«No podía permitir que Joe acabara como un vegetal». Pocos saben lo que habría pasado si Eddie Futch no hubiese tirado la toalla. Seguramente habría cambiado la historia del boxeo, además de la de Frazier y la de Ali. Joe tenía los ojos completamente cerrados por los golpes recibidos de Ali. Pero el Bocazas de Louisville no andaba mejor. Frazier había perdido la visión parcial en uno de sus ojos tras una pelea en 1960 y, temiéndose lo peor, Eddie tiró la toalla. Frazier no le volvió a hablar durante años. Le culpó de no lograr su sueño: derrotar a Ali. Otro de los protagonistas de aquella histórica noche en Manila, Ferdie Pacheco, el médico, lo tiene claro: «Si Ali y Frazier hubieran disputado el 15º asalto, habríamos tenido un campeón y una fatalidad». Smoking Joe sólo veía sombras, pero habría aguantado de pie ante un Ali exhausto que pidió a Angelo Dundee, su preparador, que le cortase los guantes al caer en el taburete al final del 14º asalto. Dundee no le hizo caso y segundos después Futch tomó la decisión que no se atrevió a tomar su colega. Ali levantó su brazo en señal de triunfo y cayó fulimnado. «Ha sido la vez que más cerca he estado de la muerte», confesó Muhammad tras el combate.
Futch se crió en los suburbios de Detroit e iba para baloncestista, pero la necesidad le obligó a trabajar. Y para ganar unos pavos comenzó a hacer puños en el Gimnasio Brewster, junto a su amigo Joe Louis. «Joe podía parar un tren con su derecha», solía decir Eddie. El corazón le jugó una mala pasada y pasó de boxear a entrenar a chicos. Uno de los primeros fue Berry Gordy, quien harto de comerse mamporros hizo carrera fundando una discográfica, la Motown. Por aquel tiempo el boxeo estaba controlado por la Mafia y a Eddie no le hacía gracia aquello: «No acataré órdenes de nadie. Llevo en el negocio el tiempo suficiente como para no hacerlo. Desafío a cualquier hombre que tenga un problema conmigo a decírmelo a la cara». Futch se ha ganado su fama. Cuando entrenaba a Riddick Bowe, acudieron a Johannesburgo a pelear y fueron recibidos por Nelson Mandela, quién nada más recibir al púgil le preguntó: «¿Y Eddie Futch?»
Para Eddie, que falleció en 2001, «el boxeo es una ciencia. No basta con entrar en un gimnasio y empezar a golpear. Se nace con el físico, pero se trabaja la técnica». Pero si Futch pasó a la historia por algo, fue por ser la némesis de Ali. Entrenó a cuatro de los cinco hombres que le derrotaron en su carrera: Joe Frazier, Ken Norton, Larry Holmes y Trevor Berbick. «Era sencillo. Creé una estrategia para evitar sus puntos fuertes y atacar sus debilidades. Ali no lanzaba el gancho de derecha correctamente. Se ponía de puntillas para tirarlo y no doblaba las rodillas para lanzarlo. El truco era que cuando vieras su mano derecha bajar, debías sacar el gancho de izquierda porque descuidaba su guardia». En cierta ocasión, el Ayuntamiento de Nueva York reunió a Muhammad Ali, Joe Frazier, George Foreman y Larry Holmes. Ali ingresó el último en el despacho del alcalde, donde le esperaban los demás, y se fue directamente a por Futch: «Eddie, tú has sido mi verdadero rival, siempre me has dado problemas. Nunca has sido un entrenador, eres un maestro». Y aquel viejo, al que muchos consideran el mejor entrenador de la historia, sonrió socarronamente. Eddie salvó la vida a Frazier y probablemente a Ali. Pero sólo él sabe si cambió la historia del boxeo.
Buen artículo,
Futch fue el creador del estilo de Joe Frazier, aunque Smokin nunca lo supo.
Joe siempre pensó que era Yank Durham, su manager quién tomaba las decisiones técnicas, y que Eddie simplemente se limitaba a cumplirlas. La realidad era justamente a la inversa, el viejo Yank pedía consejo a Eddie para cualquier cosa, y no tomaba sin su aquiescencia una decisión.
La pelea de Manila supuso una ruptura seria entre ellos. Joe nunca le perdonó que lanzase la toalla en ese último asalto del Thrilla in Manila, no dejándole salir a pelear. Joe Frazier durante toda su carrera peleó con sólo un ojo, carecía de visión periférica, ciego del ojo izquierdo, sólo veía por el ojo derecho. Como pasaba los chequeos médicos prefight es otra historia.
Para Joe, Durham era como su segundo padre, consideraba a Eddie un sustituto. Años más tarde, en un programa de radio previo al enfrentamiento del hijo de Joe, Marvis Frazier contra el campeón pesado Larry Holmes, un Frazier resentido con Futch (de quién solía decía a todo el que lo escuchaba, que entre él, el árbitro y Ali le habían derrotado en Manila) inicio la consabida cantinela de queja delante de los micrófonos ante el ya anciano preparador, quién por una vez le respondió en el aire, dejando a Frazier desconcertado ante a nueva información que iba vertiendo, desconocida para él hasta entonces reculó. Ambos levantaron el pie del acelerador, y desistieron con seguir con aquello adelante.
Así se escribe la intrahistoria del boxeo.
Un saludo