Me llegan correos encadenados de amigos de todo el mundo con la noticia del día.
Y como de costumbre la realidad supera a la ficción. Según la noticia, “fuentes cercanas a Opera” afirman que la discrepancia entre la velocidad de los neutrinos y la de la luz —los famosos 60 segundos de delantera que estos le sacaban— podría deberse a una mala conexión entre el cable de fibra óptica que conecta el GPS utilizado para corregir el tiempo de vuelo de los neutrinos y una de las tarjetas de adquisición de datos. Según esas mismas fuentes, el problema se desvanece una vez que se aprieta decididamente la rosca.
Por un lado, soy de los que nunca se hizo muchas ilusiones, aunque he procurado no ser demasiado gafe en este blog. Dejaba bastante clara mi opinión en un artículo en La Razón, hace ya algunos meses.
Y sin embargo, después de semanas escribiendo en este espacio donde intento ser menos escéptico y más soñador de lo que mi trabajo me permite fuera, me siento defraudado, casi furioso, de que todo se reduzca al final a un cable, un triste cable mal apretado.
Es extraño. Llevo 20 años trabajando en física de neutrinos, un campo que siempre ha tenido su aureola hippie. Cuando abandoné DELPHI para unirme al experimento NOMAD que buscaba demostrar que los neutrinos oscilan —esto es, que el neutrino electrónico puede convertirse en neutrino muónico, un fenómeno bastante espectacular del que ya hablaremos— recuerdo que más de un colega me avisó de que iba por muy mal camino, más o menos lo que cualquiera le diría al amigo de toda la vida al que de repente le da por frecuentar una secta rara. Y durante los años de experimentos en Japón, me encontré más de una vez con un compañero de viaje en aquellos vuelos interminables a Tokio, mirándome como si fuera un marciano. ¿Qué los neutrinos hacían qué cosa? ¿Y eso tenía que ver algo con la energía nuclear o algo así? ¿No? ¿Y dice que no tienen casi masa y no interaccionan con la materia y no sirven para nada? Era tanta la desesperación de mis interlocutores que empecé a justificar mi trabajo diciendo que tomábamos neutrino-grafías del Sol —lo que era verdad, los neutrinos permiten ver el interior del sol, que es opaco a la luz— y que quizá algún día servirían para hacerle radiografías a la Tierra y encontrar petróleo —la verdad es que ya se han detectado neutrinos provenientes del interior de la corteza terráquea— o para controlar la proliferación nuclear —acabé escribiendo una novela, Materia extraña, publicada con Espasa, en la que desarrollaba esa idea en toda regla—. Al final, echándole imaginación, conseguía que la gente no me tomara por el pito del sereno. Pero de ahí a que ser físico de neutrinos fuera sexy, había mucho trecho…
Hasta que llegó Opera y de repente todo el mundo hablaba de neutrinos y de repente los del oficio éramos más populares que Antonio Banderas. Me presentaban a alguien nuevo y en cuanto salía a la conversación a qué me dedicaba me apresuraba a hinchar pecho y decir:
Soy físico de neutrinos.
Y mi interlocutor me miraba incrédulo y me preguntaba:
¿Esos que van más rápidos que la luz?
Esos mismos, decía yo, sin caber en mi ego, mientras mis colegas —muchos de los cuales trabajan en el CERN, en los experimentos que buscan el bosón de Higgs en el LHC— me miraban con cara de pocos amigos. Lo del Higgs es una cosa muy importante (ya hablaremos de ello) y los experimentos ATLAS y CMS tienen indicaciones bastante sólidas de una señal; sin embargo nadie les hacía mucho caso, definitivamente los neutrinos veloces, más veloces que la luz, más veloces que los sueños, molaban más.
Y ahora resulta que era todo un error. Que lo de los neutrinos era una burbuja, como la del ladrillo. Pinchazo y vuelta al tajo, al anonimato, a que algún gracioso te diga que neutrino suena a capuchino, ja.
Hace unos meses me visitaba mi amigo Emilio Radicioni. Emilio, Antonio Ereditato (el coordinador de Opera) y servidor nos conocemos desde hace muchos años. Emilio me decía, «hay que ver qué valor tiene Antonio, hay que ver la que ha liado». Porque también él, como yo, era escéptico, pero los dos nos asombrábamos con Ereditato como se asombraría cualquier oficinista de vacaciones en Las Vegas viendo a los jugadores de verdad (a los gamblers, la palabra inglesa es maravillosa) jugarse los millones a la ruleta. Y por unos meses salía siempre siete y rojo. Y ahora se acabó, parece ser.
Vaya usted a saber. Igual por culpa de Opera nos cortan aún más el presupuesto de investigación este año. O igual me cierran la ventanilla en Jot Down, a quién le interesa un neutrino que no va más rapido que la luz, que no viola la reglas de la relatividad, que se conforma con ir a menos de c como nos conformamos todos con las medidas de ajuste y la desintegración del estado del bienestar. Qué gris se ha vuelto el mundo de repente.
Y todo por un cable, por un error tonto. Me estoy acordando de que también me hice el escéptico en una entrevista para en Levante.
Unos días después me escribía mi amigo Vicente J. Martínez, director del observatorio astronómico de la U. de Valencia. Me decía:
«Muy interesante la entrevista de Levante, y estoy de acuerdo en lo que dices y en cómo lo dices.»
Ni qué decir tiene que me regalaba los oídos. Eran los tiempos de la burbuja, de vivir en el carril rápido, de andar por ahí presumiendo. Pero Vicente también me decía:
«Solo un detalle, la supernova 1987A estaba en la Gran Nube de Magallanes, en las afueras de la nebulosa de la Tarántula, observable desde el hemisferio sur, mientras que la Nebulosa del Cangrejo es el resto de una explosión de supernova que observaron los chinos en 1054, y está en la constelación de Tauro, en nuestra propia galaxia, a unos 6500 años luz. La confusión viene seguramente por lo de Cangrejo o Tarántula (¡ambos artrópodos o, como diría mi abuela, bichos en general!)»
En mi argumento contra los neutrinos translumínicos —que ofrecía con la boca chica, hipócrita de mí, porque en el fondo, qué narices, me moría de ganas de que fueran más rápidos que la luz— se me habían traspapelado las nebulosas. Y, sin embargo, con desliz cósmico y todo el argumento era correcto. Al final, todo se reducía a un cable mal apretado.
Pingback: Cable suelto pincha burbuja neutrínica [Opinión]
! Ánimo! Siempre es bueno tener ilusiones, aunque a veces la física se imponga.
;-)
Es muy literaria toda la historia del cable… Inspira «conspiraciones best sellerianas», comedias, e incluso cf y universos paralelos. ;)
Vaya que si… ya lo he dicho, la realidad siempre supera la ficción… y cuando se trata de la física, las novelas se escriben solas, por eso siempre he sido un apasionado de la SF dura…
Serán 60 nanosegundos, profesor… con 60 segundos de ventaja, el resultado sería demasiado alucinante!
Vaya que sí, en 60 segundos a la luz (y a los neutrinos les daría tiempo a recorrer nada menos que 18 millones de kilómetros, casi la mitad de la distancia a Venus (cuando está cerca).
Gracias!
Pingback: Juan José Gómez Cadenas: Cable suelto pincha burbuja neutrínica
Juan José, a mí me toca un poco las narices la ligereza con que se está tomando este asunto, desde el principio.
Lo que hicieron los científicos, por lo que sé, fue decir que habían buscado exhaustivamente un error en los instrumentos, y que probablemente lo hubiera, pero que no se les ocurría nada más, que a ver si alguien tenía más ideas. La prensa va, simplifica y dice: «Los neutrinos van más rápido que la luz». Hala.
Ahora aparecen, al fin, algunas posibles causas (por cierto… contradictorias, lean http://news.sciencemag.org/scienceinsider/2012/02/official-word-on-superluminal-ne.html?ref=hp) y la prensa dice: «Era un cable suelto». Como si esos científicos fueran idiotas, como si se les hubiera olvidado apretar la toma del monitor al PC. Como si fuera tan simple.
Y este artículo, perdóneme, tiene su dosis de humor que me encanta, pero no me gusta ni lo de los 60 segundos ni lo de dejar ver que todo era tan simple como un estúpido cable suelto. Usted sabe que esas cosas no son así, y los legos en la materia necesitamos que le ponga usted cierto rigor. Para la divulgación, el argumento de autoridad sí funciona, así que… con humor y todo, tiene Vd. mucha responsabilidad.
Es el reto de la divulgación y de la CF: hacer que el humor y la fantasía encajen con la realidad.
Bueno, un poco de humor nunca está de más. La ligereza de la prensa es inevitable y OPERA tenía la opción de haber esperado antes de publicar. Si uno publica un artículo con un resultado que dice que los neutrinos van más rápido que la luz (y da una conferencia de prensa) está arriesgándose a titulares sensacionalistas… en cuanto al famoso asunto del cable, también es, creo, mucha parte de la política interna de OPERA. Primero vía una filtración y segundo con comunicados bastante equívocos. Así que por el momento prefiero reírme a llorar.
Ya veremos en que queda la saga. Como dije hace poco en twitter, cuando se hace Ciencia de cara a la galería, hay que admitir que a uno se le vean las costuras.
Gracias por el comentario, que es bastante pertinente!
Muy bonito el artículo, la neutrínica es poesía pura
No tengo ni idea del tema pero me da la impresión de que nos movemos en una sopa de neutrinos, estamos dentro de ellos, no fuera.
Un saludo