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Antonio J. Rodríguez: China

Kissinger China

En el libro de docuficciones de Harold Jaffe titulado 15 Serial Killers, el genocida y Nobel de la Paz Henry Kissinger (1923) aparecía retratado como un personaje asqueroso y pusilánime. Alguien que sufrió las burlas de sus compañeros en Harvard. Un judío que huyó de la persecución nazi junto a su familia en 1938, de temperamento ordinario y afectado por un nada disimulado complejo de superioridad, pero también un playboy. Un playboy y un monstruo político cuya libido sólo parecía estimularse gracias a actividades del tipo bombardear Camboya, liquidar a Allende, asolar Timor Oriental y contribuir al golpe de Chipre. Un rústico capaz de sermonear a Duchamp sobre asuntos de arte, mientras éste se cachondeaba de él silencio. La clase de persona que ha sobrevivido al siglo XXI indemne, recogiendo cientos de miles de dólares por conferencias estúpidas. “Un asesino en serie de proporciones hitlerianas”, decía un personaje de Jaffe. Y justo ahora, el político acaba de publicar en España un grueso volumen titulado China (Debate). Sin perder de vista la postura de Jaffe, China y Kissinger en una misma portada constituyen un acontecimiento editorial en toda regla.

Ernest Lavisse enunciaba a comienzos del siglo XX que «La facultad de conducir la Historia no es una propiedad perpetua», e intuía que «Europa, que la heredó de Asia hace tres milenios, quizá no la conserve para siempre.» Los acontecimientos políticos que vienen sucediéndose desde el siglo pasado parecen apuntar hacia ese ocaso occidental materializado en una serie de intercambios del dominio mundial que coinciden con la rotación de la Tierra: del imperio británico a Estados Unidos —tras décadas de litigio con el socialismo soviético—, siendo ahora China una de las más firmes candidatas a recoger el testigo. En su Reivindicación de la política, el europeísta Javier Solana descartaba el concepto “fin de la historia” para hablar del principio de “otra historia”: “la de un mundo más desoccidentalizado con un centro de gravedad que se desplaza hacia el Pacífico desde el Atlántico”.

Como bastión del comunismo, China plantea a Occidente el interrogante de qué hacer ante un estado cuyo sistema de producción —basado primeramente en la exportación de sus propios ciudadanos— haría ver a cualquier industrial británico del XIX como un hombre de escrúpulos (o como recordaron en un artículo Heriberto Araújo y Juan Pablo Cardenal: “el sistema chino se basa en la máxima producción; en él, el trabajador local es solo un ser anónimo”), erigido como banquero del mundo —ahí queda su contribución al rescate financiero durante la crisis, paralelo al auge de Brasil, Rusia e India—, cuyos tentáculos alcanzan lugares como Congo, Kazajistán, Angola, Venezuela o Vietnam, y un espíritu proletario que sigue supeditando cualquier interés personal a las voluntades (o veleidades) de la nación. De ahí que la única aproximación al gigante asiático tenga que ser absoluta, incorporando así elementos culturales, históricos, políticos y económicos; una propuesta a la que Kissinger parece aspirar en su volumen.

A partir del confucianismo y la realpolitik de Sun Tzu, Kissinger plantea China como un país que en todo momento ha preferido la discreción y la independencia en el entorno internacional: “nunca mantuvo un contacto continuo con otro país sobre la base de la igualdad por la simple razón de que en ningún momento coincidió con otra sociedad de cultura o magnitud comparables (…) Al igual que Estados Unidos, China consideraba que ejercía una función especial. Nunca propugnó, sin embargo, la idea estadounidense del universalismo para difundir sus valores en todo el mundo.” Y tal vez hayan sido los años de la Guerra Fría los que mejor hayan ejemplificado esta filosofía, con China rivalizando con Stalin como alternativa socialista, fuera del Pacto de Varsovia, compartiendo sospechas con Estados Unidos acerca de los movimientos de la URSS, y un histriónico Mao al que no parecía intimidar demasiado la amenaza nuclear; antes al contrario, parecía empeñado en subrayar sus virtudes: “No tienen que asustarnos las bombas atómicas y los misiles. Estalle la guerra que estalle, convencional o termonuclear, la ganaremos. En cuanto a China, si los imperialistas desencadenan la guerra contra nosotros, podemos perder más de trescientos millones de personas. ¿Qué importancia tiene? La guerra es la guerra. Pasarán los años, nos pondremos manos a la obra y engendraremos más hijos que antes.”

Este año se procederá a la renovación del 70 por ciento del Comité Central del Partido Comunista chino, y será mediante una generación de nuevos políticos que, por primera vez desde el siglo XIX, conocieron la paz en el país y no pasaron por la Revolución Cultural de Mao. Un acontecimiento que tiene lugar tras dos décadas de esplendor económico nacional, diez años después de su incorporación a la OMC, y mientras un Occidente en descomposición teme a la futura influencia de esa ilegible República Popular. No es baladí, señala Kissinger, que la propaganda paralela a los últimos Olímpicos en Pekín aconteciese un mes antes de la caída de Lehman. De ahí que el futuro internacional sea para él comparable a la situación de Europa entre la unificación alemana de 1871 y la I Guerra Mundial, siendo la rivalidad entre Reino Unido y Alemania a comienzos del siglo XX equivalente a la de China y Estados Unidos en nuestro tiempo. Con el matiz de que «Estados Unidos y China no han sido tanto estados-nación como expresiones continentales de identidades culturales. Las dos se han visto históricamente empujadas hacia ideas de universalidad por sus logros económicos y políticos y por la energía y la autoconfianza incontenibles de sus pueblos.» Su esperanza, sin embargo, es la de un G-2 biempensante: “Qué mejor culminación si (…) Estados Unidos y China pudiera aunar esfuerzos, no para hacer temblar el mundo, sino para levantarlo”.

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7 Comentarios

  1. -bombardear Camboya, liquidar a Allende, asolar Timor Oriental y contribuir al golpe de Chipre-

    Muy Cierto.

    – el genocida –

    No. Es más que posible que Kissinger sea un cabrón de importantes proporciones y hasta un criminal, pero no es un genocida. Tengo la sensación de que usar esa palabra a la ligera y para definir a cualquier tipo que intervenga en una guerra o un golpe acabará trivializándola.

    – siendo la rivalidad entre Reino Unido y Alemania a comienzos del siglo XX equivalente a la de China y Estados Unidos en nuestro tiempo-

    Hum…interesante analogía. Una diferencia, la marina que estaba construyendo el Kaiser SÍ estaba en condiciones de disputar en breve la supremacía naval a la Royal Navy mientras de momento los planes de la marina china ni remotamente parecen poner en jaque a la US Navy ni dotar de una capacidad de proyección ‘preocupante’ a los chinos más allá de ‘su barrio’. Y quien controla el mar, controla el juego. (Quizás su proyecto de misil balístico CVN Killer altere esta jerarquía pero a día de hoy no deja de ser eso, un proyecto).

    Por lo demás el artículo me parece más que interesante.

  2. Recuerdo haber leído una cita de Kissinger, done expresaba que “EE.UU. no podía permitir un gobierno socialista en la región por culpa de la insensatez del pueblo chileno”. La cita no es literal, pero por ahí van los tiros.
    Personalmente, creo que el que contrata al sicario es igual de asesino que el que dispara el gatillo.

  3. solana permitio que la otan bombardeara serbia. esta en la lista de asesinos?

  4. a todo esto, kissinger fue el que promovio la visita de nixon a china, es un zorro viejo y se las sabe todas.
    sobre la analogia de las dos superpotencias estoy de acuerdo en que la marina china esta aun lejos de poner en aprietos a la us navy.

  5. – solana permitio que la otan bombardeara serbia. esta en la lista de asesinos?-

    En realidad si esa lista existe deberíamos estar todos los españoles, que somos quienes dimos a nuestro gobierno la potestad de hacer esas cosas, porque nuestros chicos bombardearon Belgrado.

    Respecto a la analogía de la que hablamos se me olvido comentar que China además tiene pendiente y tendrá que afrentar tarde o temprano una ‘readaptación’ social por no llamarla crisis que no tenía aquella Alemania. Las diferencias son cada vez más brutales entre el litoral y el interior y cuando uno ve esas diferencias y además ya no se preocupa por si comerá mañana, suele exigir algo más de libertad para poder parecerse a sus compatriotas de Shangay o Beijing. A esto, sumémosle el cambio demográfico que supone que por primera vez en la historia haya más chinos viviendo en grandes ciudades que en el campo.

    Un saludo.

  6. No he acabado de entender el propósito del artículo.

    Si era para hablar de China la verdad es que acredita un total desconocimiento. China no puede ser bastión del comunismo porque no es comunista, e indicar tal absurdo acredita un profundo desconocimiento.

    Si era para decir que Kissinger fue un genocida, lamentable. El autor desconoce lo que es un genocida.

    Si era para comentar la nueva bipolaridad mundial, sobran todas las alusiones al ejercito. China no basa ni un ápice de su poder en la amenaza bélica, ni tampo en su historia ha iniciado nunca una guerra de ocupación/subordinación.

    Entonces, alguien me explica de qué iba este artículo, por favor?

  7. Estaba convencido de que Kissinger había muerto… increible, he buscado su biografía, ahora tiene 89 años, y todavía le llamaron del gobierno de EU después de los atentados del 11S, es una persona que ha estado en el centro del mundo en casi todas las negociaciones al más alto nivel, y sigue en la brecha… flipo.

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