La coyuntura actual resulta más que idónea para que hoy tratemos uno de los temas en liza, en boga, en boga de todos, vamos. EL TRABAJO.
Empezaremos con una afirmación aterradora, una de esas que en cuanto la desgranas y digieres te obligan a replantearte tu existencia. Nuestra sociedad se basa en el trabajo, conocido como tarea remunerada o negocio. Pues bien, etimológicamente, el término NEGOCIO implica la “negación del ocio”. Es decir, siendo seres capacitados para el placer, el disfrute, el asueto y, en definitiva, el ocio, hemos creado un sistema que nos lo niega ya en su propio enunciado. Es duro, sí. Muy duro. Pero más duro es el diamante aunque ahora no venga al caso.
Los latinos hace tiempo que enarbolaban el dogma “Ora et labora” que viene a significar “trabaja para poder pagar los tickets de aparcamiento” o, como más tarde interpretó a su gusto la Curia vaticana, “reza y trabaja”. Así que según ellos nuestra existencia debe resumirse en trabajar, rezar y aparcar. Aberrante. Aterrador. Inaudito. No, señores, no. Por ahí no. Nos han educado insuflándonos la teoría de que sólo trabajando toda la vida se consigue que esta sea digna y plena. Sólo a través del deslome, de los madrugones y de renunciar a nuestras inquietudes en pro de horarios, responsabilidades y pecunia. ¡Dinero! Ese es el cenit social. Acumular dinero, amasarlo, retozar en él, tener tanto que podamos usarlo para limpiarnos el culo o hacer origamis. Y, claro, una vez convencidos de que sólo interesa el dinero nos ofrecen la fórmula mágica para obtenerlo. Trabajar. Trabajar mucho, siempre, en cosas que ni nos gustan ni nos satisfacen. Da igual. Lo importante es trabajar. Salir de casa a las 8 y llegar de noche tan cansados que sólo nos apetezca dormir para poder volver a trabajar al día siguiente.
Expuesto así suena triste. Y lo es. Nos han convertido en maquinaria, en robots desprovistos de más ilusión que la de poder librar unos días al año para concentrar en ellos todo aquello que de verdad nos complace. Es un timo, un abuso y un absurdo. Y no digo que no haya que trabajar pues hay mucho por hacer y alguien debe hacerlo. Digo que hay que vivir y la vida es algo más que trabajar. Digo que nos han estafado y nos han organizado un sistema que beneficia a varios millares de listos vividores mientras a la gran masa se nos niega el ocio por decreto. Hoy en día al que logra subsistir sin estar siempre trabajando, al que administra lo poco que tiene y recorta por ello sus necesidades, se le tacha de vago, de tirado, de crápula y de mangante. Que vergüenza. Y que envidia insana la de esta sociedad aborregada que critica al que ha aprendido a ser feliz con menos.
Nos han metido en una rueda. Nos han obligado a girar en perpetua rutina dedicando los días a algo que en absoluto nos llena. Nos privan de otros paisajes, de otras experiencias y de otras oportunidades en un intento por convertirnos en seres grises, sumisos y faltos de expectativas más allá de esas falsas a las que se nos permite acceder. Su “gran propuesta” consiste en que trabajemos durante 50 años para después, cuando nos liberen del yugo, impedidos por el esfuerzo, nos sentemos en una mecedora a esperar el final mientras nos planteamos qué hemos hecho con nuestra vida. Este es el sistema actual. Que cada uno saque sus propias conclusiones.
No sólo eso, sino que trabajar viene de la palabra tripalium, que es un yugo de tres palos donde se ataban a los esclavos para golpearles. Es decir, significa sufrimiento. Negocio y trabajo. Qué mierda.
Como ya decia Oscar Wilde «El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer»
Me gusta la foto. ¿Está en bolas el tipo de la rueda?
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Desde muy pequeños nos enseñan a estudiar mucho. A trabajar mucho. A ganar (o intentar ganar) mucho. A producir mucho. A tener mucho.
Pero no nos enseñan la verdadera importancia de otras cosas, de las pequeñas cosas: disfrutar de la vida y del tiempo tranquilamente. Pasar tiempo con la familia. Jugar. Reirnos. Disfrutar de un amanecer. De la charla tranquila alrededor de una mesa, en la que se va una tarde entera. Dedicarle cada día un poco de tiempo a algo que QUEREMOS hacer, no sólo que TENEMOS que hacer. A dedicar tiempo a «tareas improductivas» como descansar. O como dedicarle tiempo a nuestro cuerpo, nuestra salud, nuestro deporte,…
Todo esto nadie nos lo enseña. Con suerte, se dan cuenta o lo aprenden cuando ya es demasiado tarde. ¿Quieres ser uno de ellos?
TOTALMENTE de acuerdo con el autor del post.