Por imperativos profesionales estos días engarzo lectura de dos libros opuestos y contrarios pero que llegan a complementarse por antojo lector. Por una parte, los artículos que conforman Fantasmones Rojos (Ed. Acontravent), una selección de la labor propagandística que el falangista Miguel Utrillo, junto a un puñado de adláteres atrabiliarios, llevó a cabo desde las páginas de Solidaridad Nacional durante el final de la guerra y los primeros años de la represión franquista. Si no fuera por la gravedad de la situación del país, los artículos de Utrillo podrían leerse perfectamente como humoradas de bufón bilioso o de twittero dipsomaníaco. Sin embargo, su finalidad no era otra que señalar mediante difamación a aquellos intelectuales, artistas, periodistas o políticos que se mostraron leales al gobierno de la República. Si en descargo de los plumillas pudiera alegarse algo, sería que todos los puestos en punta de mira ya habían marchado al extranjero con la ayuda de sus piernas. Ahora bien, siempre quedaban amigos, colaboradores o familiares.
En las diatribas vocingleras de Utrillo y compañía se mantienen unas obsesiones que bien podrían diseccionar freudianos ociosos. Al igual que hizo la propaganda nacional-socialista alemana con los judíos, los artículos dedicados al periodista Eugeni Xammar, al músico Pau Casals, al político Rafael Closas o al lingüista Pompeu Fabra repiten a macha martillo la condición fenicia del personaje, su gusto por la buena vida, las mujeres bellas, la buena ropa y su liberalismo. Un prurito corrupto y decadente, vamos. A juicio de la tropa, pues, la perversión de los liberales de arrejuntarse con franceses e ingleses en vez de fijar miras a Roma fue lo que llevó a la necesidad imperiosa de airear el terruño Cruzada mediante.
Ya digo, sería incluso divertido si no hubiese sido trágico.
De ahí que, previa desinfección, haya sido agradable volver de nuevo a Las meditaciones en el desierto (Ed. Destino) de Gaziel. Agustí Calvet. Representante del llamado exilio interior, Gaziel se mantuvo como observador asombrado en un Madrid repleto de trepas, arribistas y chaqueteros impasibles. Ante panorama tan desolador, el escritor ahoga la desesperación en una ironía cuyo escepticismo pocas veces es abandonado por la estupefacción divertida. De ahí el punto jocoso y de sutil mala leche que muestra en los apuntes sobre la vida social y literaria de la capital: actos y banquetes en los que azorines, ortegas y marañones no ahorran elogios a los nuevos tiempos misérrimos. La soledad en el desierto parece absoluta. Así debe explicar Gaziel el sinsentido a unos amigos extranjeros:
15 de agosto de 1947
EL REFERÉNDUM PRO FRANCO. – Unos amigos extranjeros, que veranean en la Costa Brava, me han pedido que les explique cómo se ha llevado a cabo lo del referéndum celebrado en España hace muy poco. Y yo les he dicho: “Ha sido muy sencillo. Son dos jugadores de cartas. Pero uno de ellos las tiene todas en las manos, y, antes de que empiece la partida, coge los ases, los reyes, los caballos y las sotas y se los queda, y da al otro toda la paja. Y entonces dice: “Bien, ahora juguemos; a ver quién gana”
Sin lugar a dudas las Meditaciones… son uno de los testimonios y reflexiones más lúcidos que se hayan escrito sobre la guerra y sus consecuencias desde unos postulados invariablemente democráticos. Lo sitúo a la altura del prólogo de A Sangre y fuego (que a mi gusto está muy por encima del conjunto de relatos) de Chaves Nogales. Me parece además una buena manera de empezar con Gaziel quien, al igual que Chaves, va siendo hora de reeditar (y en algunos casos traducir) en su totalidad.
A mí también me conquistó esa lucidez pesimista y derruida de Gaziel… estupendo libro. Y estupenda reflexión de aquella España de ‘la zona gris’, que no estaba con Franco, pero que veía acontecer el derrumbe igual que pasar los tranvías…
Me alegra saber que somos varios, Javier.
Abrazos
De acuerdo con lo dicho sobre Gaziel pero a mi tambien me gustaria leer la historia de la segunda republica de Josep Pla, libro que se encuentra censurado en la actualidad por no ser politicamente correcto