debería encontrarse lejos de aquellos medios sociales y argots mainstream, Pero de la misma manera ese cambio al rumbo de la banda (a desgracia de Kurt) más emblemática del Grunge y posiblemente los 90’s hizo que el Grunge econtrará una nueva forma de manifestarse y tranportar su identidad de aquellos sonidos agresivos a uno armónicos, pero llevando consigo aquellos ideales depresivos que intentaban explicar la realidad.
Es la mejor nota que leí sobre Nirvana. Lejos.
Gracias.
Me quedo con esta frase: «Sólo alguien humano y sensible podía morir». Mortal.
Soy fan de Kurt y por ende de Nirvana desde 1993, desde que me enteré de la muerte de Cobain, estando yo en el colegio, me he puesto a investigar todo acerca de la banda, la vida de Kurt y todo lo que arrastraba, me gusta saber que en el mundo hay mas personas como yo que honren la memoria de este gran ser humano y que lo respeten, incluso sin que nos acompañe en vida.
Muy buen artículo, muchas felicidades!
Desprendiéndose del condenado mito y el aura supernatural que siempre le quieren indilgar a esta historia, las coincidencias que ligan esta producción con lo que yo siempre pensare fue un trágico accidente y no el suicidio que vendió Love a los medios, (solo hay que ver el parche que incluyeron a la nota original de supuesto suicidio, porque hasta el mas obtuso se daría cuenta que ni siquiera es la misma escritura y no tiene nada que ver con lo que originalmente parecía una nota de Cobain para sus verdaderos fans, esos que sabían que About a Girl era una canción original de Bleach) claro que el Unplugged fue pensado por Cobain como un funeral simbólico, pero para darle sepultura al «grunge», NO a el.
Cansado hasta la médula de este movimiento artificial creado y comercializado por las disqueras para empaquetar y vender la música como producto al mejor postor y con el testimonial In Utero con el que se fue lanza en ristre contra lo que representaba y significo Nevermind para una generación que lo idealizo mas allá de lo que realmente era, cuando ni la mezcla final y totalmente artificial del mismo fue del mínimo agrado de Cobain y el grupo (solo hay que escuchar las versiones originales sin artificios y compararlas con el resultado comercial de la mezcla final hipermelodica y atenuada para hacer canciones «mas amigables para la radio») y donde su himno generacional nace de una frase que fue tomada y que nunca trascendió filosofalmente mas allá del nombre de un jodido desodorante para mujeres adolescentes (Teen Spirit) y una anécdota sexual de Cobain, y donde solo hay que escuchar el estribillo inicial de Serve the Servants para entender lo que Cobain pensada del dichoso «grunge» idea reforzada por Rape Me si alguien le cabía alguna duda metódica; desde la escenografía hasta la forma en que se montaron las canciones, las que se incluyeron, las que se dejaron fuera y los los covers que se escogieron, era una forma de darle sepultura a la abominación comercial en las que las firmas y disqueras habían convertido una expresión musical autóctona y original en el mal llamado «grunge» que supuestamente Nirvana había ayudado a fundar y encabezada, palabreja esta «grunge» que fue introducida a principios de los 80 en la escena musical de Seattle en una misiva de desprecio a cierto joropo musical que era en palabras de su detractor «pura mierda» y que fue enarbolado como antorcha generacional 11 años después como la peor ironia posible.
Claramente Cobain, si hubiera sobrevivido, se hubiera enrutado en experimentar y buscar nuevos sonidos que reinvindicaran lo que para el significo como artista la música como expresión no por nada escuchaba el Automatic for the People de REM cuando acaeció su muerte y no prestarse mas para seguir nutriendo con su famélica figura el derrape comercial y la violación que la industria le hizo a Seattle y su escena musical encasillandola y castrandola sistemáticamente y para siempre.
Porque el victimismo NUNCA fue parte del movimiento artístico que se gesto en Seattle eso fue otro invento de los medios amarillistas para vender y vender como productos publicitando estos artistas como «mártires de la música incomprendidos», cuando solo eran personas, con mucho talento si, pero con problemas como todos, entre ellos la desgraciada farmacodependencia a la que al final sucumbieron varios, algunos muchos años después del boom comercial, como muchos otros anónimos del común que hasta el día de hoy mueren por este mismo flagelo.
Así que esa «premeditación» de estos «genios musicales» por buscar la afanosa «muerte poética y romántica» dejando para las postreras un «cadáver atractivo» y donde es mejor «quemarse que consumirse lentamente» y demás ideas expresadas y sacadas del contexto original de como se dijeron, por los mismos buitres que se lucraron de la muerte de estos artistas, de ninguna forma fue el objetivo final de nada de esto como expresión artística y personal que en la mayoría de los escritos es descrita como una especie de de culto de los últimos tiempos donde su líder se inmolaba en su desesperación adolescente esperando que sus abyectos seguidores lo imitaran porque «la generación x no tenia mas salida» y estupideces por el estilo.
Así que amigo, ese cadáver nunca debió haber llegado, solo fue una de esas tristes y desgraciadas coincidencias del espectáculo.
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