El azar ha tenido la amabilidad de traer la muerte del dictador norcoreano Kim Jong Il inmediatamente después de las de Cristopher Hitchens y Vaclav Havel. Las imágenes de la vida del tirano contrastan con violenta claridad con las de Hitchens y Havel, en una demostración inapelable y radical de la existencia del bien y del mal, como recordaba el martes Tertsch.
Las reacciones a las muertes nos ofrecen más contrastes luminosos. En el ambiente tétrico al que nos tienen acostumbrados las imágenes de los países comunistas, cientos de norcoreanos lloraban histéricamente la muerte del sátrapa. No creo que fuera forzado el llanto siniestro de estas víctimas del terror totalitario. Aunque no fuera más que el reflejo natural de un autómata, pienso que muchos de ellos lloraban sinceramente. Me parece mucho más trágico y confirma la deshumanización de que es capaz un régimen político.
Frente a los gritos terroríficos de los norcoreanos veíamos en Praga a ciudadanos serenos e individuales rindiendo tributo a Vaclav Havel. Y en YouTube, a través del blog de Juanjo Jambrina, a personas de todo el mundo dando las gracias a Hitchens por su compañía y su estímulo intelectual.
También por oposición, Matthew Yglesias explica con una sola imagen en Slate la foto que explica el fracaso absoluto de un país como Corea del Norte.
Llegados aquí, quizá consideren una obviedad el artículo y la superioridad de Havel y Hitchens con una caricatura como son el Kim Jong Il y su país. Pero sabemos que no lo es cuando comparamos el celo con que tanta gente rechaza a los Havels y los Hitchens y su tolerancia frente a los Kims.
Esa gente, a menudo entusiasta de quienes llevan duelo por la muerte de Kim como los Castro y Daniel Ortega, no viviría ni un minuto en las cárceles gigantes que son Cuba o Corea del Norte, pero no tiene vergüenza en invocar frente a la mancha negra en el satélite la brecha social y la pobreza en las grandes ciudades capitalistas.
Respecto a lo de «cientos de norcoreanos lloraban histéricamente la muerte del sátrapa».
En el año 75 se vivieron estampas similares en España.
Havel sabía muy bien que bajo los totalitarismos (de cualquier clase) se vive en un sistema de coerción existencial donde todos los ciudadanos son susceptibles de espiar, ser espiados y, por lo tanto, denunciados. En las tomas que National Geographic consiguió grabar en Corea del Norte, las adulaciones al líder y a sus representaciones resultaban de lo más artificiales. Probablemente, cuanto más melodramáticos nos parezcan los llantos, más impostados serán. Donde no existe la libertad, no podemos juzgar por lo que ven nuestros ojos. Desgraciadamente para Havel, el problema no han sido sus detractores sino algunos de sus supuestos aduladores. Tiene narices que Margaret Thatcher alabe a un humanista absolutamente alejado de cualquier planteamiento político y filosófico defendido por esta mujer. Me temo que, si en lugar de haber disentido en un país del Telón de Acero, lo hubiera hecho en el Chile de su amigo Pinochet, la postura de la «Iron Maiden» hubiera sido muy diferente porque, en el fondo, no han entendido una mierda de lo que Havel representaba. Siento que a su muerte no se le haya prestado la debida atención.
Toni, España en los 70 no tenía nada similar a la Corea del Norte que deja Kim.
Estimado Galahat, como sabe, la aparición de admiradores oportunistas indeseados va aparejada a cualquier triunfo. Un saludo