Hay dos maneras de contemplar un acontecimiento como el regreso discográfico de la formación (casi) original de Van Halen a los estudios y los escenarios. Una manera consistiría en sonreírse con el displicente menosprecio de quien jamás sintió nada por esta banda, lo cual probablemente será la reacción mayoritaria entre quienes lean este artículo (o eso creo, extrapolando al grueso de los lectores el sentir de los seres humanos que me rodean habitualmente). No soy ajeno al hecho de que, para muchos, Van Halen nunca fueron más que una pandilla de melenudos horteras vestidos de colorines sin nada trascendente que aportar; los perpetradores de la omnipresente Jump, aquel gigantesco éxito que se inoculó en las radiofórmulas de todo el planeta en el ya lejano 1984. La clase de canción, por otra parte, que o bien te hace feliz —como he de confesar es mi caso si a algún DJ se le ocurre pincharla en algún local nocturno— o bien levanta sarpullidos en cuanto empieza a sonar su machacona melodía de sintetizador.
Las cosas son así; Van Halen jamás han gozado de la tolerancia de un sector mayoritario del público e incluso en estos tiempos donde hasta los seguidores de The Cure y Elvis Costello son capaces de hablar —si no con aprecio, al menos con respeto— de AC/DC o Deep Purple, los Van Halen siguen siendo tabú. No solamente porque su cantante original, David Lee Roth, utilizase precisamente a Costello para atacar a la crítica en la más famosa de sus frases (”La mayoría de los periodistas musicales aman a Elvis Costello y me odian a mí porque ellos se parecen a Elvis Costello”) sino porque durante bastantes años representaron todo aquello que una parte de la audiencia consideraba más detestable en el mundillo del rock. Y sí, Van Halen eran superficiales —escribían canciones sobre rubias en el asiento trasero del coche… aunque en pro de la variedad, también sobre morenas en el asiento trasero del coche—, rodaban vídeos políticamente incorrectos como Hot for Teacher, en el cual hacían coreografías estúpidas bajo una bola de espejos y tocaban solos de guitarra correteando sobre la mesa de una biblioteca escolar… nada que esperaríamos ver en un clip de Leonard Cohen, supongo. Disfrutaban haciendo ruido y pegando saltos en el escenario, tenían un cantante que era mucho mejor dando espectáculo y proyectando imagen que cantando… en definitiva, Van Halen eran la pesadilla de quien buscase seriedad, madurez o trascendencia poética y filosófica en un grupo musical. De hecho, imagino que algún que otro lector ya habrá vomitado a estas alturas. Lo lamento.
Pero hay otra forma de anticipar su regreso porque hay otra forma de ver a esta banda. Por ejemplo, la de quienes un día quedamos boquiabiertos al escuchar tocar a Eddie Van Halen por primera vez. Dejando a un lado el que las canciones, imagen y actitud de la banda puedan antojárseles a muchos como pueriles e irritantes, hay un hecho objetivo —sí, he empleado el término “objetivo” hablando de música— y es el de que, técnicamente hablando, Eddie sencillamente revolucionó la manera de tocar la guitarra eléctrica. Quienes sentimos algo por dicho instrumento, sea lo que fuere, no podemos ignorar algo así. Su talento como guitarrista sacudió el mundo de las seis cuerdas de acero y níquel, y fue verdaderamente el primer guitarrista capaz de sumar vocabulario a lo que ya había creado Jimi Hendrix, que por entonces parecía definitivo. Algo que casi nadie ha podido lograr después; probablemente sólo ha añadido una cantidad significativa de nuevo vocabulario Jeff Beck, gracias a sus alucinantes experimentos con la dinámica del instrumento. Esto, como digo, es un hecho objetivo: puede gustarte o no la música del grupo, pero Eddie Van Halen hizo cosas con una guitarra eléctrica que nadie había hecho antes, y hablo de recursos expresivamente válidos, que pueden emplearse en pro de la música y no como mero numerito circense. Van Halen era una banda de grandes instrumentistas: estaba por ejemplo su hermano Alex a la batería; ambos eran hijos de un músico profesional holandés (el segundo nombre de Eddie es Ludwig, por Beethoven) y habían crecido rodeados de instrumentos. O Michael Anthony, un bajista lo bastante sólido como para sostener a una banda en la que batería y guitarra formaban la sección rítmica, en contra de lo habitual.
Pero, aparte de las virtudes como instrumentista de Eddie y sus compañeros, estaba el hecho de que la formación original de Van Halen era una banda realmente espectacular sobre los escenarios. “Espectacular” en el sentido estricto de la palabra. Sí, técnicamente eran grandes ejecutantes con sus instrumentos, pero no se limitaban a intentar hacer grandes demostraciones de virtuosismo. Entendían que la música en vivo es —efectivamente— un espectáculo y en sus conciertos se esforzaban por devolver a los asistentes el precio que habían pagado por la entrada. Escribían canciones muy pensadas para el directo, vestían de manera llamativa, corrían y saltaban, y David Lee Roth —que podía no ser un virtuoso como sus compañeros— se ocupaba de que siempre estuviese ocurriendo algo sobre las tablas, de que el público siempre tuviese algo a lo que estar atento. Los discos de Van Halen podían no gustarte, pero me cuesta imaginar a alguien saliendo con expresión aburrida de alguno de aquellos conciertos. Además de los estribillos que parecían concebidos para corear en estadios —Panama, la siempre efectiva Unchained, etc.— los Van Halen eran especialistas en generar dinamismo sobre los escenarios. Sólo a ellos se les ocurría interrumpir una versión de los Kinks para ponerse a cantar a capella ante cientos de miles de personas y después, como si tal cosa, seguir tocando la versión. Lo dicho: sentido del espectáculo. Supongo que no es la clase de emociones que alguien intenta encontrar en un concierto de Vetusta Morla —sean cuales fueren, alguien debería explicármelo— pero para un adolescente repleto de testosterona, esta era exactamente la clase de energía necesaria en el momento de un concierto. Puede que el repertorio de Van Halen no fuese comparable al de los Beatles, pero estaban ofreciendo ese tipo de entusiasmo y frescura que los cuatro de Liverpool habían personificado en sus inicios. Como Little Richard o The Who, Van Halen concebían el escenario como un lugar donde, además de interpretar música, hicieran suceder cosas.
Desgraciadamente, la formación original de Van Halen se rompió cuando estaban en lo más alto, debido al poco entendimiento que existía entre los hermanos Van Halen y David Lee Roth. El vocalista fue sustituido por Sammy Hagar —mucho mejor cantante, mucho mejor músico, pero bastante menos carismático y energético sobre el escenario— y desde entonces el posible retorno de la formación original se convirtió en materia de habladurías, rumores e incluso sketches en películas y series de televisión. Recuerdo por ejemplo la película Airheads, en la que una banda de heavies descerebrados secuestra un estudio de televisión para intentar conseguir la fama, y entre sus reivindicaciones incluyen, además de poder grabar un disco, el que David Lee Roth se reúna con los Van Halen. O el impagable momento de My name is Earl en que el amigable Earl se echa una nueva novia, y siente pánico cuando descubre que ella prefiere a los Van Halen con Sammy Hagar y no con David Lee Roth. La reunión entre David Lee Roth y Van Halen se convirtió en un chiste recurrente de la cultura popular norteamericana. Poco importaba que los nuevos Van Halen de Sammy Hagar estuviesen gozando de un gran éxito: los antiguos seguidores todavía querían ver a Roth al frente.
En el pasado hubo algún intento de escenificar esa reunión e incluso se produjo alguna actuación en vivo y la grabación de un par de temas, pero la cosa no cuajó debido a la nefasta relación que parece existir entre los hermanos Van Halen y cualquier otro miembro que haya pasado por el grupo. Tras algunos incidentes entre Roth y los hermanos holandeses, y después de cruces de declaraciones más bien desagradables, parecía imposible que el hecho llegase a repetirse. Además, muchos antiguos fans no estaban demasiado seguros de querer contemplar la reunión, tras ver a un David Lee Roth que intentaba desesperadamente obviar el hecho de que ya no era joven (o actuando en Las Vegas, algo que algunos han visto con buenos ojos y otros no) o a un Eddie Van Halen que ha pasado etapas de alcoholismo y adicciones en las que llegaba a avergonzar a sus seguidores con actuaciones realmente nefastas, en las que tocaba con torpeza e incluso olvidaba fragmentos de canciones. Tal vez un cantautor “maldito” que se limite a rasgar tres acordes ante una audiencia poco exigente —de esa que compra más la leyenda que la propia interpretación de la música— pueda permitirse el lujo de presentarse ebrio en un escenario y aun así aumentar su imagen romántica de músico bohemio y canalla, pero alguien como Eddie Van Halen, un verdadero músico de alto nivel de quien se espera una demostración de técnica y virtuosismo en cada ocasión, no puede comportarse de ese modo sin decepcionar a su público. Había, pues, muchos motivos para dudar del éxito e incluso de la mera posibilidad de una reunión.
Pues bien, ahora finalmente ha sucedido, aunque los protagonistas bordean ya los sesenta años y el bajista original, Michael Anthony —quien para variar también terminó peleándose con los dos hermanos propietarios de la franquicia— estará ausente, siendo sustituido por el hijo de Eddie, Wolfgang Van Halen (evidentemente así bautizado en homenaje a Mozart, para seguir con la tradición familiar). La formación —casi— original de Van Halen ha anunciado una gira y la inminente publicación de un disco, que será editado esta misma semana. Tras el exitoso retorno de otras bandas detestadas por más o menos el mismo sector de público y crítica que detesta a Van Halen —Mötley Crue, y sobre todo unos Black Sabbath cuya leyenda finalmente sí parecen imponer más respeto entre sus antiguos detractores, la posibilidad de negocio y el ansia de un público nostálgico volvió a juntar a “Diamond” Dave con Eddie Van Halen. Y ahora están a punto de publicar todo un álbum, que presentarán en una gira norteamericana al efecto, y la expectación —especialmente en los Estados Unidos, donde fueron un verdadero hito generacional a finales de los 70 e inicios de los 80— es bastante grande. Pero, ¿qué podemos esperar?
El disco A different kind of truth verá la luz, si todo va bien, a principios de febrero. De momento sólo han dejado escuchar medio minuto del primer single, Tattoo (un refrito de Down in flames, una antigua canción de los inicios de la banda que no llegó a incluirse en ningún álbum), adelanto que será oficialmente publicado este próximo martes. La muestra que se ha podidio escuchar no suena mal, aunque obviamente no enganchan a la primera como lo hacían en los setenta y probablemente se vayan a echar de menos los característicos coros agudos de Michael Anthony, que eran una parte no desdeñable del sonido original del grupo. Pero mejor esperaremos a escuchar todo el álbum.
En cuanto al directo, los músicos han vuelto a dejarse ver ante un reducido público en un concierto de calentamiento, celebrado en el legendario club neoyorquino Cafe Wha. Las filmaciones piratas de este concierto sí han empezado a circular en abundancia, y obviando la ínfima calidad acústica de vídeos grabados teléfono móvil en mano, la verdad es que la banda parece en forma. En dicho concierto, a David Lee Roth (¡vestido de antiguo conductor de tren!) se lo ve animado —supongo que nadie espera que a los casi sesenta años salte como cuando tenía veinticinco— y ya sabemos que Eddie Van Halen estará, como mucho a un 80% de sí mismo, y que nunca volverá al 100%… pero que un 80% de Eddie Van Halen es mucho más de lo que pueden ofrecer centenares de guitarristas de otras bandas. Por su parte, Alex Van Halen parece no notar demasiado los años detrás de su batería. El previsible punto flojo es el jovencísimo Wolfgang Van Halen: supongo que no es culpa suya, pero no tiene (ni de lejos) el carisma ni la voz característica de Michael Anthony, y mucho me temo que los fans más nostálgicos no se lo van a perdonar (de hecho, llevan sin perdonárselo desde que entró en la banda de su famoso padre siendo todavía un adolescente). Pero en resumen: con la triste salvedad de la ausencia de MichaelAnthony, Van Halen sonaron a Van Halen, ni más ni menos, y además ciñeron su repertorio a las canciones más conocidas de sus primeros discos… que es exactamente lo que la gente quiere verlos tocar. Si consiguen trasladar a los escenarios de la gira lo que han hecho en la presentación el Cafe Wha, la gira merecerá muy mucho la pena: esperemos que no lo estropeen por el camino, ya sea peleándose por enésima vez o ya sea volviendo a caer en antiguas tentaciones que arruinen sus actuaciones.
En cuanto al disco del que poco sabemos todavía… bueno, no es más que una excusa para continuar con el retorno. Si finalmente resulta ser un buen disco, constituirá un fantástico bonus. Y si resulta no serlo, a poca gente le importará mientras Roth y los tres miembros de la familia Van Halen desgranen ante su público las viejas canciones que todos sus fans esperan escuchar. Nadie ignora que se trata de una gira eminentemente nostálgica y que, por ahora, la calidad del disco que van a publicar es una noticia secundaria.
No puedo ocultar que deseo que la gira resulte lo más exitosa posible. En los tiempos de Justin Timberlake, no hay nada más necesario en la “música popular” que una banda de tipos que no sólo se vestían de manera estrafalaria o rodaban videoclips resultones, sino que realmente tenían una buena idea de qué hacer con sus respectivos instrumentos y que proyectaban una tremebunda energía desde lo alto de las tablas. Con que ofrezcan tres cuartas partes de lo que ofrecían entonces —como digo, nadie espera verlos corretear como jovenzuelos teniendo casi la edad oficial de jubilación— quedará perfectamente claro que existe una diferencia entre lo que triunfa hoy en las listas y lo que triunfó en otro tiempo. Aquella gente sabía tocar. Y sabían tocar muy bien. Si hay suerte y nada se tuerce, estamos a punto de comprobarlo.
Estoy de acuerdo con casi todo lo que dices en el artículo, casi todo. Únicamente añado un par de cosas:
– No estoy de acuerdo con los reencuentros de grupos, más cuando han pasado tantos años. No creo que se pueda disfrutar ni vivir la verdadera esencia del grupo. Me ha pasado con grupos admirados como Police, ¿Doors?, etc. No procede y a mi me rompen la imagen idílica que tenía de ellos.
– Yo ya vi un concierto de Van Halen en Madrid hace un porrón de años, y en esa época, aprendiz yo de músico… (futuro alguno obviamente), me parecieron espectaculares . Sólo con escuchar al Sr. Van Halen en directo interpretar ‘Panama’ ya valio la pena.
Un abrazo
Hola, Víctor:
Tengo que discrepar. Me pareció bastante bien el retorno de The Police, aunque admito que fue correcto pero no arrollador. Eso sí, hay que darle un sobresaliente a Stewart Copeland. Cuando no lo mirabas y sólo lo escuchabas, hubieras jurado que Copeland tenía todavía veinticinco años. Sólo por verlo tocar así mereció la pena. Sting estuvo bien, y sólo Summers flaqueó en algún momento (poca cosa en realidad).
Y disfruté aún más y muy especialmente viendo a los «Doors» con Ian Astbury al frente, en lo que me pareció un concierto fantástico. Este es un tema delicado y creo que mucha de la gente que censuró aquella gira estaban más impulsados por un «purismo» mal entendido que por el juicio honesto de lo que realmente fueron aquellos conciertos.
Yo mismo fui a ver a Krieger, Manzarek y Astbury sin saber muy bien qué esperar (incluso con actitud escéptica por culpa de lo que había leído por ahí) y me quedé boquiabierto ante un gran concierto, en el que para colmo hubo algunos momentos verdaderamente mágicos.
Supongo que los puristas me maldecirán eternamente por lo que voy a decir, pero… realmente no se echó de menos a Jim Morrison. Suena a blasfemia, pero a veces la realidad es así de blasfema. Era imposible haber amado la música de The Doors y no sentirse profundamente emocionado al verla revivir, tal cual, ante tus ojos y oídos.
Además, que antes de maldecirme les quede clara una cosa a los «puristas»: en su día Morrison puso la voz, la imagen, la actitud y la leyenda en The Doors (eso está claro) pero la música de The Doors la hacían Krieger y Manzarek. Así de simple. Y eso es exactamente lo que pudimos comprobar en su gira con Astbury, porque aquello sonaba a The Doors en un 100%.
Para colmo, Astbury clavó las canciones sin ningún problema. No creo que Astbury sea peor cantante que Morrison (vamos, resulta evidente que técnicamente hablando no lo es, más bien al contrario) y encima se supo llevar los temas a su terreno.
Después de haber visto aquel concierto, me dolió pensar en toda la gente que los había puesto a parir gratuitamente, sin motivo alguno. De hecho, me pregunté si habían estado realmente viendo lo que Krieger, Manzarek y Astbury estaban ofreciendo. Siempre me he preguntado por qué hubo gente que no quiso apreciar aquello.
Pues yo creo que los reunion tours son más necesarios que nunca.
Tal y como comenta Emilio, creo que unos Van Halen, Guns n Roses (crucemos los dedos…) o similares al 75% ayudarían a meter en vereda a una generación que se cree que el directo de Coldplay o Muse es «lo más»…
Los grupos de estadio de hoy no les llegan a esos clásicos a la suela de sus botas, pero en sus buenos tiempos, que ahora no suenan ni la mitad de bien casi ninguno de ellos, ni tienen la misma energía (AC/DC aparte). De todas formas, a los descreídos del rock de hoy en día les recomiendo que se acerquen a escenarios más pequeños, donde sigue habiendo música y músicos de verdad.
Unos Van Halen a un 50% de su potencial en directo pueden dejar totalmente en ridículo a Coldplay y Muse. Ya no se trata de que te gusten más unas bandas que otras, se trata de que sobre el escenario VH (aun a sus sesenta años) pueden desarrollar ese poder si se lo proponen, y los otros grupos que citas, no.
Es como Marah, que en disco me parecen soberanamente aburridos, pero que tienen un directo sencillamente arrollador en el que poco importa que sus canciones sean generalmente medianitas. Así que, ¿qué mas da que a alguien le gusten o no los discos de Van Halen? Los tipos pueden ofrecer unas interpretaciones que están al alcance de muy pocas bandas de rock (y no digamos ya de pop) en el mundo. Incluso si hablamos de grupos «técnicos», la mayoría de ellos carecen del fuego y el entusiasmo que VH pueden insuflar en su música.
PD. Dios te oiga con lo de Guns N’ Roses. Necesitamos al menos una gira de los Guns originales. No confío en que cuenten con Adler, pero al menos los otros cuatro han de estar ahí, porque el actual «Axl Rose Project» está hundiendo el nombre de la franquicia en la miseria.
Cuando Axl vino con Robin Finch dieron un gran show (incluidas las dos horas de retraso de rigor), pero una gira de GNR originales sería apoteósica, incluso a nivel mediático.
Y desde luego, sobre un escenario, el 50% del show es la actitud, y el otro 50% el repertorio. Saber transmitir entusiasmo por tu música es fundamental. Marah, Royal Crown Revue, The jayhawks… disfrutan con cada nota que tocan, y eso se contagia.
Yo ví a hombres hechos y derechos con lágrimas en los ojos viendo a John Fogerty hace un par de años…
Recuerdo que Slash propuso una reunión vía twitter para recaudar fondos por el tsunami de Indonesia y Axl se dedicó a insultarle en una entrevista (Amén de no permitir la entrada a sus conciertos a aficionados que llevasen el sombrero de Slash o alguna camiseta de Velvet Revolver).
Lamentablemente veo muy difícil que Axl cambie de opinión. Lo suyo está más allá de las peleas o de los egos, es psicopatía pura y dura.
Y por cierto, gloriosa frase de Roth respecto a críticos y Costello…
La frase sobre Costello es genial, pero mi cita favorita de David Lee Roth es «solía ir a hacer footing pero los hielos se me salían del vaso».
¿Cómo podría no caerte bien un tipo así?
Van Halen -y en concreto David Lee Roth- son Rock&Roll sin más. Fiesta, cachondeo, mujeres y buena música. El resto son experimentos.
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Pocos entertainers como Diamond Dave.
Eddie Van Halen es al rock lo que el Maradona de las Ramblas al fútbol: exhibicionismo vacuo.
Creo que no entendemos lo mismo por «exhibicionismo vacuo». ¿Es porque toca deprisa? No siempre se puede encasillar a un guitarra por su rapidez. Escucha este solo del primer disco (minuto 2:36)
http://www.youtube.com/watch?v=Q6zTXPN_PPo
¿Dónde ves tú lo vacuo? Yo oigo el vocabulario de Berry, Hendrix, Beck (y esa escala ascendente púa/contrapúa es puro Santana) sólo que afrontado desde una proximación técnica distinta y ejecutado de otra manera. Es un solo con melodías y fraseos clásicos. ¿Que en otros momentos de otras canciones puede recurrir al mero «tapping espectáculo»? Sí, pero son sólo eso, momentos. La mayoría de las guitarras de Van Halen eran una evolución de la guitarra rock clásica y tenían bastante sustancia.
O en esta canción, las guitarras rítmicas que hace:
http://www.youtube.com/watch?v=d681GuMZj6Y
¿También te parecen vacuas? Si es así, es que desde luego o estamos escuchando lo mismo. Que quieras considerar los juegos de armónicos como una exhibición, OK, incluso el propio solo de la canción. Pero ¿las rítmicas? Están tocadas con un buen gusto impecable y son mucho más clásicas de lo que parece.
Quien olvide que Van Halen está dentro de la escena del «hard rock» de Los Angeles (muy diferente a nuestro país, donde el género estaba mezclado sin remedio con el «heavy metal») está condenado a no entenderlo y a escribir reportajes tan poco afortunados como este. Así, se pueden permitir afirmar cosas como que Sammy Hagar es mejor cantante que Dave Lee Roth, cuando es aburrido hasta la médula, sin apenas matices; la técnica no es lo único que cuenta.
Creo que un artículo sobre Van Halen debería encargarse a alguien a quien le guste, no a alguien que se centre en cuestiones que no interesan a quien sí quiere leer sobre el grupo (¿el soporífero Elvis Costello mencionado en un artículo con este tema? ¡Qué despropósito!).
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