“Hola, soy Johnny Cash”. Así, del modo más sencillo posible, comenzaba todos sus conciertos una de las figuras más complejas de la historia del rock and roll y el country. Sin embargo, quizá sea esa dicotomía entre simplicidad y complejidad la que mejor explique la vida y la obra de un rey sin trono que tuvo la poco frecuente habilidad de hacer coincidir el inicio y el final de su imperio con la publicación de sus mejores trabajos. Desde Folsom Prison Blues hasta The Man Comes Around, se extiende el verdadero reinado del Hombre de Negro. El reinado de Cash.
El largo camino hacia Folsom
A Johnny Cash nunca le hizo demasiada gracia ser conocido por un diminutivo. Fue Sam Phillips, fundador de Sun Records y descubridor de gigantes del rock and roll como Elvis Presley, Jerry Lee Lewis o el propio Cash, quien lo bautizó como “Johnny”. Su segunda mujer y verdadero amor de su vida, June Carter, siempre le llamaba John. Su familia, J.R. Así de simple. John Ray Cash nació en Kingsland, Arkansas, un 26 de febrero de 1932 —precisamente hoy habría cumplido 80 años—. Fue el cuarto de siete hermanos en una familia profundamente afectada por esa gran crisis económica previa a la Segunda Guerra Mundial conocida como la Gran Depresión. Desde muy niño se vio obligado a trabajar en los campos de algodón, acarreando el agua para las cuadrillas de trabajo durante más de diez horas al día. Las penurias económicas de su familia, cuya granja llegó a inundarse hasta en dos ocasiones, inspirarían años después muchas de las letras de sus canciones, pero fue la repentina muerte de su hermano Jack, tronzado por una sierra circular, la que marcaría para siempre su carácter. El tiempo ha atribuido a Johnny Cash la injusta fama de ser un hombre esquivo, de personalidad áspera y reservada, pero lo cierto es que nunca fue otra cosa que ese niño asustado que se pasaba las noches escuchando canciones western en su destartalada radio extrañando a Jack.
El talento musical del pequeño John era incuestionable. Influenciado por los cánticos religiosos de su madre, a los 12 años comenzó a componer sus propias canciones. Durante su adolescencia solía acudir a cantar a la KLCN, una emisora local de Blytheville, al norte de Arkansas. Toda su incipiente faceta creativa se encontraba dominada entonces por el góspel, que terminó acompañándole toda la vida. Tras una breve estancia en Detroit y coincidiendo con el inicio de la guerra de Corea, en 1951 Cash se alistó en las Fuerzas Armadas estadounidenses, siendo destinado a Alemania como operador de radio para interceptar comunicaciones secretas soviéticas. Su voz, su guitarra y las canciones que almacenaba en su memoria, que interpretaba una y otra vez con su primera banda, The Landsberg Barbarians, fueron las principales herramientas de que disponía para combatir una profunda soledad que duraría cuatro años y que se convertiría en principal testigo de las primeras dudas de John sobre la integridad de algunas de las decisiones de las autoridades de su país.
Cuando llegó el momento de regresar a Estados Unidos, Cash no solo había conseguido una característica cicatriz en su cara producida por un médico borracho que intentaba extirparle un quiste, sino también una relación postal con la joven Vivian Liberto, con la que se casaría en 1954. Por desgracia, solo una de ambas cosas duraría para siempre. La pareja se instaló en Memphis y John comenzó a trabajar como vendedor a domicilio. Una vida tan sencilla como lo era su protagonista. Quien pretenda ver en Johnny Cash a un personaje que lo arriesgaría todo por la música, como el John Lennon que se llevó a los Beatles a probar fortuna a Hamburgo bajo las órdenes de Allan Williamso el Jimi Hendrix que emigró a Londres para ponerse en manos de Chas Chandler, se encontrará con una gran decepción. Cash no era un hombre de inquietudes complejas. No intentaba buscarse a sí mismo cuestionando verdades absolutas en sus canciones ni su meta era la transgresión artística y cultural. No había un Andy Warhol en Johnny Cash. Y menos mal que no lo había. Simplemente, le gustaba hacer canciones, tocarlas y cantarlas. En un Memphis que comenzaba a vibrar con el rock and roll, John no tardó en encontrar a un par de músicos con los que compartir su pasión. Junto al guitarrista Luther Perkins y el bajista Marshall Grant formó el ya mítico trío Johnny Cash & The Tennessee Two, en los que no tardó en fijarse el productor musical Sam Phillips. En 1955 Cash ya había sido fichado por Sun Records, colocado su canción Cry, Cry, Cry en el número 14 de las listas de country & western, en las que permanecería durante casi todo un año, y formado el primer supergrupo de la historia de la música con otros tres muchachos de la discográfica llamados Elvis Presley, Carl Perkinsy Jerry Lee Lewis: The Million Dollar Quartet —a pesar de que su famosa grabación en el estudio de la Sun Records en 1956 no vio la luz hasta 1981—. Un año más tarde, el trío graba la célebre Folsom Prison Blues, alcanzando el número 5 en las listas, y John acaricia el cielo con I Walk the Line, de la que se vendieron más de dos millones de copias que convirtieron la canción en el primer número uno del Hombre de Negro. Sam Phillips no sólo había conseguido que Cash se centrase en el country; había logrado que fuese el mejor, y él no lo olvidaría jamás.
En 1957, John se convierte en el primer músico de su compañía en grabar un LP, Johnny Cash with His Hot and Blue Guitar, y su carrera profesional parecía imparable. Su vida personal, sin embargo, comenzaba a desintegrarse. La mayor parte del año estaba de gira, y apenas veía a su mujer y a sus hijas —en 1958 nació la tercera de ellas y tres años más tarde la última—. Poco a poco, su universo se fue reduciendo a escenarios, hoteles y carreteras. Johnny Cash no era más que un chico de Arkansas que se dedicaba a cantar y a tocar, pero el mundo que le rodeaba era cualquier cosa menos sencillo. En julio del año siguiente, Cash firma un lucrativo contrato con Columbia Records y se muda con su familia a Ventura, California. La fatiga, el descenso del número de éxitos en las listas y la frágil estabilidad de su matrimonio lo llevaron a buscar refugio en el alcohol y las drogas. O tal vez fuese al revés. En cualquier caso, la década siguiente se convirtió en un infierno de barbitúricos y anfetaminas que condujeron a John al borde del suicidio. Los grandes de la escena country le daban la espalda, y aunque a principios de los años sesenta comenzó una exitosa gira con la conocida Familia Carter e incluso consiguió un nuevo número 1 en 1963 en las listas de pop y de country & western con la fronteriza Ring of Fire —escrita por June Carter y Merle Kilgore—, su vida se había convertido en un absoluto caos. Entre 1965 y 1967 llegó a ser encarcelado en siete ocasiones, por causas que incluyen desde el famoso incendio forestal que provocó cuando su camión apareció ardiendo, al hallazgo de un pequeño alijo de drogas en el interior de su guitarra cuando intentaba cruzar la frontera por El Paso, Texas. Vivian, como era de suponer, no pudo más. John estaba fuera de control y la principal perjudicada era ella. En términos de justicia abstracta, es lo más honesto reconocer que si alguien tuvo que padecer los peores años del mito, fue ella. En 1966, Cash se divorcia de su mujer, y ahogado por una feroz desorientación vital se traslada a Nashville, donde decide compartir vivienda con Waylon Jennings. Ambos describirían después el año y medio que pasaron juntos como una especie de locura narcótica. El trágico idilio de John con los estupefacientes ha sido siempre uno de los motivos por los que su figura ha sido asociada a la del eterno rebelde sin causa en el imaginario social. Cash tenía muy poco de rebelde, pero no estaba carente de causa. La espantosa muerte de su hermano, la impronta de Ray Cash, su autoritario y distante padre, el aislamiento en Landsberg —en cuya prisión, paradójicamente, Adolf Hitler había escrito dos décadas antes la tristemente célebre Mein Kampf—, su adicción a las drogas y el divorcio de Liberto eran excusas suficientes para convertir a John en el perfecto insurrecto. Sin embargo, Cash nunca convirtió su vida en un ejercicio de rencor. Nadie lo habría juzgado de haberlo hecho, pero no fue así. Tras esa inapelable apariencia de matón implacable se escondía un hombre tímido, frágil y confundido que ni siquiera había elegido el escenario en el que le había tocado vivir. Si Johnny Cash era quien era, es porque era lo único que sabía ser.
Uno de los motivos por los que John se divorció de Vivian tenía nombre de mujer: June Carter. Llevaban años compartiendo actuaciones, vivencias, sentimientos y probablemente algo más. Si en la historia de Cash con las drogas hubo una víctima, también hubo una heroína. Sin el apoyo incondicional de June y su impagable misericordia, Johnny Cash ni siquiera habría conocido los años 70. Después de meses de desengaños, esperanza y paciencia, la segunda hija de los Carter consiguió que el hombre con el que había ganado un Grammy en 1967 por la canción Jackson abandonase sus adicciones y retomase el control de su vida y su carrera profesional. La influencia de June se extendió hasta tal punto que los horizontes de John desplazaron considerablemente su eje. Algunos de los fans más puristas del Hombre de Negro atribuyeron su repentino humanitarismo al palmario fundamentalismo cristiano de June, pero lo cierto es que la lucha por el reconocimiento de los derechos civiles, la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y la solidaridad con los presos estadounidenses se convirtieron en el caballo de batalla de Cash.
El 13 de enero de 1968 y tras una tensa negociación con Columbia, que inicialmente se opuso a la idea de organizar un concierto ante miles de presos en una prisión estatal, John graba At Folsom Prison, el primero de sus álbumes en alcanzar de nuevo las posiciones más altas en las listas de éxitos desde principios de los 60 y quizá la pieza clave del reinado de Cash. La canción que inaugura el directo es su éxito de 1956 Folsom Prison Blues, con el que el cantante se gana el favor de todos cuantos le estaban escuchando salvo los guardias y las autoridades de la penitenciaría. Cuando canta “Me reí en su cara —en la del sheriff— y le escupí en el ojo” en 25 Minutes to Go, la audiencia se encuentra al borde de la sublevación. June observaba a John desde una esquina de la sala y no era capaz de ocultar su alegría. Johnny Cash había vuelto.
De San Quintín a la American
“Algo va mal en nuestro país cuando tenemos millón y medio de personas bajo llave”, declaró Cash en una de las entrevistas de la época. Su implicación en la causa a finales de los años 60 era absoluta. El 1 de marzo de 1968, John y June contraían matrimonio en Kentucky tras una larga relación que duraría hasta el final de sus días. El matrimonio, de clara vocación cristiana, había convertido la defensa de los derechos de los presidiarios en su principal bandera.
Cash llegó a San Quintín en febrero de 1969 dispuesto a ofrecer el concierto de su vida. Acompañado de un equipo de grabación de la televisión inglesa, el dolor por la muerte de Luther Perkins unos meses antes hacía presagiar que la intensidad de la actuación pasaría a los anales de la música. Y así fue. Si John cantó sobre algo aquel día, fue sobre la muerte. Y una de las formas en que Cash entendía la muerte era contenida tras las rejas de una celda en una prisión estatal. La condena del sistema penitenciario en general y de San Quintín en particular en San Quentin fue tan cruda y la reacción de los presos tan apasionada que hasta el personal de la prisión creyó que el concierto se saldaría con un motín. Consciente de ello, Cash interpretó la canción de nuevo. Con dos cojones. At San Quentin se convirtió en su álbum más vendido, permaneciendo en el número 1 de las listas de éxitos durante cuatro semanas y sobresaliendo como uno de los discos imprescindibles de la historia del rock and roll.
Los primeros años 70 convirtieron a Johnny Cash en un verdadero icono de la cultura popular en Estados Unidos. En 1970 actuó para el Presidente Richard Nixon en la Casa Blanca. Un año más tarde grabó con June el documental Gospel Road en Israel y publicó su conocido tema Man in Black. Presentó el Johnny Cash Show para la cadena ABC entre 1969 y 1971, y coprotagonizó la película El Gran Duelo junto a Kirk Douglas en 1970. La primera mitad de la década se disipó entre entrevistas, platós y sets de rodaje. Poco a poco, el viejo Cash dejó de ser un compositor de canciones para convertirse en una estrella más del entertainment. Una estrella demasiado fugaz, si me lo permiten. Tal y como les sucedió a otros gigantes de los 60 y principios de los 70 como Paul McCartney, Bob Dylan o David Bowie, la vorágine de los años 80 fue devastadora. Aquellos que habían marcado la pauta durante más de una década se vieron engullidos por su propia fama, sobrepasados por nuevas generaciones de músicos y artistas que estaban dispuestos a dar un golpe en la mesa y hacerse escuchar. A pocos les importaba qué hacían en 1982 The Who, The Allman Brothers o Johnny Cash. Ya no eran ellos quienes decidían el devenir de los acontecimientos en el mundo de la música. Más bien al contrario, se adaptaban —o lo intentaban, con escaso éxito— a las nuevas tendencias. Probablemente, lo único interesante del trabajo de Cash durante esta década es el liderazgo del supergrupo The Highwaymen, integrado por artistas de la talla de Willie Nelson, Waylon Jennings y Kris Kristofferson, con quienes conseguiría más éxitos en tres discos que en los diez años anteriores. A Johnny se le terminaba el crédito.
A finales de los 80, la personalidad de Cash seguía siendo la de ese asustadizo y despierto muchacho que únicamente quería dedicarse a cantar, pero su fortaleza ya no era la misma. Un ataque al corazón en 1988 y algún tonteo con los calmantes debido a un accidente sufrido unos años antes le habían arrinconado en una esquina del ring. Los proyectos de carácter religioso y la finalización de su novela Man in White ocupaban la mayor parte de su tiempo. Había finalizado su relación laboral con Columbia en 1986 y el contrato que firmó con Mercury Records no terminaba de cristalizar en algún éxito. A nadie parecía interesarle ya nada de lo que Johnny Cash pudiese ofrecer. A nadie… salvo a Rick Rubin.
Decía Scott Fitzgerald que no hay segundo acto en las vidas americanas. Como resulta evidente, se equivocaba. El barbudo productor de rap y heavy metal Rick Rubin, DJ original de los Beastie Boys, no dudó un instante en invertir sus esfuerzos para intentar recuperar a Cash. En 1993, John no trabajaba para ninguna discográfica, y Rubin le propuso grabar una serie de discos para la American Recordings. Por aquel entonces la salud del Hombre de Negro estaba ya muy deteriorada, pero decidió aceptar la oferta porque, tal vez, sabía que sería lo último que haría. De la colaboración de ambos surgió uno de los mejores trabajos de toda la carrera de Cash: The Man Comes Around. Las propias palabras del artista definen con nitidez el origen de la rabia y el sufrimiento patentes en el disco: “Dicen que ahora tengo neuropatía autonómica. No tengo ni idea qué significa, salvo que me estoy haciendo viejo. A veces iba al estudio sin voz, cuando podía haberme quedado en casa, pero no quería que fuera así. Llegaba, abría la boca e intentaba que saliera algo”. La solemnidad del artista invade el álbum. Destacan canciones como la homónima The Man Comes Around o la versión de Personal Jesus de Depeche Mode, pero si tuviese que elegir alguna de ellas, sería Hurt. Escrita originalmente por Trent Reznor, parece haber sido diseñada para el viejo y enfermo John. La letra del tema y el vídeo que lo acompaña conforman un doloroso testamento que por momentos llega a rozar lo fúnebre.
Poco después de la publicación de The Man Comes Around, June Carter fallecía debido a complicaciones ocurridas tras haber sido intervenida del corazón. Tenía 71 años. La mitad de ellos, los había compartido con John. Menos de cuatro meses más tarde, Johnny Cash dejaba de respirar. Los médicos atribuyeron el fallecimiento del artista a su diabetes y a la enfermedad que tanto le había debilitado, el Síndrome de Shy-Drager. Quienes le conocían bien afirmaron que en realidad murió de pena. La muerte de June le había partido el corazón y, sencillamente, no quiso seguir viviendo más.
Con la muerte de Johnny Cash en el año 2003, se produjo la muerte del verdadero rey del rock and roll. Cash nunca reclamó su trono, pero era suyo. Le pertenecía. Compuso más de 1500 canciones, vendió aproximadamente 90 millones de discos y ganó 11 premios Grammy. Y lo hizo sin convertirse en una marca, sin transformarse en una máquina de vender disfraces estrafalarios especializada en tener contento al pueblo y no incordiar demasiado. Johnny Cash habló en nombre de quien no era escuchado. Defendió sus principios y lo hizo sin preocuparse de si molestaba o no al Tío Sam. No era precisamente el hijo preferido de América, pero tampoco le importaba. Si ha existido alguien que haya encarnado fielmente el verdadero espíritu del rock and roll, ese ha sido Cash. He walked the line. R.I.P., John.
Sencillamente magnífico, Manu. No se merecía menos.
Perfecta lectura y escucha para comenzar un domingo
Genial. Otra vez más.
Estupendo artículo; transmite la grandeza del genuino «Hombre de negro».
Una gozada
Pingback: PÉS ESPIDOS
Genial. ;)
Pingback: Um Salve aos 80 anos de Johnny Cash!
Muy bueno, Manuel.
simplemente,GRACIAS por este magnifico articulo de uno de los mas grandes,simple y complejo!!
La versión en español de Ring Of Fire (Fuego del Amor) cantada por Jhonny Cash, lo intenta, pero es una joya.
http://www.youtube.com/watch?v=lfqOJH50SkE
Se me olvidó decir que sois unos genios en esta web. A ver si haceís otro de Frankie Lane, el mejor músico western de todos los tiempos.
Una referencia a la canción «The Wanderer» (1993) que no figura en el excelente reportaje:
http://www.youtube.com/watch?v=l3YFmpSFJ40
Muchas gracias por homenarje a una de esas personas que tanto han hecho por el rock.
Johnny Cash es uno de los artistas más grandes de toda la historia, y sus american recordings, una obra maestra.
Un cristiano rockero que a muchos gafa pastas de este país le debe de producir sarna. En españinistan donde un cantautor se debe a la protesta social y amanerismo rosa, en el resto del mundo esta bien visto cantar sobre su fe. España ha perdido su fe, y asi le va. Españinistan ha perdido el norte, ha perdido a los artistas, ha perdido las fabricas y ha perdido la esperanza. Ahora volver a sintonizar con Telecinco…
The Man Comes Around…
Muchas gracias a todos. Ya que os ha gustado el artículo, os recomiendo que veáis en versión original la película sobre los inicios de Cash, ‘Walk the Line’. La interpretación de Joaquin Phoenix es sensacional.
http://www.youtube.com/watch?v=Ydrr5zDJGzA
Ahora celebro, más todavía, tener ese directo de San Quintin en estricto y riguroso vinilo; cortesía del Barbas, todo hay que decirlo. Salve!
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Sublime artículo, felicidades al escritor.
Muy emotivo, gran artículo para el rey del rock
Uno de los mejores middle finger de la historia!
Gran repaso…
Increíble. Genial artículo, genial Johnny Cash.
Pasaré mi vida escuchando sus canciones.
Y por cierto Manuel, la película ya la vi en su momento. Y si, la interpretación de los dos protagonistas es magnífica.
Muy buen artículo. Da gusto aprender con los articulazos de JotDown. Hay que conseguir un buen rato para la lectura pero siempre merece la pena.
Ligerísima aportación:
http://www.winoki.com/2012/04/la-facilidad-de-hacer-propio-lo-ajeno.html
Excelente artículo, y además mostrando las cosas tal como fueron y no tal como quedan en la leyenda.
Bravo, estas son las cosas que da gusto leer en internet.
Gracias
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Está claro que Vd. domina todos los palos.
Gracias.
PD: mmm…es posible que haya escoceses de malta, después de todo.
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Magnifico.
Grandioso, gracias :_*
Un monstruo, sin duda
Por si no lo conocéis, os recomiendo un vistazo a esta joya, un videoclip para su canción «Ain’t no grave» hecho por la colaboración de un montón de peña admiradora de Cash.
http://www.thejohnnycashproject.com
Tremendo.
Maravilloso.