Estación Experimental, del 28-oct-2011 al 09-abr-2012
Laboral Centro de Arte y Creación Industrial
Los Prados, 121; 33394 Gijón (Asturias)
Mientras descubrimos un bosque de movimientos y sonidos, dos hojas en blanco bailan de forma mágica sobre un soporte de madera, un cuarteto de instrumentos crea composiciones plásticas con tinta a través de su propia voz, el aire nos llama a la revolución en forma de tornado y las proyecciones de luz reconstruyen la vida cotidiana y las partes más minúsculas del universo con pinceladas.
¿Ciencia o arte? ¿Un arte científico o la ciencia como excusa para mostrar las premisas estéticas de la razón?
En la exposición Estación experimental que nos encontramos en La Laboral centro de arte de Gijón se nos permite admirar el paradigma de estas cuestiones. Se conjugan en ella un grupo de artistas que elaboran un discurso sobre los límites de lo conocido, del juego sin normas sobre los contextos y las experiencias o incluso de conceptos como lo real, irreal o simbólico.
Dentro del entorno artístico en el que vivimos, en la época en la que nos encontramos, vemos como la estética de los objetos aún crea controversia. No en vano, aquí se aprovechan de esta discusión para crear un recorrido por nuestro entorno más cotidiano, llegando incluso a crear una atmósfera donde todo es nuevo, todo es redescubrimiento, donde la curiosidad nos atrapa y nos domina obligándonos a avanzar por una sala totalmente diáfana, a media luz, solemne, bajo un silencio sobrecogedor. En este recorrido nos encontraremos desde instalaciones a esculturas móviles, fotografías, videoarte e incluso elementos plásticos. Todo ello con algo en común: un lenguaje propio pero que engloba el mismo discurso sobre la asimilación de la belleza del concepto científico.
Vemos la ciencia como parte de de un conjunto social, de una unidad funcional, y ahora también como parte de un engranaje artístico que nos muestra la esencia de las cosas. La ciencia como un juego, como un modo de revivir sensaciones, como un recuerdo de la inocencia y la niñez, del redescubrir con otros ojos las cosas que has visto miles de veces, que has usado en numerosas ocasiones pero que otras mentes inquietas han transformado de formas inimaginables.
Creaciones o experimentos, una muestra de lo que hemos conseguido o de lo que nos hemos perdido por no cuestionarnos lo que nos rodea. Un conjunto de locuras sin diálogo, o sin embargo, un ultimátum filosófico sobre lo que somos y en lo que la costumbre nos convierte.
En el momento de entrar en la exposición numerosos estímulos se propagan por la sala. Una línea de fotografías nos guían hacia un mundo de luz, de modificaciones, de ilusiones y de nuevas tecnologías. En ellas vemos cómo aquello que no podemos tocar existe, lo que no podemos representar es explicable y lo que no podemos entender aparece bajo unas reglas lógicas. Circunferencias, composiciones, movimientos, retratos, formas de iluminar el concepto de lo cotidiano.
De ahí pasamos a otros paisajes como el del sonido, donde podemos ver desde unos instrumentos que cobran vida propia, que se comportan como artistas plásticos, que responden a los pasos del visitante y que introducen al espectador como parte de la propia obra, hasta un verdadero bosque de movimientos y tintineos texturizados con los que se habla en un lenguaje propio, creando una atmosfera, haciendo de la sencillez lo bello, y de lo simple un nuevo descubrimiento.
Encontramos también interacciones, creaciones propias del campo audiovisual; en ellas la temática es variada pero el concepto del caos y de la experimentación es la nota predominante.
La muestra de miles de partículas de cristal en el aire, el desmembramiento de la naturaleza como esqueletos de conocimiento, la ilusión del concepto de creencia, la búsqueda de explicaciones sensoriales a hechos históricos y el comportamiento de la descontextualización son algunas de las ideas que engloban obras tan dispares como las que se nos muestra: un vídeo de una bombilla, un retrato sombre un meteorito, un gato sin gravedad o las muestras de los primeros estudios experimentales.
Cuando uno termina de vislumbrar todo este bombardeo de sensaciones, cuando cree que tendría que cuestionarse millones de usos en su vida cotidiana, cuando piensa ¿por qué no se me habrá ocurrido a mí?, cuando recuerdas que la azafata de la entrada te ha recomendado una salida determinada se nos atrapa, muy inteligentemente, en otra atmósfera.
Como complemento a esta exposición y de forma muy acertada entramos en una sala de grandes dimensiones, a oscuras, con humo, a solas, donde vemos unas esculturas de luz que, aunque sencillas, cumplen lo que pretenden: una atmósfera fílmica, una arquitectura fantasmal y una sencillez que nos hace caminar cada vez más despacio, hablar en voz más baja, e incluso respirar de forma más pausada.
Esta instalación viene de la mano de Anthony McCall, bautizada como Light Sculptures, e inicialmente formaba parte del proyecto de Noches eléctricas que el propio museo llevo a cabo.
Sonidos y silencio, texturas y la nada, experiencias sensoriales atípicas y variadas, la ebullición de conceptos y el pensamiento hecho vacío, dos muestras de contraste y contrastadas pero que se complementan enérgicamente bajo el mecenazgo de un centro artístico con una dirección visionaria.
Para rematar la visita y siguiendo con este discurso de experiencias sensoriales, encontramos una exposición del artista asturiano Eduardo Guerra llamada Hitos. Ya nadie muere en casa. En ella vemos un conjunto de imágenes y sonidos como continuidad a un trabajo anterior presentados en unos “sarcófagos” de madera bajo la melodía envolvente del vinilo que nos muestran un escenario que nace y muere en ese mismo sitio e instante en el que uno lo mira.
Un arroyo, un bosque, un paisaje cotidiano, un sonido familiar, elementos que tenemos insertados en nuestra experiencia, lugares indeterminados que en palabras del propio autor “intentan trascender de diferentes formas y formatos”.
Conclusión: uno sale de este centro de arte como quien ha ido a ver una muestra de teatro. Los tres proyectos se presentan como tres “actos” en los que los diálogos visuales, la intriga, las sensaciones tanto de espectador como participante, las expectativas a medida que uno va avanzando en el camino, los cambios de ritmo y las sorpresas nos deja un regusto dulce en una experiencia que podríamos esperar plana y académica.
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