La frase no es mía. Tampoco del molt honorable Francisco Camps, a pesar de que la mencionara en repetidas ocasiones hasta que cambió su discurso para discutir si se paga los trajes con el dinero de la farmacia de su señora o con el que le prestan sus escoltas. Nos tenemos que remontar al gobierno socialista de Joan Lerma para encontrar el origen de un eslogan que ha sido enarbolado por políticos valencianos, sin importar la afiliación política, en distintas etapas en los últimos veintiocho años. Ni los gobiernos socialistas, ni los populares de Eduardo Zaplana primero, o Camps después, lograron acercar a la región a esa suerte de California mediterránea. Durante los años del PP en el poder se tendió más bien a un modelo de crecimiento urbanístico, disneylandias (Terra Mítica) y grandes eventos (Fórmula 1, Copa América), sostenido en un endeudamiento exponencial gracias al flujo de crédito obtenido fundamentalmente de Bancaja y la Caja de Ahorros del Mediterráneo.
Pero nos estamos yendo del tema. Como decía, cualquier político valenciano ha sacado pecho con la idea de situar su comunidad en el mapa del I+D+i (investigación, desarrollo e innovación) internacional. Fruto de esa idea, se inauguró oficialmente en 2005 el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) dentro del complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. A la mayoría de ustedes les sonará porque hemos visto a Fernando Alonso pasear su Mclaren o su Ferrari por delante. Good ol’times.
La construcción del CIPF se financió en un 70% con recursos europeos (fondos FEDER). Por su origen de obra social de la Caja de Ahorros de Valencia (hoy Bancaja) la Fundación CIPF (figura jurídica del CIPF) es privada, aunque sus recursos son mayoritariamente públicos y el Patronato está dirigido por la Consejería de Sanidad del Gobierno Valenciano. Durante los primeros cuatro años destinó una generosa financiación destacando 9 millones de euros al programa de Medicina Regenerativa. Sus trabajadores no son personal funcionario y, en sus seis años de recorrido, el CIPF ha conseguido abrir 27 líneas de investigación, siendo uno de los centros de referencia en la investigación con células madre en el sur de Europa. El promedio del factor de impacto de sus publicaciones en los últimos años es de 5,2 y los investigadores principales han demostrado la capacidad de obtener financiación para sus proyectos (8 millones de euros en el último año). Todos los trabajos científicos se sufragan al 100% en concursos abiertos en los que compiten por su excelencia.
Y en estas nos pilló la crisis. El verano de 2010 la Consejería aplicó una reducción retroactiva del 35,7% al presupuesto del 2009 del CIPF. Y en el del pasado año, otro recorte del 50%. Las previsiones de Luis Rosado, conseller de Sanidad, para el de 2012 son de una nueva reducción del 50%. Tanta tijera llevó a la Consejería a plantear un “plan de viablidad” que contemplaba la reducción de los 27 grupos de investigación a 12, implicando el despido de casi la mitad de los científicos del CIPF que, recordemos, no son funcionarios. En septiembre de 2011 todo el Comité Científicó del centro presentó su dimisión, forzando la dimisión del director científico, Carlos Simón. Todo este proceso acabó desembocando en un ERE en el que se despidieron a 114 trabajadores y se acordó reducir en un 12% el salario de los 146 que conservaban su empleo. Irónicamente, el mismo día y a la misma hora, el actual President de la Generalitat Valenciana, Alberto Fabra, pronunciaba su discurso en la entrega de los premios Jaume I. Permítanme que les cite un párrafo de dicho discurso y entenderán por qué hago mención a la ironía: “Desde la Generalitat llevamos muchos años apostando decididamente por la ciencia, la investigación y la innovación incrementando sus recursos, incorporando talento y transfiriendo conocimiento a nuestros sectores productivos”.
Mola, ¿eh?
De un plumazo dejaron en la calle a más de cien trabajadores —algunos de ellos becarios en mitad de la realización de su tesis doctoral— y cerraron quince grupos de investigación. Es algo que se hizo rápidamente, pero a mí me resulta muy difícil calcular el tiempo que se necesitaría para reconstruir ese “tejido investigador”. Prestigiosos investigadores internacionales consultados por la revista Nature estiman en diez años el retroceso de la investigación española debido a este ERE.
Desde el gobierno de la Generalitat ni un comentario a las acusaciones de mala gestión vertidas por distintos investigadores del CIPF hacia el, por aquel entonces, director general del centro, el Dr. Rubén Moreno. Según dicen algunos investigadores, durante los años que estuvo en el cargo —en octubre de 2011 abandonó el cargo para engrosar las listas del Partido Popular para el Congreso de los diputados— se despilfarraron millones de euros en equipos que no fueron solicitados por los investigadores y que no se han usado, como por ejemplo los quirófanos electrónicos y las salas blancas.
Entiendo que, si la situación económica no es muy boyante, hay que trabajar por una mayor eficiencia en la utilización del dinero público. Pero los recortes en ciencia no me parecen el camino adecuado. Caso sangrante el de la Comunidad Valenciana donde se han llegado a pagar 15 millones de euros al arquitecto Santiago Calatrava —ese crack— por el diseño de unas torres que jamás se construyeron, los más de 15 millones de euros de deuda estimada por los sucesivos grandes premios de Fórmula 1 o los 45 correspondientes a ese agujero negro que ha resultado Terra Mítica.
La mayor desgracia es que lo acontecido en Valencia con el CIPF no es más que otra manifestación de la importancia que le da la clase política española a la investigación, al desarrollo y a la innovación. Rojos o azules. No importa el color. Tras unos primeros años de gran inversión en investigación por parte del primer gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero —subido en el globo de la burbuja inmobiliaria, no lo olvidemos— se procedió a meter la tijera en el presupuesto de I+D+i, siendo esta la partida que sufrió un recorte mayor en porcentaje. Las medidas de contención del gasto (cuando llega la crisis, los políticos dejan de utilizar la palabra inversión) en ciencia y tecnología contemplaron un recorte del 15 y el 8% para los años 2010 y 2011 —aquí den las gracias a Zapatero— y del 7% para 2012 —esta corre a cuenta de Mariano Rajoy.
La inversión en I+D+i del próximo año corresponde al 1,3% de nuestro PIB, casi la mitad de la media europea (2%), continente que no destaca especialmente por su apuesta por la innovación. A la evidente fuga de cerebros que sufre España hay que sumar la pérdida en capacidad de innovación que por todo esto se desprende. Si países emergentes como China, India o Brasil nos tienen ganada la partida de la competitividad, dentro de poco lo harán también innovando no solo más, sino también mejor.
En periodo electoral a nuestros políticos se les llena la boca con palabras como investigación, innovación o tecnología. Se habla de cambio de modelo de producción para abandonar el de sol y ladrillo, polvos de donde vienen gran parte de nuestros actuales lodos. Pero una vez alcanzado el poder todos esos eslóganes se olvidan; es muy poco rentable, electoralmente hablando, afrontar un cambio de modelo de producción puesto que conlleva años —cuando no décadas— de trabajo. Por todo ello, es imperiosa la elaboración de un pacto de estado responsable entre todos los partidos políticos, que apueste por un sistema en el que se proteja y mime la I+D+i.
Nos jugamos nuestro futuro.
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La comparativa entre lo que pudiera ser un Silicon Valley con el CIPF está un poco pillada por los pelos porque el CIPF se construyó cuando había fondos FEDER a saco (como se hicieron la mayoría de centros de las universidades de España sin importar si tenían utilidad aunque en este caso sí la tenía) como un organismo gestionado por un patronato en el que estaba la Administración, mientras que lo que sería una especie de Silicon Valley o un vivero de empresas como en el caso de California, son porque la Administración realizan tasas reducidas o favorecen la instalación de esas empresas ahí, pero sin inversión directa como tal.
Pretender que la Comunidad Valencia fuera California (Silicon Valley) es un poco iluso, porque para eso se necesitaría un tejido empresarial accesorio al centro que se pudieran apoyar unos a otros en estos casos.
Me encanta cómo los políticos usan estas palabras tan rimbombantes en sus discursos. Lo de la «California de Europa» lo empezé yo a oir desde los años 80 a los políticos andaluces, en referencia a Andalucía.
Y sí, en Andalucía desde entonces se han hecho muchos avances infraestructuras, en Sanidad, en medicina, en I+D+I, en produción ecológica…pero también es una de las autonomías con más indice de paro. Es lo que tiene en confiarlo todo al ladrillo y al turismo. Este último ha aumentó los dos últimos años, pero en cantidad, que no en calidad.
En Andalucía se da, desde hace tiempo, el mismo tipo de ensoñación en Málaga. Es común referirse -incluso desde la Universidad, que ya tiene delito- en esa provincia a «Málaga, capital económica de Andalucía», sin reparar en que no es la primera provincia andaluza en PIB (ni en PIB industrial ni del sector primario ni terciario, tanto en términos absolutos como per capita), ni en depósitos bancarios del sector privado, ni en volumen de créditos al sector privado, ni en exportaciones, ni en solicitudes de patentes, ni en consumo de energía, ni en referencias CMMI o ISO9001, o en empresas notables, etc. La guinda del pastel es que existe un club/proyecto llamado «Málaga Valley», y se habla de «Málaga, centro tecnológico de Andalucía»……….
Infórmese antes de escribir tonterías.
Ya me informé; puede usted también hacerlo en http://bit.ly/capitaleconomicadeandalucia, con datos -y cómodos enlaces a las fuentes originales- del Banco de España, la Oficina Española de Patentes y Marcas, la AEAT, Analistas Económicos de Andalucía, el INE, la Agencia Andaluza de la Energía, BME-IBEX35, la Secretaría Gral. de Comercio Exterior, el Instituto de Estadística de Andalucía, etc, etc, y me lo cuenta después
Pero si investigar con células madre es pecado según la iglesia, y el pp es papista papista (ay papi ya tu sabeh) … ¡¡¡ que cierren el CIPF es lo mejor que podría pasar !!! ¡¡¡ Queremos más fórmula 1 y menos imasdés !!!
Lo que parece claro es que la posibilidad de ruina económica de cualquier asunto en manos de políticos crece al aumentar la cantidad de dinero que se invierte en el mismo.
Y mira que hay respaldo empírico confirmatorio.
Me ha gustado, sí señor. Asombroso el esfuerzo para no soltar todo tipo de maldiciones e insultos entre punto y punto. Yo no habría sido capaz.
Qué manía tienen estos izquierdistas con su ingeniería social pretendiendo convertirnos en anglosajones. Si España ha sido siempre un país de agricultura, turismo y construcción, ¿a qué viene eso de la ciencia, la investigación? ¡Anda y que inventen ellos! Los tontos inventan, los listos copiamos, cogemos el resultado final, y así nos ahorramos décadas de dinero gastado en errores y experimentos fallidos. Lo próximo que querrán es cambiarnos el fútbol por rugby, la paella por perritos calientes y quitarnos la siesta.
Gracias por tu comentario Pepe, risas de las buenas. Pa que vamos a inventar nada, pudiendo copiar!! Y ojito con que nos toquen el furbol, la paelleta del domingo y la siesta. Que grande Pepe, que grande. «Los tontos inventan, los listos copiamos.» Muy fan.
Por lo que acabo de ver, «prestigiosos investigadores internacionales» son uno: Ludovic Vallier. Otro, Billy Hudson, simplemente no se imagina el impacto de la medida. Y parece que dice diez años como podría decir quince o siete.