Chuck Klosterman
Fargo rock city
-una odisea metalera en la Dakota del Norte rural-
Es Pop ediciones
Por supuesto, yo me compraría este libro sólo por la cubierta: una vaca moteada a lo KISS sobre un fondo azul celeste dibujada por David Sánchez. O sea, la hostia. En caso de que no te guste el contenido puedes arrancar las páginas, enmarcar la vaca y colgarla de la pared; los 18 euros del libro estarán sobradamente amortizados.
Pero no es el caso. Fargo Rock City te va a encantar.
No soy un lector de libros relacionados con las estrellas del rock n’ roll. En general me parecen insulsamente hagiográficos o plagados de repetitivos y aburridos excesos. No me ocurre así, sin embargo, con los libros que está sacando Es Pop Ediciones: Los trapos sucios, de Mötley Crüe, o Slash: la autobiografía. Son historias que van más allá de los personajes que retratan para convertirse en documentos de una época y de una determinada cultura. Yo ni siquiera había escuchado dos temas seguidos de Mötley Crüe, lo cual no me impidió gozar como un enano esas tremendas memorias en las que cuatro elementos disfuncionales se dedican a desparramar página tras página toda la mierda acumulada durante años de éxitos y fracasos personales. Lo que quiero decir es que no era necesario que yo supiera quiénes eran Mötley Crüe, porque el libro no sólo hablaba de ellos y de lo que les había sucedido; no sólo era un libro para fans, sino que en cierta manera describía toda la parafernalia y mitología rokera, toda esa extraña hibridación entre el arte, las drogas y el puro esperma que forma el espectro de las bandas de heavy metal. Lo que les ocurrió a los Mötley es posiblemente muy parecido a lo que les ocurrió a muchos otros. Es en este sentido que lo considero un documento paradigmático de la cultura pop.
Y esto es lo que me ha sucedido en cierta forma con Fargo Rock City. Claro está que Chuck Klosterman es un periodista especializado de primer orden, que colabora en medios como The Washington Post, The New York Times Magazine o Esquire y que tiene ya los huevos pelados en la profesión. Y es que hay que tener muchos huevos para escribir un libro tan valiente y sincero como Fargo Rock City.
El bueno de Chuck creció en un pequeño pueblo de Dakota del Norte, en una comunidad rural donde probablemente los miembros más inteligentes fueran las vacas, y los intereses de los habitantes iban poco más allá de los tractores y los piensos para el ganado. Pero estaba el rock n’ roll, que era una respuesta a todos los problemas que creía tener y la medida de todas sus fantasías. En 1987, cuando Chuck tenía 15 años, Mötley Crüe estaba en el número 3 de las listas de ventas, Bon Jovi en el 4, Poison en el 5, Cinderella en el 27… En fin, era la eclosión del glam metal. La música que escuchó toda una generación de adolescentes, sobre todo en USA, en un montón de lugares tan remotos como Wyndmere, en la gélida Dakota del Norte.
Chuck Klosterman confiesa que escribió Fargo Rock City no sólo como una vindicación de sus propias raíces musicales, al fin y al cabo fue esa música la que le sacó del marasmo cultural de Dakota e impulsó su carrera como crítico musical, sino también para paliar la penosa omisión de libros dedicados al rock duro de los ochenta. Hasta Chuck Klosterman ningún crítico se había atrevido a reconocer el valor de las bandas de glam metal no sólo desde un punto de vista estrictamente musical, sino también considerando su valor dentro de los parámetros de la cultura popular porque, al margen de su valor artístico, es innegable que para los adolescentes de 1987 el impacto de Appetite for Destruction de Guns N’ Roses fue similar al que pudieron sentir los adolescentes de 1967 con la aparición del Sgt. Pepper’s.
No es extraño, pues, que Fargo Rock City haya fascinado a gente como Stephen King, David Byrne o Jonathan Lethem. Sin duda, es uno de los mejores libros sobre cultura popular norteamericana que se han escrito. No sólo es un documento de primer orden sobre una época: es honesto, riguroso, valiente y desenfadado. Y está muy bien escrito, o todo lo bien escrito que debe estar un libro de crónica y peripecia musical para un público amplio. Klosterman tiene mucho sentido del humor, y sobre todo la capacidad de distanciarse y verse a sí mismo como un personaje no demasiado transcendente; es decir, nos evita la pesadez de los individuos que se toman muy en serio a sí mismos. Lo que equivale a decir que Chuck Klosterman es un personaje verdaderamente pop. Durante todo el libro, que leí de tirón, he tenido la sensación de estar en un bar tomándome unas copas con el autor, pues Fargo Rock City mantiene en todo momento ese tono de charla desenfadada al que estamos acostumbrados los amantes del rock n’ roll, una conversación trufada de manías, excentricidades y pajas mentales como, por ejemplo, la eterna y no resuelta discusión sobre si es una mariconada o no que un grupo de heavy metal lleve un teclista… porque, coño, ¿alguien sabe cómo se llamaba o qué jeta tenía el jodido teclista de Bon Jovi? Por no hablar de los momentos en que Chuck arremete contra alguien, como Ted Nuggent, por ejemplo, que son especialmente descojonantes.
Sólo me queda insistir una vez más en que no es necesario que te guste el heavy metal o el glam para disfrutar de Fargo Rock City, pero ayuda mucho que alguna vez vendieras tu alma al diablo para disfrutar de un buen tema de rock n’ roll.
tiene buena pinta el libro, habrá que leerlo
Yo lo leí hace un año. es muy entretenido, aunque se centrá en los grupos más «glam» como Motley crue o Poison que en otros más cañeros. De estos últimos, alguna mención a Slayer y poco más.
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