Arte y Letras Literatura

Descifrando a Putin

El hombre sin rostro. El sorprendente ascenso de Putin
Masha Gessen
Editorial Debate

El hombre sin rostro – Masha GessenNunca la vida de un político tuvo más ecos cinematográficos que la de Vladímir Vladimirovich Putin, nombre completo del otrora presidente de ese vasto territorio llamado Rusia y futuro presidente del mismo. Su vida es, como suele decirse, de película. Pero el que les escribe no se refiere a un panegírico visual, como el Invictus que Eastwood le retribuyó a Mandela, tanto por la admiración hacia el mito como por los momentos de atención que le dedicó el febril anciano; ni tampoco al ascenso y caída de Harvey Milk interpretado por ese impecable Sean Penn; me refiero, y es lo que resulta más atractivo del caso, a la peculiaridad de que solo en un género tan oscuro como el del espionaje sea el único en el que encaje la vida de este político todoterreno de armas tomar. Lo de las armas, si me apuran, tómenselo como algo literal.

Encontrar en una librería una biografía arriesgada y corrosiva, además de novedosa, es algo complicado hoy en día. No solo porque la mayoría de los hechos que rodean a los personajes más ilustres ya han sido plasmados palabra mediante, sino porque cuesta encontrar un enfoque alternativo que se sostenga con algo más que con el ánimo irreverente que lo ideó: con una investigación elaborada que respalde dicho enfoque. Ese es el caso de Masha Gessen, periodista rusa de larga trayectoria que nos brinda El hombre sin rostro, un nombre que como les sugería, podría ser el título perfecto para un producto con espías involucrados. Y sí, algo, mucho de eso tiene, pero también es el título de la biografía del frío, calculador y todopoderoso hombre-fuerte de Rusia.

¿Han visto la última de Gary Oldman, El Topo? Imaginen esa atmósfera y metan a un espía del KGB con una mirada más penetrante que la de un Amon Goeth cabreado en un campo de concentración y palparán de qué está hecha la materia que nos entrega Gessen. Les decía que la de Gessen no es una biografía convencional. No solo por el personaje, unos de los pájaros políticos a nivel internacional del que menos se sabe. También por las fuentes de las que se ha servido la periodista: Boris Berezovski, el oligarca ruso que llevó a Putin a lo alto del poder (ahora exiliado… todo muy shakesperiano, ¿no?) o Marina Salye, política prodemocrática en los tiempos de la perestroika que se vio obligada a esconderse en una inhóspita aldea rusa tras fracasar en su intento de demostrar los métodos mafiosos del ex-espía cuando era vicealcalde en el ayuntamiento de San Petersburgo.

Porque ese es uno de los hechos más conocidos y más aceptados, y sin embargo más graves, de los que se conocen sobre Putin. Que fue espía del KGB, que perteneció a una división encargada de perseguir a disidentes cuando éstos eran la única carnaza de una URSS a la deriva, que se codeó con la Stasi al otro lado del muro (peliaguda expresión en tiempos del también todopoderoso George.R.R Martin)…

No todos los días alcanza la presidencia un miembro de los servicios de espionaje y menos aún de uno tan sombrío como era la KGB. Pero ese no es solo uno de los muchos motivos que estremecen cuando uno lee el libro. Y es que Gessen presenta a Putin como un introvertido adolescente y alumno mediocre (¿les suena el patrón?) cuyo ídolo de juventud no era ni hombre-araña ni enano-cáustico, sino el mismísimo fundador de la inteligencia militar soviética, Yan Berzin. Con esos mitos no es de extrañar que acabase en la KGB, entonces una ineficaz y burocrática institución.

Y es que los servicios de inteligencia no eran tan fascinantes como los de las películas que Putin solía admirar, y este desengaño le costó una depresión y un lustro sin sorpresas. Todo cambiaría cuando tras la caída de Berlín llegase su auténtica misión: infiltrarse como miembro del KGB en el equipo del gran orador y político Anatoli Sóbchak, uno de los estandartes de la perestroika —junto a Yeltsin o Sájarvo— con el que acabaría trabando una importante alianza y amistad que los mantendría a ambos a salvo, cubriendose las espaldas, en años venideros.

Esta es una de las partes más interesantes del libro de Masha Gessen. Sóbchak no era en realidad el demócrata convencido que muchos creyeron ver en él. Era un demagogo que jugaba a todas las barajas para no perder la partida, rodeándose tanto de los conservadores soviéticos como de los demócratas de la perestroika. Gessen nos cuenta, a través de las investigaciones de Marina Salye, miembro (¿o debería decir miembra?) del consejo municipal de San Petersburgo presidido por Sóbchak con la ayuda de Putin, cómo ambos fueron cómplices del golpe de Estado de 1991, cómo Putin realizaba contratos ilegales o cómo convertía en San Petersburgo en prácticamente una ciudad monitorizada, donde los micrófonos a políticos y periodistas y donde la ausencia de libertad de información estaban perfectamente a la orden del día.

De hecho, no es de extrañar que Rusia se convirtiera en una versión mayor de aquel ensayo en el que convirtieron a San Petersburgo. Por supuesto, de todas estas acusaciones que Salye encabezó en su día ninguna llegó a prosperar, pues tal era también la caladura de Sóbchak y la complicidad con su ayudante. Tiempo después, Sóbchak perdería la reelección a la alcaldía y con ello su inmunidad ante el procesamiento, lo que era notablemente negativo teniendo en cuenta las acusaciones de corrupción también planeando sobre él. Putin, por su parte, mostaría gran lealtad al ex alcalde cuando se negó a aceptar un puesto en la nueva administración de San Petersburgo. Ese gesto fue suficiente para que Boris Berezovski, el oligarca ruso del que Gessen también dispone como fuente, le echara un ojo (y una mano) para encaramarlo hasta el trono del zar.

Si la aventura de Putin por San Petersburgo les ha parecido interesante, les aseguro que el resto de su recorrido en el libro no se queda corto. No pocos de los que le rodean durante el libro acaban eliminados, contribuyendo a consolidar la imagen de Putin como una suerte de Terminator imparable e imbatible. Así que ya saben, si quieren saber el resto de la historia, el recorrido de Putin hasta llegar al trono, el destino de Sóbchak y la influencia del presidente en otros casos polémicos como el de Anna Politkovskaya, este es el libro. Una biografía con rostro, para un tipo que parecía carecer de él.

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3 Comentarios

  1. Pingback: Descifrando a Putin

  2. Interesante recomendación, entre sus funciones en el KGB le toco la dura misión de fotografiar a Reagan

    http://www.telegraph.co.uk/news/worldnews/northamerica/usa/5017264/Did-Vladimir-Putin-meet-Ronald-Reagan-as-an-undercover-KGB-man.html

  3. Jota Juan

    Buen artículo; me ha recordado a una serie de documentales que se emitieron hace unos meses en la BBC sobre Putin, Rusia y occidente que lo dejan a uno literalmente temblando: http://www.bbc.co.uk/programmes/b01b434y

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