Cordelería Antonio Mañes Orduña
C/ San Vicente Mártir 87, Valencia
No vamos a ser nosotros quienes descubramos la cordelería Antonio Mañes Orduña, que ya fue protagonista de dos fotografías de la exposición “En el barrio desde…” organizada hace unos años por la vecina FNAC y ha merecido la atención de diversas revistas dedicadas al comercio local. Sin embargo, su extremada especialización, la ausencia de cartel a sus puertas y su situación, céntrica pero ligeramente al margen de los más trillados circuitos turísticos, hacen de ella un hallazgo fascinante e inesperado incluso para muchos residentes en Valencia. Fundada en 1942, el mismo año del nacimiento de su actual propietario, que la heredó de su padre, no es la tienda más antigua de la ciudad pero sí una de las pocas que permanecen literalmente intocadas desde su fundación. Todo sigue allí tal cual: los anaqueles, el mostrador, la balanza, la máquina de escribir, el mosaico del suelo, irreemplazable y desgraciadamente mutilado por una intervención de fontanería urgente.
La fundación de una cordelería en 1942 era una opción de negocio que sin duda nada tenía de extravagante, considerando que por aquel entonces las cuerdas eran el más extendido medio de embalaje en la mayoría de industrias que conformaban por lo tanto el grueso de la clientela. Con el paso del tiempo han cambiado los métodos de embalaje y los circuitos de distribución y las tiendas especializadas han ido desapareciendo víctimas de una cruel selección natural, de manera que ahora mismo esta cordelería es la última superviviente de su género.
Que nos encontramos en una isla fuera del tiempo no es algo que se perciba sólo por el decorado y por la mercancía a la venta, sino también por un detalle no por intangible menos significativo: quien nos atiende sabe perfectamente lo que vende. Somos testigos, durante nuestra visita, de un lento pero sostenido ir y venir de clientes, cada uno con una pregunta o necesidad diferente y todos sin excepción salen con una respuesta o una solución. No son sólo las cuerdas náuticas, las cuerdas para persianas o las cuerdas para embalar, es que cada tipo de cuerda o cordel da para un tratado: aprendemos en un breve espacio de tiempo que hay pequeños ovillos de cuerda para charcutería y para atar carne, y que para esto último hay otra opción que es la malla para carne mechada, que se vende por metros; que la rafia natural es la mejor opción para sujetar los injertos de los naranjos, aunque la rafia artificial también sirve aunque luego hay que ir a sacarla de los árboles porque no se biodegrada; que además de cuerdas y cordeles se vende un único tipo de hilo, que es el hilo grueso para coser sacos; nos acercamos a un estante lleno de ovillos y nos explican que se trata de un tipo de cuerda muy utilizado para atar las tomateras a las cañas; entran unas señoras preguntando por “eso que se pone en los culos de las mecedoras” y salen perfectamente ilustradas acerca de que la enea, al ser una planta protegida, sólo la puede vender quien la cultive, y no es el caso; descubrimos carretes de colores para la confección de cortinas de macramé; y por encima de todo, tomamos conciencia de que para conocer todos los detalles y peculiaridades del material a la venta tendríamos que abusar de la paciencia del señor Antonio Mañes, que tan amablemente nos ha atendido, durante al menos todo un curso escolar.
La cordelería cerrará sus puertas cuando su dueño decida jubilarse, pero mientras tanto podemos disfrutar de su atmósfera, de su atención especializada y de la sorprendentemente abundante, incluso para un establecimiento tan especializado, variedad de material disponible.
No sé si será demasiado aventurado conjeturar que más de un ilustre colaborador de traviesas secciones vecinas de Jot Down puede estar ya pensando en acercarse a la tienda en busca de los materiales adecuados para perfeccionar las prestaciones que sus hobbies requieren, y si es así puede estar seguro de que será debidamente asesorado y no saldrá con las manos vacías.
Jajaja, pues después de vagabundear por varias cordelerías barcelonesas sin acabar de encontrar el yute con las características necesarias para los «hobbies» mencionados en el último párrafo, puedo asegurar que tarde o temprano me acercaré a preguntar a Antonio Manes Orduña… ¡Muchas gracias! :-)