Pepe Albert de Paco: Limbo

Hace unos días, vi que Jot Down había contratado los servicios del periodista Enric González. Al punto correteé por el pasillo y, ya en vilo, practiqué el doble casteñeo de talones mientras entonaba el preceptivo ‘¡Es-toy en-tu-sias-ma-do’. No en vano, uno no siempre tiene la ocasión de alinearse, siquiera como stopper o medio matraca, en el mismo once en que despunta un llamado ‘maestro de periodistas’. Tanto es así que proyecté mi vida hacia un biopic imaginario dirigido por Ed Wood y me vi, con veinte años más, susurrándole a una jovencita que sí, que aquí donde me ves, hubo un tiempo en que compartí sección con el gran Enric González. Pero aún hay más: el día en que reparé en su firma, también me correspondía escribir a mí. Dado que las columnas de Jot Down se suceden sin más jerarquía que la que dicta la cascada cronólogica, experimenté un cierto vértigo al presentir que, durante unas horas, acaso en el lapso en que Jabois tardara en enviar su pieza, mi columna iba a situarse por encima de la de González, presidiendo la página. El domingo, en efecto, ahí estábamos Jabois y yo… mas González seguía en lo más alto. Claro, me dije, en qué cabeza cabe imaginar que ese maestro de periodistas, que, no lo olvidemos, se había dignado escribir para Jot Down, acabara en lo más bajo del podium, en el sumidero de la opinión. Los entrenadores de fútbol, máxime los de la escuela David Vidal, suelen apaciguar los egos heridos hablando con el damnificado y persuadiándole de que, en efecto, Messi nos dará más clicks, y que cuantos más clicks tengamos, mejor para todos. Hay, no obstante, otra escuela: la del entrenador que no da ninguna explicación porque me cago en mi puta madre, con el pito nos los follamos: el antidelBosque, para entendernos. La mujer que me hizo ver, hace una semana, que González y su expiación son algo así como el barco de Chanquete, también me dio una lógica a la que atenerse; una explicación técnica, si se quiere. Si vuestra editora puede hacer eso es porque en ningún texto hay una sola fecha que lo ancle a la realidad; nadie podrá echarle en cara si primero va uno, otro o el de más allá. En el fondo, y según el criterio de ordenación de la revista, todos estáis en el limbo. Un limbo de lo más agradable, dicho sea.