Al parecer los tibetanos medían las distancias en tazas de té. Parece una medida idiota y creo que lo es, pero para poder discutirla es preciso saber por qué alguien adopta una costumbre tan singular. A eso voy. Los tibetanos le daban a sus caballerías a beber té para aumentar su resistencia física, así que hacían algo parecido a quien calcula la distancia de Madrid a Cádiz en un depósito de combustible. Después de explicar el origen puedo seguir manteniendo que es un sistema idiota, sobre todo porque no es muy preciso que se diga.
Si usamos el metro no es por eurocentrismo, como es evidente. Los chinos, que son de por allí, se burlaban de los tibetanos y medían usando el li, que es algo así como de aquí a medio kilómetro. Ya ven, unos sistemas se imponen y otros no pero siempre hay alguien que reinventa, cada cierto tiempo, las tazas de té como medida de distancia. Lo malo no es eso. Lo malo es que quieren que les expliquemos por qué su sistema no sirve y además quieren que los ciudadanos voten cuál es mejor, si el sistema de las tazas, o el del metro, sabiendo que metro es la distancia que recorre la luz en el vacío durante un intervalo de 1/299.792.458 en el tiempo en que se produce 9.192.631.770 oscilaciones de la radiación emitida en la transición entre los dos niveles hiperfinos del estado fundamental del isótopo 133 del átomo de cesio (133Cs), a una temperatura de 0 kelvin. Ante una alternativa así, ¿qué creen que votaría la gente? Esos inventores son personas sin maldad, convencidas de sus hallazgos, aunque peligrosas, porque nos embarcan en discusiones francamente estúpidas. Son como el doctor Godwin, que promovió una ley para conseguir que se declarase que el número pi es igual a 4.
Estos días, en El País, estamos asistiendo a una kermés entretenida, en la que intervienen unas personas que básicamente se representan a sí mismas y que ocupan ese espacio no por sus méritos académicos o intelectuales —no pierdan de vista que uso la conjunción “o”— contrastados, sino porque se indignaron y empezaron a parir ideas para arreglar el mundo. Y las parieron creyendo que eran nuevas.
En circunstancias normales, estas ideas no pasarían los filtros de un medio serio, pero éstas no son circunstancias normales. Cada vez que las cosas se tuercen, la gente empieza a sospechar de los técnicos, de los que saben más. A ver —se dice el ciudadano normal— si estamos tan mal debe de ser por culpa de los “expertos” y siempre hay quien se plantea prescindir de ellos. Extravagante manera de pensar ésta, la del que culpa al médico de la enfermedad y opta por que le opere un piloto de cazabombardero.
Así, nos encontramos con un arquitecto que nos explica que la burbuja inmobiliaria es producto de una ley del año 1998 que propició “que se empezase a construir a mansalva y eso, unido a toda la trama financiera que hay detrás, genera la burbuja”, explicación de una llaneza y claridad meridianas, pero que evita algunos interrogantes proboscídeos. Por ejemplo, ¿por qué si había tanto suelo disponible a raíz de esa reforma, y ésa es la clave de la burbuja, subió tanto el precio del suelo? España es un país con una densidad de población muy baja, en el que el suelo urbano ocupaba, en 1998, el 1,5% del total. En esas mismas fechas se sostenía que existía suelo suficiente, entre el ya calificado, para cubrir las necesidades que se preveían. ¿Por qué la abundancia supone un aumento de precio? Más aún, cómo se puede defender, como hace el entrevistado, que primero aumentara la construcción por aumento del suelo disponible, luego la financiación, luego la oferta y, con ello, la burbuja. ¿No ven alguna debilidad en esa lógica? Dejémoslo; ya entonces, como ahora, se sabía que las razones seguramente eran mucho más complejas y tenían que ver con el propio comportamiento de los ciudadanos (y sus fórmulas de ahorro), con la financiación de los ayuntamientos, con la corrupción política (unida al control por parte de los ayuntamientos del proceso urbanizador; es decir por exceso regulatorio discrecional y no al contrario) y con el incremento de dinero disponible. Ya entonces podíamos leer explicaciones coherentes.
También escuchamos a una abogada defender que lo correcto es lograr los ingresos suficientes para que el Estado dé los servicios sociales que debe dar. El planteamiento contrario, el de ver con qué contamos para gastar, es erróneo, nos dice. Resulta una manera sorprendente de razonar. Si primero decidimos qué servicios debe prestar el Estado a sus ciudadanos, sin considerar con qué dinero contamos o podemos contar, nuestra política de gasto es basura, como sabe un niño de cinco años que va a comprar chuches. Naturalmente, esto sólo se explica por la vigencia de una idea nefasta: que el endeudamiento del Estado y su política fiscal pueden ser lo infinitos y agresivos que se quiera. Pues no, mientras el sistema sea capitalista y garantice la propiedad privada, hay límites, y las políticas fiscales y de endeudamiento tienen consecuencias.
Más tarde, un señor jubilado, nos comunica que lo procedente son referéndums en caso de que haya que aplicar las medidas del FMI, porque “quien más conocimiento tiene de los problemas es la ciudadanía”. Como buen ejemplar ciudadano demuestra esos conocimientos pretendiendo separar las actividades de inversión de las especulativas, pero sin explicarnos cómo. Salvo que se refiera a la propuesta de que la banca sea un servicio público bajo control social. Resulta curiosa esta referencia. Las entidades que están peor en España son precisamente las que se encontraban bajo control social: las Cajas de Ahorros. Alguien dirá: ¡No, no, ésas las controlaban los políticos! Pero claro, esa propuesta es una pescadilla que se muerde la cola: de alguna manera el “pueblo” ha de controlar esos bancos públicos. Por desgracia ya sabemos que el dinero público no es de nadie. En cualquier caso, ¿qué requisitos habrá que cumplir para obtener un crédito de esa banca pública? Si se busca una rentabilidad social, mejor que se den subvenciones; lo perderemos igual, pero nos enteraremos desde el principio. Si alguien me plantease una nacionalización de los bancos a los que se ayuda, diría que sí, pero para inmediatamente liquidarlos. Si los accionistas piden ayuda porque es preciso mantener el sistema financiero en pie deben pagar el precio. El problema es que el dinero que recibieron para tapar sus balances venía con letra pequeña. El arma humeante se llamaba deuda pública, la que se emitía precisamente para seguir manteniendo unos gastos inasumibles en la mayoría de los Estados. Sus balances, los de los bancos, se llenaron de la deuda que pagaba los planes de estímulo que no han estimulado nada. En vez de reconocer las pérdidas, meter a unos cuantos pezzo da novanta en la cárcel y aplaudir el suicidio de otros, y gastar menos, se optó por lo mismo que defiende este simpático señor. Ahora nos hemos gastado los ahorros, pero el simpático señor sigue sin enterarse.
Una jurista se plantea también uno de los temas favoritos de los habitantes del jardín del bien y del mal: los sistemas electorales. Estoy cansado, muy cansado, de escuchar que los diputados no representan fielmente a la soberanía popular, esa cosa indefinible. La democracia es un invento que se fue fraguando a lo largo de siglos, un ejemplo de sistema basado en el ensayo y el error, complementado por un orden jurídico equilibrado por contrapesos. Todo eso es lo que asegura unas ciertas libertades básicas. La defensa de los derechos de las minorías no se encuentra en los parlamentos, se encuentra en las salas de los juzgados y en la costumbre de ejercer la libertad y no dejarse pisotear por el Estado. Es francamente cansino escuchar que si un sistema busca manifiestamente la mayoría y la estabilidad parlamentaria, produciendo un “bipartidismo feroz”, ese sistema aplastará a las minorías, impidiendo las reivindicaciones ciudadanas. Es cansino porque los ingleses y los estadounidenses son ejemplos indiscutibles de lo contrario. Yo no diré que un sistema proporcional no es democrático, pero que no se me diga que es el único democrático. Ahora le ha dado a la gente por escupir sobre el sistema español, que es perfectamente homologable, cuando pasa simplemente que la mayoría de la gente no está de acuerdo con las propuestas de los que lo critican. Y que esa gente sea tan aparentemente impermeable puede ser resultado de su baja cultura o inteligencia, de su apatía, de que vean Tele 5, de que no tengan twitter. Lo que no es admisible, por desgracia, es entonar cantos a la democracia para luego decirle a la gente que lo que vota no está bien porque no coincide con lo que yo, curtido en mil debates callejeros, pienso. Y además, poner en solfa los sistemas de partidos y las democracias, con sus elecciones, sus programas patéticos y sus políticos lamentables, es esa manera corta hacia el poder que ya hemos padecido tantas veces. No, el camino correcto es el largo. El de la instrucción, la educación, la pelea por ciertos valores. El poso de generaciones. Como dijo el almirante Sir A.B. Cunningham, “a la armada le lleva tres años construir un nuevo navío, le llevaría tres siglos construir una nueva tradición”.
Una activista y artista (no sé si ambas son profesiones) nos habla mucho de internet y dice que “el byte debe costar lo mismo a un pobre que a un ricachón”, y uno se escandaliza pensando que a los ricos les hacen descuento. Pero no. En realidad lo que parece querer decir es que internet debe ser gratis para que haya mucho intercambio de información y cultura por la red. Esto siempre me ha parecido extraordinario. No tengo nada en contra de internet, pero sospecho que tiene poco que ver con ser culto. ¿No me creen? Les diré que la mayor parte de lo que sé, incluso la parte mejor, la obtuve antes de tener un ordenador. Y conozco a unas cuantas personas que saben mucho de algunas cosas a las que les pasa lo mismo. Es posible que los que no entienden el mundo sin un ordenador y un acceso a la red no lo comprendan; pero sí. El tiempo es limitado, nuestra capacidad de aprender también, y poder acceder a seis millones de libros no te hace más listo. Te hace más listo haber leído cincuenta o sesenta y haberlos comprendido bien, para lo cual, como el aprendizaje funciona en niveles, es preciso haber leído previamente otros veinte o treinta y haber, no comprendido, sino memorizado y automatizado lo que allí aparece. Internet es estupendo; nos facilita el trabajo, nos permite echarnos unas risas y bromear sobre el insulto más gracioso o sobre la canción más absurda, pero no lo idealicemos como vehículo para el conocimiento. Su fuerza se encuentra en otro sitio. Sí, supone una revolución, pero como siempre sucede, las ideas que se expanden más rápido -y nadie corre más que internet- son las simples, casi siempre las más simplonas. Hablar de “burbuja del contenido” y poner de ejemplo lo que cobra Brad Pitt demuestra claramente lo que ya sabemos: la gente quiere gratis lo que le gusta, pero lo que le gusta suele ser bastante banal.
A diferencia de los anteriores, Fran nos vende su producto. De él no digo nada, porque lo suyo es un plubirreportaje.
No se alarmen, sólo me quedan dos entrevistas más, pero son mis favoritas.
Un licenciado en Bellas Artes pide una renta básica universal de 640 euros, aunque, austero y razonable, la reduce a la mitad hasta los 18 ó 20 años. Dice que recompensa actividades social y económicamente productivas como la reproducción o la generación de conocimientos, pero el caso es que se supone que es universal. ¿Y si hay alguien que no se reproduce y simultáneamente se toca los huevos? Quizás crea que tocarse los huevos es una actividad que genera conocimientos. Puede que lo piense ya que estudió Bellas Artes. En fin, coñas aparte, la estructura de su propuesta es simplemente maravillosa. He hecho un cálculo de gasto mensual (47.000.000 de españoles, de los que 9.300.000 cobrarían la mitad) y el resultado es algo más de 27.000 millones de euros mensuales. Vamos, 324.000 millones de euros anuales, sólo en el caso de España. Se trataría de duplicar el presupuesto del Estado español y gastarnos un tercio del P.I.B. en esta medida tan original. Me gusta especialmente la idea de que gracias a ella se reactivaría la economía porque la gente tendría dinero para gastar. Es una gran idea, ésa de dar pasta a la gente por no hacer nada. Casi digna de un bombero. Por cierto, si se aplica a toda la Unión Europea, nos gastaríamos anualmente el doble de la deuda pública italiana (sí, esa que hay que pagar en muchos años y no parece que pueda ser asumida). Por último, eso de poner una tasa del 0,5 % a las transacciones financieras y pensar que se obtendría esa ingente cantidad de pasta equivale a creer que no influirá en el consumo de leche el que se cobre al personal una tasa de diez euros por cada vaso de leche que beba.
Y, por fin, la guinda. Un licenciado en derecho con un máster en pensamiento político (y supongo que el máster garantiza el sustantivo y el adjetivo) piensa que hay que crear un continuum espacio-tiempo-votacional para acabar con los cheques en blanco. El señor periodista que hace la entrevista añade además que la propuesta tiene una “lógica aplastante”. La propuesta consiste en atribuir a cada 100.000 votos internáuticos un escaño. Un millón de votos serían diez escaños. Para la mayoría absoluta harían falta 17.500.000 votos telemáticos. Como es prudente excluye, eso sí, principios básicos como el del “rechazo a la pena de muerte”. Qué jodío. ¿Por qué no incluir entre los principios básicos, por ejemplo, la democracia representativa para la que exijo una mayoría de cuarenta y cinco millones de votos? Supongo que no estará de acuerdo. Como es evidente tengo muchas objeciones que hacer a un engendro como éste. En primer lugar, excluye la posibilidad de establecimiento de una política a largo plazo. Si la crítica fundamental a los mandatos cortos es que la cercanía de las elecciones implica una recaída permanente de los políticos en la demagogia, no les digo nada si cada ley que se vaya a votar es una oportunidad para la campaña electoral. En segundo lugar, olvida la idea de mandato en conjunto. ¿Qué sucede si el Gobierno va perdiendo votaciones y no puede articular una política coherente? ¿Le vamos a obligar a adoptar medidas incompatibles entre sí y distorsionadoras las unas respecto de las otras? Para evitarlo habrá que permitir que uno de los supuestos de votación telemática sea la moción de censura. Naturalmente, la existencia de un voto impredecible de esta naturaleza desestabilizará de tal manera a cualquier gobierno que sólo triunfarán los expertos en populismo. Por otra parte, ¿por qué los defensores de la doctrina “un hombre, un voto” se arrogan la posibilidad de que su voto valga más? No veo por ningún lado que se establezca como contrapartida que el votante telemático no pueda votar en las elecciones, porque, de hacerlo, vota para elegir a los diputados y luego en cada ley. Y naturalmente todo lo relativo al internet gratuito y al acceso universal es bullshit. En realidad se pretende privilegiar a personas con un determinado perfil: internautas activos, con interés en cuestiones políticas y tiempo libre. Finalmente, todas estas ideas se basan en una visión del gobierno infantil. Creamos cuerpos intermedios numerosos, pero no demasiado, porque hay que delegar la toma de decisiones. Y establecemos sistemas razonables de recambio y control, con un flujo, a veces oculto, de información, porque, por si no lo sabían, este es un mundo dividido en naciones con intereses contrapuestos. Sólo así llegamos a un equilibrio razonable entre la responsabilidad y la idea de una acción de gobierno coherente. No dejamos el mando del buque en manos de los pasajeros, con un botón. Los pasajeros eligen al capitán y éste se vende con buenas o malas artes, pero luego le dejan trabajar. Las naciones inteligentes escogen capitanes profesionales. Las que no lo son embarrancan una y otra vez. Estos señores pretenden que no salgamos del puerto.
Yo no sé de las cosas de las que he hablado más que muchos otros y con seguridad absoluta sé mucho menos que expertos en cada una de esas materias. También soy un ciudadano normal. Doy mi opinión con soltura como ven, pero no pretendo pasar por experto. Me consta que los expertos meten la pata y se ven desbordados a veces, pero no me planteo cambiar el sistema, porque siguen sabiendo más que yo de esos temas en los que son expertos. Sabemos que pueden estar influidos por prejuicios, que pueden ser corruptos o ineptos, pero gozan de credibilidad objetiva, porque podemos contrastar sus opiniones y porque han dedicado su vida a eso para lo que tantos creen encontrar solución a la media hora de pensar en ello. A modo de ejemplo, si me preguntan qué pienso de la dación en pago en caso de ejecución hipotecaria, les contaré lo que he contado desde hace años, que ya existe en la ley española. Y les añadiré que me parece cojonudo hacerla obligatoria porque, en tal caso, sólo se comprará una casa un porcentaje pequeño de españoles y terminaremos con esa anomalía de que cada español sea un propietario. El asunto es sencillo: si el banco tiene menos garantía (y es lo que pasa cuando excluyes el principio de responsabilidad patrimonial universal), te dará mucho menos dinero y no podrás comprar la casa si no apoquinas de lo lindo. Es estupendo: no habrá hipotecados desahuciados porque no habrá hipotecados. Ahora los partidos (todos) han incluido esta milonga en sus programas. Ninguno explica qué pasará en el mercado hipotecario, porque para qué. La gente no quiere oír la verdad; quiere escuchar que cuando decidió invertir más de la mitad de los salarios de él y de ella en la casa lo hizo porque los del banco le vendieron el producto y no porque todos los ciudadanos corrientes supiesen entonces que no ser propietario en España es de burros y que el valor de las casas siempre subía. Cuando compraron eran listos y sabían invertir; cuando el mercado se hundió eran pobres ciudadanos estafados.
Hace ya más de seis meses que se empezó a dar cancha a unas personas que no reunían más mérito que el de su expresada indignación. Se nos dijo que estaba bien que los ciudadanos salieran de la molicie y que ya veríamos los resultados. Seis meses después no se proponen medidas diferentes de las originales. Todas éstas nos las contaron, trufadas de ejercicios espirituales variados, al principio. Y no las hay nuevas porque, para que las hubiera, habría que saber de qué se habla.
Lo que sería revolucionario, lo que sería verdadera y pasmosamente revolucionario, es justo lo contrario: admitir que tenemos, como sociedad, unos defectos importantes, heredados en su mayor parte, pero generosamente alimentados. Diagnosticarlos como enfermedad crónica y hacer lo posible para que lentamente vayan remitiendo. Valorar y pagar el esfuerzo y buscar a los que saben, no para que acierten siempre, sino para no caer en la catástrofe del populismo y la improvisación.
No pasará, sin embargo, porque los ciudadanos normales, por serlo, están libres de culpa. Nunca se equivocan. Nunca toman decisiones irresponsables o eligen mal. Y para qué cambiar si somos perfectos.
Jodidamente didáctico. Más.
Sensacional. Perfecto. Por favor, prodíguese aún más.
Mal Meme Verde
Me acaba usted de joder el próximo texto que tenía pensado publicar en Jot Down y que hablaba de exactamente lo mismo que el suyo y en exactamente el mismo sentido, pero ha valido la pena: ¡qué puta maravilla de artículo!
A sus pies.
Muchas gracias por sus comentarios.
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Muy bueno.
Un artículo sobresaliente, en el más amplio sentido de la palabra.
Gracias por este estupendo artículo, D. Tse.
Acabo de llegar a esta web de casualidad y, despues de leer su articulo, me quito el sombrero.
Como dicen por ahí arriba: más.
Sí señor, furioso, elocuente e intempestivo. Plas, plas, plas…
Los dos últimos párrafos me han sabido a gloria.
Magnífico. Me uno al coro de los que piden que se prodigue más.
Qué rajoy ni qué leches
Tse For President!
Espléndido, como siempre.
Corolario: hace falta una educación para la ciudadanía para intentar explicar al personal cómo funcionan las cosas.
(:-)).
Buenisimo, aun me cuesta quitar la sonrisa que se ha plantado en mi cara desde el primer parrafo hasta ahora que le escribo. Aun asi hay algo…
Internet en si no es ni malo ni bueno, solo una herramienta. Suelte usted un burro en una libreria y probablemente se coma algun libro aparte de tirar mas de una estanteria. Eso no convierte a la libreria en un mal ni buen espacio. Internet es una herramienta, repito, tan formidable que puede haber muchos burros tirando estanterias mientras otros, mas o menos burros, aprendemos algo de ellas. «Poder acceder a 6 millones de libros no te hace mas listo» no, pero es extraordinario.
Abrazos.
Creo que con lo que más río-lloro es con la cita de Cunningham ¿Lo de tratar de epatar en plan conservador se lleva aún? Qué lastimica.
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Es una lástima que te quedes con ejemplos concretos y poco depurados de ciertos articulistas, omitiendo otros bastante más acertados, sólo para refutar la opinión de que la masa ciudadana es borrega y palurda. Esos expertos del Sistema que legitimas a pesar de la debacle a la que hemos llegado, no son en realidad expertos, sino mercenarios -asalariados de poderes fácticos y financieros- que de expertos tienen lo que yo de folclórica. No creo que nadie argumente que las decisiones de Estado deban ir de la mano de populismos y modas pasajeras, pues eso es lo que ocurre exactamente ahora mismo, pero el pastor que nos encamina (vias mass media) no es otro que el sistema económico hegemónico. Las decisiones políticas actuales no proceden de Gobiernos sólidos y con las ideas claras -erróneas o no- sino de los amiguitos Rosell y cia. No hay peor ciego que el que no quiere ver las deficiencias democráticas del Sistema y ataca las reivindicaciones sociales con la supuesta inmadurez decisional de la sociedad. Lo que ésta demanda no es una politica de cuñados, como así lo pintas, sino de gente preparada y no influenciada por el anquilosamiento de la partitocracia y las demandas del gerifalte de turno. Lo siento, me ha parecido aburrido y condicionado todo el articulo. Saludos.
Buen comentario para reforzar la tesis defendida en el texto xD
Pepe Mújica, presidente del Uruguay, antes de serlo, fue de clase humilde, y se jugó la vida de verdad para que algunas cosas cambiasen a mejor. Eso le legitima para decir que aquellos que comen bien, piensan que se gasta demasiado en política social. Este caballero que escribió esta enésima defensa de la injusticia en la que vivimos, por el sistema habitual de intentar desacreditar a los que quieren sacarnos de ella, nos toma por tontos, pero ya hace tiempo que no lo somos. Sabemos, por ejemplo, que fueron personas que no reunían «más mérito que el de su indignación» las que consiguieron las vacaciones pagadas, o el derecho a la huelga. Yo empiezo a estar seguro de que ese caballero que escribe, el derecho a la huelga, cree no necesitarlo para nada. Lo que no sé es si también renuncia a sus vacaciones. Ésas que le consiguieron personas que «solamente» estaban indignadas. A las personas con la barriga llena, el alquiler pagado, y más de mil euros en la cuenta corriente, los hacía yo pasar tres años en paro y sin familia que los pudiera mantener. A ver si así se les quitaba la tontuna de pensar que la gente que protesta, lo hace porque se aburre, y que los únicos que pueden cambiar algo, son los apoltronados que tienen más euros que ellos en la cuenta corriente. Asco de país.
Es un gran artículo, que no creo que haga reflexionar a nadie en este país de mierda :( Pero es brillante.
Cometes una exageración grave, como decir que la gente encuentra solución a los temas tras pensarlos media hora. Millones de españoles no han pensado media hora seguida sobre ningún tema en su vida y creen encontrar decenas de soluciones geniales a diario.
Gracias.
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