Están ocurriendo cosas importantes, y están ocurriendo deprisa. Mi intención era dejar pasar algo más de tiempo antes de volver a hablar de las andanzas de Ricky Rubio en la NBA, pero el chaval no nos lo está poniendo fácil. Decíamos que con él podríamos asistir a un tipo de estrellato del que hasta ahora no había gozado ningún jugador español en aquellos lares. Lleva jugados —mientras escribo estas líneas— quince partidos y se está empezando a convertir en un incipiente fenómeno a una velocidad inusitada.
Escribí el primer artículo después de que Rubio hubiese jugado un único partido —o dos, no recuerdo— con los Minnesota Timberwolves. Y lo escribí no tanto para hablar de su juego (con un par de partidos no daba para tanto) como del hecho de que se había metido a la afición de Minnesota en el bolsillo, de que estaba provocando comentarios particularmente elogiosos, y de que parecía tener las cualidades necesarias para algún día convertirse en una estrella en la NBA, a poco que las cosas le fuesen medianamente bien. Pues bien: apenas un mes y quince partidos más tarde, está empezando a suceder. La fascinación por Rubio ya no se limita a la prensa de Minneapolis y aledaños. Una Rubiomanía todavía en su fase inicial pero ya bastante sonora está empezando a extenderse entre los periodistas y aficionados norteamericanos, hasta el punto de que tras sólo quince encuentros ya hay incluso voces que reclaman para él, de forma prematura pero significativa, la concesión del premio al Rookie del Año. Esta rápida ascensión de Rubio hacia (de momento) la antesala del súper-estrellato está resultando ser un fenómeno fascinante.
Los motivos de esta ascensión son varios. En primer lugar, en estos quince partidos Rubio ha demostrado que está jugando mucho mejor de lo que nadie —y cuando digo nadie, quiero decir nadie— hubiese podido esperar que hiciese a estas tempranas alturas. Antes de su debut en EEUU había opiniones para todos los gustos: desde quienes creían que su juego nunca se acomodaría a la NBA, hasta quienes pensábamos que tenía el potencial para lograr buenos resultados allí, pero que eso sólo sucedería después de un comprensible y necesario periodo de adaptación. Incluso sus defensores creíamos, como parecía perfectamente razonable, que transcurriría cierto tiempo hasta que llegase el momento de verlo desenvolverse con naturalidad: una temporada, tal vez dos. Una aclimatación necesaria para un chaval de veintiún años que pisa la competición más grande de la Tierra. Lo que resultaba completamente inesperado era que después de sólo quince apariciones Rubio no sólo se haya convertido en el base titular de los Timberwolves y en uno de los principales candidatos a convertirse en el mejor debutante del año, sino que haya desarrollado un poder de atracción que convertido a su equipo —que viene de estar entre los peores y menos interesantes de la NBA durante la pasada temporada— una de las atracciones que los aficionados están siguiendo con mayor interés… sobre todo para verlo jugar a él. Sus estadísticas son más que convincentes: en una media de 31 minutos por partido ha logrado un promedio de 10.6 puntos, 8.1 asistencias y 2.3 robos de balón por partido. Además, en cinco partidos ha logrado “dobles-dobles”, esto es, al menos diez puntos y diez asistencias. Aun así, como comentábamos en el primer artículo, los números son importantes pero de cara a su incipiente estrellato son casi lo de menos. Lo más importante es la química.
Los Timberwolves son un equipo joven, con potencial, que todavía no acumula un porcentaje de victorias apabullante pero que con la llegada del base español ha sufrido una metamorfosis. Literalmente. Atribuir esta metamorfosis a Rubio no es algo que hagamos gratuitamente, aunque haya que citar como otro factor importantísimo los números de “all star” que está registrando —noche sí y noche también— un tremendo Kevin Love en estado de gracia. Love ha sido el primer jugador en encadenar quince “dobles dobles” consecutivos (en su caso más de diez puntos y más de diez rebotes) en el tramo inicial de la competición, desde que lo hiciera Hakeem Olajkuwon durante trece partidos en la temporada 92-93. Ahí es nada.
Pero aun teniendo en cuenta la soberbia actuación de Kevin Love, está siendo Ricky Rubio el centro de todas las miradas y el jugador al que se considera —de forma prácticamente unánime— el factor de cambio determinante en la centelleante evolución de la franquicia. ¿Por qué motivo? Pues bien, el motivo es sencillo, y es algo que la gente está pudiendo ver con sus propios ojos. Aunque el entrenador Rick Adelman ha estado dosificando sabiamente los minutos de su flamante rookie español, en cada partido se está poniendo de manifiesto una cosa: Minnesota es un equipo cuando Rubio está sentado en el banquillo y es otro equipo distinto —y bastante mejor— cuando Rubio está sobre la cancha. Y no es que sea otro equipo sólo porque lo parece, es que lo demuestran las propias estadísticas.
Ricky Rubio, pues, llama la atención —además de por su estilo vistoso de juego— porque está creando equipo en torno a él, un poco a lo “Magic” Johnson… salvando por descontado todas las enormes distancias, eso sí. Sus pases elevados hacia el mate de Anthony Randolph, por ejemplo, están empezando a dar forma a una conexión de videoteca. Y además, aún más importante, se está generando la comprensible complicidad entre Rubio y Kevin Love, los dos mejores jugadores de la escuadra y los dos que —si hacemos caso a su entrenador y compañeros— tienen una mentalidad más competitiva (basta ver el último partido contra los Clippers: en un apoteósico final, Rubio empató el marcador con un triple; a continuación Love consiguió la victoria con otro). Los Minnesota Timberwolves, pues, están aprendiendo a jugar en torno a Rubio, y esta temporada son una escuadra que nada tiene que ver con el auténtico desastre de temporadas anteriores. En Minneapolis incluso sueñan —aunque aún es pronto— que puedan plantarse en los playoffs.
Porque en esta temporada, la que en Minnesota ya es la de “la llegada de Ricky Rubio”, los Wolves siguen sin ser uno de los mejores equipos, pero sí son considerados uno de los equipos más entretenidos y espectaculares de la liga. Y además, aunque aún les quede un trecho que madurar para poder situarse entre las franquicias potentes, sí son una escuadra competitiva que incluso cuando ha perdido un partido, lo ha hecho plantando cara. Finalmente después de mucho tiempo, Minnesota son tomados en serio. Es algo que Kevin Love no podía hacer por sí mismo.
Rubio no sólo está sorprendiendo por su innata sabiduría para llevar la batuta y dirigir todo un equipo en la NBA en momentos clave. Su visión de la cancha y su rápida comprensión del juego, que le permite tomar buenas decisiones en fracciones de segundo, está dejando atónitos a los aficionados y los cronistas estadounidenses que ya han podido verlo en acción. Para colmo, en lo que respecta a los que sus detractores apuntaban como los puntos débiles que podrían hacerlo fracasar en la NBA —anotación y defensa— también está tapando las bocas de los escépticos. Su registro de puntos es modesto, pero regular, y lo que es más importante: sus porcentajes de tiro son aceptables (40% en tiros de campo). Por cierto, aunque haya tenido una de sus malas rachas —cero de diez en tiros de campo— y su partido más discretito frente a Los Angeles Clippers… finalmente metió uno de los dos tiros decisivos cuando estaba a punto de sonar la bocina (fue capaz de encestar un triple a vida o muerte ¡después de haber fallado sus diez anteriores intentos de anotar en jugada! Eso dice mucho de qué mentalidad está mostrando sobre las canchas). Estos porcentajes son, excepto algún partido aislado como el mencionado, son bastante mejores de lo esperado. Además, su defensa está mostrándose sólida y como botón de muestra sirva el que produce algunas buenas estadísticas en robos de balón (en los dos partidos más recientes, por ejemplo, robó seis balones contra los Detroit Pistons y tres contra Los Angeles Clippers). Es decir: Rubio es mejor de lo esperado en lo bueno, y además es bueno donde se suponía que era malo o regular. En Minnesota no se lo creen. Su única cifra un tanto negativa, la de pérdidas de balón, es algo que todo el mundo entiende como resultado de un estilo basado en pases arriesgados, estilo al que tanto él como sus compañeros habrán de ajustarse sobre la marcha, lo cual seguramente produzca una reducción en el número de pérdidas. Nadie le ha pedido que disminuya esa estadística a costa de resignarnos a verlo jugar de manera más convencional.
También Pau Gasol tuvo buenas actuaciones en un equipo débil en el año de su debut, hasta el punto de que ganó ese preciado título de Rookie del Año, tan difícil de obtener para un extranjero recién aterrizado en la NBA. Pero excepto en España —donde no podíamos ignorar sus cualidades, ya que nos eran bien conocidas— Gasol no armó el mismo ruido ni atrajo la misma atención entre el aficionado estadounidense durante aquella primera temporada. De hecho, nunca ha llegado a despertar la misma pasión que sí está empezando a provocar Rubio: Gasol es un jugador prestigioso, respetado, y siempre fue un jugador apreciado entre sus pares y entre los especialistas, pero no gozó de ese inmediato estrellato ni aun habiéndose hecho con tan sonora distinción en su debut. Gasol era y es un jugador tremendamente efectivo, en algunos partidos determinante, pero al parecer le falta —a ojos del espectador estadounidense— ese quid que lo distinga del resto. Y eso que ha ayudado a ganar anillos a los famosísimos Lakers del famosísimo Kobe Bryant. No es ya que Gasol ha ayudado, es que ha sido el escudero de oro de la superestrella en esos triunfos, pero Pau probablemente necesita que pase el tiempo y la historia lo ponga en el lugar que merece ante los ojos de aquella afición.
Lo de Rubio es otra cosa. No por justicia, porque aún le queda un largo trecho hasta igualar la carrera NBA de Pau Gasol. Un muy largo trecho. Pero como decíamos en el artículo anterior, Rubio lo tiene. Tras su debut se le comparaba —en cuestión de estilo y salvando las distancias— con Steve Nash o Jason Kidd. Ahora, su constante despliegue de inspiración hace que los viejos aficionados hayan saltado de sus asientos ante lo que parece un jugador que ha viajado en el tiempo y ha resucitado los flashes del juego preciosista que se hacía en los setenta y los ochenta, como podría decirse por ejemplo del argentino Manu Ginobili, pero con el aliciente añadido que Rubio tiene más juventud, más carisma y una interesante historia deportiva y mediática detrás.
Cuando el público ve sus pases sin mirar, las asistencias por la espalda o entre las piernas de Dirk Nowitzki, cuando observan el modo en que anticipa cuándo un compañero quedará libre antes de que el propio compañero lo sepa, ese mismo público recuerda de repente que —antes de la era de los mates y los tatuajes— hubo un tal “Magic” Johnson o un tal Larry Bird. No, no es que nadie equipare a Rubio con aquellos gigantes —por descontado, ni los fans más entusiastas llegan a tanto— pero sí son muchos quienes piensan que el español ha traído nuevamente aquel sentido “vintage” de la belleza. Incluso se han reforzado las comparaciones con Pete Maravich, que al principio eran bastante superficiales y se basaban más en su parecido físico que en ninguna otra cosa, pero que ahora sí se fundamentan en la tendencia de Rubio a buscar el pase más bonito e inesperado posible en cada jugada (aunque, como el propio Ricky se empeña en recordar, Maravich era —¡además!— un gran anotador y él no lo es).
No, Ricky no es Magic, ni es Bird, ni es “Pistol” Pete, todo el mundo se da perfecta cuenta de eso. Pero, a su propio nivel, ha resucitado ese tipo de baloncesto en la NBA y los norteamericanos están —como suele decirse vulgarmente— aplaudiendo con las orejas. Y nosotros también, porque la cosa es así de simple: sentarse a ver cada partido de Rubio con los Minnesota Timberwolves está siendo un auténtico disfrute. No es Magic ni Bird, pero está llevando arte a las canchas y lo está haciendo a su manera. Como recuerda Rick Adelman, no caben las comparaciones, porque Rubio ya ha empezado a desarrollar su propio estilo en la NBA.
El jugador, como decimos, se muestra modesto y rechaza esas comparaciones como buenamente puede pero ahora, tras lo que se ha visto, sí resulta inevitable que surjan. Cada uno de sus quince partidos ha producido un puñado de jugadas dignas de la moviola, y como leí en el comentario de alguna noticia: “¿os dais cuenta de que Ricky Rubio está realizando más asistencias espectaculares en un partido que el resto de la liga en esa misma jornada?”. Una apreciación probablemente exagerada, pero que pone de manifiesto con qué ojos se está mirando al español y cuáles son los sentimientos que están despertando sus intervenciones. Ricky Rubio es espectáculo, y es un tipo de espectáculo que va más allá del salto imposible para machacar el aro. Está trayendo cosas distintas y está convirtiendo a los improbables Minnesota Timberwolves en uno de los equipos favoritos de los espectadores. Pero que no sea sólo mi opinión la que cuenta aquí; veamos un pequeño muestrario de opiniones:
Rubio exuda el encanto de la vieja escuela. (Michael Falgoust, USA TODAY)
Somos una nación enamorada de Ricky Rubio. Si piensan que se trata de un encaprichamiento local [de Minnesota], empiecen a seguir en Twitter a algunos de los grandes nombres cada vez que se esté jugando un partido de los Wolves. Todo se vuelve bastante acaramelado cada vez que el joven español hace uno de sus pases sin mirar… pero no es que no haya motivos. (Michael Rand, Star Tribune)
Hace un par de años le dije a Magic Johnson que los Timberwolves estaban locos por malgastar su elección del draft en este chico que no estaba consiguiendo nada en la competición internacional. Magic me dijo: “Te equivocas. Escucha lo que te digo sobre este chaval. Será mejor en la NBA de lo que es en Europa (…) A los europeos no les gusta correr hacia el aro, prefieren otras formas de anotar. Pero cuando nuestros jugadores vean a un tipo que sabe pasar como Rubio, correrán como locos hacia el aro, confía en mí”. No confié en él. Fui un estúpido. (Michael Wilbon, ESPN)
No es ningún secreto el que Rubio sabe construir las jugadas y que puede ver las cosas antes de que sucedan, más o menos como Steve Nash. (Dwyane Wade)
¡Rubio sabe pasarla! (LeBron James, en Twitter)
Ricky Rubio es una aberración no sólo por su peinado exótico, su nacionalidad, su entrañable acento o su encanto de ídolo adolescente. Es un raro caso de revuelo publicitario que resulta ser incluso mejor de lo que se había anunciado. (Jim Souhan, Chicago Sun Times)
Rubio ha hecho de los Timberwolves materia de visión obligada en la televisión en el transcurso de unas pocas semanas. No conoce otro modo de jugar que resultar excitante. Es un base puro, de los de “primero pasar el balón” que ya no se ven muy a menudo en la NBA. No pestañeen, porque algo emocionante podría ocurrir. (Matt Shetler, Bleacherreport)
Rubio cambia la manera de jugar de los Wolves. Su mejor alineación posible lo incluye a él, y con mucha diferencia. (Royce Young, CBS)
Ha jugado un partidazo. (Derrick Rose, tras enfrentarse a Minnesota, que perdió ante Chicago Bulls)
Todo se transforma cuando Ricky Rubio entra en la cancha. El juego cambia, y también el humor de cualquiera que esté mirando el partido. Y también cambia, quizá, el destino de todo un equipo. Rubio ha llegado finalmente a la NBA y, en el caso de que no se hayan dado cuenta, ya ha hecho de la NBA un lugar mejor. (Ken Berger, CBS)
¿Saben lo que resulta desconcertante sobre Ricky Rubio? Es esto: ¿cómo es que no era una superestrella y no estaba produciendo enormes números para su equipo durante su última temporada en España? Aquí hay una posible explicación: era demasiado bueno. (Bob Sansevere, Fox)
Ricky es el Pete Maravich italiano. (Shaquille O’Neal)
…más allá de la hilarante confusión geográfica de Shaq en la última cita, estas frases —que son sólo un breve muestrario, podrían haber sido muchas más— son una cosecha recolectada tras solamente quince partidos, cuando Rubio todavía no ha jugado ni se ha dado a conocer personalmente en todas las grandes canchas del país. Decíamos que tiene madera de estrella, pero esto empieza a exceder las expectativas más alocadas: imaginemos a dónde puede llegar si continúa jugando a este nivel durante toda la temporada.
¿Lo logrará? ¿Seguirá jugando así? Bueno, no hay motivos para pensar que no. Qunce partidos quizá no son muchos, pero sí los suficientes cuando hemos visto que apenas ha flojeado en un par de ellos —algo que puede esperarse de un novato, claro— y casi nunca ha dejado ni de ser espectacular ni de darle un aire completamente nuevo al equipo cuando es él quien maneja el balón. Basta con mirarlo. Se le ve en la cara: está cómodo. Se lo ve concentrado, atento, relajado; se está divirtiendo. Lo intenta todo y le sale casi todo. Hasta lo hemos visto lanzar y encestar un triple en un momento decisivo en un par de partidos. Lo dicho, está como en casa. Tantas dudas sobre su posible adaptación a la NBA… y ahora de repente parece haber nacido para jugar en la NBA. Va a resultar que, tal y como insinuaba Magic Johnson, era en su España natal donde Rubio no se estaba adaptando. Vivir para ver.
Aunque para poder optar al premio a Rookie del Año, que muchos desearían fuese a parar a sus manos (ya están, claro, quienes haciendo un fácil juego de palabras le apodan “Ricky of the Year”), Rubio habrá de superar a un duro rival, Kyrie Irving, otro novato que ha saltado como sorpresa porque también muchos discutían su posible calidad (en su caso porque había jugado muy poco en la etapa universitaria y casi nadie terminaba de considerar probado su baloncesto). Como Rubio, Irving está superando con mucho las expectativas: ambos han tomado la delantera en una hornada de rookies la cual —todo sea dicho— no es especialmente descollante pero sí ha traído a dos nuevos nombres a tener muy en cuenta.
Así pues, la madera de estrella de ricky Rubio está empezando a arder con vivos colores. Es el ídolo en Minnesota incluso por encima de un Kevin Love arrollador. El español aún no se ha dado a conocer lo suficiente en toda la liga, pero ya recibe un apreciable número de votos en la encuesta para decidir la alineación del All Star: tiene algunos menos de los que recibe Gasol. De hecho, Rubio es el tercer base más votado de la conferencia. Esto no le asegura una plaza titular en el All Star, pero desde luego habla muy mucho de la manera en que está creciendo su base de fans. Hemos de recordarlo de nuevo: lleva un mes jugando en la NBA. Un mes.
Terminamos el artículo anterior diciendo “hay un astro en ciernes, atención”, pero he de admitir que de ninguna manera podía suponer que todo empezaría a suceder tan deprisa. Si continúa esta progresión, Ricky Rubio podría ser una estrella de la NBA al finalizar esta misma temporada. Y aunque la progresión se detenga —algo que podría ocurrir, pues de un modo u otro tendrá que realizar ajustes, no deja de ser un novato— y ese estrellato no llegue tan pronto, habrá sentado unos precedentes de calidad y espectáculo que harán que el público espere ansiosamente ver lo que puede hacer la próxima temporada. En sólo unas semanas ha empezado a dejar huella en la liga de baloncesto más importante del mundo y atrayendo un número creciente de miradas , lo cual acentúa la ironía de un Ricky que languidecía y despertaba dudas en la liga española.
Aparte del interés deportivo y si me apuran sociológico que provoca esta clase de fenómeno, y aparte de que nos congratulemos por lo bien que a un español le está yendo en la cima de su profesión —lo cual nos repercute un poco a todos, aunque sólo sea porque cumple el papel de embajador de nuestro país— he de invitar a aquellos lectores que aún no se han sentado a ver un partido de los Minnesota Timberwolves a que lo hagan. O aunque sólo sea sentarse para contemplar en diferido una recopilación de los mejores momentos. No ya los aficionados al baloncesto, sino los aficionados al deporte en general y cualquier persona que quiera disfrutar del talento de un individuo que no sólo hace las cosas bien, sino que intenta hacerlas de manera diferente y bella. Ni siquiera creo que un espectador necesite realmente entender el baloncesto para poder llegar a disfrutar con lo que Ricky Rubio está haciendo en la NBA. Además, está el aliciente de contemplar, en el aquí y el ahora, cuando está teniendo lugar, un episodio que quizá —y sólo quizá, si Rubio termina consolidándose de acuerdo a su potencial— es de esos momentos que merece la pena haber seguido atentamente. Aunque sólo sea por decir en un futuro: “oh, sí, yo vi aquel partido de Rubio contra Miami, sólo llevaba unas semanas en la NBA e hizo esto y aquello y lo de más allá”. Porque del buen deporte, como de la buena literatura, importa sobre todo una cosa: las buenas historias. Y ahora mismo se está produciendo una gran historia y el protagonista es Ricky Rubio. No se la pierdan.
Para todos aquellos que no se puedan creer tanto revuelo por Ricky Rubio, vean el siguiente vídeo y asómbrense:
http://www.youtube.com/watch?v=hqr1XWg7T-k
NADIE????, yo aposte con mis amigos que si jugaba 25-27 minutos, haría fijo 8 ptos, 5 reb, 8 asist, 2 robos, si ponemos que está jugando mas de 30, no me quede corto
17 puntitos se cascó en la derrota de Minessota contra Utah.. otro doble/doble. Ricky se está saliendo, y me alegro muchísimo…
Hola, Jai;
Efectivamente, Rubio ha hecho un gran partido contra Utah, incluso mejor de lo que dicen las cifras. Así como contra los Clippers estuvo bastante discreto (excepto por el triple que empató el marcador al final), contra los Jazz Rubio ha sido el mejor del equipo —con mucha diferencia—, el más combativo, el más empeñado en intentar ganar y además ha obligado a jugar a unos compañeros que parecían algo perdidos a ratos. Una lástima que Kevin Love haya tenido un día regular; evidentemente los Timberwolves le necesitan a pleno rendimiento. Especialmente mientras no cuenten con un escolta que pueda compensar sus ocasionales lagunas.
Un cordial saludo.
Es unico, como dijo el la noche del draft » I´m Ricky Rubio I´m not like anybody else»
http://wherefuckingamazinghappens.tumblr.com/post/16186409717/minnesota-timberwolves-sons-of-funk
I love Kevin Amor!
Muy buen artículo, Emilio. Me ha encantado. Yo era de los que dudaban de Ricky viendo su última temporada en el Barça, pero también de los que pensaban que la NBA se adaptaba mejor a su juego que el basket europeo. Y vaya si se ha adaptado
A Ricky Rubio solo le pueden apartar del hall of fame las lesiones. Ademas de su juego tiene dos cosas a su favor:
– Está muy bien educado, no corre riesgo de convertirse en un juguete roto.
– Blanco y con carita de un ángel. Tiene algo como de Manolete, siempre sale bien en la foto. En USA hay muchos aficionados que compran el partido cuando encuentran estos iconos.
Los negros le respetarán por su juego, las adolescentes blancas acabaran enamorandose, los papás ya lo quieren como yerno… jugará por decreto, Adelman no puede tapar el sol con una toalla.
Yo por cierto me lo paso pipa viendo los partidos de los Wolves, ¡grande Ricky!.
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