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Jordi Bernal: J. Edgar, nueva lección del maestro

j edgar posterCuesta un universo mantener la guardia alta cuando de un film de Clint Eastwood se trata. Con el logo grisáceo de la Warner entramos en el universo Clint, y nos podrá gustar más o menos pero sabemos a ciencia cierta que no será una mala película. Y J. Edgar es de las buenas. Conocíamos al personaje, sobre todo, gracias a las novelas de James Ellroy. Tipo taimado, voz en la oscuridad siempre dispuesto a combatir el crimen sin reparar en los medios, retorcido, mirón, manipulador, chantajista y controlador. La mirada de Eastwood, sin embargo, va mucho más allá. J. Edgar Hoover, como es sabido, fue el director del FBI desde 1935 a 1972. Más de treinta años dando caña a chorizos, mafiosos y políticos corruptos. Su poder (y su gusto por el poder) llegó a ser omnímodo y demasiadas veces cruzó la línea prohibida en democracia. La luz de su implacable lucha contra el crimen y la corrupción dentro y fuera del cuerpo policial contiene sombras de fanatismo e incluso fascismo. Su anticomunismo en la época de la guerra fría no desmerecía las maneras totalitarias de aquello que pretendía erradicar. Su antisemitismo y su capacidad de destruir carreras fueron legendarios. Buena parte de este claroscuro abarca Eastwood en el film. Comodísimo en la construcción de personajes contradictorios y feliz de zambullirse en complejidades ajenas, el director consigue de nuevo una lección magistral de cine. Clint está que se sale.

Fascina ver cómo el paso del tiempo juega a favor de un cineasta que ha logrado un sutil estilo y ha enhebrado un discurso que no deja de sorprender a todos aquellos que decidieron un día que Eastwood era un pedazo de facha. Sencilla pero nunca simple, J. Edgar es un biopic que arriesga y se atreve a sondear con delicadeza en la intimidad del personaje. Según parece, al FBI no le hacía mucha gracia que se abordaran ciertos aspectos privados del personaje. Sin ir más lejos, la supuesta homosexualidad de Hoover. No evita Eastwood reflejar la inclinación sexual del director del FBI, pero con total elegancia, sin entridencias ni subrayados. Es tal la madurez del director que la fluidez de la narración, su cadencia, sus elipsis, todo parece lo más fácil del mundo, cuando en realidad la complejidad es absoluta.

Enmarcable en las grandes obras de la filmografía de Eastwood (Bird, Sin perdón, Mystic River, Million Dollar Baby, Gran Torino), este J. Edgar demuestra que aún hay motivos para pasar por taquilla. Con José Hierro bien pudiera decirse que “tarde se aprende lo sencillo” y ahi está Eastwood para contarlo. Su lección, no obstante, no parece calar en la nueva hornada de modernikis salidos de escuelas de cine. Allá ellos. En cualquier caso, ya estoy desenado la siguiente.

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8 Comentarios

  1. Pingback: J. Edgar, nueva lección del maestro

  2. Hay que verla! Por tres razones: porque tú la recomiendas; porque es de Clint Eastwood; y porque está de moda el FBI.

  3. Jordi Bernal

    La tercera razón me parece impepinable.

  4. Je, je, eso de ‘moderniki’ suena a los ochenta del pasado siglo.

    La película, el director, la crónica… son cosa de hombres ¿no? quiero decir ¿sale alguna tía?

    Saludos

  5. Hay directores con bula.Algunos se la han ganado como el caso de Eastwood durante años.Pero parece que dudar de ellos es pecado mortal.Eastwood lleva unas cuantas películas,que si viniesen firmadas por otros,recibirían palos por doquier.
    J.Edgar puede que sea la peor de ellas.Guión desestructurado y confuso.Nula intensidad dramática.Horrorosa decisión de utilizar los mismos actores en su juventud y en su vejez(con resultados lamentables como el caso del ayudante de Hoover).
    Flojísima película,que insisto,de ser firmada por otro sería recibida con ,incluso,hostilidad.

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