Fue como sentarse a ver amanecer. Unos tipos con traje negro caminando hacia la cámara mientras sonaba una sintonía que caía como una sábana de seda sobre la imagen. Un atraco frustrado. Pocos tiros, pero bien repartidos… ¡como debe ser! Gente apuntándose con pistolas. Un individuo que ata a otro a una silla, le echa gasolina por encima y le corta una oreja. Un título que apestaba a clásico en ciernes: Reservoir Dogs. Aquello era como la Caja Roja de Nestlé: un compendio de cosas molonas puestas juntas, sólo que no eran de chocolate, sino de celuloide. Cómo disfrutamos con todo aquello. Éramos jóvenes y estábamos entregados. Cómo le bailamos el agua a su autor. Y cómo nos la pegó el muy cabronazo.
“Yo estuve allí”. No corrí delante de la policía en el París del 68 ni llevé una cresta de colores y un imperdible en la nariz en el 77. Tampoco me bajé de un helicóptero en la guerra del Golfo ni me llevé un escombro del Muro de Berlín. Pero sí fui testigo del Advenimiento de Quentin Tarantino. Porque no fue un debut, ni un descubrimiento, ni una llegada. Fue un Advenimiento. Durante unos meses, incluso durante unos pocos años, él fue el Mesías. El estreno de su Reservoir Dogs nos pilló a todos a contrapié; pudimos experimentar de primera mano lo que siente un tenista cuando ese tal Federer hace una de las suyas. Fue como si de repente el siglo hubiese cambiado y todos nosotros, excepto Tarantino, estuviésemos ya fuera de fecha, obsoletos, anticuados, perdidos en el limo de las antiguallas culturales. Su película no sólo era como un ejercicio de destilación y reciclaje de lo vintage, lo cual ya era de por sí un epítome de la nueva modernidad. Sino que además reivindicaba el estilo por encima de la sustancia con una autosuficiencia tal que de repente cualquier otra aproximación al cine parecía acartonada y falaz, pretenciosa y apolillada, en una época en que hasta Sylvester Stallone pretendía hacerse pasar por intelectual. Tarantino resumió en un film todo aquello que le parecia “cool”. Una bomba atómica. Todos los “cool hunters” del planeta quedaron deslumbrados por el resplandor y contemplaron el hongo elevarse en el horizonte. ¡Boom! Ha llegado. Está aquí. De un día para otro la pose de “soy un director profundo” dejó de estar de moda y lo más “in” eran las pistolas y la sangre. Todo, además, con un aire “indie” que encandiló a los críticos. Porque “indie”, que supuestamente es abreviatura de “independiente” pero que en realidad no significa nada, es uno de esos términos —como “alternativo” o “posmoderno”—que sólo sirven para enamorarse uno del sonido de sus mismas sílabas cuando los pronuncia. E incluso cuando los piensa. ¡Etiquetas! No eres nadie si no manejas las etiquetas. La etiqueta era el “trending topic” de aquella época en que todo iba tan lento. En todo caso, la romántica historia del antiguo empleado de videoclub que aprendió cine a fuerza de tragarse un VHS después de otro no podía encajar mejor con lo que necesitábamos. Aunque después nos dijeron que Tarantino había compuesto sus dos mejores películas precisamente copiando retazos de muchas de aquellas oscuras cintas de vídeo, ¿qué gran artista no ha copiado nunca? No nos importó. Si había copiado, lo había hecho con estilo. Como George Lucas, cuando aún tenía la suficiente imaginación como para saber copiar y no intentar inventarse su propia basura.
Y ya con Pulp Fiction, ni que decir tiene, Tarantino se convirtió en el Amo del Mundo. Todos esperábamos algo molón cuando el director de Reservoir Dogs se puso a filmar su segunda película con un gran presupuesto. Nos entraron ciertas dudas nerviosas al saber que iba a contar con los servicios un desprestigiadísimo John Travolta (¿En serio? ¿El de Mira quién habla?) y también cuando nos enteramos que tuvo las sacrosantas pelotas de fichar a Bruce Willis, por entonces otro ejemplo del anti-cine palomitero, del subproducto de acción para el vulgo y la canalla. Tarantino estaba haciendo cosas muy raras. Estaba contratando a actores horteras para su nuevo film. ¿La conclusión que sacamos? Tarantino es tan “cool” que se lo puede permitir.
Y entonces nos sentamos en nuestra butaca con las palomitas en una mano y la mano de aquella novia tan insoportable que teníamos en la otra, y vimos aquella escena en el bar, y luego empezó a sonar Misirlou —el tema que por entonces nadie conocía pero que a todo el mundo le cautivó al instante—y ya no conseguimos volver a alzar la mandíbula inferior en todo lo que quedaba de metraje. Joder, ¡aquello era todavía mejor que Reservoir Dogs! Todo encajaba, ¡hasta el maldito Travolta! ¿Cómo era posible? En serio, ¿de dónde había salido este Tarantino? ¿Era un robot? ¿Un extraterrestre? Nadie con esa cara de alelado podía producir tanta maravillosidad (© Ned Flanders), debía de tratarse de una máscara; en el interior, todos lo sabíamos, Quentin Tarantino se parecía a Jesucristo. Esto no era como la Caja Roja: era como la Caja Roja servida por Ornella Muti en liguero. Una Revelación. Aquello fue la Apoteosis de Quentin Tarantino. No era humano. Estaba hecho de materia celestial.
Todos fuimos gafap… adoradores de Tarantino por un tiempo. Nos cegó. Como las farolas a las polillas. Como la tiza a las gallinas. Fuimos suyos e hizo con nosotros lo que quiso. Metió en su película frases de la Biblia, maletines que brillaban, gente tiroteada en el inodoro, violaciones homosexuales, conversaciones sobre masajes en los pies, cuadraditos que surgían de los dedos de Uma Thurman. Y todo, absolutamente todo, nos pareció bien. Bueno, a mí lo de los cuadraditos concretamente me pareció una gilipollez, pero en medio de tanto Hallazgo me sentí sucio y culpable por osar cuestionar el criterio de Su Tarantinidad. Si él lo había puesto allí, entonces era yo el que estaba equivocado; ¡cómo pude ser tan hereje y no apreciar su cuadradito! Era como magia, como un encantamiento: Tarantino era el flautista de Hamelín y nosotros éramos sus ratoncitos. Era el Dios de lo Molón. El tipo que, secuencia tras secuencia, te hacía pensar “oh, tío, sí, justo eso es lo que yo esperaba… no, ¡es mejor de lo que yo me hubiese atrevido a esperar!”. Pulp Fiction era como pegar el último cromo que te faltaba en el álbum de tu colección. Hacía que la vida pareciese redonda. ¿Para qué se inventó la rueda? Para que algún día pudiésemos ver Pulp Fiction. A mi novia la insoportable no le gustó tanto la película. Empecé a mirarla con malos ojos. Por qué me haces esto. No me hagas elegir entre Tarantino y tú.
Quien crea que exagero, es que no estuvo allí. Que es lo que nos decían siempre los veteranos del 68.
Pero es como esos grupos de música que han estado recopilando temas durante tantos tiempo que cuando finalmente graban un disco, es una absoluta maravilla, porque es el resultado de reunir todas las canciones molonas de toda una vida. Música que han escrito, reescrito y perfeccionado durante años. Pero cuando han gastado todas tus bazas en el primer disco, o en los dos primeros, se encuentran que ya no pueden producir genialidades al ritmo que la gente espera.
Jackie Brown fue la primera vez que Tarantino dejó de pisar el acelerador. Algunos, afectados por esa ley física llamada inercia, siguieron pensando que Tarantino no podía obrar en falso y elogiaron cada nimio detalle de la película. Otros, aún rendidos a Su Nueva Obra pero un tanto dubitativos, la vimos con agrado pero no pudimos evitar sentir cierto desinfle. No habíamos sido apabullados por una nueva catarata de Cosas Molonas, habíamos querido que Tarantino nos aplastase, pero se limitó a gustarnos. Y no queríamos que nos gustase. Queríamos amarlo. Pero eso fuimos nosotros, los primeros herejes, que estábamos empezando a flaquear. Los más fieles nos dijeron con tono paternalista que Tarantino había madurado y que nosotros, los preocupados, los inquietos, no estábamos madurando con él. En mi caso, la madurez nunca fue mi fuerte, así que acepté la explicación y la di por perfectamente buena. ¿Jackie Brown era mejor de lo que yo alcanzaba a comprender? Trato hecho: haré profesión de Fe y así podré seguir rezándole a Tarantino por las noches y no me sentiré solo. La vida como espectador seguía teniendo sentido. No era él, era yo el que no estaba creciendo a su ritmo. Tenía lógica. ¿Quién era yo? Nadie. Dejemos que nuestro director del alma madure y esperemos a que vuelva con una nueva Caja Roja. Confiamos en él como un niño confía en los Reyes Magos: ¿te dejarían ellos sin regalos? No. Tarantino no nos va a abandonar.
Hubo por medio proyectos raros y Robert Rodríguez y caprichos de estos que tienen las estrellas y por los que nunca protestamos. Entremeses, pasatiempos, cosas no importantes. Está haciendo tiempo. Está pasándoselo bien. No nos importa. Sólo queremos más. ¡Más!
Y entonces llegó Kill Bill.
Fue aquí donde se abrieron las aguas del Mar Rojo, donde el mundo quedó dividido en dos. A un lado estábamos nosotros, los apóstatas, los blasfemos, los que nos atrevimos a empezar a dudar de Tarantino. Al otro lado estaban los gafap… los fieles, los creyentes, los conocedores y los poseedores de Su Verdad. Nunca nos volvimos a reunir. El mar se cerró y quedamos en orillas opuestas, mirándonos, increpándonos en la distancia. El cisma fue definitivo. Kill Bill fue el Martín Lutero del tarantinismo. A partir de Kill Bill, o eras católico, o eras protestante. Ya no bastaba con decir “es que yo sólo soy cristiano y no quiero problemas”.
¿Qué vimos los apóstatas? Las Cosas Molonas habían desaparecido y en su lugar estaban las Cosas Que Les Molan a Ellos Los Que No Pueden Ser Nombrados…
Katanas, pétalos cayendo, trajes de novia, patadas de karate. Yo no entendía nada. ¿Dónde c*** estaban Travolta y el Señor Lobo? ¿Por qué no salían Bruce Willis o Robert De Niro? ¿Qué c*** era esto? ¿Un p*** tebeo? ¿Una p*** adaptación de un p*** videojuego de m*****? ¿De dónde saca Tarantino los c******* para hacernos esto? ¡Quiero p**** tiros! ¡Quiero p**** canciones molonas! ¿¿Flamenco?? ¿¿Me estás tomando el pelo??
Pero no. De repente era mi problema, no problema de la película. Una vez más, me había quedado atrás. Tarantino y su nueva raza de gafap… espectadores digievolucionados estaban viendo cosas que yo no veía. Yo era como un niño empeñado en dibujar con ceras mientras los demás ya pintaban al óleo. Yo era el homo erectus y ellos los homo sapiens. Me sentí como el troglodita aquel de En busca del fuego, que no entendía nada de lo que sucedía a su alrededor y cuyo concepto de “cultura” era embarrarse una mano y plantarla en las paredes de su cueva. Algunos de mis conocidos no daban crédito: “me lo esperaba del tonto del barrio, pero ¿de ti? ¿Tú, que has leído a Joyce?”. Yo no sabía qué decir. Hojeé unas páginas del Ulises para comprobar si aún lo entendía y no estaba sufriendo una demencia regresiva. Naturalmente me asusté, porque de lo que leí no entendí una puñetera palabra. Es el Ulises, ¡nadie entiende ese artefacto! Excepto probablemente E.J. Rodríguez, nuestro amado redactor jefe, que de todas maneras siempre ha sido un tipo bastante extraño (no, en serio, ¿a quién demonios le puede interesar tanto la NBA?). Así que me convencí de estar volviendo a la infancia. Me estaba quedando tonto. No me gustó Kill Bill. Ni la primera parte, ni la segunda. Pero la culpa debía de ser mía. Tampoco me gustó Matrix. Ni Lost in Translation. Menudo coñazo Lost in Translation; “no puedo dormir”… ¡pues mira tu propia película e intenta mantener los ojos abiertos! Estas cosas son un problema mío, soy defectuoso, lo admito.
Me quedé igual. Impertérrito. Viendo los pétalos caer. ¿O era nieve? Bueno, qué más da: era como un pase de moda, una Demostración de Estilo. Pero el estilo no es mi fuerte. Fue un golpe casi tan devastador como ver a Clint Eastwood en Los puentes de Madison. Que sí, muy bien, será una buena película —lo sabré cuando consiga verla sin dormirme—pero, ¿es que soy el único que se desespera cuando Eastwood no le pone dinamita a los puentes? En Kill Bill estaba pasando algo. O mejor dicho, no estaba pasando algo. Recuerdo haber visto peleas. Nadie le cortaba una oreja a nadie. Y la música… ya no sonaban Jungle Boogie ni Little green bag. Ya no había diálogos entretenidos a la par que instructivos sobre el nombre que les dan a las hamburguesas en otros países. Tarantino estaba recurriendo a una imaginería y un concepterío que estaba más allá del alcance de mi radar. Ya no habían argumentos que te mantenían en tensión con cada flashback, ya no había frases memorables ni momentos ultra-molones con los que hacerte una camiseta, ya no teníamos ante nosotros una pieza de ingeniería narrativa… sino un largo videoclip sobre lienzo. Un bonito lienzo; pero de una buena tela no sale una buena película (puedo notar el odio de los tarantinianos; confío en su caridad cristiana).
Y entonces lo supe: soy un cretino y un inmaduro. Mi divorcio emocional con el cine de Tarantino me lo demostró. Mientras los gafap… los cinéfilos más sensitivos y cultivados se refocilaban con las excelencias del Street Fighter Versión Uma Thurman que a mí me pareció Kill Bill, yo me quedaba estancado en mi proceso de aprendizaje intelectual y crecimiento espiritual. Para mí, el antiguo Tarantino había significado “aunque los setentas se visten de VHS, setentas se quedan” y el nuevo Tarantino significaba “Bruce Lee meets Jane Austen”. Incompatible. Pero los hubo que lo entendieron y lo apreciaron. Habían pasado de curso y yo me había quedado allí, otra vez en el mismo pupitre, mirando perplejo a mi alrededor… ¿dónde estaban mis compañeros? Los de verdad, quiero decir. ¿Alguna vez habéis repetido curso en la escuela? Así es exactamente como me sentí.
…pero hablemos de mí. Después vino Death proof. Me resistí a verla. El argumento de “cuando veas Kill Bill vol.2 entenderás el concepto de la primera parte” ya me había roto el corazón. Había sido lo mismo que en la primera parte pero con canciones peores. Hay cosas que no funcionan, como lo de “es que tienes que prestar más atención a Vetusta Morla y llegarán a gustarte”. Y cuanta más atención les presto, más nerviosos me ponen, son como unos Camela hasta las orejas de Rohipnol. Pero, una vez más, seguro que es mi problema. El problema siempre es de quien escribe el artículo, nunca de los Artistas en sí. Ya lo dice Ramoncín: cuando algo está semitonao, está semitonao y punto. Yo no sé tocar ni la zambomba, así que cómo voy a distinguir lo que está semitonao de lo que no. Ni siquiera sé lo que significa la palabra. El Artista es él.
Y el otro Artista, el que lo filma todo semitonao, me golpeó con Death proof. Golpeado casi en sentido estricto. A los diez minutos de diálogos dignos del Telva con un molesto efecto de película desgastada que pensé era una licencia para un par de minutos pero se empezaba a prolongar en el tiempo, casi me doy contra el brazo del sofá. Sufrí un vahído. Una vez más, Tarantino me hablaba desde otra dimensión, desde un incomprensible Más Allá de alusiones meta-undreground o infra-alternativas, de capas referenciales que ocultan otras capas referenciales, de complicidades contraculturales que sus fieles captaban pero yo no. Yo veía una especie de videojuego con argumento de cuando Ingmar Bergman quería ser guionista para tebeos. Se me escapaba el Concepto. Hay que ser humilde: cuando Quentin vuela alto y uno no es capaz de remontarse a sus estratosferas, o cuando bucea bajo y uno no alcanza a sumergirse en sus abisalidades, es hora de reconocerlo: ha ido más lejos de donde uno alcanza. Cuando los judíos abandonaron Egipto atravesando el desierto, seguro que alguno se quedaba parado de vez en cuando diciendo “oíd, ¿y si nos sentamos un rato en una piedra a la sombrita?”, hasta que decidió que echaba de menos su choza con vistas al aluvión del Nilo: allí por lo menos estaba fresquito, tenía un trabajo y su ración diaria de pan y puerros. Pues yo era ese desertor del Éxodo tarantiniano.
Inglorious basterds. La Obra. El Concepto. El Mensaje. La Forma. El Viejo y el Mar. Los creyentes llamaron a mi puerta, me buscaban a mí, el hereje, el pecador; querían llevarme de nuevo a Él. Por lo visto, en su proceso de madurez, Tarantino había completado el giro copernicano y tras pasar por la modernidad indie, la posmodernidad autorreferencial, el deconstructivismo pop y el esteticismo neodreyeriano, había redescubierto el clasicismo. Tarantino, finalmente, estaba escribiendo torcido con renglones rectos. En uno más de sus inesperados malabarismos, había llevado su mundo subcultural a las hechuras del cine de siempre. El hijo del VHS rendía pleitesía al viejo rollo de película en bobina. Cine clásico, me decían, “te gustará”. París, Segunda Guerra Mundial, nazis, Mélanie Laurent (vale, compro), judíos que matan nazis, Brad Pitt (¡ouch!), la mandíbula de Brad Pitt (¡ouch!), barro, colores naturales, planos no sé qué y contraplanos no sé cuántos. Una película como las de antes. Por qué no, me dije. Uno de los dos ha de rehabilitarse; o Tarantino, o yo. Intentémoslo. Y por un momento realmente creí que funcionaría.
Me gustó la primera escena. Déjenme describirla:
Vas conduciendo por una autopista. Durante todo la mañana. A los lados ves páramos, colinas, una gasolinera, algún pueblo y alguna fábrica dispersos en un paisaje como de juguete. Tierra roja, tierra parda, árboles verdes, hierbas doradas, arcillas rojas, matorrales grises… y de repente, tras varias horas de viaje, lo ves, allá, al fondo, reluciendo turquesa bajo el sol. Es el mar. No sabes cuánto lo echabas de menos hasta que no lo tienes ante tus ojos.
Así fue la secuencia inicial de Malditos bastardos. La que me hizo entender que el maldito bastardo era yo. Tarantino siempre había estado allí, dispuesto a recibirme con los brazos abiertos; yo era el hijo pródigo, envidioso de sus hijos favoritos, que había abandonado el hogar a causa de mi puerilidad y egoísmo. Pero la escena de la granja y el sótano me reconcilió con Su Tarantinidad. La butaca volvió a ser un lugar de adoración. Ciertamente estaba rindiendo homenaje a John Ford, a Fred Zinemann… no sé, referencias que yo podía entender, que no tenían nombre coreano ni habían estrenado sus películas en algún aparcamiento de Taiwan. Tarantino había vuelto a mí, y yo a él.
…y entonces detienes el coche y llegas a la playa. Y el mar está repleto de cáscaras de sandía, de medusas, de niños que gritan y de capullos adolescentes que intentan demostrarse a sí mismo cuán lejos pueden enviar un balón, distancia que suele estar más allá del alcance de sus cerebros (“¡Huy sí! Había alguien tomando el sol ahí donde el balón ha llegado”). Y no todos los bikinis que ves quisieras que estuviesen allí, ni mucho menos todos los topless, y hay colillas en el suelo y bolsas de plástico flotando sobre las olas. Se te llenan los zapatos de arena y hace un calor del demonio. Empiezas a no entender por qué lo echabas de menos.
…y entonces ves a Brad Pitt poniendo cara de haberse pasado treinta años jugando a pegarse caramelos en el paladar, y regresan los diálogos que no comprendes y las secuencias repletas de (¡argh!) elegancia, y una violencia que ya no es gratuita, y un tono general de “me estoy luciendo para mis fans con los guiños que ellos tanto comprenden” que te va enfriando progresivamente. Aunque reconozco que no era Kill Bill, es decir, aquí la factura era mucho más convencionalmente llevadera y no había pétalos cayendo ni katanas. Sin embargo, tras aquella primera secuencia pasaron los minutos y con los minutos me di cuenta de que no estaba sintiendo verdadero entusiasmo. No podía volver a Tarantino.
Pero ya no lo detestas. Es el momento del Perdón. Tú lo perdonas por haberte abandonado en favor de la hipermodernidad y él te perdona por haberte extraviado en tu propio lodazal de prejuicios conservadores. Ya no nos amamos, pero tampoco necesitamos odiarnos; podemos ser amigos precisamente porque nunca nos volveremos a amar. Lo nuestro acabó hace ya tanto, que nuestros mutuos defectos han dejado de molestarnos. Tarantino, o Quentin, o como prefieras que te llame: yo te perdono. Y sé que tú me perdonas a mí. No estábamos hechos el uno para el otro; fueron un par de películas, estuvo bien mientras duró, pero no podía llegar a ninguna parte. Tú te pones por encima de tu cine y yo no tengo tanta capacidad de elaboración como espectador como para procesar tus mejunjes. Tú estás en un mundo de foie y helado de boletus, yo sigo queriendo mis proteínas con patatas. Tú saliste de un videoclub y ahora disfrutas del (poco) discreto encanto de la aristocracia. Yo sigo siendo un proletario.
Y es entonces cuando lo descubro: si tú ya no me caes mal a mí, y yo ya no te caigo mal a ti, ¿dónde estaba el problema? Es evidente, ¡el problema está en tus fans! Tus discípulos, esos que han estado defendiendo cada uno de tus pasos con fervor mahometano, aquellos para quienes nunca podrías dar un paso en falso. Los que miraban por encima del hombro por “no comprender”, los que me arrojaban palomitas a la cara cada vez que decía algo como “pero esta escena de patadas, ¿no está durando ya demasiado?” o “¿no queda muy hortera esta escena con música flamenca? Además los Coen ya lo hicieron y aquello no se puede superar”.
El problema no es Tarantino, el problema son los tarantinianos. Aquellos para quienes las ocurrencias de su ídolo siempre pesan con el peso del oro y brillan con el brillo de la plata. Los que se cortarían un dedo con tal no admitir que Tarantino no es un genio y que su cine es un hábil decir mucho para no decir nada, un crear estilo para terminar no teniéndolo. Los que no pueden reconocer que el sello de su amado director siguen siendo las patillas y las pistolas, las conversaciones intrascendentes sobre Madonna y la gilipollez enlatada que nos cautivó a los que sí nos sabemos gilipollas. No pasa nada por admitir que no has sabido madurar al ritmo de Quentin, y que aún esperas ver a Samuel L. Jackson soltando monólogos bíblicos revólver en mano. Sí, quiero ver cosas molonas, ¿qué pasa? Y no es Tarantino el que me lo censura, no: son sus acólitos, su Metal Militia, su Ejército de Salvación. Hubo un día en que Tarantino fue “the new cool”, pero francamente, resulta absurdo que haya quien se empeñe en que sigue siéndolo hoy en día. Y no son ánimos de rebeldía iconoclasta, no; algunas de las últimas películas de los citados Coen me han parecido mejores que casi toda su anterior filmografía.
Pero ya he visto el Arte de Tarantino, y la verdad, no me gusta. Cuando sus personajes pasaron de rumiar hamburguesas a tomar tacitas de té, algo se perdió por el camino y los adoradores de Su Arte no parecieron darse por enterados. El día que quiera ver Arte me iré a un museo. Cuando algo venga con la firma de Quentin, me gustaría que vuelva a servir para poder hacerse camisetas con ello. ¿No era el pope de la “pulp fiction”? No más diálogos del Telva ni secuencias de lucha de videojuego, no más decorados en donde sólo falta ver aparecer a Stewart Granger vestido de samurai, no más Brad Pitt.
Menos tarantinismo y más tarantinadas. No todo lo que él hace es bueno. Lo hay mediocre, y lo hay incluso malo. Necesita que sus fans le peguen por fin una colleja, o terminará convirtiéndose en Godard. O, dicho de otro modo:
No empecemos a chuparnos las p****** todavía.
Oh, no… demasiado tarde.
De acuerdo en casi todo. Cuando me da por ver alguna otra vez, Jackie Brown es la que más suele gustarme, En cuanto a las siguientes:
-Kill Bill es infumable, se coja por donde se coja
-Death Proof tiene un gran momento cuando el especialista Mike se estampa contra las pedorras del bar (hablad de Telva ahora, zorras). El resto de la peli (prácticamente la mitad) me la paso deseando que mueran las compradoras del coche. Decepción
-Los Bastardos casi te hacen desear que los nazis hubiesen ganado la guerra
Por cierto me ha encantado lo de «servida por Ornella Muti en liguero». Pero tampoco hay que pasarse, hombre.
Suscribo 100% a Álvaro, incidiendo en que a mí Jackie Brown me parece una obra mayor, quizás no llegue a la excelencia de Pulp Fiction pero tiene unos diálogos tan brillantes o más que sus obras anteriores.
A mí me daba vergüenza reconocer que las dos Kill Bill eran unos bodrios ante mis amigos tan tarantinianos pero ahora me he quitado la máscara de intelectualoide depresivo y al reconocerlo me siento reconfortado conmigo mismo…
Pingback: Tarantinadas
Me ha gustado el artículo. Un poco pesado en algún momento, pero explica perfectamente la carrera de Tarantino.
Un inmejorable inicio con Reservoir Dogs y Pulp Fiction. Una muy buena continuación con Jackie Brown. Pero a partir de ahí mejor no hablar, al menos hasta Inglorius Basterds.
La saga Kill Bill tendrá su público, pero yo no trago. Son entretenidas, tienen millones o billones de referencias al cine asiático y a los manga… Pero la calidad global es muy inferior.
Qué decir de Grindhouse. Yo creo que es mejor pasar.
Pero no soy tan crítico con Malditos Bastardos. Me parece que es la completa el podio a la izquierda de Pulp Fiction.
Me declaro fan absoluto de Tarantino, pero negar el evidente bajón de calidad en la pasada década es absurdo, insisto, al menos hasta Malditos Bastardos. Veremos cómo sale Django Unchained, pero imagino que seguirá el camino de la última.
Pero es que ‘Reservoir Dogs’ ya era una peli para guays… Será todo cuestión de grados.
Como viene siendo habitual, no comparto la opinión de los artículos que leo en este magazine, pero están tan francamente bien escritos que no necesito sentirme identificada con el mensaje para tener ganas de leerlo varias veces.
Hacéis que si ya antes leer las noticias u opiniones de un periódico online era deprimente por cómo estaban redactados, ahora sea casi insoportable.
Enhorabuena, por hacer que a una «gafap…» como yo a quien le encanta Kill Bill vol.2, Inglorius bastards, Reservoir dogs y Pulp fiction (y odia profundamente Death proof) haya disfrutado mucho con tu crítica.
Muy buen artículo, desgranado, crítico y divertido. Mi opinión es parecida en cuanto a su segunda fase: Death Proof o Malditos Bastardos, aunque entretenidas y con marcas de la casa que sin duda son apreciables, no dejan de ser mediocres.
Sin embargo, tengo que salir en defensa de Kill Bill, no porque sea un fan incondicional, sino porque estando de acuerdo en ese «Lo que yo quiero es ver cosas molonas», si vienes leyendo manga y viendo anime desde los 90, y has echado un ojo a los 80, tu concepto de molon se resume bien en el batiburrillo tópico pseudo-oriental que es este tandem: Honor y venganza, katanas, artes marciales, entrenamientos en la montaña, surtidores de sangre … y con guiños como un capítulo en anime, para algunos es como si nos la hubiese hecho a medida.
Grandioso. Lo suscribo casi todo (incluyendo lo de Vetusta Morla). Verdades como puños. O como tiros, disparados tras soltar una parrafada bíblica.
Yo fui uno de los que asistieron en una butaca al Advenimiento con Reservoir Dogs y tras Pulp Fiction se me paró el cuentakilómetros con Tarantino. Yo tampoco creo que se vuelva a poner en marcha ya. Da igual. Dejaré el coche parado en el garaje, sacándole brillo simplemente para seguir sentándome delante de él y recordar aquellos dos viajes irrepetibles.
Totalmente de acuerdo, desde la primera a la última línea. Todas las pelis de Tarantino podrían haberme gustado si las firmara otro, pero no aquél que hizo las 2 primeras. Creo además que en ese grupo merece estar Amor a quemarropa, escrita aunque no dirigida por él. Sólo un peldaño por debajo por la falta, entre otras, de una banda sonora como la de aquéllas. Tal vez te la has saltado por Brad Pitt, aunque en lugar de su habitual cara de «oliendo a mierda» haga un digno secundario. La próxima vez te mato.
Trae cervezas… ¡Y productos de limpieza!
Solo por el papel de Floyd supera la carrera completa de cualquier actor. Yo le daba mil oscars.
Hacía tiempo que no veía semejante diarrea mental. Menuda cagalera de ideas, menuda ansia por destacar escribiendo memeces y sin contar nada que sea mínimamente interesante.
suscribo
Amén.
Totalmente de acuerdo
Gran artículo, sobre todo define perfectamente los que fue Reservoir Dogs (o lo que nos pareció que era en aquel momento)… aunque para mí se queda corto en la crítica a Malditos Bastardos, ¡qué película tan insoportable, cobarde y prescindible!
Si yo supiera escribir así de bien hubiese escrito este artículo. Porque suscribo palabra por palabra todo lo que en él se dice… salvo que yo me bajé del palio en Pulp Fiction, no llegué a Jackie Brown.
Y recuerdo (con estremecimiento) las eternas discusiones con los amigos de «es que no has entendido Kill Bill» cuando la estrenaron. La tarea evangelizadora de los tarantinianos en aquel momento fue un coñazo tremendo (les faltaba venirte con el Atalaya), menos mal que con el tiempo pasaron de intentar convencerte a darte por perdido y mirarte por encima del hombro.
Gran artículo, gracias. Refleja lo que hemos sentido y pensado otros. Pulp Fiction es la única película que he visto dos veces en una sala de cine. Fue un estallido. Se lo pasaba uno de p… madre y encima quedaba como un cinéfilo. Tarantino supo crear ahí un puente que pasaba de la orilla Godard a la orilla Chatarra. Y lo hizo de manera increíble. Tan Cool. Que es la palabra clave de todo el asunto (como tú adivinas).
Hace tiempo que me he quitado (parcialmente) de Tarantino. Pero lo mejor es no despreciarlo, no decir que es un timo o un bluff o un frívolo. Lo mejor es señalar, simplemente, que sus películas contienen destellos e ideas brillantes pero que, en conjunto, tienen la profundidad de una fregona. Un cine warholiano.
Por supuesto, no me perderé su siguiente película.
¿Qué es lo más opuesto que existe al cine de Tarantino? En mi modesta opinión, está ahora mismo en la cartelera madrileña, «El caballo de Turín», de Béla Tarr. Para mí, una obra maestra y una cura de humildad. Quien tenga curiosidad, que lea mis impresiones en mi página elcineenquevivimos.
Un saludo cordial, qué gran página acabo de descubrir (jotdown).
Luis S.
Y mira que yo soy fan de todo lo que detesta. Soy fan de Vetusta Morla, de Lost In Translation y de los articulos de E.J. Rodríguez sobre la NBA. Y sin embargo… estoy de acuerdo con usted. El resto de su filmografía comparada con Reservoir o Pulp Fiction… es basura. Tarantino, tu antes molabas.
Aparte de que discutir a Brad Pitt me parece un lugar común -y barato- de críticos hemianópsicos, y que Jackie Brown es una puta obra maestra (no bajo de ‘una de las 50 mejores películas policiacas ever’, y eso ya es mucho decir de una película), no estoy de acuerdo con casi nada.
Pero si quisiera estar de acuerdo no leería; el artículo es muy bueno, se explica, te ríes y no dice obviedades. Bravo.
Coincido con Angelina: En «Malditos bastardos», Brad Pitt se parece demasiado a Vito Corleone. «Ej que me han hecho un trajplante de muelaj y me han puesto las de un caballo». Ja, ja, ja.
Gafapastas hablando de gafapastas xD. Me mondo.
Kill Bill mola (perdón si la expresión no es digna de gafapastismo).Lo peor será descubrir que al autor le encantó Forrest Gump y que Philadelphia es una de sus películas favoritas, siendo ambas un tostón.
Jackie Brown no me gustó demasiado. Death Proof no la he visto. La de los bastardos, cuando saque tiempo y ganas.
Solo sé que Reservoir Dogs, Pulp Fiction y Kill Bill son cojonudas. Quizás están escritas en un idioma que no entiendes (lol).
No creas que no te apoyo en tu causa. Soy fan de Sin City y todo el mundo me dijo que 300 era la ostia. Sin embargo, en esta última yo no vi más que una cuadrilla de bilbainos atiborrados de anabolizantes (una basura, vamos).
Al final como en todo, no todos los libros del mismo autor te tienen por qué gustar. Has citado a Joyce, pero Gloria Fuertes podría valer. Te puede encantar «Don Pato y Don Pito» (con ese título, seguro) y puedes aborrecer «El dragón tragón». Pero eso no quiere decir necesariamente que Gloria Fuertes hiciera un libro peor, ni que su carrera fuera en barrena, simplemente que no es de tu gusto.
Apuesto que ahora esperarás a su nueva película y la irás a ver (con un pensamiento preconcebido, por supuesto), solo para poder mantenerte en tu postura.
Yo la veré en megavideo.. OH… WAIT!!! xD
Por cierto, a pesar de todo, buen artículo.
Ey, Miguel López-Neyra, tu decepción casi parece que transmita un sentimiento de culpa encubierto. No jodas.
No te gustan TODAS las pelis de Tarantino, ¿y qué?. Por ejemplo, sé que sería a la inversa pero creo que viene a ser lo mismo: a mí no me gustan los primeros álbumes de The Beatles, pero me corro a partir del de Revolver (y eso que nací justo veinte años después, pero soy beatelmaníaco convencido). ¿Y a quién coño le importa?
Lo que quiero decir es que está bien. No, está jodidamente bien tu opinión. Y si algún gafap… tarantinista talibán de celuludide le molesta, mala suerte.
Éste es tu trabajo, ¿no? Lo de escribir una columna para esta página, aunque no sé si te pidieron expresamente que tocases éste tema. Has cumplido. Y a quien no comparta tu criterio que le jodan.
El artículo parte de un error claro: CASI NADIE conocía a Tarantino tras Reservoir Dogs antes de estrenar Pulp Fiction. Éso de esperar a ver qué hacía Quentin tras RD fichando a Travolta y cía queda muy bien aquí pero no es real, porque no fue así. Lo siento, no vayamos de superentendidos porque no cuela. Todos, casi, conocimos a Tarantino tras PF, así que nada de especulaciones sobre la obra que iba a seguir a RD porque no.
Ah, éso de antes sí que molaba pero luego ya no es un argumento muuuy gastado. No vivas siempre de la nostalgia.
David, al menos por lo que yo recuerdo (me pilló con quince años, de todas formas) en las radios se pusieron muy pesados con la versión de «Hooked on a feeling» y no paraban de anunciar que era de una película llamada Reservoir Dogs. Fue un hit aquel verano.
Incluso llegué a ver varias veces en la tele una especie de videoclip con la canción y varios cortes de la película.
Vamos, que tal vez no fuera un estreno mundial del calibre de Terminator 2, pero tampoco es que se estrenara de tapadillo en dos o tres cines. Que yo recuerde sí se le hizo promoción.
David, yo no voy de superentendido ni nada, pero yo fui al cine a ver Reservoir Dogs y tuve la revelación de la que habla el artículo, y como yo fuimos muchísimos a verla, éramos los amantes del cine, no del hype. La fui a ver como fui a ver otras pelis de otros cineastas que no han llegado donde Tarantino pero les dimos la oportunidad cuando estrenaban sus cintas fuera de los círculos más comerciales porque teníamos curiosidad. Otra cosa es que por cuestiones de edad llegases tarde a Reservoir Dogs, pero yo la disfruté en su momento porque soy perro viejo, como parece que también lo es el autor de la entrada. «Todos, casi, conocimos a Tarantino tras Pulp Fiction» es reconocer que te has perdido el momento genuino de algo y quieres hacernos a todos parte de tu despiste.
Siento decir que no es así lo que se comenta de mi. Vi Reservoir Dogs y esperé a Pulp Fiction. Lo que quiero decir es que demasiados se apuntaron a toro pasado al éxito de Tarantino, tras ver PF y decían que eran grandes fans tras RD que vieron posteriormente.
Es mi impresión. Siento decir que no llegué tarde. Estuve allí.
PS: Efectivamente, la versión del Hooked fue bastante coñazo durante un tiempo.
Como decías «casi todos CONOCIMOS a Tarantino tras Pulp Fiction» daba la impresión de que… en fin, da igual.
Mea culpa, mal expresado.
Pues yo opino que Pai Mei es el puto amo.
Kill Bill me parece un peliculón, las dos, será que soy tonto como tú dices.
Cuando estalló su auge tras Reservoir Dogs, se te ha olvidado mencionar el «robo» de guión del cuál Hollywood terminó sacando dos productos: Amor a quemarropa y Asesinos natos. Guiones de los cuáles renegó pues dice que se los jodieron de arriba abajo y que la idea era hacer una única película.
Nunca renegó de Amor A Quemaropa, de hecho, la considera una gran película. De Asesinos Natos si se desentendió.
Death proof es bastante mala, pero Jackie Brown es un puto cagarro infumable. Nunca la he podido terminar, y las dos primeras las habre visto diez veces por lo menos.
Para mi Kill Bill es una muy buena peli, aunque se le fué la mano en algunas partes y el final es una mierda.
¡Ja, ja, ja! ¡Danielo, eres un puto genio! ¡Peligra el liderato de Carlos Boyero! ¡Ja, ja, ja!
TA-RAN-TI-NO
El artículo es bueno pero no concuerdo en muchas cosas. De Tarantino aún debo ver «Jackie Brown» y «Death proof» el resto las vi. Pero no es lo importante me parece q el problema no es de los fans sino tuyo. Alardeas en el texto de tu modernidad al adaptarte al cine de Tarantino en los 2 primeros largometrajes (que fue una verdadera revolución) pero al no adaptarte a los siguientes filmes simplemente pensás que son malos. Es un pensamiento bastante cerrado el tuyo.
Que no te guste lo oriental es el principal argumento de que no te haya gustado Kill Bill. No busques excusas en el director sino en vos. Hablás mucho de la idiotez de los fans acérrimos (q sin duda son idiotas) pero a la vez vos crees q sos la voz mandante al decir que sólo las 2 primeras películas de Tarantino valen la pena.
Kill Bill es un gran ejercicio fílmico. Cuando leí la sinopsis pensé que era un cliché de pies a cabeza pero Quentin metió mucha imaginación y me impresionó que una peli en la que una mina mata a más de 100 asesinos podía ser buena. La 2da parte está filmada de otra forma y sigue siendo buena.
Bastardos sin gloria es de las mejores películas de los últimos 5 años en mi opinión. Tarantino deja su marca en un film bélico.
Pero como dije antes, gustos son gustos. Entiendo que no te haya gustado Kill Bill y me parece q no tiene nada de malo (eso si, la analogía de Ulises es impresionantemente estúpida). Pero no bardees al que le gusta porq conoce el tema (los guiños q tanto te gustaban de Reservoir dogs y pulp Fiction son los q vemos los q nacimos en los 80’s en Kill Bill). Y bueno a pesar de todo estamos de acuerdo en que Tarantino puso muy el listón con sus 2 primeras películas.
A mi Jackie Brown y Death proof me aburrieron profundamente. Sin embargo el resto me gustan. Me gusta Kill Bill y también Malditos bastardos, son una coña monumental y divertidísima… es que yo creo que Tarantino, incapaz ya de volver a hacer clásicos como Pulp Fiction o Reservoir, prefiere divertir tontamente.
1.pulp fiction 2.reservoir dogs 3.kill bill 4.malditos bastardos 5.jackie brown 6.death proof
me encantaron las seis, pero no todo puede de 10. tarantino hace un cine con un estilo propio muy marcado y poniendo mucha importancia en los detalles…dicho esto, si hubiera hecho antes kill bill que reservoir dogs y pulp fiction pensariais lo mismo?
buen articulo
El artículo es inmejorable porque el propio autor admite que el problema lo tiene él, no Tarantino. Es como cuando Radiohead sacó Kid A tras OK Computer: al principio nadie lo entendía. Diez años después miras atrás y te das cuenta de que ese disco es el que lo hizo definitivamente grandes.
Tarantino ha evolucionado, pero en mi opinión no para mal. Cierto es que sus última películas no están a la altura de las primeras (estarlo es dificilísimo) pero sigue siendo un grandísimo director que nos va a llevar a todos al cine como corderitos la próxima vez que estrene. Porque habrá directores mejores y peores, pero el estilo de Tarantino es único.
A mí me gustan todas menos Death Proof, y me pregunto qué hubiera pasado si hubiera dirigido sus guiones para True Romance y Asesinos Natos…
Muchacho tienes el arte del cine, en un contexto global, sobrevalorado. No le busque tres pies al gato. PD: a mí me gustan todas, cada una en su género, ese es el don de tu amigo Quentin.
Tiene mucha gracia que te quejes de que haya hordas de fans incapaces de distinguir el grano de la paja, y al mismo tiempo te refieras a todos los que no coinciden contigo como «gafap…». Qué bueno. Ahora si te mola Kill Bill (sólo el plano secuencia de antes de la masacre pesa varios kilates) eres un gafapasta, y sólo eres auténtico si te gustan las dos primeras pelis de Tarantino.
Cuando precisamente la primera regla gafapastil es la de «desde sus primeros trabajos no ha(n) hecho nada bueno….»
los hipsters sois la h******. en serio.
nadie puede decir que una de tarantino sea una mierda. una mierda es una de hugh grant, o de julia roberts. si juntas a los dos, imagínate las proporciones del truño…
las de tarantino pueden variar del 5 al 10, pero no suspenden. ahora bien, ponerles a todas un 10, solo por venir firmadas por Su Tarantinidad, pues tampoco.
me he reído un huevo con el artículo, aún no compartiéndolo. y eso es bueno. un saludo.
Yo creo que todo se resume en que Tarantino cada vez es mejor director (viendo Reservoir y los bastardos… es que no hay color) pero cada vez es peor guionista (haced la misma comparación). De hecho, Kill Bill se medio salva porque el guión es tan chorras que sólo se puede valorar visualmente. El resto, lo dicho: a Tarantino se le ha secado la labia, y sus personajes y sus historias ya no tienen ni pizca de chispa.
Estaría bien verle alguna peli de la que no fuera el guionista. Visualmente es un director brillante.
Creo que este artículo debería haberse escrito aun mas tarde. Todavía no hablas desde la sabiduría y el temple que da la distancia…!!No lo superaste amigo.!!
Muy bueno, me sentí identificado en cada párrafo casi.
Es como el amor, dejas de idealizar a tu pareja para pasar a convivir con ella, dejando atrás los conflictos de los años mas tiernos donde el amor y las sensaciones hacia la amada son infinitas..
Espero la 2ª entrega por el 2030.
…aunque debo decir que como película de entretenimiento Kill Bill es inmejorable
Qué divertido.
Lo que no se le puede negar a Tarantino es que hace lo que le sale de la polla y vive de puta madre mientras nosotros no dejamos de hablar de él.
Tarantino ha pasado de ser Jules al triste protocamello pandillil que está tirado en el sillón diciendo «¿Qué?» y que acaba haciendo cuack.
http://www.youtube.com/watch?v=HA-bn-LmYEk
He de reconocer que Jackie Brown me gustó. No como película de Tarantino, pero me gustó.
El resto, amén a todo. Palabra por palabra. Y es que es imposible discutir con un tarantiniano. Cuando dije que Death Proof era un video de YouTube sobredimensionado casi me sacan el sentido común a tortas. En fin…
«He de reconocer que Jackie Brown me gustó. No como plícula de Tarantino, pero me gustó». O bien no lo has expresado bien, o es que es una gilipollez digna de Tarantino y no alcanzo a entenderlo.
Que no es lo que esperaba de Tarantino cuando la vi pero que me gustó igualmente.
A mí que jackie Brown me parece su mejor película! De verdad! Pero bueno, somos minoría los que pensamos así. Es como su versión de una comedia Hollywoodiense de los 50.
Pienso que los kill Bill son películas fantásticas. Jackie Brown es un film enorme. Las bacalás son death proof y la última. Hay directores que en veinte películas no han alcanzado ni un 1% de la maestría de Tarantino en sus dos primeros trabajos: son geniales.
Tarantino es uno de los tres directores vivos con más talento.
De verdad que viste Kill Bill Volumen 2? porque sólo comentas cosas de la primera parte… Para mi la segudna parte es muy buena.
La primera… se dedica mása a ser «bonita». Vamos un tostón.
Por cierto me he sentido muy identificado con lo del Ulises. Lo estoy leyendo ahora y por momento me pregunto quien será capaz de entender eso.
¿Estás seguro de que el gafapasta no eres tu? ¿De cuando acá Kill Bill es ‘artístico’ o ‘intelectual’? Katanas y sangre es lo que hay en la película. Sí quieres cine intelectual de Tarantino sigue viendo Pulp Fiction. NADIE te va a criticar, porque esa película nos gusta a los superficiales tanto como a los profundos.
Pingback: Jot Down Cultural Magazine | Cuando nuestros cineastas favoritos perdieron la cabeza
interesante artículo, si no fuera por que es lo que opina TODO EL MUNDO salvo excepciones… y si no, ver las notas en filmaffinity o IMDB, las primeras pelis muy bien valoradas, Kill Bill discutidas, y el resto poco valoradas…
Ahora parece que lo «trendie» es criticar lo que es claramente sobresaliente. Eso nos hace parecer más inteligentes, con más criterio. Creo que es indiscutible que Tarantino es un director excepcional, por sus planos, por su manera de filmar, de sacar partido a sus actores. Lo que me parece más discutible es el hecho de comparar unas películas con otras porque ahí reside la grandiosidad del director, en hacer películas distintas en todos los aspectos.
Buenísimo el artículo, a pesar de discrepar en el enfoque. Enhorabuena
Tras leer el artículo me declaro gafapasta redomada. Soy pro Tarantino.
Si bien es cierto que Death Proof se encuentra a un nivel muy inferior de sus hermanas, el resto de películas cuestionables y que se encuentran en la zona de cisma, me parecen magníficas. Y no creo que sea malo experimentar o jugar con distintos estilos y ambientes, no siempre los protagonistas van a ser hombres de negro…
Pese a que discrepo en un montón de puntos que se destacan en el artículo, y que me hace gracia que me llamen gafapasta, cuando antes destacaría a toda esa gente que considera que el cine asiático es el axioma universal de calidad, todos estos fans locos por Von Trier, Haneke o la Coppola.
A mi Tarantino me parece un flipado que es capaz de reflejar sus pasiones en sus historias. Esto es tan subjetivo y personal que, lo que en un momento puede encumbrarte como el rey del cotarro, mañana te puede hundir en la miseria.
Disfruto tanto con la escena del desayuno en Reservoir Dogs, como con la del strudel en Inglorious Basterds. Al final del día, qué me importa lo que opinen los demás, si la que veo la peli soy yo…y de momento sigo disfrutando
Ni una sola. No me gusta ni una sola de las películas que he visto de él. De hecho me aburren. Son el resultado de su onanismo. Siempre he creído que Tarantino es un ídolo para modernos y ahí se acaba su definición.
Acribíllenme.
Tarantino es DIOS. No tienes ni idea. Aprende a escribir críticas, porque dejas mucho que desear.
Tarantino tocó techo con Pulp Fiction, totalmente de acuerdo…. Pero de ahí a criticar con tanta dureza el resto de filmes me parece, a parte de cómodo por su posición de crítico, muy discutible.
Pd: le falta hablar del episodio final de «Four rooms»…¿o ahí Tarantino ya habia quitado el pie del acelerador?
¡Ja, ja, ja, ja! Tengo que empezar mi comentario carcajeándome, amigo López Neyra. Así de buenos e ingeniosos son sus artículos, y le aseguro que no es fácil hacerme reír. De acuerdo en prácticamente todo lo que describe, en continente y en forma. Por mi parte, debo decir que asistí el primer día al estreno de «ReservoIr Dogs», ya que algo había oído sobre un nuevo director, etc, etc… Además, recuerdo que me llamó la atención su apellido, tan musical. Salí encantado del cine, algo lelo aún por lo que acababa de ver; además, sonaba una canción de los «Stealers Wheel», uno de mis grupos favoritos desde mediados de los setenta y de los que podía tararear dormido toda su (corta) discografía. En cambio, cuando ví «Pulp Fiction» también en el día de su estreno, no supe que pensar… no sabía si me había gustado o no. De hecho, ahí empecé a sospechar de Tarantino lo que usted sospechó bastante más tarde; claro que yo le saco un porrón de años de ventaja. «Jackie Brown» me encantó, quizá por estar más alejada de las moderneces del «genio», y he de decir también que las sucesivas revisiones de «Pulp Fiction» me han decantado a su favor. «Kill Bill» 1 y 2 me divirtieron mucho y a partir de ahí, ya lo único que espero de Quentin es que no me aburra, cosa que consigue siempre hasta el momento. No es Terrence Malick, para entendernos, pero tiene un toque muy personal a la hora de contar sus historias, una grandísima potencia visual y no lo olvidemos, es uno de lo mejores dialoguistas de los últimos tiempos. Quizá le convendría asociarse con dos o tres guionistas excepcionales y su futuro sería mucho más esplendoroso. Pero vaya, que si alguien me preguntara -usted, por ejemplo- «¿Le importaría que Tarantino la espichara?» me apresuraría a exclamar que no, que de momento, mientras Quentin ruede, servidor piensa acudir al reclamo. De momento…
En Django, la escena en que los del KKK discuten sobre sus caperuzas es de vergüenza ajena. Da ganas de vomitar. Y cuatro desgraciados desternillándose en la sala.
No more of this.
¿Y qué pasa? ¿Había que pedirte permiso o qué?
Uno de los peores artículos que he leido en JotDown, no porque meguste o no Tarantino, pero porque durante toda su extensión, el autor se lamenta porque su dios no se ha repetido una y otra vez. Argumentos vanales y mediocres
Este artículo es bastante más pedante que el que hubiese escrito cualquiera de esos seres que el autor denomina gafap…
Querido Miguel, desde el respeto, lamento decirte que eres lo que aborreces.
Nunca pude estar más de acuerdo en un tantarantán, muy fino… atizar con tino. Me sumo a tu cuento, sobre Quentin. De orejas me abro a tus comentarios, para que recapacite y vuelva a las pistolas y las hamburguesas.
Gran artículo.
El artículo es una gilipollez en cuanto al jodido tema de «esta peli es buena y esta otra es mala». Vamos a Miguel, a mí me parece de puta madre que te hayas desenganchado de Tarantino, pero lo que no comparto es que digas que RS y PF son buenas pelis y las demas son una mierda. Quien cojones eres tú para decir eso? Un simple espectador… igual que el resto. Hagámoslo más simple: a mí me gustan RS y PF y las demás no. Me decepcionaron. Luego si quieres explicas por qué, como haces jodidamente bien en el artículo. Pero te equivocas tanto como los gaf… cuando arguyes que no te gustan sus pelis porque no son buenas.
A mí sin duda la que me gusta más es Pulp Fiction.. del resto, de todas ellas, hay secuencias que me gustan pero en general ninguna me enamora. Eso sí, como dice ¨Rojo¨más arriba… Pai Mei es el puto amo.
Jajajajajaja.
Django salió después de escrito este artículo. Sí, es una mierda. Fui tarantiniano hasta la médula durante muchos años, pero hace poco volví a ver Pulp fiction y ya ni siquiera me ha quedado eso. Quiero decir que no me pareció tan molona como me parecía en los noventa.
(Aviso de que esto no me ocurre con todas las películas idealizadas de mi juventud)
A lo mejor tenemos que asumir que Tarantino, como todas las modas, envejece mal.
Nunca he sido devoto de Tarantino. Sus películas me parecían buenas, a secas. Me han hecho pasar buenos momentos, aunque no comprendía el porqué lo elevaban a la categoría de culto. Yel problema es como bien lo dice el articulo, sus istas.
Como para homologarlo con Kubrick.
Vengo del 2023. Este artículo ha envejecido mucho peor que el cine de Tarantino.
Este señor nos puede gustar o no (y eso no se discute) pero es innegable que es uno de los directores más importantes de las últimas décadas y, desde luego, su increíble influencia en el cine moderno no se acaba con Pulp Fiction (aunque a muchos, incluido yo, nos parezca su mejor película).
Yo estuve en el Advenimiento, y soy como los ateos que pasan por el aro de las ceremonias eclesiásticas. No renuncio del todo, por si acaso. Todavía veo Pulp Fiction una vez al año como mínimo, y Reservoir dogs cada dos, pero lo que es una verdad como un templo es que Lost in Translation es un soberano coñazo en el q encima ni follan los dos pringados. Gracias por el artículo.
Pingback: Cine de 'killers': 40 películas (o más) sobre asesinos a sueldo (2) - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: La Carmen Mola británica: Peter O'Donnell, el rey (y la reina) de la literatura pulp - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: jodidHORÓSCOPO - Jot Down Cultural Magazine
Pingback: 30 años de 'Pulp Fiction': que siga el diálogo - Jot Down Cultural Magazine