Leyendo una entrevista con Luis Rojas Marcos, psiquiatra sevillano en Nueva York, sobre las secuelas en las víctimas del 11M aparece una cita ciertamente interesante: “la identidad de víctima es paralizante a la par que ata al verdugo de forma indeleble”. No es frecuente leer en la prensa declaraciones tan nítidas sobre este tema. Se ha enfatizado tanto la importancia del apoyo social en los procesos de recuperación de víctimas de sucesos traumáticos extraordinarios (violaciones, catástrofes naturales, atentados, etc.) y su repercusión mediática suele ser tan intensa que ya casi nadie se atreve a vislumbrar un futuro para los afectados fuera de su papel de víctimas.
Casualmente acabo de ver un par de películas recientes sobre los abusos sexuales en la infancia, una de las mayores fuentes de victimización que se conocen. Y eso contando solo con lo que aflora, que es una parte muy pequeña del todo. Montxo Armendáriz ha filmado la premiada No tengas miedo (2011) y la realizadora catalana Judith Colell dirigió no hace mucho la muy sugestiva Elisa K. (2010).
Ambas cintas comparten argumento: un adulto abusa sexualmente de una niña. En la caso de la película de Armendáriz el abusador es el padre. En la cinta de Colell, a Elisa K. la viola un amigo de su familia. Pocos dramas humanos requieren un tratamiento tan delicado como éstos. Y es que se rompen tantas cosas importantes con estos sucesos que cualquier planteamiento artístico sobre el tema ha de avanzar con el sigilo y la prudencia de un espía en las novelas de Le Carré. Porque además todo suele suceder sin que queden pruebas objetivas de los hechos: apenas una queja infantil contra la palabra de un adulto. Tal vez por ello las emociones que se agitan en ambas películas son tan altamente inflamables. Un continuo alboroto sacude la mente del espectador. Porque sabremos de madres que se enteran pero no se quieren enterar del todo, de padres que llevan a sus últimos extremos sus fantasías de poder y dominación y de hijos que se ven forzados a cambiar su forma de demostrar amor sin acertar a decodificar bien qué es lo que está pasando. Y no digamos ya lo que se complica todo si la víctima llega a experimentar algún placer que vendrá lleno de culpa. Es demasiada confusión para los pocos años. No debe ser fácil asimilar que quien debiera protegerte se convierte en el peligro a esquivar. Una biografía contradiciendo de manera brutal a una civilización. No puede ser fácil, no
Es complicado que toda la gama de matices que colorea tan dolorosa sacudida emocional pueda tener cabida en una película. Pero los trabajos de Armendáriz y de Colell evitan la manipulación manteniendo esa dosis de racionalidad y frialdad expositiva imprescindible para dar adecuada noticia del sufrimiento humano, según recuerda el profesor Baca Baldomero, experto en Victimología. Con todo, hay una diferencia fundamental entre ambas películas que me hace preferir el trabajo de Armendáriz. En la secuencia final de No tengas miedo, la protagonista, tras reajustar su vida y tropezar con sus problemas en alguna ocasión decide echarse a la calle y enfrentarse al futuro. Ha decidido blindarse para que ningún pasaje de su pasado le impida ser feliz. Entiendo que a muchos espectadores esas escenas les hayan gustado poco o nada. Me parece respetable. Pero no debemos olvidar que la citada secuencia y no otra es que la debe marcar y cuanto antes mejor la resolución de estos dramas.