En 1951, Mijaíl Botvínnik y David Bronstein compitieron por el Campeonato del Mundo de Ajedrez. Un empate tras las 24 partidas programadas le permitiría a Botvínnik mantener su título de campeón mundial. Eso es lo que sucedió. Curiosamente, se recuerda mucho más al aspirante Bronstein que al campeón Botvínnik. Por ejemplo, en la larga entrevista a Leontxo García publicada en esta revista se cita a muchos jugadores, pero no se menciona a un hombre que, por logros, podría ser considerado el mejor jugador de la historia del ajedrez. No es un reproche. Es algo usual. La pregunta es ¿por qué?
Botvínnik llevaba tres años sin competir cuando se enfrentó a Bronstein, mucho más joven y en el mejor momento de su carrera. Botvínnik se encontraba en lo más alto del ajedrez internacional ya desde comienzos de la década de 1930. En aquellos años competía contra Capablanca, Lasker, Alekhine y Max Euwe, todos ellos campeones del mundo, y a menudo ganaba. Su primer campeonato de la URSS es de 1931, y a partir de esa fecha su ascenso fue espectacular: 1º en el torneo de Moscú de 1935, con Flohr; 1º en Nottingham en 1936, con Capablanca; y 3º en el famoso torneo AVRO de 1938, sólo detrás de Fine y Keres. En ese torneo derrotó a Alekhine, entonces campeón del mundo, y a Capablanca, en una partida marcada por una espectacular desviación de la dama:
Después de la Segunda Guerra Mundial, Botvínnik ganaría el campeonato mundial. Ya entonces comenzó la leyenda negra (o no tanto) acerca de las ayudas a Botvínnik. Había muerto Alekhine, pero en vez de optar por designar campeón a Euwe, el único excampeón vivo, y curiosamente el único ajedrecista importante al que Botvínnik no había logrado vencer, la FIDE escogió el formato que más podía favorecerle. Un torneo en el que participarían los seis mejores ajedrecistas, luego reducido a cinco por la renuncia del americano Fine. El juego sólido de Botvínnik se desenvolvería mejor en una lucha tan amplia, a pesar de que los rivales eran formidables: Euwe, Keres, Reshevsky y Smyslov. La primera parte del torneo se jugaría en La Haya, la segunda en Moscú. También se habló de que esa decisión de partir el torneo en dos favorecía a Botvínnik, “que admitía no poder jugar más de quince partidas seguidas” según contaría el joven Bronstein. En cualquier caso, Euwe ya no tenía la forma de antes de la guerra y su rival más fuerte debía de ser Keres. El estonio estaba deshecho por sus peripecias durante la guerra, lo que no evitó que surgiese el rumor, desmentido por el protagonista, de haber recibido órdenes de perder. Lo indiscutible era el ansia de los soviéticos por conseguir el título: a mitad de torneo, llegaron a plantear a Botvínnik la posibilidad de que los otros jugadores de su país se dejasen ganar por éste, para evitar un triunfo del americano Reshevsky, el explotado niño prodigio de origen polaco que jugaba simultáneas con ocho años. Botvínnik contaría después que se negó. Esa fue la obsesión fundada de los jugadores occidentales durante muchos años: que los rusos jugaban en equipo, obviando que en el brutalmente competitivo ajedrez soviético de después de la guerra mundial, muchos de ellos no se habrían ni siquiera clasificado para los torneos que sí pudieron jugar. La prueba es que quedasen fuera de esos torneos, en determinados momentos de sus carreras, extraordinarios jugadores como Bronstein, Keres, Tal, Spassky, Korchnoi, Smyslov, Geller o Stein, por citar sólo a los más fuertes.
Volvemos a 1951. Botvínnik parecía no adaptarse al brillante y complicado juego de Bronstein, que llegó a ponerse por delante a falta de sólo dos partidas, incluso después de perder tontamente la 6ª, tras tocar accidentalmente su rey y verse obligado a moverlo. A Bronstein le bastaban dos tablas o una victoria para convertirse en campeón del mundo. En la 23ª partida Bronstein, con negras, se encontraba en desventaja cuando llegó el aplazamiento. Botvínnik anotó su jugada secreta (que se conocería al día siguiente) y salió de la sala de juego. La extraordinaria historia de lo sucedido esa noche la cuenta Gari Kasparov en su segundo tomo de “Mis geniales predecesores”. El ayudante de Botvínnik, Salo Flohr, nada más terminar la partida le dijo que había “visto” la jugada ganadora, 42. Ab1, y Botvínnik contestó “bien”. Flohr, dando por supuesto que esa era la jugada anotada, comenzó a escribir variantes. Después de toda una noche analizando las posibles continuaciones, Flohr se dirigió al hotel de Botvínnik para explicárselas. Sorprendentemente, Botvínnik dijo sentirse muy cansado y le pidió a su ayudante que comentase las variantes con su esposa, que no sabía gran cosa de ajedrez. Pero, ¿quién discute con el patriarca del ajedrez soviético? Y Flohr siguió explicando sus análisis, primero a la mujer de Botvínnik, y luego a éste, durante la comida y en el coche, de camino a la partida. Sólo cuando estaba a punto de reanudarse, Botvínnik le confesó a au amigo Flohr que había escrito otra jugada, 42. Ad6, claramente inferior. Flohr, que llevaba horas analizando variantes de una jugada que no se iba a producir, comenzó a llorar.
Parecía, por tanto, que Bronstein podía obtener las tablas que le abrirían el camino al campeonato, pero, ante el tablero, el campeón jugó de forma magistral y terminó ganando la partida. Sólo quedaba una y a Botvínnik le bastaban tablas. Bronstein, seguramente al límite de su capacidad de resistencia, se las ofrecería en sólo 22 movimientos.
Botvínnik tenía entonces 40 años y lo había pasado mal ante el juego de un rival mucho más joven. De nuevo se habló de la diferencia entre los medios de uno y otro rival y el trato que recibían de las autoridades. Bronstein era hijo de un enemigo del pueblo y Botvínnik era un comunista modelo. En cualquier caso, era de prever que empezase su declive. Sin embargo, hizo lo que mejor sabía hacer. Estudió y jugó al ajedrez. Así, cuando en 1954, otro joven y fortísimo jugador, Vasili Smyslov, se ganó el derecho a jugar por el campeonato del mundo, fue capaz de conservar el título, al empatar, como había hecho con Bronstein.
Tres años más tarde, Smyslov volvería a retar al campeón y esta vez con éxito. Los 46 años de Botvínnik parecían pasarle factura y la victoria de su rival fue incontestable: 12,5-9,5 (+6 -3 =13). Se trataba de un espejismo: al año siguiente, Botvínnik recuperaría el título con un juego repleto de novedades. También aquí se dieron excusas por parte del derrotado, sobre todo problemas de salud, pero lo cierto es que la victoria del viejo Botvínnik era incontestable.
La historia se repetiría dos años más tarde, de manera aún más extraordinaria. Mijaíl Tal, en la cumbre de su juego, representaba lo que más detestaba Botvínnik: un juego aparentemente caótico, repleto de sacrificios “injustificados”, que daban al traste con los planes de los oponentes. La violencia del juego de Tal quedaría representada en la famosísima 6ª partida del campeonato del mundo de 1960, en la que Tal, jugando con negras, realiza la que algunos califican de mejor peor jugada de la historia,un sacrificio de caballo que, como se demostraría, no es una jugada correcta, pero que llevaría a Botvínnik a la derrota. Un periodista preguntó a Tal, al día siguiente, cómo se encontraba y el nuevo campeón contestó: “¡Mi cabeza está llena de sol!”. Botvínnik, al leerlo, gruñó: “¡A lo que ha llegado el ajedrez! ¡El título mundial está en manos de un charlatán!”.
A los 50 años no parecía que Botvínnik, el mismo Botvínnik que había jugado con Lasker, Capablanca o Alekhine, pudiera recuperar el título, sobre todo considerando la fuerza de su oponente. Sin embargo, fue capaz de prepararse específicamente contra un rival tan difícil de calificar. Reaprendió a ser un jugador más práctico, más concreto, en contra de sus postulados posicionales, y se empeñó en complicar la vida de Tal creando posiciones cerradas que dificultasen la capacidad diabólica de cálculo combinativo del campeón. Y lo hizo solo, renunciando al trabajo de analistas. En 1961, en Moscú, el indestructible Mijaíl Botvínnik volvería a ganar el título de campeón del mundo, abultadamente, por 13-8 (+10 -5 =6). Se diría después que Tal había estado gravemente enfermo, y es cierto que su salud fue su principal lastre, pero hay un regusto permanente a excusa cada vez que se nos explican los éxitos del desagradable Botvínnik.
Ése sería su último triunfo. En 1963, el durísimo Petrosian conquistaría el título y Botvínnik, al haberse suprimido los “matches” de revancha (otra de sus ayudas, según sus detractores), desistirá de recuperarlo. Seguirá jugando a un nivel muy alto hasta 1970 y se dedicará a labores pedagógicas. Muchos de los grandes jugadores de hoy pasaron por sus escuelas (aunque se han olvidado de ello, según afirma Kasparov, su alumno más excelso). Considerado el creador de la escuela soviética de ajedrez, la que dará lugar a uno de los períodos de dominio más brutal de la historia del deporte, creía que los problemas en ajedrez son objetivos y que su análisis ordenado y pormenorizado permitía encontrar la mejor solución. Y lo demostró: con su enorme voluntad y capacidad de trabajo fue capaz de adaptarse a rivales cada vez más difíciles, hasta el punto de mantenerse tres décadas en la cumbre del ajedrez. Su manera de ver el juego le convertirían en uno de los primeros impulsores de los módulos de análisis informáticos.
Todo esto nos lleva de nuevo a la pregunta del principio. Para muchos Botvínnik es un ejemplo de tenacidad, no de genio. Un hombre ayudado por el sistema: mientras Keres apenas sobrevivía jugando en torneos organizados por los nazis y luego, al no poder huir de Tallín a Suecia, era reeducado por los soviéticos, el perfecto comunista Botvínnik era trasladado a los Urales por orden de Molotov, se le daba casa, coche y comodidades, y se le excluía de toda actividad que no fuera el ajedrez. Ese análisis choca sin embargo con su biografía: comenzó a jugar a los doce años, a una edad tardía, y sólo dos años más tarde ya era capaz de derrotar a Capablanca en una exhibición de simultáneas. Y muchos de los que se enfrentaron con él, como Smyslov, también eran protegidos del régimen.
Supongo que Botvínnik simplemente fue un tipo huraño, seco, tremendamente pagado de sí mismo. Conocía su fuerza y usó toda su influencia para facilitarse la vida. Su voluntad era de hierro y su capacidad de trabajo asombrosa, pero nadie consigue lo que él siendo un simple “pasabolas”, permítaseme la comparación con otro “esforzado”, Rafael Nadal. La explicación psicológicamente más convincente es ésa: caía mal.
Tampoco es extraño. Lean como hablaba, poco antes de morir, de algunos de sus oponentes:
“En Leningrado todos eran discípulos de Romanovsky, pero yo no iba al club, por lo que Romanovsky me odiaba (…) Con Levenfish las relaciones tampoco eran muy cordiales (…) Bogatyrchuk odiaba al poder soviético y era una persona sin escrúpulos. (…) Con Euwe las relaciones eran frías cuando éramos rivales (…) El primero con quien rompí todo contacto fue Bronstein, porque durante nuestro match se comportó de forma escandalosa. Realizaba una jugada e inmediatamente se iba detrás del escenario, de donde aparecía repentinamente y volvía a esconderse (…) Vainstein era un hombre horrible, sencillamente horrible: me odiaba y no quería que me convirtiese en campeón del mundo (…) En las últimas décadas he vuelto a relacionarme con Bronstein, pero él sigue odiándome (…) Con Petrosian también dejé de hablar porque se comportó indebidamente durante nuestro match (…) Con Smyslov también he tenido una relación difícil (…) Tenía buenas relaciones con Karpov hasta que comenzó a decir que la Escuela Soviética de ajedrez no existía (…) Gari [Kasparaov] juega ahora peor que hace diez años. Solía jugar como Capablanca, como le enseñé, juego posicional (…) Sucede que mucha gente me ha vuelto la espalda. En última instancia, le ayudé a Kasparov no por sus cualidades personales, sino porque es un maravilloso jugador (…) ¿Con quién me quedaría en una isla desierta, Karpov o Kasparov? Si tuviera que elegir entre el Karpov campeón y el Kasparov campeón, preferíría quedarme solo en la isla …”
Botvínnik no aparece en ninguna clasificación como mejor jugador de la historia, a diferencia de lo que sucede como el gran Bobby Fischer. Sólo se enfrentaron en una ocasión, en 1962, en la Olimpiada de Varna. La partida entre Fischer, de19 años, entonces un jugador temible, y Botvínnik, de 51 años, atrajo tanto público que se preparó un tablero en la calle en la que reproducir la partida.
Mereció la pena. Botvínnik jugaba con blancas y, aunque comenzó con una apertura inglesa, pronto desembocaría en la variante Smyslov de la defensa Grünfeld (la calificación de las jugadas es de Kasparov):
1.c4 g6 2.d4 Cf6 3.Cc3 d5 4.Cf3 Ag7 5.Db3 dxc4 6.Dxc4 0–0 7.e4 Ag4 8.Ae3 Cfd7 9.Ae2 Cc6 10.Td1 Cb6 11.Dc5 Dd6! 12.h3 Axf3 13.gxf3 Tfd8 14.d5 Ce5 15.Cb5 Df6 16. f4 Ced7 17.e5 Dxf4! 18.Axf4 Cxc5 19.Cxc7 Tac8 20.d6 exd6 21.exd6 Axb2 22.0–0 Cbd7 23.Td5 b6 24.Af3? [Primer error de Botvínnik 24.Ac4!] … Ce6! 25.Cxe6? [Fischer diría después que ese movimiento le había dejado estupefacto] … fxe6 26.Td3 Cc5 27.Te3 e5! [“las negras eliminan el peón pasado blanco sin pérdida de tiempo y se quedan con un final ganado”, Botvínnik] 28.Axe5 Axe5 29.Txe5 Txd6 30.Te7 Td7 31.Txd7 Cxd7 32.Ag4?! Tc7 33.Te1 Rf7 34.Rg2 Cc5 35.Te3 Te7 36.Tf3+ Rg7 37.Tc3 Te4 38.Ad1 Td4 39.Ac2 Rf6 40.Rf3 Rg5 41.Rg3 Ce4+?! [“Los defectos del carácter de mi oponente comienzan a aflorar. Considerando que la posición está fácilmente ganada, ya después del control toma una decisión precipitada. Después de 41…Tb4 42.a3 Td4 43.f3 a5, las negras ganarían a causa del Zugzwang: si el rey blanco juega, permite la invasión de h4, la torre, c4, y el alfil, d1”, dice Botvínnik] 42.Axe4 Txe4 43.Ta3 Te7?! [Era decisivo, dice Kasparov, 43…a5! 44.Tb3 Tb4] 44.Tf3 Tc7 45.a4 …
En ese momento se suspendió la partida y Fischer realizó su jugada secreta: Tc5. Frente al genio norteamericano, la máquina rusa se puso a trabajar esa noche. Para comprender qué era el ajedrez entonces, basta con dejar constancia de que los analistas que ayudaron a Botvínnik eran ¡Geller, Keres, Furman, Boleslavsky, Tal y Spassky! Geller encontraría la única manera de no sucumbir.
45. … Tc5! [la jugada secreta] 46.Tf7 Ta5 47.Txh7!! [Esta es la fantástica jugada encontrada por Geller] …Txa4 48.h4+! Rf5 49.Tf7+ Re5 50.Tg7 Ta1 51.Rf3.
51…b5? 52. h5!! … [“Aquí mi oponente se puso pálido y pensó durante mucho tiempo. Lo sorprendente de esta jugada es que las blancas no capturan al indefenso peón de g6, sino que momentáneamente sacrifican otro peón …”, dice Botvínnik. En este punto se plantearía una discusión que duraría catorce años y que comenzó cuando Max Euwe, el excampeón del mundo planteó si habría ganado 51… Rd4! Botvínnik creía que sí y publicó esta línea: 52.Txg6 b5 53.h5 b4 54.h6! b3 55.Tg4+! Rc5! 56.Tg5+ Rc6! 57.Tg6+ Rb7! 58.Tg7+ Ra6! 59.Tg6+ Ra5! 60.Tg5+ Ra4! 61.Tg4+ Ra3 62.Th4 b2 63.h7 b1D 64.h8D; cinco años más tarde Fischer afirmaría lo contrario en su libro «Mis 60 partidas memorables» al publicar la siguiente continuación 64…Db3+! 65. Re2 Dd1+ 66.Re3 Tb1! 67.Df8+ Ra2 y «el rey blanco no puede guarecerse de la inminente avalancha de jaques» según Fischer; sin embargo, en 1976, Botvínnik dirá: “Aquí hay dos errores. En primer lugar, como ya demostré, después de 68. Dc5 las blancas pueden defenderse con éxito. Esto fue demostrado en detalle por el maestro moscovita Anatoli Kremenetsky … y el joven de 13 años, Gary Kasparov, encontró una elegante forma de hacer tablas …: 67. Tc4! Tb3+ 68.Tc3 De1+ 69.Rd3 Df1+ 70.Rd2 Dxf2+ 71.Rd3.] 52…Ta3+ 53.Rg2 gxh5 54.Tg5+ Rd6 55.Txb5 h4 56.f4 Rc6 57.Tb8! h3+ 58.Rh2 a5 59.f5 Rc7 60.Tb5 Rd6 61.f6 Re6 62.Tb6+ Rf7 63.Ta6 Rg6 64.Tc6 a4 65.Ta6 Rf7 66.Tc6 Td3 67.Ta6 a3 68.Rg1
Tablas.
Tablas con Fischer. Supongo que habrá alguna explicación.
Pingback: Tsevan Rabtan: En busca de Mijaíl Botvínnik
bravo!
Excelente articulo. Gracias
Gran artículo he disfrutado mucho de su forma de describir una vida en una pasion, el ajedrez. Las dos primeras partidas me han parecido maravillosas pero no tanto la de Mijaíl Tal demasiado enrevesada para mis pocos conocimientos. Por último como crítica el duelo contra Fischer es inabarcable para un novato.
El niño que sale a la izquierda del todo, yo diría que es Vladimir Kramnik, no?
El de flequillo posiblemente sea Sergey Tiviakov…
Y el que asoma por encima de la chepa de Kasparov, estoy casi seguro de que es Alexei Shirov.
(al que no identifico es al que está justo detrás de la cara de Kasparov, medio tapado tras la nariz de ‘Gonzo’. Pero bonita foto, sin duda. No la conocía)
No he terminado los primeros parrafos, el match con brostein esta tan mal resumido, y lleno de imprecisiones… Que es evidente que solo se lo han mirado por encima. se recuerda mas a brostein, por que fue un mucho mejor jugador y persona, que nunca traiciono a compatriotas y que fue censurado por botvinik y el partido para que perdiera opciones de mejorar desdepues del match que empató, justo en la ultima partida cuando pusieron a sus padres en primera fila, que habia estado preso por ser contrario al partido… Y con veladas amenazas de mandarlos a siberia… Botvinik ha sido el campeon mas mafioso y cinico y solo aguanto tanto tiempo por ser hombre del partido y usar ingentes cantidades de recursos y los mejores profesionales… Ademas de jugar con ventaja en todos los ciclos de campeonatos. Lo dicho… Visto lo que ha comentado de brostein… No termino de leer, por que no sabe de lo que esta hablando…
Lo ignoro casi todo de este juego, pero la narración me ha encantado.
Ha focalizado ud. el artículo en quizás la peor faceta de Botvínnik: sus dotes como jugador de duelos fueron deplorables: no pasó del empate en su match con Flohr en 1933 y viajó a Holanda a disputar el fortísimo torneo AVRO cinco años más tarde porque las autoridades soviéticas, que lo apoyaban incondicionalmente, vetaron – y represaliaron – a quien tenía que haber acudido a tal evento por ser, a la sazón, el Campeón de la URSS de ese momento: Grigory Yakovlevich Levenfish puesto que Botvínnik fue incapaz de vencerlo en la final del Campeonato de 1937. Sacó provecho del ascenso de su país hasta la cumbre del ajedrez a partir de mediados de los años 40 – tras las demoledores victorias en duelos telegrafiados contra EEUU – e impuso sus condiciones en el Congreso de la FIDE de 1947 – su amigo y analista Ragozin allanaría el camino de sus exigencias al ocupar la vicepresidencia de la FIDE – tras la misteriosa muerte de Alejin el año anterior, a saber: un match-torneo en el que tomarían parte jugadores como Euwe – que apenas había jugado desde Groninga en 1946 -, Keres – afectado por la II Guerra Mundial y el clima de terror de la URSS de Stalin -, Reshevsky – que se había limitado a jugar torneos menores -, Smyslov – aún sin haber alcanzado su mejor forma – y el propio Botvínnik quien vencería con autoridad. A la prerrogativa de mantener la corona en caso de empate – lo que le valió para ser rey del ajedrez durante nueve años (!!) sin haber demostrado que merecía serlo: sendos empates en los duelos con Bronstein en 1951 – con quien a punto estuvo de perder – y con Smyslov en 1954 – se sumaron el abusivo match-revancha – cuyas víctimas ilustres fueron el propio Smyslov en 1958 después de haberlo vencido un año antes y Tahl en 1961, obligado a enfrentarse con él tras derrotarlo en 1960 – que, tras la muerte de Ragozin, en 1962, quedaría abolido por lo que Petrosian, quien destronaría definitivamente a Botvínnik en 1963 ya no tendría que pasar por tan inícua prueba; la limitación, a partir de 1956, de representantes de un país – claramente focalizado a los grandes maestros de la URSS quienes tendrían que enfrentar condiciones para clasificarse mucho más duras que otros jugadores de otras nacionalidades lo que contribuiría a la devaluación de los Interzonales y de los Torneos de Candidatos – que se aboliría tras el escándalo del Interzonal de Ámsterdam de 1964 y que tendría por perjudicados a jugadores de la talla de Bronstein o de Stein. En resumidas cuentas, el Patriarca del Ajedrez Soviético disputó un total de 11 duelos de los que sólo ganó tres – el match-torneo de Moscú-La Haya de 1948 que lo encumbró y sendos matches-revancha contra Smyslov y Tahl -, empató cuatro – contra Flohr (1933), Levenfish (1937), Bronstein (1951) y Smyslov (1954) – y perdió cuatro – Reshevsky, oficioso (1955), Smyslov (1957), Tahl (1960) y Petrosian en 1963 -. Tras denegarle el derecho a la revancha, el niño mimado del ajedrez soviético y mundial renunció a tomar parte en los ciclos clasificatorios por la corona mundial.